Sin más adorno que el de sus canciones


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“Yo soy una maestra que canta”, con esa expresión, alcanzó su más exacta autodefinición Teresita Fernández, privilegio de la cultura cubana que este 20 de diciembre cumpliría 93 años de haber nacido al centro de la Isla, donde descubrió las esencias pedagógicas, el encanto de la trova y el olor de nuestros campos, elementos que, fundidos más tarde en sus canciones, las hicieron imprescindibles e inolvidables.

Apena, más en fecha como esta, que con un tesoro como el de sus composiciones para niños, puestas en el más alto nivel del repertorio latinoamericano junto a las de la argentina María Elena Walsh y el mexicano Francisco Gavilondo Soler, se exponga a nuestros pequeños a la ausencia total de valores con música del género urbano, que se deja escuchar en eventos a ellos dirigidos.

Es también lamentable que, aunque en el conjunto de su obra sea la música infantil la más trascendente, a menudo pasen por alto piezas de otra naturaleza, algunas de ellas rescatadas por el sello Bis Music en el CD “Teresita Fernández en nosotros”, en el que reconocidos intérpretes del patio interpretan páginas suyas como la balada pop “Cuando el sol”, muy popular en los años 60; “Tanto como te amé” o “Canción de la trova inmortal”.

En esa década, Teresita Fernández fue, además, la conductora de programas radiales y televisivos; tiempo después, el alma de la “Peña de los juglares” del Parque Lenin, en la que hizo grandes aportes a la narración oral de la Mayor de las Antillas.

Anfitrión del por aquellos años concurrido restaurante Monseigneur, Bola de Nieve la invitó a compartir espacio cuando apenas era conocida en la capital. “Usted no necesita más adorno que la canción”, cuentan que le dijo entonces, sin dudas refiriéndose a su sobriedad escénica.

Al dejarnos, hace ya una década, había sido justamente reconocida con los Premios Nacionales de la Música y de la Cultura Comunitaria; pero, más que eso, había ganado por siempre un lugar en el corazón de los cubanos a quienes regaló Vinagrito, un gatico que será eterno y aquella palangana vieja, capaz de convertir lo feo en hermoso, solo con un poco de amor.

 

 


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