Tras un largo proceso de selección, ya comenzó a sonar la música popular cubana, ahora interpretada por jóvenes aficionados. El Maestro Adalberto Álvarez, Premio Nacional de la Música, expresó que Sonando en Cuba, era un espacio necesario y coincido plenamente, porque algunos de nuestros principales cantantes, en todas las épocas, fueron talentos surgidos del pueblo. Descubiertos en programas de participación, como la Corte Suprema del Arte y, ya en el período más reciente, por Todo el Mundo Canta, gran parte de nuestras más significativas voces no procedieron de la academia pura, sino de la improvisación natural. El programa ha salvado un déficit de nuestra programación televisiva para un público muy inclinado, históricamente, a opinar y compartir decisiones sobre a quien considera su mejor representante, incluso en la esfera del arte.
Sonando en Cuba ha cubierto esa zona de silencio de espacios de participación popular en nuestra pantalla con música nuestra, la más pura, mezcla de todas las herencias, la que nos identifica en el mundo, y el programa lo ha hecho con decoro y una visualidad moderna y sorprendente. Ha reunido para sus casting a relevantes personalidades de la música, gracias al concurso de sus organizadores, en primer lugar a Paulo Fernández Gallo, a quien debemos la idea original, a Rudy Mora, su director general y a RTV Comercial, institución que ha hecho posible una nueva perspectiva para el espectáculo televisivo.
Si este primer intento ha tenido una buena acogida por parte del público y es loable la propuesta de hacer algo realmente novedoso y creativo en nuestra televisión, hay algunas aristas que el equipo de realización tendría que perfilar para lograr un verdadero espectáculo. Si vamos a la parte de la selección de los concursantes, en primer lugar tenemos que reconocer el arduo trabajo por parte de quienes integraron un primer jurado de depuración, y estamos hablando de grandes figuras de la canción y la producción musical como: Leo Vera, Jenny Valdés, Paulo Fernández Gallo, Joel Domínguez y Ernesto Ricardo Puentes. Este grupo tuvo la difícil tarea de elegir un total de ciento treinta y dos aspirantes de alrededor de novecientos. Luego de un segundo tope en el que los participantes tuvieron que hacer una improvisación libre, quedaron sólo dieciséis en competencia, quienes fueron apadrinados por primeras figuras de la música popular cubana como: José Luis Cortés, Puppy Pedroso, Giraldo Piloto, Manolito Simonet, Cándido Fabré, Adalberto Álvarez y Samuel Formell. Y aquí viene uno de los primeros problemas, para sus presentaciones ya en concurso, los competidores tenían que prepararse con un número de quien los apadrinaba. En mi opinión, no en todos los casos la selección musical fue la correcta teniendo en cuenta las cualidades vocales de los concursantes. Esto hizo que no todos estuvieran a la altura de las condiciones que demostraron en un inicio, recreadas en el programa al ofrecer los antecedentes de la elección. Por otra parte, el jurado de la competencia integrado por: Emilio Frías “El Niño”, Laritza Bacallao y Moisés Valle “Yumurí”, debería haber tenido el complemento de un repertorista o alguien que haya dedicado gran parte de su carrera artística a la instrucción de las voces o a la docencia coral, pues al margen de la destacada trayectoria de estos tres intérpretes, la opinión de alguien avezado en la correcta afinación y el adecuado montaje de los números musicales hubiera sido importante para sustentar los criterios de selección.
Una novedosa puesta en pantalla ha caracterizado Sonando en Cuba, sin embargo en las grabaciones en exteriores que siguieron el proceso previo al concurso, se reitero en demasía el efecto sorpresa en los hogares, aunque en los propios programas quedó constancia de que se intentaron buscar otras locaciones, pero la intransigencia de directivos y administraciones lo hizo imposible, y aquí el equipo de dirección se anotó un punto a favor al hacerlo explícito en el espacio. No obstante, hubieran podido explotar más el barrio, el grupo de amigos, algunos centros de trabajo que quizás hubieran admitido la irrupción. Muy acertadas las entrevistas con destacadas personalidades de la música, la comunicación y la moda, que han acompañado las distintas emisiones, con criterios sobre las debilidades y fortalezas de la idea original, aunque algunos han empleado un lenguaje muy elevado para el público medio que los observa. En este sentido, la presencia de una periodista, Letty Alvarado, para todo el trabajo reporteril y de entrevistas fue un acierto, pues es un rostro joven que le imprimió a las secciones jovialidad e inmediatez.
Pero un espectáculo de este tipo tiene que contar con la participación del público y aquí se cae la expectativa competitiva en el estudio. Si muy lograda ha sido la dirección del foro a cargo del experimentado Orlando Cruzata, espectadores sin emoción, que se levantan a bailar para sumarse a la puesta, no son un apoyo vivo a la competencia. No sé las regulaciones que le impusieron al equipo de realización respecto a la presencia de público, pero haber usado modelos de la agencia ACTUAR le resta vida al show.
El presentador Carlos Luis, en los primeros programas estaba muy amarrado, ya en estos momentos se muestra más desenvuelto, no obstante aún no logra el desenfado que debe primar en un conductor de este tipo de competencia. La interacción con el público, no solo con amigos, familiares y jurados es imprescindible en este tipo de programas y la reiteración de las normas del concurso son necesarias para quien se engancha varias sesiones después del inicio del mismo, esto no se hizo con constancia, fundamentalmente en los primeras emisiones.
Me hubiera gustado conocer más de la interacción de los padrinos con los competidores, se ha visto muy poco y por otra parte en lo que respecta a los jurados, no es convincente que las votaciones sean tan parejas, aunque se coincida en la calidad del concursante siempre los rangos tienen que oscilar, pues todo pasa también por la subjetividad individual y los criterios no pueden ser tan parecidos.
Muy buena la idea de llevar a los niños cantores, ello evidencia que hay un relevo y esto es importante, para todos a quienes nos preocupa que la interpretación de nuestra música sea cada vez más exigua. Sin embargo, hubiera sido interesante, que aunque sus presentaciones no tengan un carácter competitivo, ellos contaran con un premio otorgado por la preferencia del público. Esta idea también sería válida para quienes se enfrentan como concursantes, pues repito nuestro público está acostumbrado a compartir sus preferencias y en este caso le aportaría dinamismo a la competición.
Estas son solo ideas para perfeccionar un programa necesario, que a diferencia de otros producidos en otras fronteras, no se ha propuesto promover la competencia feroz entre los participantes, sino un clima de camaradería en el que prevalece la defensa a ultranza de la música cubana. Este acierto es indudable y pienso que todo lo que coadyuve a hacerlo mejor, más abarcador teniendo en cuenta otros géneros de nuestra música, será enriquecedor y permitirá hacerlo repetible. Buenos augurios para un equipo y un grupo de concursantes que enfrentan el reto y han hecho posible que la música popular cubana, verdaderamente, suene en Cuba.
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