Definitivamente hay familias, especies y razas en el orden biológico del reino animal. Todas las especies que integran una familia tienen un antepasado común y presentan características generales similares. Dentro de una misma especie hay diferentes razas con peculiaridades cada una.
Por tanto, es entendible que los felinos sean una familia integrada por tigres, leones, leopardos, guepardos, panteras, gatos… y que existan diferentes razas de cada una de estas especies y todos desciendan del tigre dientes de sable. También comprendemos que los caninos sean otra familia formada por perros, lobos, zorros… y con diferencias raciales hacia el interior de cada uno. Normalmente tenemos como mascotas en casa perros de diferentes razas, con características generales comunes a todos los perros pero con rasgos distintos entre ellos.
No es así para la especie humana. También integramos una familia junto a chimpancés, gorilas, orangutanes, lémures y monos, todos somos simios. Como dijera el poeta pinareño, los hombres somos sicosimios pero simios y tenemos en nuestra familia un antepasado común, un primate que dio origen a todos y existen razas de monos y de otros simios pero no razas humanas diversas. Eso creíamos antes cuando pensábamos que los restos fósiles hallados en la aldea alemana de Neanderthal eran los orígenes de la raza blanca, europoide, caucásica, aria o indo-latina y así, habían otros hóminis que dieron origen a la raza amarilla, mongoloide o asiática oriental y otros a la raza negra o negroide que habita el África, Australia y Oceanía y así, otras razas como la india o hindú, la árabe o mora, la hebrea…
Un descubrimiento trascendental del siglo XX, exactamente de 1974, esclareció que todos los restos hallados de homínidos en datas muy antiguas en distintas locaciones geográficas diversas corresponden a migraciones del único hóminis originario: el australopitecusaforensis, surgido en Etiopía, al noreste del continente africano y por tanto ese descubrimiento científico hecha por tierra la existencia de distintas razas humanas sino que, en el caso del ser humano, especie y raza son únicas. Podemos hablar de especie humana y de raza humana como sinónimos.
Lo anterior nos obliga a una reflexión. Si bien antes de 1974, se veía el racismo como una teoría antiética, inmoral y poco civilizada, después de esa fecha debemos calificarla además de anticientífica y antinatural.
Ya no basta con dejar claro que no existen razas superiores e inferiores dentro del ser humano, que no es éticamente aceptable que física, psicológica, intelectual, cultural y estéticamente hayan razas más evolucionadas que otras. Sencillamente es que no existen razas humanas en el orden natural y entonces no sólo es la igualdad social la que debe existir como ideal sino que existe la igualdad natural entre los seres humanos.
Se ha comprobado con el Genoma humano, el ADN, el ARN y otras novedades relacionadas que las diferencias genéticas entre los humanos son pequeñas en extremo, así lo demuestran los marcadores genéticos, las mayores diferencias son en el orden externo como el color de la piel, la textura capilar y los rasgos fenotípicos.
Según las últimas investigaciones, existen 110 tonalidades en cuanto a la coloración de la epidermis en la especie humana, muy relacionada con la proporción de melanina. Así de diversos somos los seres humanos en cuanto al color, lo contrario de las características genéticas. Esa particularidad del Gen y el Fen en el hombre no nos hace a unos más inteligentes que otros. La inteligencia es la capacidad sicológica de aprehender la realidad objetiva, de apropiarse del mundo circundante en lo que llamamos la fase racional del conocimiento que es patrimonio exclusivo del ser humano.
El conocimiento sensorial es de todos los seres vivos manifestado de formas distintas en las plantas, los microorganismos, los animales inferiores y los superiores, son las sensaciones, los instintos, pero el ser humano además de esa dimensión biológica tiene una segunda dimensión que es sicológica o racional que, a su vez, le proporciona otras tres: es unser cultural, social y medio ambiental, por tanto el ser humano es un complejo multidimensional y la capacidad de asimilar la realidad circundante, de reproducir, transformar y representar a la naturaleza en su cultura es de todos los seres humanos sin diferencias y la inteligencia es el coeficiente que mide que unos lo hagan con mayor habilidad y rapidez que otros, pero no tiene que ver con colores de piel o rasgos fenotípicos.
No existe una superioridad física morfológicamente ni tampoco se puede atribuir en el orden estético, mejores cualidades a unos que a otros por su color de piel, son todas construcciones culturales, son teorías desde la subjetividad y nada tienen de objetivas.
Del lado del mundo en que vivimos, tenemos también nuestras características propias. He dicho en otros momentos que este continente que los quechuas llamaron AbyaYala y los aztecas Anáhuac, llamado después por los europeos Indias Occidentales o las Américas, siempre fue mestizo, entendiendo por mestizaje no a la mezcla racial porque las razas humanas no existen sino a la mezcla de seres humanos fenotípicamente distintos.
El homo sapiens sapiens llegó a estas tierras primero por la Beringia, así le llamamos por Vitus Bering, el navegante holandés que en 1714 atravesó el hoy llamado estrecho de Bering. La Beringia era el brazo de tierra que unía a Kamchatka con Alaska y por ahí pasaron los mongoloides de piel amarilla desde 20 mil años a.n.e. y cuando por las glaciaciones desapareció la Beringia para aparecer el estrecho, lo continuaron cruzando empleando como puentes las islas aleutinas, y poblaron el norte del continente (Alaska y Canadá) y de ahí que los tlinglis, aleutinos y esquimales sean fenotípicamente mongoloides, pero continuaron hacia el sur hasta el extremo de Suramérica pero fueron mezclándose con otros pobladores llegados de la Oceanía, los maoríes que son negroides aunque no igual a los africanos, así lo demostró Thor Heyerdahl en su expedición de la ThonTiki.
