Poseedora de una obra de profusa multiplicidad desempeñada en diversas manifestaciones artístico-literaria (pintura, dibujo, escultura, poesía, ensayo…), la cubana Thelvia Marín Mederos (Sancti Spíritus, 1922), superó todas las expectativas del público asistente al Centro Cultural Dulce María Loynaz, en esta capital, como invitada al espacio Fe de Vida, al cual convoca mes tras mes la escritora Aitana Alberti.
Al intervenir sobre la fascinante labor de esta mujer (noventa y tres años de edad), referida a poesía, pintura y escultura, el prestigioso escritor Virgilio López Lemus, la calificó como “una verdadera Heroína del Trabajo, y la rememoro cuando la conocí que afirmó la materia no se manda, yo soy quien la mando. Y, en efecto, a lo largo de estos dos últimos años ha realizado una serie de pinturas fabulosas. Su pintura tiene mucho que decir y merece ser expuesta, en especial, para conocimiento de los más jóvenes (…) Es una mujer que además de lucir una perpetua juventud, es una eminente creadora, y el serlo le permite ser poeta también: una poeta de la escultura, de la pintura.
“Hay que recordar que, en el momento en que ella decide escribir versos debía elegir dos caminos: o se asociaba a la vanguardia —a la poesía negra o a la pura, del grupo de Florit—, o se asociaba al neo-romanticismo, como corriente importante en aquel momento del sentimiento y la emoción.
“Y esto es ella: una poetisa del sentimiento y la emoción reflejada a la vez en sus obras pictóricas y escultóricas. Obras extraordinarias y ante las cuales el espectador que las observa enmudece; pues todas ellas hablan constantemente, son decidoras, comunicadoras.
En el caso de la poesía de Thelvia, el prestigioso escritor valoró su aspecto emotivo. “Es el caso de un poema —que, en lo personal, me gusta mucho—, titulado Frontera, y que la representa a ella de modo particular. Dice así: La frontera no tiene desde mi infancia / rostro alguno. El espacio desde el cual pienso/carece de facción./ Las cosas que quieren destruirme se rompen / al chocar contra mí.
“Toda ella, Thelvia, está volcada en este breve y hermoso poema.
“Existe otro poema de su autoría que también la representa: Resurrección. En él manifiesta: No me cortes las alas /necesito remontar la distancia/ escalar el dolor hasta la cúspide / y allí, aplastarlo alborozada.
Al respecto analizó López Lemus que “un poeta neo-romántico hubiera dicho: (…) No me cortes las alas, quiero sufrir /vivir el dolor (…) Sentimiento muy propio de esa corriente literaria. Pero ella manifiesta todo lo contrario: pues quiere aplastarlo, alborozada”.
En otra parte de su intervención enfatizó que “Thelvia es una mujer que integra sus artes: narradora, poeta, escultora o pintora…Es una gran integradora de artes. ¿Cuántos integradores de artes existen en nuestro país? ¿Cuántos han existido a lo largo de la Historia de la Cultura cubana?
“Estimo que ella es también una gran indagadora de los grandes secretos. Le gusta indagar sobre el gran secreto de la humanidad: la creación; sobre el gran secreto teológico, material del mundo, sobre el cosmos… Problema que manifiesta además poéticamente (…) Indudablemente que estamos ante una artista integral, de enorme valía, y que aún no ha sido totalmente descubierta. Es una gran creadora de América y, sobre todo, de nuestra América”.
Al destacar la labor revolucionaria de Thelvia, la también escritora e investigadora Gladys (Marel) García, expresó que desde su adolescencia “ella se inició en la lucha insurreccional revolucionaria de la Generación del Treinta y luego se incorporó a la Generación del Centenario del Apóstol durante el pasado siglo, contra las dos dictaduras de Fulgencio Batista”.
Al respecto, Marel resaltó el excelente desempeño de Thelvia en una serie de misiones emprendidas —como militante activa de la Ortodoxia, del Movimiento de resistencia cívica y del Movimiento 26 de Julio—, al igual que su valentía personal ante execrables representantes del régimen de Fulgencio Batista como el torturador Esteban Ventura.
“La forma de vivir y de pensar de Thelvia se gesta, modela y esculpe por sus ancestros en el seno familiar. Su bisabuelo canario era libre pensador; huyendo, se radicó en Cuba, y su padre combatiente revolucionario de la Generación del Treinta. Como ella misma ha dicho: Genéticamente, yo siempre he estado en un mundo rebelde”.
El connotado ensayista e investigador Luis Toledo Sande al referirse a la obra narrativa y ensayística de Thelvia la calificó de “extraordinaria”, y evocó a continuación un libro de dicha escritora Los condenados del presidio a la vida, prologado por el historiador Julio Le Riverend, y publicado por la editorial mexicana Siglo XXI: “Una novela testimonio que aborda el tema carcelario cubano, que debiera ser publicada en nuestro país.”;
Asimismo hizo “dos propuestas concretas”. Una, “propiciar un mejor conocimiento de su obra” y dos, la reedición de la novela La novia japonesa —que podría ser tema para un guión cinematográfico—, al igual que Viaje al sexto sol que profundiza en “un recorrido a través de la identidad universal del ser humano, recordando que la etimología de la palabra universo significa lo diverso, lo variado del hombre (…) Una obra orgánicamente anticolonialista (…)Debemos darle gracias a la vida, por regalarnos a Thelvia Marín”.
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