Un vuelo transoceánico de la viola


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Su amor por Cuba late desde que siendo niña en su natal Córdoba, al sur de España, escuchó  a Leo Brouwer en la Orquesta Sinfónica de  aquella ciudad de Andalucía. Con su primera visita la violista y profesora Esperanza Mohedo Pérez quedó prendida de la  naturaleza cubana, de su belleza y los frutos autóctonos, pero sobre todo de la resiliencia de su pueblo; un valor que ha podido  auscultar mejor este año, durante sus  dos  recorridos, “de punta a punta” de la isla, primero  para  los preparativos  y luego para la realización de tres  talleres de verano recién celebrados  en el centro , en el oriente y en la capital  del país.

A finales de junio, en la  ciudad de Santa Clara comenzó a concretarse  este proyecto “transoceánico de la viola”, ideado y coordinado por la profesora española con  el apoyo del Consejo Nacional de Educación Artística (CNEART) y   la Consejería Cultural de la Embajada de España, como  parte del Programa Acerca de la AECID.  Un proyecto encaminado  al enriquecimiento musical, técnico y artístico entre otros de estudiantes de viola e instrumentos de cuerda de todo el país, así como la cooperación y enriquecimiento mutuo del profesorado, la coordinación institucional de ambos países, las familias y su apoyo incondicional y el pueblo en general.

Los  talleres de la región central se realizaron en la Sala Caturla de la Biblioteca Provincial  José Martí. En ese mismo recinto,  el 30 de junio, tuvo lugar el concierto final donde se mostró al público participante los resultados del ejercicio pedagógico  encabezado por Mohedo. Para esta presentación, la profesora y concertista  andaluza contó con el respaldo musical de la pianista local Arasay Lima Tejera.

A mediados de julio, tocó  a  Santiago de Cuba  ser la sede oriental  de los talleres de  "Un vuelo transoceánico de la viola". Las clases, impartidas, en el Conservatorio Esteban Salas de esta indómita y hospitalaria ciudad, se incluyeron  en la programación cultural de la provincia que celebraba por esos días la edición 42 del Festival del Caribe.

El concierto  final, con el protagónico de los estudiantes tuvo lugar en el centro multicultural El Ingenio. Aquel acto fue de celebración, donde el alumnado recibió sus diplomas, y también la muestra  de una rica experiencia de intercambio y solidaridad, de una mezcla de culturas y emociones, de humanismo y amor por la música.

En la tarde del 25 de Julio, en Galería Taller Gorría, se dio el concierto  muestra de lo trabajado durante la semana capitalina, con el respaldo de  Dulce Abón Mazar,  directora de la Escuela Nacional de Música, donde se realizaron los talleres,  más Raiza Valdés, también violista y profesora de esta institución docente.

Para estos conciertos, la también concertista y arreglista hizo una labor intensa y personalizada. Conformó un repertorio cubano y español, que se adaptara a los distintos niveles que fue encontrando, “un trabajo minucioso y con mucho cuidado para que todos pudieran participar”.

Los tres talleres salieron, sí, pero por el empeño, el gran esfuerzo  de la profesora Mohedo. Tuvo que solicitar un  permiso sin sueldo en su trabajo para poder estar en Cuba, durante 8 meses. Sorteó muchos obstáculos, aprendió a hacer  pronósticos, a digerir dificultades e imprevistos,  fue perseverante en su propósitos y  los concretó, para bien del alumnado participante  y del intercambio cultural.

Si bien, trabaja siempre con mucha pasión y entrega, para asegurar estos talleres tuvo  que aprender a ser una “gran luchadora”, como una cubana - me comentó-, a resolver las dificultades en la marcha, las limitaciones con el transporte, el calor extremo o el cansancio acumulado;  con el apoyo de las instituciones locales y de los   familiares de los alumnos.

En el verano pasado, Mohedo impartió varios  talleres didácticos para viola con el alumnado de Nivel Elemental, Medio y Superior de música. Encaminados no solo en  motivar y guiar a las nuevas generaciones de violistas en el conocimiento e interpretación tanto del repertorio cubano,  como el español y el universal, sino, además, rescatar el repertorio para viola existente en el país y promover el trabajo de música de cámara.

Para esta enamorada de la viola, con el aprendizaje interpretativo del instrumento el alumnado  se enriquece y completa como ser humano;  más allá del hecho musical como seres sociales, gana en conciencia de la labor que realizan, de su comportamiento y sus   relaciones con los demás.

La cordobesa afincada en Sevilla, ya casi regresa para España. Se va con las esperanzas de que se vuelva a repetir el año próximo, con menos estrés y desgaste físico, pero la misma satisfacción.


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