11 de marzo de 2020. Miércoles, 8:00 pm. El Ministerio de Salud Pública anunciaba en una nota oficial, que como parte de la vigilancia intensiva de los síndromes respiratorios y la implementación temprana del Plan Nacional para la Prevención y Control del nuevo coronavirus, cuatro turistas de la región italiana de Lombardía con síntomas sospechosos, habían sido ingresados el día anterior en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK).
Apenas 24 horas después, el Laboratorio Nacional de Referencia del IPK informaba que tres de los cuatro turistas aislados habían resultado positivos al SARS CoV-2. Ese mismo díala Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba pandemia a la COVID-19, y de este lado del Atlántico, Cuba comenzaba a vivir la historia de la epidemia de este virus, el seguimiento diario de los partes, el ver subir y bajar los números de confirmados, sospechosos, ingresados, contactos...
Iniciaba una lucha que hoy, justo cuando se cumple un año de los primeros reportes de la enfermedad en el país, continúa siendo intensa. Podría decirse que decisiva, en días donde la nación caribeña vive la ola de contagios más difícil de controlar hasta la fecha, y ante la cual salvar vidas es la principal premisa.
Prevención y anticipación al riesgo perimitieron que la infección y su veloz transmisión no sorprendieran al país sin una estrategia organizada, que posibilitara actuar oportunamente en busca del control de la enfermedad. Tras 365 días de epidemia, Cubadebate comparte con sus lectores algunas de las principales lecciones aprendidas en este tiempo frente a la amenaza de un virus que ha trastocado nuestra vida cotidiana.
Una gestión gubernamental basada en la ciencia es más efectiva
Soberana 02 es el candidato vacunal cubano más avanzado. Foto: Alejandro Azcuy/ Cubadebate.
El primero de abril de 2020, el presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez se reunía con un grupo de científicos y expertos de las más diversas ramas de las ciencias: matemática, demografía, inmunología, clínica, médicos intensivistas, epidemiólogos, genetistas, pediatras, geriatras, especialistas de los diversos centros de la biotecnología, el desarrollo de vacunas, diagnosticadores, equipos médicos, y muchas otras áreas.
El propósito: escuchar la voz de la experticia y el conocimiento, planificar, diseñar y ejecutar los protocolos de manejo y atención a los pacientes apegados a las evidencias científicas existentes y las mejores experiencias internacionales. Hasta la fecha, estos encuentros superan el número de los 45 intercambios, y en cada uno de ellos se ratifica la máxima de que actuar basados en lo que nos dice el conocimiento es la más sabia de las decisiones.
Si algo ha caracterizado el enfrentamiento en Cuba a la COVID-19 ha sido la gestión integral de la ciencia. En fecha tan temprana como el El 17 y el 26 de febrero de 2020 se establecieron en el país, respectivamente, el Observatorio de Salud COVID-19 y el Comité de Innovación. Para el 28 de febrero se aprobaron los primeros cinco proyectos de investigación en relación al nuevo coronavirus, y hacia inicios del mes de junio ya se desarrollaban por las instituciones científicas cubanas 460 investigaciones, de ellas 85 dirigidas por el Grupo de Ciencia del Grupo Técnico Nacional.
El protocolo cubano de atención a los pacientes de COVID-19 en todo el país ya ha sido actualizado por sexta ocasión, e incluye un seguimiento estricto a los convalecientes de la enfermedad.
La epidemiología es clave
Junto a un abordaje desde la ciencia, de las principales interrogantes y problemáticas que iba planteando la COVID-19 desde su llegada al territorio nacional, la gestión epidemiológica de la epidemia ha sido y continúa siendo esencial. Ni un solo eslabón dentro del sector sanitario quedó fuera de esta estrategia, basada en la integración de elementos epidemiológicos, asistenciales y del potencial científico cubano, con el manejo clínico y preventivo de la infección desde la atención primaria de salud, como una prioridad.
La búsqueda activa de casos mediante pesquisa a toda la población, autopesquisas virtuales, vigilancia especializada a sospechosos, aislamientos de contactos y pruebas diagnósticas, entre otras acciones son determinantes en el control de los contagios y el cortar las cadenas de transmisión del virus.
Más de 28. 000 estudiantes de las Ciencias Médicas se vincularon a la pesquisa activa en las comunidades de todo el país.
Por otra parte, si en marzo de 2020 Cuba solo contaba con cuatro laboratorios de biología molecular certificados en todo el país para el diagnóstico confirmatorio de COVID-19, mediante PCR, hoy esa cifra supera las 20 instalaciones de este tipo. Ello ha permitido ampliar considerablemente el número de muestras procesadas y por tanto la capacidad diagnóstica.
