Miguel Chamorro Rocamora (Nuevitas, 1970), es un artista de la gráfica avileña inquieto y verdaderamente revolucionario. Le interesa, por sobre todas las cosas, plasmar los problemas sociales para su discusión estética y confrontarlo con el público. Por eso su obra dice tanto y nos aporta como cubanos, como avileños, como entes vivientes de este siglo XXI.
En su nueva exposición personal Testimonios, inaugurada en la galería Azagaya de la UNEAC en Ciego de Ávila, el 18 de diciembre, está todo un recorrido de sus 30 años de vida artística. Grabados en linóleo y madera desde el lejano 1984, pasando por calcografías y colagrafías de los 90, hasta llegar a lo más actual de este año que apenas sigue en pie. Parecería poco, pero no lo es.
Es que presenciar 30 años de labor continua de un artista discursivo, no es cosa sencilla. Como nunca lo fue, para el protagonista de la novela de Wells, montarse en su máquina del tiempo y viajar con un solo objetivo: vivir y presenciar. Y Chamorro vive, presencia, como buen trovador de la gráfica nos recoge datos importantes de la realidad social para que, con el paso del tiempo, como ocurre ahora mismo, lo palpemos cual espejo propio. Muchos sueltan una sonrisa. Otros, los incrédulos, no dicen nada.
Algunas de estas obras han sido portadas de la revista cultural Videncia que, año tras año, se publica en Ciego de Ávila. Y es que en su imaginería no solo prestigian la publicación, sino que, además, aportan discursos, difunde poesía. No en balde algunos poetas del patio han escrito poemas con el referente del artista de la plástica. Y en la inauguración de la muestra estuvieron algunos de estos poetas, como Carmen Hernández Peña, Ileana Álvarez, Mayda Batista, Vivian Vila, José Rolando Rivero, y un servidor. Leyeron poemas que tocan al artista, y leyeron al artista que, conmovido, no hacía más que bajar la cabeza.
Además de la poesía bidimensional, gráfica, de Chamorro, estuvo la poesía literaria, esa que tanta falta aún nos hace.
Lo cierto es que esta exposición personal es una clara señal del dominio de la grafía que posee Chamorro. No hay técnica que se quede indómita ante sus manos. No hay un material grabable que no aporte a su discurso personal, todo lo que pueda aportar. Y eso es de una trascendencia valiosa. No todos los grabadores son capaces de llevarse bien con el material con el que trabajan, lo que trae consigo, no solo una mala obra, sino, una mala manipulación del objeto. El arte, cual proceso social, empieza con respeto, y termina con talento.
Por la propia realidad material, ha tenido que inclinarse por las técnicas más nobles y posibles, pero sin perder un ápice de lo aprendido en su carrera de estudiante.
Esta exposición, testimonio de lo mejor de la plástica avileña, estará abierta al público durante todo el mes de diciembre y enero. Es una posibilidad de sumarse al carro de la historia y ser partícipes de lo acontecido en estos 30 años de vida artística de un artista de la plástica que, con la poesía en las manos, tiene los pies bien puestos sobre la tierra.
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