En esta edición de la Jornada Villanueva rendimos homenaje al Maestro entre Maestros, a Vicente Revuelta Planas, actor, director, diseñador, investigador, pedagogo, fundador de la institución teatral cubana más importante del siglo XX: Teatro Estudio, la cual nació en 1958 y extendió su vida por más de cuatro décadas de fructífera existencia.
Vicente debutó muy joven como actor, apenas dieciséis años (Prohibido suicidarse en primavera, de Alejandro Casona, 1946, personaje El amante imaginario), y ya desde entonces su labor llamó la atención de la crítica teatral. Unos pocos años después incursionaba en la dirección artística (Recuerdos de Bertha, de Tennessee Williams, Grupo GEL, 1950) y, siguiendo una formación autodidacta durante toda su vida, excepto una breve temporada en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, fue capaz de acumular una vastísima cultura.
Se destacó por su curiosidad, su pensamiento inquieto y profundo lo cual le permitió que, a pesar de proceder de una familia sumamente humilde, si bien amante de la cultura, consiguiera determinados medios – siempre en una situación de extrema precariedad—para superarse y convertirse, ya en 1956, en una figura de interés dentro del teatro cubano.
En 1953 se las agenció para realizar un viaje a Europa, siguiendo la ruta de sus amigos Tomás Gutiérrez Alea (Titón) y Julio García Espinosa quienes iban a estudiar cine a Cinecittá, en Roma, y este viaje, aunque nunca pudo incluir la mítica meca cinematográfica le proporcionó el conocimiento del Teatro Nacional Popular (TNP), de Jean Vilar y Gerard Philippe, sus principios de relación con la comunidad, su estética, su política de programación; también puso a su alcance la literatura marxista y la obra, teórica y dramatúrgica, de Bertolt Brecht, entre otras experiencias sensibles y otros conocimientos.
Al regreso comenzó a colaborar con la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, estuvo al frente de su Sección de Teatro y publicó unos modestos Cuadernos Teatrales a la par que organizaba Seminarios de Discusión, e incorporó a su vida la dimensión política. Esto le posibilita preparar junto con García Espinosa, para 1956, una versión de Juana de Lorena, de Maxwell Anderson, que ya se abría a la realidad concreta del país. Constituyó la comprensión del sentido social del Teatro, del Teatro al servicio del enriquecimiento y crecimiento del ser humano; una concepción asumida con suma amplitud, que no le abandonará nunca y que, en su caso, le hará transitar por diversos caminos y le pondrá en contacto con variados paradigmas teatrales.
Su método de estudio, de análisis y apropiación de las nuevas propuestas teatrales tuvo siempre por centro la práctica teatral. No existía teoría alguna sin la prueba de la práctica. El conocimiento se adquiría en acción. De este modo estudió con detalle y puso a prueba rigurosamente las bases del método stanislavskiano con el estreno en Cuba, en 1958, de Viaje de un largo día hacia la noche, del dramaturgo norteamericano Eugene O’Neill. Durante el proceso de montaje un suceso absolutamente inédito anunció tempranamente la audacia y vehemencia del joven director. Trabajando sobre el segundo acto de la obra se percató de que algo no estaba bien planteado en el precedente y, sin miramiento alguno, decidió remontarlo. El espectáculo resonó en el ambiente teatral de La Habana y dio lugar al surgimiento oficial del grupo teatral Teatro Estudio y su Academia de Actuación y Dirección, donde se formarían, entre otros, Sergio Corrieri, Roberto Blanco, Ernestina Linares a la vez que se convertían en sus primeros profesores, pues no existía otra manera en aquel entonces y no había mejor modo de aprender que enseñando.
El triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959 resultó decisivo para el desarrollo de las artes y la cultura en Cuba y, en especial, para el teatro cubano. No solo permitió la formación de nuevas compañías teatrales sino que dotó al teatro, y a la creación artística en general, de los recursos económicos imprescindibles para su existencia, en forma de salarios, instalaciones, financiamiento y talleres para las producciones de espectáculos. Pero también permitió el estudio activo de la obra de Bertolt Brecht y la presentación a las mayorías de sus espectáculos. De esta manera Vicente se entrena en el segundo gran sistema teatral de la época, que es la propuesta brechtiana de escritura teatral, dramaturgia escénica y actuación. Participa de experiencias diversas relacionadas con Brecht, a veces como Director (El alma buena de Se Chuán, 1959; Madre Coraje y sus hijos(1961), Galileo Galilei, 1974), otras como actor bajo la conducción de otro director (El círculo de tiza caucasiano, UgoUlive, 1961).
En 1966 prepara y estrena La noche de los asesinos, del cubano José Triana, Premio Teatro en el Concurso Casa de las Américas 1965. La asesoría de Wanda Garatti para este trabajo lo acerca a los postulados del teatro de la crueldad (AntoninArtaud, Francia 1896 -1948). La puesta toma parte de la sexta edición del Festival de Teatro Latinoamericano convocado por Casa de las Américas. Un jurado internacional le otorga el premio (El Gallo de La Habana) como el mejor espectáculo. La obra es invitada al Festival del Teatro de las Naciones, en París y realiza una extensa gira por varias ciudades italianas, Bélgica y Suiza. Lo más significativo del viaje será el encuentro en París con los espectáculos del Living Theatre, una de las más conocidas agrupaciones de la vanguardia occidental, y la actualización de las tendencias más importantes de la escena internacional. Obtienen más información sobre el ya reconocido director inglés Peter Brook y sobre Joseph Chaikin y el Open Theater.
