Un homenaje al Generalísimo, para siempre


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Entre 1905 y 1916, la naciente República de Cuba rindió homenaje a sus más distinguidos próceres con la realización de esculturales monumentos: el primero, para José Martí, en el Parque Central; el segundo, para Antonio Maceo, frente al Malecón; y el tercero, también frente al mar, para Máximo Gómez.

La donación de 200 000 pesos por parte del Congreso fue acicate para acometer tan colosal empeño, pues se trataba, además, de embellecer la zona con un gran parque justo en la Avenida del Puerto, entre Zulueta y Monserrate, en La Habana Vieja.

Se convocó a un concurso internacional, vigente desde mayo de 1916 hasta 1919. Los 44 proyectos fueron expuestos al público en los salones del hospital municipal General Freyre de Andrade, próximo a inaugurarse; y aunque hubo aspirantes de indudable valía y experiencia, el jurado que presidió el ingeniero civil y Secretario de Obras Públicas, José Ramón Villalón, otorgó el premio al joven Aldo Gamba.

Tal decisión pasó de la sorpresa al encono. A pesar de haber culminado estudios en su Italia natal y ser miembro de una familia de artistas, Gamba carecía de experiencia y fama para competir con muchos de los que se presentaron, entre ellos los muy laureados Moisés de la Huerta y Félix Cabarrocas. La prensa se hizo eco de la polémica, y la Asociación Cubana de Pintores y Escultores impugnó la propuesta, reprochándole exceso de referencias clásicas, desarraigo y falta de identidad. Las quejas fueron atendidas por la Cámara de Representantes, que impugnó el dictamen; pero el italiano presentó un recurso judicial tan lento y complicado que, finalmente, quedó legitimada la elección inicial.

Pasaron años y diez presidentes para que se llegara a inaugurar el monumento, planificado primero para 1919, y después para 1925. Gamba estuvo preso en La Habana, regresó a su país con el compromiso de terminar la obra, acusó a sus proveedores de materiales ante los tribunales romanos y consecuentemente paralizó el trabajo, hubo contratos revocados y vueltos a firmar, dinero corriendo entre manos ilícitas, indolencia de los gobernantes de turno… el suceso llegó a la categoría de problema de Estado, y hasta Benito Mussolini intervino en la mediación.

Finalmente, el 18 de noviembre de 1935, a 99 años de su natalicio, El Generalísimo tuvo su monumento terminado. Como establecen las regulaciones para las esculturas ecuestres, esta demuestra su condición de extranjero (mirando al mar) y la muerte por causas naturales, pues las patas del caballo están apoyadas en el piso. La composición escultórica es de estilo clásico europeo, tallada en mármol y granito con algunas figuras en bronce; es una alegoría al sacrificio y lucha épica del pueblo cubano para lograr su libertad. Él está en lo más alto, forjado en bronce, con traje de campaña y actitud marcial, tal como lo describen la historia y la leyenda.

Aunque el espacio en que se erigió fue limitado hacia 1957 por la construcción del Túnel de La Habana, la impresionante estatua de Máximo Gómez Báez sigue siendo un referente para la ciudad, así como lo es para todos los cubanos el jefe supremo del ejército independentista, al cual rinde homenaje.


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