Con el triunfo de la Revolución Cubana en el año 1959 liderada por Fidel, comenzó un proceso de transformación en todos los ámbitos; país con una herencia nefasta, solo un movimiento genuino podía establecer cambios radicales.
Dentro de esos primeros años fundacionales, curiosamente, la creación de la Escuela Nacional de Instructores de Arte (ENIA) y la Campaña de Alfabetización, iban al unísono, no había tiempo que perder.
El 14 de abril de 1961 Fidel inauguraba la ENIA. Su principal misión, empoderar a los alumnos de los principales valores éticos y estéticos, desde el arte y la cultura para propiciar su multiplicación en todos los confines de la isla.
“Creo que sin ser optimistas no se puede ser revolucionario, porque las dificultades que una Revolución tiene que vencer son muy serias y hay que ser optimista. [...] Pongan su granito de arena en esa obra que al fin y al cabo será una obra de esta generación. Vamos a librar una guerra contra la incultura”.
Fidel Castro
Bloqueo, agresiones, epidemias, sabotajes, caída del campo socialista, afectaciones económicas y compleja situación política mundial, sufridas por Cuba, fueron causantes de intervalos y posterior cierre de la ENIA. Años más tarde, en el 2000, en el contexto de la Batalla de Ideas, comenzó un programa de estudios en todo el país con la madurez de experiencias pasadas, y la esencia intacta de los objetivos iniciales.
Las Casas de Cultura, como Sistema, fundadas en el año 1978, como principal centro cultural de la comunidad, tienen el encargo de acoger el trabajo artístico y cultural de los instructores de arte, promotores, y otros especialistas con el objetivo de enseñar y aglutinar las expresiones auténticas de las localidades donde se encuentran y llegar a los espacios comunitarios, carentes de instituciones culturales, en alianza estratégica con las escuelas.
La creación y apreciación artística de aficionados al arte y la formación de públicos capaces de comprender las problemáticas que nos impone la globalización hegemónica, incluidos los medios, en esta era de internet, es el reto diario.
No ha sido un sistema perfecto, pero con altibajos, siempre he admirado la tenacidad del Sistema de Casas de Cultura, su permanencia en el tiempo y el rol que desempeña.
En la actualidad, por razones conocidas, con la experiencia de los años 90 y el desempeño del movimiento de artistas de vanguardia en el barrio, regresa con especial énfasis la labor comunitaria, en la transformación de los barrios menos favorecidos social y económicamente, y que trabajan todos los implicados en la solución de problemas de diversa naturaleza. Ahí participan los instructores de arte, especialistas, trabajadores sociales y otros.
Con mucha sabiduría se ha debatido en torno al proceso en los barrios, en el entendido de que no es intervención sino desarrollar o conducir las fortalezas endógenas, que desde sitiales diversos contribuyan al desarrollo local.
Ahora bien, el diagnóstico en el barrio es clave, pero la detección, conducción y formación de líderes naturales es primordial en la continuidad para el resultado esperado, teniendo como antecedente el Programa de Desarrollo Cultural.
Otro aspecto no menos importante es repasar los numerosos textos que abordan la educación popular como herramienta de educación más allá de las escuelas.
La Educación Popular se nutre de teorías culturales y comunitarias y se caracteriza por ser una propuesta integral con compromisos políticos y éticos. Está fundamentada en la participación, el diálogo y el reconocimiento de distintos saberes.
El más accesible, democrático, popular Sistema de Casas de Cultura, cumple sus primeros 45 años, aupado por sus héroes anónimos: los instructores de arte, que desde los más recónditos lugares, representan una envidiable dedicación hacia sus niños, jóvenes y adultos, con el único afán de transformarlos en mejores personas.
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