Vicente regresa a Cuba a fines de 1967 con la decisión de retomar el camino de teatro laboratorio que había dado origen a Teatro Estudio casi una década atrás. En la isla cuenta con un enorme capital simbólico a partir del estremecimiento que había significado la presentación de La noche de los asesinos y el éxito obtenido en la gira.No obstante, al interior de las filas actuales de Teatro Estudio se producen distintas reacciones. Algunos integrantes del colectivo se muestran interesados en tomar el camino de la experimentación mientras otros se manifiestan en contra. Raquel Revuelta, como Directora General, ha de tomar la decisión final. El grupo, transformado ya en compañía de repertorio, mantiene su derrotero. Como consecuencia, Vicente se marcha a su casa. Un número de actores abandona la institución dispuestos a iniciar un nuevo camino.
Este será el inicio del mítico Grupo Los 12[1]al cual, poco después se incorporará Vicente como su legítimo conductor. Esta vez la exploración tiene por objeto la propuesta de Teatro Pobre del director polaco Jerzy Grotowski. Siguiendo los postulados teóricos y el sistema de entrenamiento práctico del libro Hacia un teatro pobre, del propio director, a lo cual se suman algunos otros ejercicios de Brook y de Chaikin, se pone en sintonía la escena cubana con las búsquedas del momento.
De acuerdo con los puntos de partida de este nuevo sistema que consideraba los arquetipos culturales propios de cada cultura, la experiencia incorporó también elementos de las vertientes afrocubanas de la nuestra en el entrenamiento sicofísico con la colaboración de Tomás González, la profesora Teresita González y los portadores Manuela Alonso y cantores y bataleros del Conjunto Folklórico Nacional y, como colofón de esa etapa, realizó una peculiar lectura del Peer Gynt, de HenrikIbsen.
Vicente dio por terminada la empresa en octubre de 1970, justamente a los dos años de su inicio. Los descubrimientos y logros serían parte del acervo personal profesional de todos sus participantes a través de sus vidas y Vicente, en particular, seguiría su exploración personal, infinita, en las labores de preparación de las puestas en escena que acometería durante los años próximos, en particular en Las tres hermanas(1972) y en La conquista de México(1972), una experiencia grabada solo en quienes participaron en ella, de tal poder de combustión que no ha quedado ni en las cronologías oficiales.
El actor y director continuó hasta los albores del tercer milenio realizando puestas en escena y, sobre todo, se mantuvo desarrollando talleres y estudios a veces hasta con uno o dos jóvenes discípulos. El 10 de enero de 2012 se produciría su partida hacia lo eterno.
De forma explícita fue el artista escénico que experimentó y contribuyó a promocionar en la Isla las tres propuestas de reformación del arte teatral occidental que se sucedieron en la época que le correspondió vivir: Stanislavski, Brecht y Grotowski. Con una perspectiva dialéctica tomó de su aprehensión de cada una de ellas lo que pudiera resultar un instrumento creador para cada experiencia artística o pedagógica futura.
A partir de tal comprensión ecuménica del arte de la escena, lo caracterizó el sentimiento de inconformidad con lo que consideraba veleidad y falta de compromiso profesional en buena parte del gremio así como con la organización del sistema teatral, la política de estrenos y programación de las obras (que solo podían mantenerse hasta tres semanas en escena haciendo caso omiso de la reacción de los públicos y los reales procesos de maduración de los espectáculos) y la forma en que se entendía la relación con los públicos, factoresque, en su opinión, distaban de favorecer el óptimo desarrollo del teatro y su nexo con el espectador. Echó siempre de menos el poderse acompañar de un verdadero grupo teatral en el sentido de entrega a la profesión y de la existencia de relaciones entre sus miembros caracterizadas por la transparencia, la ética más alta y la solidaridad; la ausencia de una verdaderacomunidad de personas interesadas en dedicarse a la indagación teatral por medios artísticos con rigor y profundidad.
Fue un perenne investigador, un estudioso del comportamiento, los sentimientos y las relaciones humanas. Un cultor intransigente de su arte y un humanista en toda la extensión del término que siempre estuvo unos pasos por delante del resto de nosotros. Buscó la entrañable compañía humana a través del arte de las tablas, un arte sin fronteras, difícil y delicado en extremo, para el cual demostró disponer de extraordinarias facultades que lo hicieron un artista excepcional. Más allá de los límites y las contradicciones propias de cada quien como ser humano, en lo personal no ceso de preguntarme si en nuestra compleja circunstancia de país subdesarrollado (lo cual, como se sabe, compromete la superestructura y la subjetividad) fuimos capaces de brindar las condiciones necesarias para el desarrollo pleno de un talento semejante en el ámbito de un arte tan complejo, porque es inconcebible en soledad, porque cuando se ejecuta de modo genuino involucra íntegramente a la persona, y si nuestra promoción de sus sutiles saberes, sus logros y sus hallazgos estuvo al nivel que aquellos merecían. “Nadie es profeta en su tierra”, nos advierte el conocimiento popular, acaso la interrogante pueda resultar útil hacia el futuro.
[1] Ver Esther Suárez Durán. Los 12: las sorpresas de la memoria, Ediciones Unión, La Habana, 2016.
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