Sugestión y utilidad en un nuevo compendio sobre arte


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Lo eterno de todos los días (Arte Cubano Ediciones) es el título del compendio de textos sobre las expresiones visuales de la cultura artística, que acaba de ser presentado en la librería Fayad Jamís, situada en la calle Obispo, concurrida artería comercial de la zona restaurada del Centro Histórico habanero. Se trata de otro libro de Jorge A. Bermúdez, quien cuenta ya con prolongada y sólida trayectoria en la indagación historiográfica, la valoración analítica, la recreación poética y una muy personal interpretación de las producciones pasadas y presentes del diseño, la fotografía y las artes plásticas.

 

Con su nueva entrega -estructurada en cuatro partes que ordenan con sentido de época y genéricamente lo que se hizo público en diferentes momentos y publicaciones del país- este acucioso buscador de la verdad y de las significaciones trascendentes de imágenes generadas por la relación entre subjetividad y contexto, coloca en manos de estudiosos y estudiantes de las correspondientes profesiones, y también de otras personas con especial sensibilidad y afán de saber, una llave para abrir puertas que han sido cerradas por el desconocimiento o el reduccionismo, a la vez que explica procesos y razones inherentes a la evolución diversificada del arte cubano, otorgándole a la ruptura y lo excepcional esa real conexión que tienen con la historicidad y las dinámicas generacionales.

 

En este libro, incluido en la bien pensada Colección Arte y Pensamiento (cuya tripa se enriquecería con ilustraciones y viñetas en blanco y negro a línea), Bermúdez nos demuestra otra vez que su condición de crítico no ha nacido de la nada, ni tampoco del simple cumplimiento con asignaturas docentes de información humanística. La crítica que lo caracteriza –como ha ocurrido en los más genuinos representantes de esa ejecutoria  intelec tual- deviene de una síntesis de muchas determinaciones, constituye un acto fecundo de amplia cultura y desprejuiciada recepción (que tuvo por fuente primigenia sus estudios de diseño escenográfico en la Escuela Nacional de Arte), además de expresar una ética de la responsabilidad ciudadana y la reveladora comunicación. Jorge rechaza ahí a ese “crítico-centrismo especulativo” y casi sacralizado que ha prevalecido en el país como base del juicio promocional y museográfico, desde mediados de los ochentas, a la par que coincide con el enfoque martiano que veía  la crítica como recurso funcional para codificar y ayudar a ver, provisto de sinceridad y amor.

 

Martí dijo que guardaba en un cuadro el primer peso que ganó en Nueva York como crítico de arte. No sé si Bermúdez hará lo mismo con alguna moneda de las nimias ganancias que ha proporcionado ese hacer a quienes lo han ejercido desde los tiempos cubanos en los cuales se creaba o se explicaba para casi sólo servir y expresarse. Aunque lo que ha hecho, si no le provee de la respuesta monetaria que hoy muchos buscan a costa del “arte-mercancía” y la seudo-crítica o “curaduría” dependientes, sí respalda el respeto ganado, no sólo en su escritura (que incluye la del narrador y el poeta), sino también como profesor de periodismo y gestor de aquella necesaria Cátedra Conrado W. Massaguer, dispuesta para integrar la curiosidad y reflexión sobre material estético ancilar y museable dentro de la formación poliédrica que ha de perfilar a los denominados comunicadores.

 

El modo de darse la operatoria crítica “bermudiana” no es ni podría ser el único legítimo. Tal como existen diferentes vertientes y lenguajes de la producción artística, han de actuar diversas acepciones y métodos de la formulación crítica para la cultura visual. El quehacer constante de un grupo de profesionales criollos bien preparados en esos cuatro campos que se entrelazan y alimentan (crítica valorativa, historiografía, museografía y curadoría de resignificación) evidencia este aserto. Así que no sería posible establecer correcto entendimiento, adecuada periodización y efectivo despliegue circulatorio de la totalidad de nuestra creación artística, si no fuera por la utilidad de sus artículos, ensayos y disertaciones. Esta apretada última antología de Jorge A. Bermúdez trasmite –con sus penetrantes aciertos y el vuelo fantaseador de su discurso– una de las líneas fundamentales de razonamiento acerca de la visualidad estéticamente espiritualizada en la nación que nos identifica.


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