La celebración en La Habana de la Semana de la Cultura Británica puede ser una invitación a volver a los Sonetos y a la obra toda de William Shakespeare, uno de los más descomunales talentos de la literatura de todos los tiempos.
Uno de los autores más admirados de la literatura universal es William Shakespeare (Stratford-upon-Avon, 1564-1616), sobre todo como dramaturgo, pero también como poeta y actor.
Es lugar común repetir que es considerado el escritor más importante de la lengua inglesa y uno de los esenciales en la literatura universal, especialmente por tres razones: por los temas eternos del ser humano reflejados en sus obras; por la forma de tratarlos, sin ofrecer juicios de valor, y por la belleza y precisión de su lenguaje.
A Shakespeare se ha ido una y otra vez para nuevas lecturas de su obra, con gran impacto en diferentes culturas, desde las europeas y americanas hasta las del Lejano Oriente. Ha sido llevado a todas las plataformas, técnicas y géneros: ópera, ballet,cine, radio, televisión, artes visuales, música “culta” y“ popular”, parodias, cómics…
Tragedias, comedias y dramas históricos constituyen el núcleo duro más representado y estudiado, pero igualmente ha sido muy analizada su obra lírica.
Algunos conocedores de la literatura británica han reparado en que Shakespeare es uno de los poetas “menos ingleses”, debido al desborde de las emociones. En Cuba lo hemos leído generalmente en español, sobre todo en la traducción de Luis Astrana Marín, quien consultó fuentes literarias hoy muy raras, y hay quien pone en duda algunas expresiones y autenticidad de su traducción.
Obras que reflejan sentimientos
Muy criticado por narcisista, por afianzar patrones masculinos, repetir prejuicios antisemitas, ser poco original en cuanto a los asuntos de sus dramas históricos, etc., posiblemente su trascendencia mayor esté en el distanciamiento con sus personajes y la resistencia a moralizar o predicar, proponer fe, creencia, ética o solución a los problemas humanos.
Son múltiples las leyendas, especulaciones y enigmas en torno a la vida de William Shakespeare, desde las dudas sobre si su obra fue escrita por Francis Bacon o Christopher Marlowe, hasta su propia identidad; pero ello no ha impedido que sus principales tragedias se hayan tomado como representativas de ciertos sentimientos humanos: Hamlet, la duda; Otelo, los celos, Macbeth, la ambición de poder; El rey Lear, la división familiar; Romeo y Julieta, el amor eterno…
El amor tratado con lenguaje exquisito, ingenuidad y ternura
Se ha insistido en las representaciones diversas del amor en Romeo y Julieta, cuyo mayor atractivo radica en mostrar las rivalidades entre familias y la sucesión de fatalidades y equívocos que conducen al suicidio de la pareja protagónica.
Quienes leemos la pieza en español nos perdemos anfibologías, retruécanos, equívocos, juegos de palabras; no obstante, prevalece el amor como encantación instintiva del espíritu, tratado con lenguaje exquisito, ingenuidad y ternura, más las atrevidas osadías que marcaron el destino de ambos jóvenes.
En muchos personajes del gran dramaturgo el sentimiento amoroso se presenta colmado de alternativas, laberintos y luchas: amor intemporal, predestinado, fraternal, familiar, interesado, asexual, fracasado, no correspondido, afortunado, trágico…Sin embargo, es conocido el desapego que el escritor podía tener hacia sus personajes, que estaban en función artística en una obra de ficción.
Más involucradotal vez estuviera con el sujeto lírico de su poesía.Se han considerado como sus obras líricas:Venus y Adonis,La violación de Lucrecia, Querellas de una amante, El peregrino apasionado, Sonetos para diferentes aires de música, El Fénix y la tórtola, y sus 154 Sonetos,en los cuales se constata una pasión amorosa tan intensa, que un crítico de su época los llamó “sonetos de azúcar”.
Sus Sonetos fueron escritos de manera dispersa desde 1598, solo en 1609 apareció una primera edición en circunstancias enigmáticas, pues algunos estudiosos han asegurado que no fue el autor quien los reunió, ni dispuso su impresión; el trabajo lo realizó Thomas Thorpe, entonces prestigioso editor, que acompañó la publicación con una dedicatoria que aumentó las incertidumbres y dio lugar a comidillas en el mundo literario que llegan hasta hoy: “Al verdadero inspirador de los presentes sonetos, Mr. W. H., toda la felicidad y esta eternidad prometida por nuestro inmortal poeta, desea el que con sincero deseo aventura esta publicación”, y firma Thomas Thorpe (todas las citas de este trabajo proceden de William Shakespeare. Obras completas. Décima edición. Estudio preliminar, traducción y notas por Luis Astrana Marín. Primera versión íntegra del inglés. Aguilar, S. A. de Ediciones, Madrid, 1951)
Estas baladas líricas en forma de sonetos no ganaron popularidad y su circulación se limitó a un grupo de amigos, por lo que pueden considerarse una obra de intimidad. Su tema es la amistad apasionada del hablante por un joven poeta de alto rango y extremada hermosura; también hacia una dama morena ─o de color “enfermizo”─, así como la seducción del amigo por la amada del sujeto lírico: sufrimientos y alegrías, remordimientos y perdones.
