Estudio Teatral La Chinche ha realizado una feliz temporada en la Sala El Sótano, de la capital, con la obra Especiales, del autor español Tomás Afán Muñoz.

La versión que sube a la escena tiene el valor añadido de ser la actualización de la referida obra mediante la colaboración de los estudiantes del preuniversitario Manolito Aguiar, ubicado en el municipio de  Marianao. Como consecuencia, las fábulas, originalmente armadas por el dramaturgo, resuenan ahora en nuestra realidad de un modo propio.

La propuesta escénica se lleva a cabo en un escenario desnudo con solo tres actores: Laura Tarrao, María Carla Guevara y Jonathan Reyes, bajo la dirección artística de Lizette Silverio, Directora General de la institución. Cada uno de estos jóvenes actores elabora con desenfado, pericia técnica y seguridad una serie de personajes diversos que pueblan las historias presentadas. Estas giran sobre el tema de las buenas prácticas en el ámbito de la convivencia, a veces entre los jóvenes, otras entre los seres humanos y el ambiente físico que los acoge, y llegan a poner en tela de juicio la violencia en sí misma, como sentimiento o modo de respuesta, a denunciar de un modo esencial la arbitrariedad de la guerra.

El ambiente es absolutamente austero, no hay concesión al color. El uniforme de los personajes los identifica con un ambiente supuestamente regulado, que en este caso sugiere su pertenecía a una institución educacional, pero el tono gris se impone. Con apenas tres actores y seis bancos medianos la puesta se ha resuelto. La disposición y uso de los escasos elementos estimula de continuo la imaginación del espectador, desde aquí comienza el compromiso. No menos importante resulta la banda sonora, muy bien compuesta y empleada.

El último episodio, que da nombre a la obra, resulta el más complejo de resolver escénicamente por su carácter discursivo, pero la dirección juega ahora todas sus cartas y mediante la dinámica y composición escénica de actores y bancos consigue un efectivo juego teatral que salva cualquier dificultad y habla del dominio del oficio por parte de su directora.

Lo que más aprecio en Especiales, además de la sensibilidad mostrada en la selección del texto dramático y la sabiduría de someterlo a taller con jóvenes estudiantes, es la concepción lograda de su puesta en escena; un resultado virtuoso de su directora así como de sus actores. Hace mucho no disfrutaba en la escena de este saber hacer sin estridencias ni modas importadas, tan suficiente que puede prescindir de casi todo medio escenográfico o atrezzo.

Especiales también abre espacio para la reflexión sobre la legitimidad de determinados recursos de comunicación en nuestros escenarios. La primera historia hace uso de la palabra obscena con total consciencia, sin alardes ni intención de irritar, y se adivina que la opción que se emplea es resultado de un proceso de trabajo y meditación. Ello brinda espacio a la interrogante: ¿qué sucede con sus jóvenes espectadores? ¿Consigue el Teatro una comunicación auténtica al no pactar con la no realidad, sino con la verdad que acontece? ¿La inclusión de palabras semejantes en los diálogos teatrales las refrenda mediante los escenarios?

Como el mejor Teatro, con auténtica teatralidad  Especiales logra una empatía con el público al mismo tiempo que nos permite reconocernos críticamente y defiende la certeza de que cada quien es único e invaluable, cada quien es “especial”. Con emoción y gratitud, el público aplaude la entrega.