Simplemente Sara.


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Hoy hace ya doce años que se fue Sara, alguien que quedó para siempre en la memoria colectiva de los cubanos porque su voz, inconfundible, fuerte y dulce a la vez, se escucha aún, no solo en las grabaciones sino en el sonido de los recuerdos.

No era para la gente Sara Rosa González Gómez (Marianao, 13 de julio de 1951 - La Habana, 1 de febrero de 2012), simplemente era Sara, la voz femenina más emblemática de la Nueva Trova cubana.

Sara estudió guitarra, y luego viola cuando ingresó en el Conservatorio Amadeo Roldán; después hizo estudios de canto; se graduó como Instructora de Arte; mientras estudiaba la vida la puso en el camino de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés y estos la motivaron a musicalizar los Versos Sencillos de José Martí, que resultó ser su primer disco, un disco precioso porque esos versos merecían esa voz y la música que ella creó para acompañarlos.

Ese es su comienzo en la NT y para madurar aún más como ser humano y como artista la invitan a formar parte del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (GES), en 1972.

Allí tuvo el privilegio, según sus propias palabras, de recibir clases de composición, armonía y orquestación del maestro Leo Brouwer, además de todas las enseñanzas de ese equipo inolvidable, de ese proceso de creación colectiva que marcó una etapa importante de la historia del país y de su cultura.

Después de hacer dúo con Pedro Luis Ferrer y de su tiempo en el cuarteto  Los Dimos, inició su carrera en solitario, pero no sola, pues en innumerables ocasiones compartió escenario con los trovadores cubanos Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Augusto Blanca, Liuba María Hevia, Anabell López, Marta Campos y Heidi Igualada, entre otros, y también con Joan Manuel Serrat, Chico Buarque, Mercedes Sosa, Soledad Bravo, Daniel Viglietti, Pete Seeger, Roy Brown, Pedro Guerra, Beth Carvalho, y más artistas internacionales.

Compositora, cantante, guitarrista, pero sobre todo Sara era una carga de energía de la buena, una voz monumental, de extraordinarias condiciones, y una fuerza interpretativa capaz de conmover al más frío de los públicos.

 El escritor y periodista Víctor Casaus, hace mucho tiempo caracterizó a Sara muy acertadamente:

 «Su voz es potente, de buen timbre y amplia coloratura»; de sus canciones dijo que asumieron, «desde la autenticidad y el talento, el reto de la comunicación inmediata y del ejercicio de la épica en los grandes hechos históricos y en la acción cotidiana».

En su importante nómina autoral hay dos piezas especialmente ligadas en el recuerdo a la compositora: Girón: la victoria, y  ¿Qué dice usted?, la primera sobre la épica grande y los héroes y mártires, la segunda cantándole a una épica muy grande también, la cotidiana, por ganar para la mujer el lugar que le corresponde en la sociedad.

A propósito, comenta la maestra Marta Valdés:

«Sensible y avispada, toma, de mil maneras, conciencia de la necesidad de poner en su justo lugar el papel de la mujer en la música. Su aplaudido  ¿Qué dice usted? abre la brecha para un trabajo constante de impulso a las trovadoras cubanas; abre un paréntesis para compilar en discos la labor de dos compositoras  tan diferentes entre sí como Teresita Fernández y Marta Valdés; arriba, finalmente, al ambicioso plan de sacar a la luz los más diversos exponentes del cancionero que nos fueron legando, desde los inicios del siglo XX, las compositoras cubanas. Llegan así los dos Volúmenes de Cantos de mujer. Soñaba con acabar de dar forma al tercero pero la vida no le alcanzó para lograrlo».

Pocos, pero contundentes discos dejó como legado, entre estos, Con un poco de amor, de 1987, grabado junto al Grupo Guaicán de Pepe Ordás, agrupación que la acompañó durante 17 años. En el mismo, publicado por la EGREM, aparecen temas propios y versiones de composiciones de   Silvio Rodríguez, Vicente Feliú, Pablo Milanés, Alberto Tosca y Pepe Ordás.

En la contraportada aparecen estas palabras de Pablo Milanés:

«Escuchar a Sara González siempre me ha resultado varios placeres a la vez: el placer de oír los matices de su hermosa voz y el placer de hacernos saber que estamos vivos. Pues Sara, no hay dudas, nos eriza la piel y nos “levanta del asiento” como buenos receptores de todo lo que ella es capaz de transmitir.

Pero a estos placeres se suma ahora la oportunidad que todos, junto a Sara, esperábamos: la aparición de un grupo, Guaicán, que pese a su juventud, la entendiera y acompañara, sin desvirtuar, (al contrario acentuando) esa cubanía que acompaña a Sara y que ahora, en este disco, ambos se encargan de transmitir (para hacernos más receptivos) a veces como una delicada yagruma, otras veces como una poderosa ceiba, y casi siempre como un indomable ciclón».

Nunca mejor dicho; Sara fue un ciclón de música, humor, pasión y cubanía, por eso se quedó con nosotros, aunque sus cenizas se hayan depositado en el mar, frente a La Habana. 


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