Se trata de la expresión de una crisis sobre la naturaleza del amor, dividida en dos series sucesivas: la primera, de 126 sonetos, celebra al amigo y le propone abandonar la soledad y engendrar herederos; la segunda comprende los últimos 28 sonetos, relacionados con una mujer que, por el CLII, se conoce que es casada.
Borra diferencias entre la amistad profunda y el amor
El amor y el tiempo en su complejidad, bajo determinados movimientos dramáticos, son expuestos en una lectura cuyos mensajes no siempre se han escuchado y han quedado en las zonas más oscuras de la conciencia.
Shakespeare se atreve a borrar diferencias entre la amistad profunda y el amor, entre el amor a la mujer y al hombre, y a manifestar la admiración a la belleza humana, aunque fuera la de un hombre contemplado por otro. La relación se complica aún más cuando al triángulo entre el sujeto lírico, un destinatario y la dama, se suma un poeta rival.
Sería inadecuado pretender descifrar de un plumazo ciertos códigos ─de difícil traducción, además─ partiendo de los actuales. Resulta imposible entenderlos en toda su magnitud si no se estudian la época y la evolución del tema del amor en la literatura europea, desde Constable en la propia Inglaterra y Ronsard en Francia, hasta autores más antiguos como Petrarca en Italia o Boscán en España, entre muchos.
Innumerables hipótesis sobre Shakespeare
Desde la aparición de los sonetos hasta el presente se han formulado innumerables hipótesis: ¿fue Shakespeare homo o bisexual?, ¿acaso sería todo un pasatiempo de su brillante y desbordada imaginación?
Las respuestas han acudido incluso a la Teoría Queer sobre la sexualidad, en que los géneros, identidades y orientaciones sexuales resultan de una construcción social ficticia y arquetípica, sin que estén esencial y biológicamente inscritos en la naturaleza humana.
De acuerdo con esta tesis, el amor shakespeariano se plantearía de manera especulativa no como de pareja, sino de “trieja”.
Astrana Marín y otros se han preguntado asimismo sobre el amigo al que se dedicaron los versos. El editor Thorpe puso las iniciales W. H., pero según ellos en realidad sería H. W., Henry Wriothesly, tercer conde de Southampton y mecenas ─con 21 años de edad─ de Shakespeare, a quien él dedicó Venus y Adonis, y La violación de Lucrecia.
Entre el poeta y el conde existían relaciones que durante un tiempo fueron íntimas y luego se enfriaron, quizás por una mujer. Algunos estudiosos plantean que la dedicatoria estaba dirigida a William Hebert, conde de Pembrok, gran devoto del teatro y, por un tiempo, patrón de la compañía teatral de Shakespeare.
Bastaría repasar algunos versículos de esta obra para sumergirnos en un mundo abisal. En el soneto IV el sujeto lírico increpa: “Malgastador de encantos, ¿por qué derrochas en ti solo la herencia de tus atractivos?”.
En el XX recuerda: “Tienes un rostro de mujer, pintado de la propia mano de la Naturaleza, tú, señor y señora de mi pasión; […] Fuiste en principio creado para mujer; mas la Naturaleza, al darte forma, cayó en un trance”.
En el XXXVI, revela: “Permíteme confesar que debemos permanecer separados, aunque nuestro amor indivisible no sea más que uno; […] No en todas las ocasiones puedo reconocerte, de miedo que mi culpabilidad proclamada te cause vergüenza; ni ternura, a menos de despojar a tu nombre de ese honor de que goza. Mas no obres así; te amo de tal manera, que, pues eres mío, mía es tu reputación”.
Especulaciones que se complejizan
En el XL, enfatiza: “Toma todos mis amores, mi amor, sí tómalos todos. ¿Qué tendría de nuevo que me poseyeras por adelantado? […] Todo lo mío era tuyo antes que tuvieses este exceso. […] Te perdono tu latrocinio, gentil ratero, aunque me robes toda mi pobreza”.
Este dilema se prolonga en el soneto XCIII: “Así viviré suponiéndole fiel, como un marido engañado; de este modo el semblante del amor me parecerá que se ilumina todavía por mí, aunque se altere de nuevo: conmigo estarán tus miradas; tu corazón en otra parte”.
Cualquier especulación se complejiza más en la segunda parte, con el confuso “yo” junto a el-la-los destinatarios.
En el soneto CXLIV declara: “Tengo dos amores: uno, que me consuela; otro, que me desespera. Los dos, como dos espíritus, me tientan incesantemente; el ángel bueno es un hombre muy lindo; el ángel malo, una mujer mal pintada. Para introducirme más pronto en el infierno, mi demonio femenino procura alejar de mí a mi buen ángel, y quisiera hacer de mi santo un demonio, seduciendo su pureza con su orgullo infernal. En cuanto a saber si mi buen ángel se ha cambiado en demonio, puedo sospecharlo, pero no decirlo positivamente; mas como los dos están ausentes de mí, y ambos se han hecho amigos, mucho temo que uno de los ángeles se ha metido en el infierno del otro. Pero esto no lo sabré nunca, sino que viviré en duda, hasta que mi demonio haya expulsado del fuego a mi buen ángel”.
Un buen acertijo para críticos, psicólogos y lectores.
Deje un comentario