Eros y Thánatos o el vértigo de los cuerpos
En el panorama de la fotografía contemporánea cubana dedicada a recrear el cuerpo humano artísticamente, la obra de Jaime Prendes ocupa un lugar destacado. Audaz, con frescura en la mirada, lleno de ideas, este artista merece toda la atención de la crítica. Anteriormente nos sorprendió con la muestra El hombre nuevo, en el vestíbulo de la Cinemateca de Cuba, inaugurada como parte de la Muestra de Nuevos Realizadores de ese año, 2012, una exposición que generó un grupo de comentarios y reseñas críticas que la ponderaron unánimemente. Polémica, nada complaciente, herética, aquella muestra reveló a un artista que guardaba en su repertorio una manera de decir muy propia y audaz.
Ahora, Jaime Prendes aborda uno de sus temas favoritos, el cuerpo como metáfora del universo, el cuerpo como surtidor de signos, y utiliza las pulsiones del amor y la vida en contrapunteo con las de la muerte y la destrucción. Con fotos en blanco y negro que subrayan la potencia sígnica de los cuerpos de lo(a)s modelos y barruntando una interpretación de las pulsiones más poderosas de la existencia humana, este artista nos pone a pensar sobre un grupo de tópicos asociados al tema central de su propuesta. ¿Es hoy el cuerpo realmente la metáfora del mundo? ¿Eros y Thánatos están en la raíz de la vida moderna o esta con su aceleración posmoderna los ha dejado en la cuneta? ¿Hasta dónde las asimetrías del cuerpo humano nos reafirman su indiscutible belleza? Son algunas interrogantes, entre otras, sobre las que reflexionan las imágenes de la muestra.
Se trata de cómo se ha producido la mutación de las visiones del cuerpo a lo largo del tiempo en nuestra fotografía. Ella es otra demostración de cómo los noventa del siglo anterior representaron el punto de inflexión hacia una actualización y modernización de las mismas. A partir de ese momento, la fotografía cubana del cuerpo (y la restante) entró de lleno en los cambios producidos por la posmodernidad. Así, se adentró en una deconstrucción ideológica de lo fotográfico, se apeló al pastiche posmodern, se adoptó la aplicación a la imagen de conceptos del diseño y se utilizó la ambivalencia de la imagen y del rol del cuerpo dentro de una iconografía en constante movimiento, con lo que se aceleraron los ritmos de apreciación de lo corporal; en fin, se actualizó la práctica artística a tono con los tiempos.
Lo racial, el erotismo, las referencias bíblicas, la seducción, la sexualidad, aparecen en las imágenes en que algunos aditamentos y recursos utilizados como decoración minimalista del escenario y los títulos escogidos tratan de llamar la atención del degustador. Lo que queda claro, al menos para el que esto escribe, es que toda la concepción de la serie ha estado gobernada por una comprensión cabal del tema que se aborda. Sirva esta cuarta exposición personal de Jaime Prendes en la capital (vive en la Isla de la Juventud) para seguir la obra de un artista en crecimiento, un creador intranquilo, hereje, incómodo para algunos, pero un artista pleno de interés.
La Habana en cuerpo y alma
Dos fotógrafos experimentados, Pilar Rubí, Julio Larramendi, y fotos de los primeros años del siglo XX (algunas anónimas), conforman la muestra que se exhibe en la galería situada alrededor del patio del hostal Conde de Villanueva, en la Habana Vieja. Un texto para el excelente catálogo del escritor Leonardo Padura contribuye a enriquecer la mirada que estas imágenes aportan de la ciudad. Según Padura, la ciudad es fotogénica en la medida que abarca y es capaz de registrar el alma y las vivencias de sus habitantes, de tal empeño se encargan las imágenes.
La Habana aparece retratada en esta muestra desde sus increíbles, caprichosos y mágicos ángulos; y siempre como testimoniante de su devenir histórico: de sus alegrías, triunfos, desvelos, preocupaciones y angustias.
El discurso fotográfico exhibe y propicia la reflexión sobre una Habana posible, la entidad ya ida y la otra en suspenso; aquí están, reunidas, la profunda, la épica, la dramática, en fin, las múltiples Habanas. Siendo tan ecléctica, no solo desde el punto de vista arquitectónico, sino desde otro profundamente social, la ciudad nuestra es una mixtura de procesos y de imágenes. Porque cuando nos referimos a La Habana visual no pensamos en una entidad abstracta ni etérea. No, son sus calles, arquitectura, su gente y sus árboles que también son personajes de su entramado y, en su unidad e interacción, se realizan como eslabones que le dan vida a este espacio bañado por las azules aguas del Mar Caribe.
Pilar utiliza la primigenia técnica del colodión y realiza un breve bosquejo que pudiera nombrarse de corte sociológico, una Habana retro que nos pone a pensar; Larramendi examina con distancia y destreza algunas zonas características de la ciudad, espléndidas estampas que hicieron decir a uno de los presentes en la inauguración, “esta ciudad que estoy viendo es la que desearía poder fotografiar”; y las fotos antiguas nos regalan la ciudad de intra y extramuros, la entrada de la bahía, algunos de sus centros de entonces, un regalo para la mirada que sugiere la evocación y una memoria que no se pierde gracias a ellas.
Esta muestra es —en suma— ensayo fotográfico socioeconómico y cultural, a la vez, de una sociedad a partir de su ciudad capital. Es un acercamiento a un todo por cada una de sus partes integrantes. Es La Habana como protagonista de más de un siglo de fotografía urbana.
El árbol que no me pudieron nombrar
Por último, y no por ello menos interesante, María Cienfuegos, a partir de fotografías de vestigios vegetales, huellas, documentos y objetos, explora la memoria como un complejo sistema de referentes culturales que se entrecruzan desde la interacción de disciplinas afines y no tan afines, como sugiere la nota de autor que hace las veces de catálogo.
Muestra esencialmente minimalista, apunta a la alusión y al cruce de disciplinas, a una cultura del “esto ha sido” de Roland Barthes, a la caligrafía y a la puntualidad de una elaboración culta para ofrecernos las potencialidades de lo fotográfico como componente de nuestro ser memorioso. Cienfuegos no deja de indagar en la naturaleza con su obra fotográfica, ya nutrida y premiada como pocas de su generación, ahora desde una investigación de gabinete y la multirreferencialidad desde la que se acerca al hecho fotográfico.
Estas tres muestras (la primera y la tercera en los espacios del Centro de Desarrollo de las Artes Visuales) nos hablan de la calidad de un evento que esperamos bienalmente, que legitima nuestra fotografía y convoca a especialistas y artistas a reflexionar sobre todo lo relativo a la fotografía.
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