Una joya literaria: Juegos de aguas. Versos del agua y del amor, de Dulce María Loynaz


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Si existe una obra que constituye una indiscutible joya de la lectura y del saber literario cubano es, sin lugar a dudas, Juegos de aguas. Versos del agua y del amor, 1947 (1), de la inolvidable escritora Dulce María Loynaz. (2)

En su edición correspondiente al año 2015, Juegos del Agua…es un volumen para el cual el escritor, crítico y traductor Jesús David Curbelo, escribe un hermoso prólogo. En él Curbelo hace referencia al concepto que, acerca de la poesía, realiza la propia Loynaz. Quizás, uno de los textos más importantes citados, que corresponde al año 1950 y obedece a una comparecencia de la Escritora en la Escuela de Verano de la Universidad de La Habana, en la clase de Literatura del profesor Raimundo Lazo:

“(…) la poesía debe llevar en sí misma una fuente generadora de energía capaz de realizar alguna mutación por mínima que sea. Poesía que deja al hombre donde está –al ama de casa en su quehacer doméstico, a la mecanógrafa en su silla de mecanógrafa, al sabio en su sillón de sabio–, ya no es poesía”.

Texto que, en opinión del prologuista: “(…) no significa que las ideas en él expuestas no estuvieran en la cabeza de la Autora desde el principio, como sí indica la actitud subversiva y desautomatizadora que entrañan los poemas de juventud y que se mantuvo incólume, o mejor, que fue ganando en fuerza e intensidad en Canto a la mujer estéril, Versos, Juegos de agua, Poemas sin nombre y Últimos días de una casa; así como en sus memorables piezas narrativas Jardín, Un verano en Tenerife, y Fe de vida.

“Actitud subversiva y desautomatizadora, cuyo gesto primigenio subyace en Bestiarium, es la que a mi juicio define la poética de la Autora y la conduce a mantenerse firme contra las corrientes de la moda literaria y de la vida de salón tan del gusto de la mayoría de los escritores. De ella nace esa originalidad a toda prueba que caracteriza su obra y una voluntad de trasgresión que acuña volumen tras volumen y en la cual tampoco la crítica hay reparado en su conjunto, dejándose guiar por quienes la constriñeran al intimismo lírico, a una cierta intemporalidad, y a una ascendencia modernista muy cercana al purismo”.

Al respecto Curbelo hace referencia a opiniones del connotado escritor Cintio Vitier, autor de la nota sobre la Poetisa en Cincuenta años de poesía cubana, donde afirma:

“(…) Dulce María Loynaz da una nota distinta, no condicionada por las inquietudes y reacciones de la que suele llamarse la emancipación de la mujer. Poetisa natural, silenciosa, destinada, esta falta de fermento polémico en su expresión permite que la esencia de lo femenino trascienda en ella con una pureza, un temblor, una autenticidad, que desarman toda actitud crítica. Y no por simpatía, sino porque, en rigor, tanto sus aciertos como sus caídas revelan siempre una verdad y ese tan raro que puede llamarse propiamente un estilo”. (3)

A continuación el connotado Crítico literario en su prólogo cita, igualmente, a la escritora Zaida Capote quien, para él, ha efectuado “el estudio más completo sobre la obra de Dulce María Loynaz, donde justifica y analiza muchos de los cambios que la Autora trajo a la literatura cubana e hispanoamericana: “(…) Cada libro de poesía es, en la peculiar carrera literaria de Dulce María Loynaz, un hito; cada uno de ellos se distingue por lo que aporta al resto de su obra, por su novedad, así como también por el modo de reelaborar su herencia poética y vivencial previa. Así, íntimamente ligados por imágenes, ideas y sentimientos compartidos, sus poemarios se organizan como la muestra coherente de esa obra singular que sin duda son”.

En su análisis sobre la obra de la Loynaz, Curbelo enfatiza en sus tesis referidas a “la constante experimentación de la escritora y en sus vínculos con la vanguardia narrativa latinoamericana, heredera de los aportes de sus ilustres antecesoras europeas, muchos de ellos colindantes con el simbolismo”.

La también Premio Cervantes 1992 inició su avatar literario desde muy joven (16-17 años de edad), a partir de la publicación de un cuaderno de poemas de unas siete páginas. Sus dos primeros volúmenes de poesías Versos 1920-1938 (1938) y Juegos de Agua. Versos del agua y del amor; ambos aparecidos en 1947. El primero, republicado en Tenerife, España y el segundo, en su edición madrileña Príncipe. Continuó la secuencia con Jardín (1951), Poemas sin nombre (1953), “La Avellaneda, una cubana universal” –conferencia ofrecida en la Sociedad Liceo de Camagüey, también en 1953, y los dedicados a Un verano en Tenerife (1958), entre otros.

Diarios de la época como La Nación, La Discusión, Diario Cubano, El Mundo, El Diario de la Marina y revistas culturales habaneras como Castalia y Nosotros, dieron a conocer la obra poética de La Loynaz quien, como ella revelara en una ocasión: “(…) La poesía está dentro de cada persona, como los ríos que corren gran trecho bajo la tierra hasta que al fin encuentran cualquier grieta por donde brotar”.

Juegos de Agua

Los juegos de agua brillan a la luz de la luna

como si fueran largos collares de diamantes:

Los juegos de agua ríen en la sombra…Y se enlazan, y cruzan y cintillan dibujando radiantes

Garabatos de estrellas…

Hay que apretar el agua

para que suba fina y alta…Un temblor de espumas la deshace en el aire; la vuelve a unir…desciende luego, abriéndome en lentos abanicos de plumas…

Pero no irá muy lejos…Esta es agua sonámbula

que baila y camina por el filo de un sueño,

transida de horizontes en fuga, de paisajes

que no existen…Soplada por un grifo pequeño.

¡Agua de siete velos desnudándote y nunca

desnuda! ¡Cuándo un chorro tendrás que rompa el broche

de mármol que te ciñe, y al fin por un instante

alcance a traspasar como espada, la Noche!

 

Notas:

  1. Ediciones Loynaz, 2015.
  2. Dulce María Loynaz (10 de diciembre de 1902- 27 de abril de 1997): Recibió múltiples condecoraciones, entre las que destacan la Cruz de Alfonso X El Sabio, las órdenes Carlos Manuel de Céspedes y Félix Varela, el Premio Nacional de Literatura y el Miguel de Cervantes, en España.
  3. Cintio Vitier. Cincuenta años de poesía cubana. Dirección de Cultura del Ministerio de Educación. La Habana, 1952, p. 157.

 


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