La profesora Amalia entró al aula de 9no 3, dio los buenos días y nadie le hizo caso. Le habían advertido que ese era el grupo más complejo, pero ella insistió en darle clases a ese grupo. La profesora Amalia lanzó al vuelo un poema, un poema de Nicolás Guillén que, para algunos, la hicieron ver como una loca. Ella sabía el poder de “Digo que yo no soy un hombre puro”, de Guillén, el poder de la poesía. Y en las siguientes clases la maestra habló de los orígenes de la literatura cubana. Y luego habló de Espejo de Paciencia, y autores como Fernando Ortiz, Félix Varela, José María Heredia, Leonardo Padura, José Ingenieros; y soltaba al vuelo uno y otro poema de Wichy Nogueras, Rubén Martínez Villena o Julián del Casal que despertaba interés en los alumnos y en los espectadores de la serie Calendario que trasmite la televisión cubana los domingos.
Calendario tiene muchos seguidores de varias generaciones según muestran las redes sociales; ha removido recuerdos y emociones. Y yo también espero los domingos para ver televisión, el próximo capítulo de Calendario. ¿Pero qué tiene esta serie que ha puesto a muchos al frente de la pantalla? De qué habla, qué historias narran sus personajes. De eso no voy a hablar en este breve texto porque otros medios lo han abordado. Calendario ha sido noticia en diversos medios cubanos.
Quiero hacer notar un detalle. El personaje protagónico de la serie es una profesora de Español Literatura; en medio de tanto desajuste humano la literatura viene a ser un camino de transformación. La literatura y los libros pueden tener un camino, si se quiere.
Buscando a Amílcar Salatti
El guionista de Calendario se llama Amílcar Salatti. Un nombre que leímos en los créditos de dramatizados televisivos y películas que también tuvieron impacto como las películas Esteban e Inocencia; en las telenovelas Entrega, donde puso en el centro a un profesor de Historia de Cuba y en Vuelve a mirar, entre otras; en los policiacos Patrulla 444 y UNO; y en teleplays tan exitosos como el reciente Pasos firmes, trasmitido hace uno o dos años.
Después de la trasmisión del segundo capítulo de Calendario busqué contactos de Amílcar Salatti, sabía que teníamos amigos en común y habíamos hecho un viaje juntos. Él ni siquiera sabía de ese viaje que compartimos en el ómnibus La Habana – Bayamo, organizado por la Asociación Hermanos Saíz. Amílcar leía en casi todo el viaje, lo acompañaba un libro y su esposa. Desde entonces aquella imagen del guionista lector se hace inolvidable.
Por suerte, encontré pronto el contacto y le escribí por WhatsApp para hacerle una entrevista. Aceptó esa misma noche, muy amable. Rastreé las entrevistas publicadas en los periódicos Juventud Rebelde y Ahora y la revista Alma Mater. Quería que me contara del poder de los libros y la literatura para poder escribir aquella serie. Ya él había revelado que entre las lecturas preferidas de niño sobresalían las aventuras y los policiacos, y todos los libros de Emilio Salgari, Julio Verne y Agatha Christie.
Como respuesta a una de mis preguntas por los autores que lo han marcado me mencionó de Cuba a Alejo Carpentier y Leonardo Padura en la narrativa; en poesía a Luis Rogelio Nogueras, Wichy. Leyó muchos ensayos de Rufo Caballero que le aportaron muchísimo en su momento. De otros lares, me escribe, Ernesto Sábato le voló el cerebro con sus libros; y por supuesto no faltan nombres imprescindibles de la literatura latinoamericana como Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges. Y aunque no menciona nombres destaca la literatura norteamericana. Como buen lector, para Amílcar es difícil hacer una selección.
Las preguntas
Las respuestas a mis preguntas llegaron escritas en dos tiempos. Me contó Amílcar que la pasión por narrar la descubrió entrando al Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) como microfonista. Nunca se había planteado conscientemente lo de “contar historias”, pero cuando empezó a leer guiones como asistente de sonido “se encendió algo por allá dentro y me decidí”. En la entrevista publicada en la revista Alma Mater se lee que ese hecho es gracias a una vecina que era asistente en la televisión y su pareja era sonidista; ella como sabía que le gustaba el arte le propuso ir a trabajar al ICRT. Y él, como estaba desempleado, aceptó.
