Hablar del Noticiero ICAIC Latinoamericano es acercarse a una época, a un tiempo de nuestra historia y, sobre todo, desentrañar la magia creadora de su director. El 6 de junio de 1960, conmovedoras imágenes comenzaban a cautivar público en salas capitalinas y posteriormente en otras del país. Sin precedentes reales, se trataba de una obra de arte en su totalidad; un producto audiovisual con un empaque cultural bien concebido y pensado que era el espejo de una sociedad cambiante. Aquel producto que nacía en los primeros tiempos de la Revolución, no era más que el Noticiero ICAIC Latinoamericano, que por su vitalidad tuvo una repercusión mundial.
Desde su comienzo, marcó una estética, un modo de ver y reflejar al hombre. A partir de entonces cada semana durante treinta años el público pudo ser testigo de la calidad del aquel producto audiovisual que era fiel reflejo de su tiempo. Sus entregas fueron crónica de un momento y hoy son un documento muy valioso para acercarse a muchas de las dinámicas, los protagonistas, las circunstancias de esos años. El espectro temático siempre fue amplísimo: la política, la sociedad, la cultura, los deportes, la ciencia, la economía, las curiosidades.
Mil cuatrocientas noventa ediciones comprendieron el tan aclamado noticiero que tuvo el sello de uno de los grandes de la documentalistica cubana de todos los tiempos: Santiago Álvarez.
A sesenta años de su primera salida al aire, se le recuerda ya valora como una verdadera obra de arte. Santiago Álvarez se afianzó de una técnica, de un estilo propio, de una manera muy peculiar y suya para crear ya transmitir. ÉL supo convertir el panfleto en arte al plantearse el cine como un asunto de estilo y formulas expresivas y al mismo tiempo como un problema ideológico.
El Noticiero ICAIC Latinoamericano tuvo un sello que brilló y conserva su esplendor a través de los años. Y eso se logró con el afán creador de su director, la mirada pretenciosa y certera de Santiago, quien apostó por una documentalística desligada de estereotipos y caminos trillados. La intencionalidad en el uso de la imagen, la dinámica del montaje, la banda sonora, la fotografía y demás recursos técnicos, sufrieron una metamorfosis estilística que hacía más atractiva la propuesta del noticiero.
El punto de mira del noticiero siempre estuvo en diversas direcciones, atento al acontecer económico, político, social, cultural y de otra índole de interés no solo en Cuba sino en otras latitudes del mundo. En Cuba fue testigo de los más variados y disímiles acontecimientos de la nación. La Campaña de Alfabetización o la Zafra de los Diez Millones son solo simples ejemplos que se complementan con otros temas tan variados como el sentirse habanero, la arquitectura de la capital.
La proyección internacional del noticiero abarcó otros continentes y su equipo de trabajo cronicó la lucha del pueblo vietnamita, la guerrilla en el Congo, y denunció los abusos contra los negros en los Estados Unidos. También su presencia estuvo el gigante asiático, la antigua Unión Soviética y otros países socialistas de la Europa del este, así como en Londres, Argelia y muchos otros.
Santiago Álvarez creó una técnica, una escuela de la documentalística que ha sido referente para decenas de realizadores. Su profesionalidad, sensibilidad, emprendimiento y capacidad creadora fueron recompensados con una obra de basta calidad que trascendió por la excelencia de su facturara el ámbito nacional.
Por ser el más completo archivo documental de la Revolución Cubana, y además, espacio de socialización de grandes acontecimientos y procesos en el mundo entero, en el año 2009 la UNESCO reconoció al Noticiero ICAIC, declarando a ese conjunto de materiales como Memoria del Mundo. Ese patrimonio, afortunadamente, está salvado. Habitualmente integra ciclos de proyecciones en Cuba y otros países. A sesenta años de su primera presentación, el Noticiero es parte ineludible de la memoria de la nación.
A sesenta años de su creación, esta sigue siendo una obra cumbre de la documentalística cubana de todos los tiempos que permite reencontrarnos con el pasado y valorar el genio de su inolvidable creador: Santiago Álvarez.
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