Tampoco podemos desestimar que por espacio de tres siglos, desde el siglo X hasta el XII d.n.e. los normandos o vikingos, de piel blanca del tipo europoide, establecieron colonias permanentes en los actuales estados de la Nueva Inglaterra, en el noreste de Estados Unidos, en varias provincias canadienses como Terranova, Nueva Escocia, Nueva Brunswick, Quebec y Ontario así como en Groenlandia, de la que nunca se fueron y aún hoy pertenece a Dinamarca y nada puede hacernos dudar que se hayan mezclado con los pueblos originarios de esa regiones.
O sea que América fue siempre terreno fértil para el mestizaje mucho antes que Cristóbal Colón la visitara en 1492.
Por último me referiré a Cuba poblada desde 7 500 años a.p. En el siglo XV coexistían tres etnias aruacas en este archipiélago: taínos, siboneyes y guanahatabeyes en una población estimada entre 100 mil y 700 mil habitantes según varios autores. Juan Pérez de la Riva la calculó en 120 mil personas, a la que sumó población aborigen esclavizada que trajeron los españoles a la fuerza: lucayos (de la Bahamas), macurijes (de Venezuela), taironas (de México), guanajos (de las islas Guanajas del golfo de Honduras), guajiros (de la península Guajira), arahuacos y caribes (de distintas islas antillanas).
El régimen servil y semiesclavista de las encomiendas, la guerra de resistencia aborigen a la conquista y colonización, las enfermedades, las matanzas injustificadas, los suicidios y otros factores provocaron un genocidio atroz de esta población originaria nativo-americana al punto que, cuando se abolieron las encomiendas y fueron declaradas personas libres en 1553 quedaban poco más de 5 mil. Si bien no fue un exterminio como algunos historiadores plantean, si fue un genocidio. La mezcla de los cubanos originarios con españoles y africanos es la simiente del actual pueblo cubano, a cuya mezcla se agregan asiáticos de diversas procedencia sobre todo chinos, japoneses y coreanos, europeos de diversas nacionalidades pero destacan los franceses y además árabes, hebreos y otros. Una mezcla al estilo del ajiaco, como lo calificara Fernando Ortiz y no de una ensalada mixta donde los ingredientes permanecen separados.
El mestizaje cultural cubano da como resultado costumbres, hábitos, tradiciones, prácticas religiosas y géneros artísticos diferenciados por regiones y localidades pero no por pertenencia a una etnia u otra. No hay una etnia hegemónica que suponga una mayoría étnica o nacional y etnias subordinadas que signifiquen minorías étnicas o nacionales en Cuba. Los cubanos y cubanas tenemos 105 tonalidades de piel distintas, es decir, casi todas las que posee el ser humano pero genética y culturalmente constituimos un etnos-nación único. Somos cubanos blancos, negros y pardos o mulatos generalmente aunque haya también amarillos y rojo-cobrizos en mucha menos escala, pero no somos hispanocubanos, francocubanos, afrocubanos, indocubanos… somos cubanos y el Mapa genético del origen del etnos cubano (2015) así lo refrenda.
Esta reflexión es importante para comprender que desigualdades económicas y sociales heredadas de un pasado colonial y semicolonial de cuatro siglos signadas también por el color de la piel como herencia de una esclavitud coloreada y una segregación impuesta no suponen pueblos distintos conviviendo en un mismo espacio y que el socialismo criollo tiene la impronta de desterrar los factores objetivos que propician los prejuicios y actitudes discriminatorias por el color de la piel, esos factores subjetivos se atenuarán en la medida que se eliminen las desigualdades de índole objetivas aunque no serán por arte de magia porque transformar mentalidades es mucho más titánico que derrumbar témpanos de hielo o atravesar montañas. Esa tarea la tiene el Programa Nacional contra el racismo y la discriminación racial aprobado por el Consejo de Ministros el 20 de noviembre de 2019, el mismo día en que cumplía un decenio la Comisión José Antonio Aponte de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), activista de primer orden en la sociedad civil socialista cubana contra las manifestaciones de racismo y todo tipo de discriminaciones.
Cuando el 21 de marzo de 1960 en Shaperville, Sudáfrica se masacraban a protestantes contra el Apartheid y se asesinaban a 69 personas ya había triunfado desde hacía un año y tres meses la Revolución cubana. La Organización de Naciones Unidas (ONU) ha refrendado esa fecha como Día mundial de lucha contra la discriminación acial.
Cuando Malcom X, Martin Luther King Jr., las Panteras Negras, el Black Power y otros movimientos afroamericanos por los derechos civiles luchaban en las calles de las ciudades de Estados Unidos en las décadas del 60 y 70, ya había socialismo en Cuba.
Este articulista fue de los cubanos que estuvo en la guerra de Angola que garantizó su integridad territorial, la independencia de Namibia y el fin del Apartheid como tantos otros que estuvieron allí y en Argelia, el Congo, Etiopía y otros países defendiendo la justicia social para los pueblos africanos, o en Siria o Vietnam u otros pueblos no europeos.
Cuando el 25 de marzo se recuerda mundialmente –también por las Naciones Unidas- a las víctimas de la trata negrera o comercio triangular de esclavos, los cubanos recordamos que el alma africana de la nación cubana, la cuota de espiritualidad que África nos legó en la religiosidad, la danza y la música, que las obras arquitectónicas monumentales levantadas con sudor esclavo, que la riqueza azucarera y cafetalera que acumuló el país durante siglos, se debe a las víctimas de ese comercio cruel. Pero la respuesta la dio Fidel: saldamos ahora con nuestro internacionalismo “nuestra propia deuda con la humanidad”.
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