Trascendencia cultural de la música, la danza y los cantos espirituales


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Trascendencia cultural de la música, la danza y los cantos espirituales

Aún por hacer realidad su primer disco, la Agrupación folclórica músico danzaria de cantos espirituales Nsila Cheche, que dirige el también colega Juan Manuel Montoto Pascual, constituye una joya de nuestra cultura nacional, con notable influencia en lo social, así como en la definición de la  identidad cubana, pues este tipo de música arraigada en los barrios,  en las intimidades espirituales  y en  los sentimientos de muchos cubanos, forma parte insoslayable de  nuestras más auténticas tradiciones.

Sorteando disímiles adversidades e incomprensiones, este grupo perteneciente a la Empresa de Música Popular Cubana, fundado el 16 de marzo del 2012 en el Museo Eduardo Gómez, de Regla, se ha insertado dentro del variopinto panorama musical cubano con notables éxitos, entre estos el haber  sido seleccionado su canto espiritual, estrenado en la Mesa Redonda del 10 de octubre pasado, Vamos a vencer, como símbolo de identificación de la última Jornada de la Cultura Cubana.

Con fuerte sentido de identidad y pertenencia a la nación en que emergieron, Montoto Pascual ha consolidado un estilo de trabajo en el que reivindica y enaltece  al folklore, y la misa espiritual como parte de este, al punto de adjudicarles un papel preponderante dentro de la cultura cubana, al hacer hincapié, en sus espectáculos, en la promoción, conocimiento  y valorización de este tipo de interpretación litúrgica  entre  las nuevas generaciones que pueden disfrutar de sus actuaciones en diferentes escenarios de la capital, así como en casas de Cultura y en los barrios.

Nsila Cheche “tiene como objetivo defender los cantos espirituales que se interpretan en una misa espiritual, porque es parte de la identidad del pueblo cubano. La religión también es cultura. La agrupación está compuesta por 17 integrantes, cuatro bailarines y 13 músicos. Esto se debe a que en nuestras actuaciones montamos una bóveda espiritual y hacemos el espectáculo”, expresó su director.

Versionados en diversas ocasiones por reconocidos intérpretes de la rumba, entre estos Merceditas ValdésLa Pequeña Aché de Cuba, como le llamó Fernando Ortiz—  y el grupo folclórico Los Nani,  los temas que interpretan y bailan los integrantes de Nsila Cheche  forman parte de los ritmos populares tradicionales creados por las zonas más pobres de la sociedad, en su mayoría practicantes del espiritismo cubano. Se trata de una expresión artística con enorme riqueza cultural, en tanto fusionada a otras expresiones religiosas tradicionales como la Santería, la Regla de Palo y el Ñañiguismo.

Los integrantes de esta agrupación hacen suya la premisa expresada por el prestigioso escritor  ensayista, editor y profesor, Abel Prieto Jiménez, presidente de Casa de las Américas quien en su texto titulado El humor de Misha: la crisis del “socialismo real” en el chiste político expresa que “la nueva imagen de Cuba y del cubano se fundamenta en el rescate de los valores y virtudes realzados por quienes nos antecedieron, como defensores de la cubanía y el patriotismo, y tienen su base en la idea de la independencia, en la capacidad del país para labrarse un camino, aún contra la voluntad del imperio, y en los anhelos de igualdad y justicia”.         

En conocidos temas como El Santísimo, Mamá Francisca, El Niño de Atocha, Oh, venid protectores, Congo de Guinea, La Luz Redentora, Se Van los Seres y Congo Mío, entre otros, este colectivo artístico “se identifica —según Montoto— con los valores e interpretaciones de los cantos espirituales, que son entonados en las misas donde se le rinde culto y respeto a los familiares difuntos, y a los ancestros de cada cubano, preparando a los médiums para la posesión de espíritus tan controvertidos como los negros congos, las africanas, indios, gitanos, árabes, entre otros, quienes bajan para darnos sus consejos e interactuar con los asistentes a estas ceremonias. También forman parte de Nsila Cheche cuatro bailarines que interpretan en estos rituales a los congos: Zarabanda, 7 Rayo, Chola y Madre de Agua e interactúan con los asistentes a nuestros conciertos”.

Es conocido el peso del espiritismo cubano  en las ceremonias de la Regla de Ocha, sobre todo en las de iniciación en la Santería, en las que se hace evolucionar a los muertos bajo la condición de que el espíritu, está antes que el santo. En Cuba se afirma que “todo santero, palero, abakuá es espiritista; pero no todo espiritista es santero, palero o abakuá”.

Aunque la influencia entre ambas expresiones es recíproca, las misas espirituales fueron adoptadas por los santeros en Cuba en las últimas décadas del siglo XIX, para convertirse  en un elemento más del sincretismo religioso entre la religión Yoruba y la religión Católica.

Las misas espirituales no constituyen una religión o experiencia religiosa específica. La asociación más habitual de este tipo de “comunicación” con los muertos es con la Santería que se realiza en La Mayor de las Antillas, pues tal como se ejerce en Cuba no es conocida en los territorios de África donde se practica la religión Yoruba o la veneración a los orishas y en los que sí existe un arraigado culto a Egun o Egungún, que representa el espíritu de los antepasados. En nuestro país, una persona creyente o no iniciada en la religión católica o en La Regla de Ocha, puede  desarrollar el espiritismo y realizar este tipo de misas si domina la liturgia y tiene además capacidad de médium.

Nsila Cheche igualmente incluye en su repertorio la música de cajón, una  expresión musical surgida en el siglo XIX en las plantaciones agrícolas —fundamentalmente cañeras—  y los centrales azucareros; aunque los estudiosos de esta materia no han logrado precisar  el período histórico donde se comenzaron a utilizar estos instrumentos percusivos como consecuencia de la escasez de los tambores o por la prohibición de los toques para ceremonias rituales dentro de las dotaciones de esclavos. Los mayorales permitían su uso porque no eran considerados instrumentos musicales, solo cajas de madera donde se transportaban alimentos.  

“Pero hay que tener en cuenta que el cajón es un sustitutivo

ocasional del tambor litúrgico. Con el cajón, o los cajones, los negros tocan vudú y también lucumí y congo y cualquier otra música tamborera, cuando les faltan los tradicionales tambores de membrana”; afirma el prestigioso antropólogo, jurista, arqueólogo y periodista cubano, Don Fernando Ortiz, considerado el tercer descubridor de Cuba después de Cristóbal Colón y Alejandro de Humboldt.  

Con admirable dominio en la ejecución de todos los instrumentos incorporados a sus espectáculos (tambores, cajones, claves, güiros…), esta agrupación igualmente sobresale por la limpieza  y acople de las voces  y los ritmos de estos articulados con las evoluciones escénicas de sus bailarines,  para de tal modo llevar a los espectadores fieles imitaciones  de elementos extraídos de la transmisión oral llegadas hasta nuestros días por familias de espiritistas y religiosos, con prácticas, gestos, música y movimientos de una generación a otra.


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