En la reciente inauguración del Teatro Virgilio Piñera en la ciudad de Pinar del Río, participaron un grupo de importantes intelectuales cubanos entre ellos Antón Arrufat y Margarita Mateo, ambos poseedores del Premio Nacional de Literatura; Gerardo Fulleda León, Premio Nacional de Teatro, y el destacado compositor y pianista Juan Piñera, quien es sobrino del creador de, entre otras, las aplaudidas piezas Electra Garrigó y Aire Frío.
Luego de la apertura, el periódico Cubarte tuvo la suerte de conversar con estas personalidades para conocer sus apreciaciones del suceso del cual habían sido testigos.
Antón Arrufat: “Lo que hemos presenciado forma parte de la rehabilitación que se ha hecho de Virgilio Piñera, entre otros hechos que se podrían citar, como la edición de su teatro completo, de sus cuentos, de sus novelas; la celebración de su centenario, que él previó…”
En su nota al programa inaugural, Arrufat evoca la noche del 31 de diciembre de 1978, momento de una época marcada por la exclusión total y absoluta de la obra de Virgilio Piñera de la cultura cubana. Narra cómo en un instante de tristeza generalizada, el dramaturgo dio unos pasos de baile hacia el centro del salón y anunció que su “centenario se celebraría por todo lo alto”, tal y como se hizo realidad a través de múltiples acciones entre ellas, a subrayar, el coloquio organizado por el propio Arrufat y que durante cuatro días propició en La Habana el estudio, análisis y debate de la producción literaria virgiliana.
“Hay otros elementos que apoyan esta rehabilitación como es el hecho de que su foto aparezca reiteradamente en la televisión nacional, que se hable de él; hay que decir que estas ediciones que se hicieron se agotaron, ya es muy difícil encontrar en librerías un libro de Piñera lo cual demuestra que el público lector cubano tenía una gran curiosidad por leer a este autor que fue durante muchos años marginado y que murió en la marginación”.
Acerca de la designación de este espacio con su nombre declaró: “Es una cosa extraordinaria porque el teatro es una de sus grandes creaciones, hay que recordar que escribió como unas veinte o veintidós obras. Algo así en vida de Virgilio Piñera hubiera sido imposible de esperar, por el contrario, dado el reconocimiento creciente de su contribución a la literatura cubana, ahora constituye un hecho consecuente”.
En la magnífica foto de Virgilio que preside el lobby del teatro, este presenta una clara expresión de escepticismo; al comentarle al respecto a Arrufat y especular acerca de lo que hubiera pensado de conocer este evento señaló: “No, él no hubiera pensado nada, él no podría creer que un teatro llevara su nombre en Cuba, no solo por la marginación que padeció sino porque él era absolutamente incrédulo para algunas cosas…, quizás se moriría de risa”.
La doctora Margarita Mateo concedió una gran relevancia a este acontecimiento cultural: “Me parece muy importante que finalmente en Cuba exista un teatro que se llame Virgilio Piñera. Él es uno de los escritores cubanos más trascendentes sin dudas y creo que este reconocimiento lo hubiera hecho muy feliz en vida; me parece que es una manera de hacer justicia al cabo de tanto tiempo en que fue poco difundido, poco conocido; es realmente una alegría ver cómo se ha rescatado hoy su figura del olvido”.
Gerardo Fulleda León, recordó entonces cómo comenzó su relación con Virgilio en 1960: “Yo había enviado de casualidad dos poemas a la sección que él dirigía en Lunes de Revolución y me los publicó para mi asombro. Luego cuando escribí mi primera obra La muerte diaria —yo tenía solo 18 años—, igualmente se la envié, y me cuenta su compañero en Lunes…, el periodista y novelista cubano Calvert Casey, que Virgilio salió de su oficina con ella en la mano exclamando «Miren, ¡además de poeta es dramaturgo!» y la publicó: fue mi primer pago”.
Fulleda nos relata que se conocieron personalmente en el Primer Congreso de Escritores y Artistas del año 1961; “Nunca voy a olvidar ese día; Virgilio estaba con Casey quien cuando me acercaba a ellos le dijo «mira, ahí viene tu descubrimiento» y él me tendió la mano como el Papa, y se la tomé —sin besarla— pero te aseguro que yo estaba temblando; él era para mí un dios, un mito: lo sigue siendo”.
Subrayó la condición de dramaturgo nato de Virgilio, y de su valor como poeta “y esto es significativo porque tenemos que pensar en el teatro como el sitio a donde acudimos a repensar nuestra historia y nuestro devenir y nuestra actualidad, pero desde otra perspectiva”.
Enfatizó en que este es un hecho de extraordinario alcance cultural porque Virgilio Piñera después de Gertrudis Gómez de Avellaneda es el más relevante autor teatral del siglo XX y uno de los grandes innovadores de la escena contemporánea. “Esta es una innegable justicia cultural, es hacer honor a quien honor merece y Virgilio lo merece porque fue el maestro de muchas generaciones y a mí me honra mucho que fue el primer gran dramaturgo que conocí y haber sido yo su último descubrimiento”.
Juzgó que este es un reconocimiento necesario “que todos vamos a agradecer, porque su teatro es insólito, (…) un espacio imaginario para la interpretación reflexiva de lo sensible de la realidad” y auguró que este teatro será un estímulo para los jóvenes creadores y un punto de mira para la creación dramática del resto de las provincias.
Por su parte Juan Piñera comentó que su familia está vinculada a Pinar del Río porque Vinicio Piñera, hermano inmediato posterior a Virgilio, impulsó durante muchos años la producción de tabaco en esta región y que los únicos descendientes de la rama Piñera que quedan vivos son, su prima Yadira, hija de Vinicio y él. “Siempre existió en nuestra familia una relación «del vaivén» entre un lugar y otro”.
Consideró que muchos podrían pensar que una Sala Virgilio Piñera debía haber estado en Cárdenas, donde nació el escritor; en Guanabacoa, lugar donde vivió un tiempo la familia, “que era una familia itinerante; siempre estaba buscando dónde aposentarse, sentirse mejor”, o en Camagüey, donde Virgilio descubre la literatura y el teatro, o en La Habana, donde escribió sus piezas más notables, sin embargo apuntó, “ha sido en Pinar del Río, provincia que tiene personas muy grandes que siempre lo hacen todo con humildad y la humildad es una suerte de grandeza; por eso me es tan gratificante que sea aquí porque el magisterio de Virgilio Piñera está en la gente que aprendió de él, de su constancia silenciosa en el trabajo, con el simple placer de la creación que es otra suerte de reafirmación humana”.
Juan Piñera concluyó sus palabras con esta aseveración: “Teatro de la Utopía está luchando contra todas las banderas, con las incomprensiones y las satisfacciones, por eso, lograr esta sala que es un espacio de creación y de espiritualidad y que se llame Virgilio Piñera, es formidable”.
El teatro fue una gran pasión en la vida de Virgilio Piñera, pasión que no abandonó ni siquiera en los tiempos de su forzado alejamiento, en los cuales, quizás lo salvó de la tristeza el hecho de ser un cubano auténtico y como tal esgrimir armas letales como la burla y el sarcasmo, y del mismo modo —tal vez— la confianza y esperanza en el futuro, pues según Antón Arrufat en varias ocasiones vaticinó en su presencia: “Ya volverán las aguas a su lugar”.
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