Llega esta especial cita del pueblo en Tropicana los terceros domingos de cada mes. Cuando marcan las diez de la mañana, en ese famoso escenario por donde la noche habanera abre sus puertas al mundo en fabuloso despliegue de luces, ritmos y fantasía por más de 50 años, sucede entonces la magia… a plena luz del sol se llena de colores el lugar por la presencia de los niños y resuenan los acostumbrados aplausos para lo que allí acontece: los protagonistas del gran espectáculo son los visitantes. Con cantos, bailes, risa y alegría se hace la fiesta. La entrada es libre.
Junto a Tropicana, lo han hecho posible diferentes clubes miembros de la Filial de la Sociedad Cultural José Martí en La Habana. En este espacio mensual desde hace dos años, que han dado en llamar “Un paraíso de sueños en un paraíso natural”, se da el encuentro de las experiencias más loables y de sólidos resultados artísticos en el trabajo con niños y jóvenes vinculados a la Sociedad Cultural José Martí.
Si trascendental resulta ?o quizá contradictorio, para una mirada foránea? que este, un recinto destinado a la diversión nocturna ofrezca su escenario matutino para promover lo mejor del talento infantil y juvenil, cuanto más apreciable es saber que no es aquí donde único sucede. Cada proyecto que interviene es seleccionado y tiene vida propia, con radio de acción de permanente dinamismo en sus propias comunidades. Allí es donde se multiplican en su razón de ser y acogen a muchos seguidores, a muchos más niños y padres y abuelos y toda la familia, los vecinos, los amigos, que se unen para enriquecer el alma.
Por cosas como estas es que podemos hablar de personas que cada día hacen Patria. Desde donde están dedican su tiempo y voluntad al gran compromiso de formar a las nuevas generaciones de cubanos en la sensibilidad y el humanismo. A formar en valores según el ejemplo martiano y a sostener la identidad con los componentes de lo mejor de nuestras tradiciones culturales.
En ocasión del tercer domingo de noviembre 2015, los niños vistieron de guayaberas, nuestra hermosísima prenda tradicional y el olor de la mariposa blanca símbolo de la flora cubana circuló entre las manos de los pequeños que las sostenían en tanto se otorgaba el Homenaje “Cultivo una rosa blanca” a Tropicana, una rosa forjada en metal y esmaltada en blanco que será posteriormente sembrada en el lugar. Ligia Ruíz Espín promotora cultural de la Filial de la Sociedad Cultural en La Habana fue la encargada de su entrega a Tropicana, quien recibe este reconocimiento a la amistad y al patriotismo.
Cada mes se organizan las presentaciones según plan que orienta el Consejo Temático Porvenir de Cuba de la Filial, en el que se agrupan estos proyectos relevantes. Con mucha exigencia van conformando los espectáculos. Así, diciembre estará homenajeando a los maestros y enero a la identidad latinoamericana, con ello estimulan la labor creativa de los proyectos y conduciendo por los senderos martianos.
Hoy tienen en Tropicana un espacio bien ganado proyectos comunitarios y grupos miembros de los diferentes clubes martianos como Sonrisas cubanas, Mar de espumas, Cubanía, Sueño con alas, y Cuenta conmigo, el especial club que trabaja con niños discapacitados. Cada vez invitan a otros grupos, clubes o proyectos que van mereciéndolo por su calidad.
Como siempre hay asuntos perfectibles. En nuestra modesta opinión y a primera mirada, esta experiencia crecería si desde el guión, por ejemplo, acercara más al público a la tarea formativa que realiza cada grupo y su localidad, o al surgimiento e importancia de los ritmos cubanos que con tanta destreza y sabor defienden los pequeños danzantes u otros temas que también cultiven el intelecto y no solo se apunten a los referentes visuales y sonoros. En este mismo orden qué decir, o mejor, cómo desaparecer a los muñecos inflables que inundaban la escena con las figuras de Mickey Mouse, la tortuga ninja, la pequeña Kitty, Pluto o un muñeco de nieve, en el pretendido interés de engalanar el lugar para la mirada infantil. Cómo hacer ver que no hay menoscabo de nuestra admiración por la entrega y lo mucho de auténtico que hay en este suceso mensual y que bien podía prescindirse de tales figuras extemporáneas, ante las impecables ejecuciones y coreografías, el contagioso júbilo de los jóvenes artistas aficionados y del entusiasta público. Y entonces, sí asombrarse ante eso y ante los vistosos trajes realizados por las propias madres y abuelas que compiten con el mejor vestuario que haya transitado por tan digno escenario donde se ven deslumbrantes en cada salida. Porque todo es importante cuando de las nuevas generaciones y de la identidad se trata.
Este domingo una breve lluvia sorprendió a todos y obligó a cerrar un poco antes. Mas el recuerdo que queda es de muy positivo: aquel Tropicana pleno de familiar público, vital y alegre como en la más famosa noche habanera. Nada como los felices corazones de nuestros pequeñitos, para darle la intensidad más pura y verdadera luz.
Muchas Gracias, Tropicana.
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