Medidas sencillas tienen marcada eficacia
Foto: Archivo/Cubadebate.
El uso de una mascarilla por sí solo no previene la propagación del coronavirus, pero ayuda mucho a contenerlo. Esta premisa ha quedado evidenciada para el mundo en estos largos meses de pandemia. Siguen siendo medidas simples, como el uso del nasobuco, el lavado de manos y desinfección de superficies, así como guardar el distanciamiento físico, las medidas más efectivas para prevenir la infección.
Quedarse en casa mientras no sea indispensable salir a la calle, y si lo hace cuidar de cumplir con estas sencillas acciones es el código de vida por excelencia, en tanto llega la ansiada vacuna. Dicho sea de paso, una vez inmunizados estas acciones deberán permanecer, pues los inmunógenos probados hasta la fecha a nivel global protegen contra el desarrollo de la enfermedad pero no contra la infección, por lo que la eliminación paulatina de la circulación viral dependerá de que la mascarilla, por ejemplo, permanezca entre nosotros.
Según los expertos, el nasobuco aporta al menos dos beneficios: protege a quienes la usan y, al mismo tiempo, protege a quienes rodean a una persona infectada. No lo olvide.
La COVID-19 no es una “gripe” que solo ataca a ancianos
Un considerable número de lactantes menores de tres meses de vida se han contagiado en Cuba con el virus. Foto: Thalía González/Facebook.
Durante este año hemos podido observar como el riesgo de desarrollar síntomas graves de COVID-19 aumenta proporcionalmente con la edad, y los adultos mayores, sobre todo si presentan enfermedades crónicas de base como diabetes, hipertensión, obesidad, entre otras, tienen mayores probabilidades de evolucionar de manera tórpida.
Pero, esta tendencia no significa que los jóvenes y niños sean inmunes al nuevo coronavirus, incluso aquellas personas aparentemente sanas. Estas pueden desarrollar los síntomas más graves de la enfermedad, requiriendo hospitalización, e incluso morir a causa de ella.
La doctora Lissette López González, jefa del Grupo Nacional de Pediatría, durante un nuevo encuentro del Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, con científicos y expertos que trabajan en el enfrentamiento a la epidemia, alertaba en días recientes que si bien en Cuba ningún niño ni adolescente ha fallecido a consecuencia de la COVID-19, desde hace un año han sido diagnosticados con la enfermedad más de 6 300 menores; y solo en las últimas 48 horas se contabilizaron más de 300 nuevos casos en edades pediátricas. Dentro de este grupo etario, dijo, sobresalen 308 lactantes enfermos a lo largo de la epidemia.
Particular énfasis realizan los expertos sobre las numerosas secuelas que puede provocar esta infección en los convalecientes, incluyendo a los más pequeños de casa.
Cuba tiene un potencial científico probado
Interferón Alfa 2B humano recombinante, Nasalferón, Jusvinza, Itolizumab... algunos de los nombres de los fármacos que a lo largo de estos 12 meses hemos escuchado con frecuencia. Todos, y muchos de los más de 20 productos de los cuales dispone la Industria Biotecnológica y Farmacéutica cubana, tanto en la prevención como en el tratamiento y la recuperación de los pacientes de COVID-19, son fruto de la inventiva de las mujeres y hombres de ciencia de esta nación.
El prestigio ganado por la industria biotecnológica y farmacéutica cubana se ha patentizado en medio de una epidemia, difíciles condiciones económicas y la certeza de que cada día que pasa el reto es salvar vidas. La ciencia cubana se ha crecido aún más, y ha demostrado que la inversión en conocimiento a la que este pequeño país insular apostó hace seis décadas fue el camino acertado.
Cuba posee hoy cinco candidatos vacunales en desarrollo clínico: Soberana 01, Soberana 02, Soberana Plus, Abdala y Mambisa. Uno de ellos, Soberana 02, comenzó el día tres de marzo sus ensayos clínicos fase III y se convirtió así en el único en América Latina en llegar a esta etapa. Otro de ellos, Abdala, también se encuentra a las puertas de la fase III, solo en espera de que la autoridad reguladora dé luz verde.
La Organización Mundial de la Salud reconoce hoy que existen 76 candidatos vacunales en alguna de sus fases de ensayo clínico, y 187 propuestas de candidatos vacunales que están en fase preclínica, explicó recientemente Dagmar García Rivero, directora de Investigaciones del Instituto Finlay de Vacunas (IFV).
De esas 76 vacunas en fase clínica, 24 son vacunas de subunidades, que es la plataforma de vacunas en la cual se clasifica Soberana y el resto de las vacunas cubanas. Por tanto, Soberana está entrando en una selecta lista de candidatos vacunales que han pasado a Fase III, que en total contabilizan 16, dijo.
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