El pasado 13 de agosto, cumpleaños 88 de Fidel, fue presentado por Abel Prieto, en el Pabellón Cuba, el libro de Abel Enrique González Santamaría El destino común de nuestra América, publicado por la Editorial Capitán San Luis, del Ministerio del Interior. Se trata de un texto profusamente ilustrado, con palabras introductorias del propio Prieto, que aborda sintéticamente el azaroso itinerario seguido por América Latina y el Caribe en la construcción de la unidad, para lo cual se remonta al desarrollo de sus civilizaciones autóctonas y concluye con la fundación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Al incuestionable atractivo del texto se une el valor de las imágenes ?algunas muy poco divulgadas, como el mapa de los territorios mexicanos arrebatados o adquiridos por los Estados Unidos, o el de Bolivia antes de perder su salida al mar? y la valiosa recapitulación de los países miembros de la CELAC, con datos actualizados, provenientes de fuentes confiables, que incluyen nombre oficial, capital, cantidad de habitantes, fecha de independencia y principales renglones económicos, entre otros, además de su ubicación en el mapa. Resulta admirable la síntesis lograda por el autor en su ameno relato histórico, capaz de arrojar luz sobre informaciones ocultadas o manipuladas por los tradicionales libros de historia, y, fundamentalmente por la sistemática labor mediática de los grandes centros emisores de información del mundo.
Propongo repasar al menos 20 verdades silenciadas o tergiversadas que se exponen en El destino común…:
1. Los pueblos originarios de América Latina y el Caribe alcanzaron un altísimo grado de desarrollo económico, tecnológico, científico, filosófico, administrativo, social, político y cultural, y hoy mantienen ese importante legado en las respectivas sociedades y naciones donde están presentes sus diferentes etnias.
2. El proceso de colonización europea en América se inició con una invasión —todavía se intenta llamarle “descubrimiento”—, dirigida como una gran empresa de genocidio y saqueo a los pueblos originarios americanos, que enriqueció durante siglos a Europa hasta lograr su régimen “subdesarrollante”.
3. La implantación del sistema colonial esclavista europeo en América, a sangre y fuego, fue brutal y despiadada con los integrantes de los pueblos africanos extraídos en horrorosas cacerías, transportados por los barcos negreros, desarraigados de su origen, despojados de su cultura y tratados como animales de trabajo.
4. La primera revolución en América Latina y el Caribe fue la de Haití, que condujo en 1804 a una república y contribuyó, junto con las ideas difundidas por la independencia de las Trece Colonias y la Revolución Francesa, al inicio del proceso independentista en el resto de la región.
5. Los Estados Unidos de América —nombre intencionalmente confuso— se declararon “neutrales” en 1810 frente a la independencia de las nuevas repúblicas hispanoamericanas, y en el caso de Cuba y Puerto Rico, trataron por todos los medios de postergarla hasta que “la fruta estuviera madura” para caer en sus fauces.
6. El sueño de la unión latinoamericana y caribeña no es nuevo, pues comenzó a forjarse desde finales del siglo XVIII y principios de la siguiente centuria por el peruano Juan Pablo Viscardo, los venezolanos Francisco de Miranda y Simón Bolívar, el cura mexicano Miguel Hidalgo y otros muchos patriotas de la América hispana.
7. Simón Bolívar, El Libertador, lo primero que divulgó fue un decreto para abolir la esclavitud, muy poco mencionado, y comenzó a luchar por la igualdad como base de la justicia social en la nueva república.
8. Bolívar no dejó de luchar hasta su muerte por la integración de los pueblos latinoamericanos y caribeños, a lo cual se sumaron otros patriotas de ese momento, como el chileno Bernardo O’Higgins, el hondureño José Cecilio del Valle o el venezolano Antonio José de Sucre, hasta que el sueño se expandió a varios confines de la geografía regional.
9. Entre las múltiples causas que frustraron el sueño bolivariano para una gran confederación de estados hispanoamericanos, se encuentra el sistemático boicot de los sucesivos presidentes de los Estados Unidos, expresado como triunfo en el Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826, que incluyó el interés de que Cuba y Puerto Rico se mantuvieran españolas.
10. Después de la muerte de Bolívar en 1830, a los intentos de unidad de algunos visionarios hispanoamericanos se opuso sistemáticamente la política de Washington, más allá de factores adversos de carácter interno, como los intereses de las oligarquías y los nuevos gobernantes de las nacientes repúblicas, de que en ellas prevaleciera la separación, es decir, la división.
11. La caída de Texas en manos de Estados Unidos hizo que el chileno Francisco Bilbao, en 1856, desde París, bautizara a la zona americana continental al sur del Río Bravo como “América Latina”, una expresión unitaria nacida de la identidad frente a la voracidad imperialista norteamericana.
12. El camino de la independencia de Cuba fue abierto por la rebelión del negro liberto José Antonio Aponte en 1812 y por las prédicas emancipadoras del cura católico Félix Varela, el primer intelectual revolucionario cubano.
13. Durante el siglo XIX se intentó en varias oportunidades lograr la unidad caribeña y centroamericana mediante confederaciones. La Confederación de las Antillas, por ejemplo, fue enarbolada por los puertorriqueños Ramón Emeterio Betances y Eugenio María Hostos, así como por el cubano Antonio Maceo y el patriota dominicano Gregorio Luperón. Otras personalidades con diversos proyectos unionistas centroamericanos tampoco tuvieron éxito.
