Al cumplirse este 19 de mayo ciento veintiséis años de la caída en combate de José Martí en Dos Ríos (1895-2021), hemos creído oportuno recordar tan señalado aniversario dando a conocer la obra de reconstrucción pictórica del archiconocido óleo Muerte de Martí, de Esteban Valderrama, llevada a feliz término por Armando Morales Ramírez, restaurador del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana. Esta pintura concebida por Valderrama a los veinticuatro años de edad y presentada en el Salón de Bellas Artes de 1918, fue destruida por el propio autor ante la crítica adversa que recibió tanto de destacados intelectuales, como de otros “críticos improvisados y detractores gratuitos”,[1] de los que siempre abundan en toda época. Sin embargo, por esas paradojas de la vida y del arte, esta pintura ha sido el referente por antonomasia de nuestros medios de comunicación para dar testimonio visual del histórico hecho desde entonces a la fecha.
Tales bases históricas, estéticas y comunicativas se conjugaron en nuestro joven restaurador-pintor con una motivación mayor, rehacer la obra perdida de Valderrama, luego de una visita que hiciera al Memorial “José Martí” con sus compañeros de aula de la carrera de Conservación, Restauración y Museología en la Universidad de las Artes (ISA). “Aquel día ―recuerda Armando― llegué emocionado a casa y comentándole a mi madre sobre la visita, le incitaba a que me aportara más de lo aprendido. Quería saber cómo murió Martí; pero, no lo que ya sabía, quería algo más, quería encontrar en la historia el motivo por el cual Valderrama atentara contra su propia pintura”. La madre, profesora y martiana, en aras de darle respuesta a sus preguntas, luego de una ardua búsqueda, encontró uno de los tantos artículos que he escrito sobre el tema, en este caso, en particular, el que publiqué bajo el título “El pintor de la Muerte de Martí”.[2]
A decir verdad, Martí fue quien me presentó a Armando, tal y como Valderrama le presentó a Martí al joven estudiante durante su inolvidable visita al Memorial. Todo empezó al dar inicio a sus investigaciones para llevar a vías de hecho el portentoso trabajo de reconstrucción de una obra pictórica que, con excepción de dos fotos en blanco y negro: la del catálogo de la exposición de Bellas Artes y la de El Fígaro (3/2/1918), y la tricromía de la portada de Bohemia (24/3/1918), no tenía otros testimonios visuales sobre los cuales apoyar la verdad de su más que riesgoso proyecto reconstructivo.
En mi caso, algo parecido me había sucedido, cuando a inicios del presente siglo empecé a hacer la selección de obras que integrarían mi Antología visual: Martí en la plástica y la gráfica cubanas (Editorial Letras Cubanas, 2004). ¿Cuál de las tres reproducciones antes citadas era la más fiel a la verdad de la propuesta pictórica de Valderrama? Finalmente, me acogí al interés del artista digital Guillermo Bello, a quien involucré en una nueva versión ―aún inacabada― de la Muerte de Martí. Y a ella también se remitió Armando. Hoy por hoy, pienso que el único resultado que pudo sacar de esta última pesquisa, fue el conocimiento de mis textos martianos relacionados con nuestra historia del arte en general y la de Valderrama en particular
Según me confesó Armando, su trabajo pictórico lo inició un 19 de mayo de 2020 y lo concluyó un año después, el pasado 28 de enero. Ese día me llamó por teléfono, para anunciarme la muy esperada noticia. Tenía que ser así, de la efeméride de la muerte a la del nacimiento, y no a la inversa. El resultado ha sido más que óptimo. La responsable investigación, el minucioso quehacer reconstructivo a tamaño real ―el único dato factible de certeza de todo lo conocido hasta hoy del destruido lienzo― y, sobre todo, el amor que le puso a “su pintura”, son evidencias de que lo hecho por el joven Armando Morales, es la más seria aproximación hasta el presente de la que fuera la obra más controvertida de las expuestas en el Salón de Bellas Artes de 1918.
A propósito, una vez destruida, ni por asomo Valderrama volvería a retomar el tema. ¿Llegó a considerar justos los señalamientos hechos por la crítica adversa, en razón de su formación y condición academicista? Conjeturas aparte, se impone una verdad: es la obra más importante de Valderrama, y una de las más conocidas de la historia del arte cubano del período republicano, a pesar de su inexistencia física. Paradoja esta última, que hace más que meritorio todo acto de recuperación a partir de los referentes mediáticos aludidos de la misma. Pero, hay algo más, y no menos importante, lo hecho por Armando Morales Ramírez, en plena pandemia, evidencia también la vigencia del género Martí y su continuidad en el quehacer de nuestras últimas generaciones de artistas. En tiempos tan difíciles y complejos, alienta sobremanera que un restaurador-pintor de treinta y dos años de edad, haya tenido no solo tal interés por la obra martiana, sino también tal voluntad de vida y de patria. Aceptemos lo hecho por Armando, como lo que es, un regalo de manos de la presente generación a todos los cubanos, los de hoy y los de mañana, a 126 años de la caída en combate de nuestro Hombre Mayor en Dos Ríos. “Honrar, honra”.
[1] Varona, Franco. Génesis de un cuadro notable. El Fígaro, 24 de febrero de 1918, p. 240
[2] Bermúdez, Jorge R. “El pintor de la muerte de Martí”, en Librínsula, Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, no. 250, noviembre, 2009.
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