Las historias que narra Amílcar Salatti en sus guiones recrean la vida de la gente en Cuba. Sabe el poder de la observación, escucha y anota. “Los personajes son gente que uno ve, conoce, cruza dos palabras con ellos y entonces te sientas delante de la máquina y de esa realidad creas entonces un personaje. Con las historias ocurre algo similar, están ahí afuera esperando que uno las vea y las cuente”, me escribe.
Reconoce que “la lectura es fundamental. Desarrolla la imaginación, da acceso a otros mundos y otras realidades, permite chocar con recursos narrativos que pueden servir de inspiración o de punto de partida para intentar otras formas de narrar en el audiovisual. Pienso que la lectura es la base y es muy difícil hacerse guionista leyendo poco. Leo mucho y he leído muchísimo. Eso creo fue fundamental para desarrollar el oficio y tener un espectro cultural mínimo que me sirviera a la hora de crear historias y personajes. Pero como mismo te ayuda la lectura, y las referencias audiovisuales, creo que es más fundamental estar chocando con la verdad de la calle”.
Calendario expone temas difíciles de la adolescencia, pero también es una serie de promoción a la literatura cubana y universal. Tal vez no se pensó de ese modo, pero después de cada capítulo se buscan las sugerencias de obras literarias y autores y se promueven las obras por las diferentes redes sociales. Cuando le pregunto a Amílcar del proceso para escoger textos y autores, me responde que “el 90% de lo que se refiere ya lo había leído, solo fue cuestión de refrescarlo. Otros si los descubrí en el proceso de escritura, pero fueron los menos. Y el uso está en función de la dramaturgia del capítulo, según las situaciones que se daban usaba uno u otro autor”.
Y le insisto: ¿Dudaste del poder de la literatura o siempre creíste en ella? Y escribe: “Mira, te voy a parafrasear a Amalia, si no creyera en el poder de la literatura no hubiera escrito Calendario. Y no solo de la literatura, sino de lo espiritual, de lo intangible. Pero eso se hubiera ido por el caño si Magda no hubiera concretado un gran trabajo de casting y puesta”. Reconoce el trabajo de Magda González Grau como directora, y aquí termina la primera parte de sus respuestas.
“Los procesos de escritura son siempre diferentes. Algunos más rápidos, otros más distanciados, a cuatro manos, a seis, en solitario… Para todos tienes que estar preparado, adaptarte, tener la mente abierta ante las críticas, los aportes. Las revisiones son imprescindibles en este trabajo, te ayudan a cerrar, a limpiar, a rectificar y eso se hace siempre desde un diálogo comunicativo y de respeto. Uno tiene que estar claro en lo que quiere y defender eso, pero sin cerrarse ante los señalamientos. E igual es necesario que las asesorías no se hagan eternas, y tener la capacidad de poner Fin”.
En otros países se promueve la escritura de guiones cinematográficos para concursos, y se publican libros. ¿Crees que esa idea pueda aprovecharse más en Cuba?, le pregunto:
“En Cuba hay muy pocos concursos de guiones inéditos. De hecho, solo conozco el del Festival de Cine de La Habana y el de Gibara. Nada más. Es poco. Si se han publicado algunos guiones, pero tampoco es algo que se haga con regularidad y es una pena ambas cosas. No queda de otra que intentarlo en cuanto concurso aparezca. Se necesitan más de ambas cosas en nuestro país. Ahora está el Fondo de Fomento que también estimula la escritura, pero no es un concurso en sí. Resumiendo, hay que darle más relevancia a la zona del guion”.
En cuanto a la puesta y el guion, por lo que también pregunto, me explica que “desde la escritura se sugiere un tono, tempo, un género y eso se corresponde con una puesta acorde a la propuesta. Se sugiere una puesta en escena, pero eso es trabajo del director o directora, partiendo del guion. Se trata de corresponder a lo que la historia pide”, me escribe.
Y como sospecho que una persona que lee tanto, narra historias y crea personajes debe tener algún secreto guardado le pregunto si no le ha dado por escribir novelas o poemas. Y me responde: “Novelas nunca he escrito. Poemas hice mis pininos, pero están ocultos bajo tierra”. Y más abajo, como si hubiera terminado la tarea, o un capítulo escribe: “The End”.
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