Voces por un silencio


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Voces por un silencio

Suenan los tambores batá, el canto en lengua yoruba los acompaña; África, el barco negrero, látigo, hombres y mujeres de gruesa nariz, pelo crespo, piel oscura; oscura, macabra la intención, esa azúcar teñida de sangre negra; látigo, cepo, muerte; resuenan los tambores, lucha, 1868, otra sangre, cubana, esa mezcla de África- España que intentan dividir: blancos y negros, la condición; 1902, el águila nos pica, nos devora mientras más agria es la azúcar, el color, Color cubano, Guillén, todos somos unos; Pedro Ivonnet, Martín Morúa, Evaristo Estenoz, Juan Gualberto Gómez, color, partido, miradas distintas; 1912, muerte, sangre cubana riega la tierra que da la caña de azúcar, pugnas ente hermanos… voces.

Son las voces, Voces de 1912 que el actor Jorge Enrique Caballero y Ritual Teatro Cubano, han querido reunir en un fin de semana, -- demasiado pequeño para hacernos volar por la historia de gente con mala historia—, en la sala teatro El Sótano, mínima también para la ocasión y abarrotada los tres días, uno de ellos con doble función. El pasado domingo 6 de agosto concluyó con multitudinarios aplausos y el pedido necesario de pronta reposición.

El reto, difícil, versionar un episodio complejo del pasado, del cual todavía hay que realizar estudios. La realidad, con todos sus matices, es implacable, pero, el arte también lo es. Y Enrique, con este unipersonal, ha convertido en arte un suceso vergonzoso del pasado como lo fue el linchamiento de miembros del Partido Independiente de Color, el PIC, en 1912, casi desconocido por las nuevas generaciones y que aborda un tema latente ahora mismo: la discriminación racial.

Sobre ese particular del abordaje de la historia pregunté al intérprete, aquí su respuesta:

“No pretendemos dar una clase de historia, si la obra motiva que la gente busque el hecho histórico, estamos ganando, esas es la primera ganancia que vamos a tener. La obra no toma partido de ninguna de las posiciones de esa época ni de la contemporaneidad, nos acercamos desde la parte emocional y sensorial, los horrores de la guerra es la máxima de esta obra”.

“A partir de ahí, los puntos que divergen darán un espectáculo que le habla a la gente desde un punto de vista olvidado: el cuánto se ha perdido cuando se sufre emocionalmente y, sensorialmente, el qué nos queda en la piel, las marcas; siempre incitando y llevando el mensaje final que, mientras llevemos a cabo este ritual, si no cantamos todos, si no portamos la vela y hacemos el mismo rezo, no se cerrará el hueco en la tierra”.

El artista parte de acuciosa investigación sobre lo escrito del llamado Levantamiento Armado de los Independientes de Color, tal vez, incité al abordaje de lo no escrito, urge una auténtica validación sobre el hecho desde otras aristas, más allá de las divergencias y dicotomías entre los fundadores del PIC y algunos patriotas de la época sobre posiciones estéticas en torno al lugar del negro, recogidas en la obra.

 

Asume esos personajes reales junto a las máscaras sociales e históricas que han acompañado a la discriminación racial, la distorsión entre el intento de una equidad étnica y social con este en contraposición a un ejercicio práctico de desplazamiento, escarnio e ignorancia, muy bien disfrazado.  

Para ello la puesta apeló por un escenario enjuto, donde un altar y las ofrendas al pie de este, conforman la escena a la que se suman los músicos, quienes ejecutan en vivo su interpretación. El actor va interpretando los diversos personajes a través de una liturgia en la que la música y las luces, a la vez que transiciones, juegan rol protagónico. Tal vez, ameritaba un escenario más cargado de atmósfera dramática que respaldara el ritual y la actuación de Enrique, quien carga a cuesta esa intensidad, muy convincente y llena de tonalidades.

Válido el intento de aunar voluntades, de situar la mirada sobre ese flagelo de la raza, de recordarnos que la exclusión, el desprecio, la segregación, no pueden ser toleradas ni amañadas sutilmente “en una Cuba soñada por todos, pero, a pocos correspondió, desfavoreciendo a las negras y negros”, según reza en texto al programa.

Nos queda  remitirnos a la historia pasada y hacer historia desde el presente con la aceptación de considerarnos todos iguales.   


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