14. La continuidad del proyecto bolivariano fue retomada por José Martí, especialmente en el ensayo “Nuestra América” —un programa de integración que hoy es todavía una aspiración—, a raíz de la Conferencia Monetaria Internacional celebrada en Washington en 1891, que dejaba listos los instrumentos financieros de dominación imperialista para la política norteamericana del panamericanismo.
15. La penetración económica de Estados Unidos en América Latina y el Caribe fue instrumentada con diversas políticas como la del Gran Garrote, la Diplomacia del Dólar o la del Buen Vecino; posteriormente se estableció mediante las conferencias de la Organización de Estados Americanos (OEA), “el ministerio de colonias yanquis”.
16. El sentimiento antimperialista se generalizó en la región latinoamericana y caribeña a partir de los años 20 y 30 del siglo pasado, y surgieron líderes que encabezaron diversos procesos revolucionarios. Un ejemplo paradigmático fue Augusto César Sandino, el General de Hombres Libres, en Nicaragua, quien derrotó por primera vez a las tropas militares yanquis y planteó la necesidad de la “nacionalidad latinoamericana”. Otras importantes figuras en el poder fueron derrotadas por la acción directa o indirecta del imperialismo norteamericano: Antonio Guiteras en Cuba, Jacobo Arbenz en Guatemala, los brasileños Luis Carlos Prestes y Carlos Marighela...
17. Estados Unidos apoyó abiertamente las cruentas dictaduras militares represivas de América Latina y el Caribe, serviles a sus intereses, aunque fueran impresentables para la democracia y el Estado de Derecho; ejemplos sobran: Fulgencio Batista en Cuba, Marcos Pérez Jiménez en Venezuela, Anastasio Somoza en Nicaragua, Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana…
18. El derrocamiento de la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista en Cuba en 1959 por una rebelión popular encabezada por el Movimiento 26 de Julio y otras fuerzas revolucionarias, no fue solo el inicio de un proceso de emancipación económica, social, política y cultural en Cuba, sino el comienzo de una etapa de unidad e integración latinoamericana y caribeña, así como la apertura hacia el desmembramiento de los instrumentos tradicionales de dominación neocolonial. Se activó la lucha armada como vía para derrotar a las oligarquías obedientes a los intereses norteamericanos. Y también surgieron otras vías de transformación para edificar sociedades más justas, como los movimientos patrióticos de los generales Juan Velasco Alvarado en Perú y Omar Torrijos en Panamá; las independencias alcanzadas por antiguas colonias en el Caribe, y la llegada al poder por la vía electoral del presidente chileno Salvador Allende, asesinado por un golpe de estado militar asesorado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
19. A partir de los años 80 del siglo XX, en medio de la lucha contra el neoliberalismo, la Revolución Cubana reimpulsó los procesos de integración latinoamericana y caribeña; declinó reincorporarse a la OEA y participó en las Cumbres Iberoamericanas. Fidel libró la batalla contra la deuda externa de la región y el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), y con el triunfo de nuevos líderes como Hugo Chávez en Venezuela, Luiz Inacio Lula da Silva en Brasil, Daniel Ortega en Nicaragua, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Néstor Kirchner en Argentina, entre otros, se crearon nuevos mecanismos de integración. Fidel y Chávez, artífices de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), comenzaron a materializar el sueño de Bolívar y Martí.
20. El nacimiento de la CELAC constituyó un momento histórico definitivo en el camino de los libertadores y ha sido el jalón más importante para lograr la patria grande que nos une, dispositivo esencial para alcanzar el equilibrio en el mundo frente a los grandes bloques hegemónicos y garantizar paz estable, desarrollo autosustentable y felicidad para los pueblos latinoamericanos y caribeños.
Estas verdades, entre tantas que el texto abunda, están enfatizadas con ilustraciones y razonamientos sencillos de entender, pero ni las imágenes ni las síntesis pueden sustituir a las argumentaciones de lecturas más amplias, por lo que el texto de Abel Enrique González Santamaría es solamente una invitación para llegar a libros de mayor despliegue informativo. Es imprescindible que el lector advierta dos aspectos esenciales en El destino común de nuestra América: la enorme similitud por la que estamos unidos y los múltiples peligros que se corren en una separación. Se ha enfatizado mucho en que nos une la lengua, pero este texto demuestra que desde la historia más remota hasta la más reciente, hay muchos más factores de unidad que avalan ese destino común. Los imperios permanecen y han permanecido unidos hasta en sus nombres, como Estados Unidos y Reino Unido; Europa ya se llama Unión Europea: ¿Por qué seguimos siendo los “estados desunidos del sur”? América Latina y el Caribe, con economía autosustentable, políticamente independientes, pueden desempeñar un papel dialogante en el actual mundo policéntrico y emergente; de lo contrario, desaparecemos. Poseemos tradiciones sostenidas en el amor a la libertad, en la conviviencia con culturas diferentes que hicieron posible el mestizaje y en el respeto al derecho ajeno; entre nuestros pueblos no hay contradicciones que no puedan ser arregladas en la mesa de negociaciones y existe una disposición cada vez más creciente por trabajar juntos en la nueva casa. Este texto sostiene con argumentos la posibilidad de cumplir el sueño de nuestros próceres.
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