Un requisito imprescindible de toda ficción para que sea tal radica en su búsqueda de verosimilitud. La cualidad primera de toda historia para que funcione es lograr suspender la incredulidad y convencernos de que no asistimos a un remedo mediocre de la cotidianidad, ni a una madeja de sinsentidos para la propia lógica del universo representado. Y en esa cualidad está precisamente el primer acierto de Calendario: nos la creemos porque vemos a Cuba en ella.
Los personajes de secundaria son arquetípicos, están construidos para la representación de la diversidad de la adolescencia y de la pluralidad de personas que hoy toman asiento en las aulas de nuestro país –y no solo de secundaria–, con sus conflictos e intereses, dudas y esperanzas.
Una muchacha que lee mucho, otra obsesionada con su celular, la que persigue el ideal del estilo de vida norteamericano, el muchacho homosexual, la iawó, o “el nagüe” de piel negra y que no habla a “lo habanero”. Sí, esta serie promete desde el guion y la materia prima de la que están hechos los personajes.
Qué difícil, en medio de ese grupo temible para otros profesores, tener a una maestra apasionada por su trabajo. Concebir una protagonista así y convencer a la audiencia desde los diálogos hasta la actuación de que su actitud es posible y en consecuencia creíble, verosímil, es el eje principal para que Calendario fuera, como ya es, muy bien recibida.
Clarita García (Amalia, la maestra en cuestión) nos transmite todo eso en la mirada: la insistencia en no claudicar, la perseverancia constante para llamar la atención de los estudiantes, las ganas enormes de compartir el mundo de las letras con esa juventud de la que tanto se dice “está perdida”. Y no seamos ingenuos, Calendario es también esto: una enunciación sobre el estado de la adolescencia, el mensaje de que ellos y ellas viven una etapa de vida que merece atención y comprensión, todo lo cual puede estar al alcance de un poema o de un libro, si solo encontramos la vía para la comunicación efectiva y la aproximación. La profe escucha, permanece atenta, observa con curiosidad.
Su antítesis también aparece, Odalis, la de geografía. “Con esos mismos ímpetus entramos todos”, le advierte a Amalia. Ha sido maestra por un buen tiempo y se reconoce en la profesora aparentemente demasiado soñadora; pero está cansada e incómoda. Por si fuera poco, hacia el final del primer capítulo Odalis presenta a la exmaestra guía del 9no 3, y ahora “secretaria de una firma extranjera con auto incluido”.
Quien intente encontrar en la narrativa audiovisual un nivel de significado más allá del aparente quizá coincida conmigo en que el hecho de que sea Odalis y no otro quien nos introduzca a este personaje, no es cosa del azar. Pudiera sugerir que admira un modelo de realización que ya no se encuentra en el ejercicio de la enseñanza, sino en la emigración hacia un trabajo más lucrativo. Otro fenómeno social representado en Calendario: los graduados que abandonan su profesión en busca de prosperidad económica. Sin embargo, en el caso de la maestra de geografía, esperemos por su evolución en la historia para descubrir qué nos tiene que decir la serie a este respecto.
Y si nos concentramos en visibles logros del serial, merece mención otra apuesta osada: la inclusión del repentismo, un género cultivado también por jóvenes e incorporado aquí con la evidente intención de contribuir a colocarlo en un plano de mayor atención para los públicos.
Una lección segura nos dejará Calendario: ningún producto comunicativo o artístico televisivo que pretenda adentrarse en la vida de segmentos etáreos de la población, o de comunidades, debe hacerlo sin investigación.
Ello, para el abordaje de cualquier temática, piense en la que le plazca. Ejemplo simple: si usted quiere contar historias de violencia, primero conozca cómo se manifiesta y sus efectos psicológicos; pues igual principio se aplica al tratamiento de la adolescencia, la homofobia, el bullying, y un largo etcétera.
Los primeros capítulos de Calendario evidencian que no hubo espacio para la improvisación o la falta de asesoramiento. Su directora ya ha comentado este proceso en entrevistas, y son aprendizajes que deberían quedar fijos antes de lanzarse a escribir o a producir. Sobre eso también pivota la verosimilitud.
En tiempos en que las series son parte de nuestra cotidianidad, e influyen en la subjetividad, en los comportamientos, valores y construcción de identidades y aspiraciones; producciones como Calendario destacan entre tanto producto de mala calidad disponible. Pero también lo hacen en comparación con otras producciones cubanas –lo cual merecería otro análisis. Una maestra creativa, un joven repentista, un estudiante en la necesidad de trabajar para la economía familiar, una madre que persigue la dignidad a pesar de la escasez, dotan a Calendario de un mensaje al que debemos atender, no solo para mirar y evaluar nuestro entorno, sino también como ejemplo de su abordaje en televisión.
Calendario nos convence. Logra crear la ilusión de que asistimos a algo real, coherente con lo que vivimos, y eso, huelga decirlo, teje la cualidad de lo verosímil. Con solo cuatro capítulos emitidos, ya es una serie de éxito.
Tomado: Versión de Cubanow
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