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Un balance para una serie policial que trajo a la pantalla nuevos códigos


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No hay dudas que en materia de programación televisiva a los cubanos nos gustan las series policiales. Si las extranjeras son bienvenidas con su despliegue de tecnología y guiones bien estructurados, la preferencia  del público nacional tiende hacia las de factura nacional. Lógicamente, los casos que narran son más cercanos a nuestro entorno y en su mayoría se basan en hechos reales. Aunque en ocasiones, no alcanzan como programas los pretendidos resultados, pues carecen de balance en las actuaciones y la dramaturgia que estructura, la obra se queda por debajo, para la gran mayoría de los espectadores, estos elementos pasan a un segundo plano y solo queda en la mente de la teleaudiencia la solución efectiva del caso.

La serie policíaca UNO (Unidad Nacional de Operaciones), que desde finales del año ocupó un horario estelar, primero, los martes, jueves y sábado de cada semana, y luego solo martes y jueves, recién concluyó. En sus dieciocho capítulos —esperemos tenga una segunda temporada—, no escapó de la aceptación y preferencia del público. Sin embargo, y a pesar del oficio de sus directores Alberto Luberta Martínez y Roly Peña, la serie tuvo altas y bajas. Es de destacar que la visualidad de la obra, respecto a fotografía, edición y efectos especiales fue muy acertada. Los intencionados movimientos de cámara, las subjetivas, el empleo de efectos que dieron ritmo al montaje, al estilo de las producciones televisivas más contemporáneas, sin dudas, tuvieron un impacto muy positivo en su puesta en pantalla. Y de hecho no puedo dejar de reconocer a quienes tuvieron esa responsabilidad, Rafael García, en la edición; Alexander Escobar, como director de fotografía y Eva Portela, como Directora de Arte, entre otros, porque son muchos los que ponen su grano de arena para estos resultados. Y estas fortalezas de la serie equilibraron sus dos debilidades principales: el desempeño actoral y la inconsistencia estructural del guión, aspectos que no impidieron que la balanza se inclinara hacia un aceptable éxito.

En los primeros capítulos los actores no lograron entrar en los personajes, más avanzada la serie esto lo  alcanzarían solo algunos integrantes del elenco como Carlos Luis González, en el papel del Mayor Alexander; Yuneydis Bolaños, como la capitana Vania y Keni Cobo, en el papel de Maite, la especialista en Criminalística. Sin embargo, Tomás Cao y Tamara Morales, quienes nos tienen acostumbrados a altos desempeños no resultaron, en mi opinión, convincentes. Tony, en el papel del oficial operativo, avezado e intempestivo, perfilado para equilibrar con sus chistes y  piropos, la sobriedad de un grupo que trabaja en condiciones de gran presión por la responsabilidad social que tiene, resultó en Cao sobreactuado, no le fluyó con la naturalidad de otras interpretaciones, mientras que Tamara Morales, como la jefa del equipo, confundió en su desempeño autoridad y alto sentido de la responsabilidad, con actitudes que dibujaron un personaje áspero, hosco y malhumorado. 

Respecto a los guiones estuvo bien contada la historia policial, el Mayor Alex, en sus interrogatorios se mostró muy creíble y no encartonado como personajes similares de otras series de factura nacional que hemos visto. De igual manera hubo equilibrio en el desempeño de la Bolaños, sin embargo, las historias personales de los miembros del equipo estuvieron mal estructuradas como subtramas. Existió la intención de presentar algo de la vida de estos oficiales, quienes también tienen parejas, familias, con los problemas cotidianos que enfrenta cualquier ciudadano común, pero esto no llegó a imbricarse de manera lógica a la trama central. En este tipo de historias se busca algún elemento que permita el enlace y de pie para introducir los problemas diarios que enfrenta el hombre, de forma paralela al cumplimiento de su deber. En el caso de la historia de vida del Mayor Alex hubo más entretejido familiar pero, en ocasiones, no estuvo bien sustentado, se presentaron situaciones que se quedaron colgadas, sin más desarrollo, por ejemplo: su relación de pareja y la atención a su hermana. Y esto le faltó a la serie, a pesar de que en una entrevista publicada en el diario Juventud Rebelde, cuando aún se encontraba en proceso de filmación, Roly Peña, uno de sus directores, expresaba que este era uno de los objetivos de la misma. Quizás en la búsqueda de síntesis para ajustarse a los dieciocho capítulos, el equipo de realización tuvo que prescindir de estas historias colaterales, pero respecto a ello, hubiera sido preferible se concentrarán en el caso y no abrieran ese brecha que fue incompleta y dejó una sensación de insatisfacción. Si se ofrece la posibilidad de una segunda temporada sería bueno profundizar en los entornos familiares de sus protagonistas principales.

Otro aspecto fue el efectismo de algunos operativos, si bien la televisión es espectáculo, en ocasiones el derroche de técnica fue desproporcionado con la acción y esto no hizo creíble el hecho en sí.

Un  aspecto a destacar es la magnífica banda sonora compuesta por Juan A. Leyva y Magda Galván lo que le imprimió a la serie un sello distintivo, muy actual y a tono con el ritmo de la acción y el montaje. Se reunió talento para esta primera entrega, esperemos vengan otras, que resulten más completas como producto audiovisual. Pero otro problema a evitar es el de repetir elencos. En un primer momento de puesta en pantalla, la serie coexistió con varios nuevos capítulos de Tras la Huella, que se exhibieron los domingos en la noche. Algunos personajes que integraban el repertorio de la serie UNO se repetían en otros papeles en Tras la Huella. Al igual que el colega JAPE tiene a su amigo Floro, yo tengo a mi vecino Felo, amante de los policíacos cubanos, al que le traía mucha confusión observar como el actor Aramis Delgado se desempeñaba en un personaje un sábado y en otro el  domingo. Creo que JAPE nunca ha descubierto la edad de Floro, pero Felo tiene 84 años con lo que hay que pensar hasta en estos detalles cuando se hace televisión. No culpo de esto al equipo de realización sino a quien programa para el medio.

Al dueto de Roly Peña y Alberto Luberta Martínez les aliento a continuar el camino de la serie policial, que repito es de gran aceptación por parte de nuestra población. Estos primeros capítulos abrieron una visualidad diferente a la que hasta este momento estábamos acostumbrados en este tipo de programas, los detalles se corrigen en el hacer, y estoy segura que todos recibiremos agradecidos nuevas entregas de UNO (Unidad Nacional de Operaciones) con nuevos casos por resolver.     


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