Un paisaje que parezca un detalle es una intención muy fuerte. Tal vez la esencia de un discurso novedoso dentro de uno de los temas más recurrentes de las Artes Visuales de todas las épocas. Pero, después de ver tantos intentos —aquí y allá— ¿cómo no escapar a la tentación de lo repetitivo, de lo «normal», de lo representativo?
Detalles, la más reciente exposición del artista plástico Lázaro Ángel Lugones, que se exhibe en la Casa Guayasamín de la Habana Vieja, busca resolver esta disyuntiva. Aunque marcada por un espacio propicio para el cambio y con intenciones que, verdaderamente, prometen una transformación en todos los sentidos, Lázaro Ángel afinó el pulso en dos de las piezas que conforman el conjunto, pero se dejó vencer al final. Tal vez la fuerza que el mismo paisaje impone terminó por regresarlo a lo que bien sabe hacer. Él, un artista graduado de pintura de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro con una tesis memorable sobre la abstracción en el paisaje, no logró superar la frescura y la gestualidad que las frondas y ramas imponen.
El paisaje sigue siendo una verdadera trampa; un arma contra la cual no todos sabemos luchar. Y sé lo que digo. Quizás esperé algo más atrevido de un artista que ha demostrado seguir un proceso de evolución que supera los temores y que logra solucionar muy bien con el dibujo de la mancha y el color. Tal vez necesitaba ver un proyecto más renovador y dialógico, que terminara resolviendo la sentencia que aparece en el catálogo de la exposición: «Lázaro ya ha hecho bastante y ha demostrado que domina el oficio. Por ello es tiempo de cerrar el expediente y abrir una nueva gaveta con nuevas herramientas». Pero no logra una optimización de la visualidad del paisaje y regresa, hoy, a un concepto que no acaba de superar y que él mismo siente agotado.
Si por una sola pieza fuera, la exposición marcaría un punto de giro dentro del paisaje cubano de los últimos tiempos. Con esta, logra separar el espacio tridimensional de lo pictórico y crear la ilusión donde, en realidad, no la hay. Es una obra notable, de dimensiones medianas, pero de alcance monumental. Es una verdadera pena que esta —la más renovadora de la exposición—, sea la que menos público atrajo. Es un problema representativo que se encuentra en la tan arraigada connotación del signo.
Otra, un tanto en esta línea, es la conjunción de ramas secas que en una pared simulan una vista aérea y que recuerdan las fotografías de Yann Arthus-Bertrand. Incluso, el olor a incienso —que pudiera ser un elemento impostado a la fuerza— llega a transmitir otra dimensión del suceso. Pero, ¿por qué mezclar estas dos obras superiores, de una estética autónoma y diferente, con otras menos fuertes y más cercanas a su producción anterior?
Algo que a ratos Lázaro Ángel intenta vislumbrar en sus piezas es la deuda inmensa que tiene con el oficio. Y lo aplaudo, porque este joven artista domina su arte con bastante frescura pero, inconforme —como debe ser— busca una nueva manera de representar su visualidad. Y esto, precisamente, me hace sentir insatisfecho ante una exposición que necesita más luces y menos sombras.
Lo que realmente se erige como la tesis de Detalles, está en las obras tridimensionales y que, a mi juicio, la curaduría debió destacar por sobre las pinturas. Cada una de estas dos piezas discursa en una tesitura diferente, más contemporánea y divergente en cuanto a la desligación formal de lo aparentemente perceptivo (la desconexión más efectiva radica en la mímesis que hace con los esquemas ilustrativos que acompañan las obras, a modo de pie de obra). Y lo considero así, el gran fallo de esta exposición fue su curaduría, que debió priorizar obras más atrevidas, que respaldaran el sentido de cambio del paisaje que el mismo Lázaro Ángel propone y no regresar a un espacio de visualidad gastada y tradicional.
No siento timidez en el hecho artístico cuando sé que, en las manos del artista, hay pasión y deseo. Hacer paisaje ya no es igual. Cada quien tiene sus temores y sus brincos. Cada cual los guarda o los muestra. Lázaro escogió la forma, pero yo esperé más.
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