Y ese ritmo cómo se llama…


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Se ha preguntado usted alguna vez cuántos ritmos cubanos han surgido en el mundo y que son totalmente desconocidos en Cuba, tanto que ni siquiera son mencionados cuando se hace un recuento histórico de la música cubana. Se ha preguntado, igualmente, si ha existido algún compatriota, músico por supuesto, cuya influencia en la cultura de un país o una determinada zona geográfica haya sido fundamental en la cultura de ese lugar donde se ha establecido.

La respuesta, la clásica respuesta a estas dos preguntas, está en el ambiente; de modo unánime todos piensan en Dámaso Pérez Prado y el mambo dentro de la cultura mexicana; en Antonio Machín y el culto a su voz y figura en España; y por obligación en Mario Bauzá.

Solo hay un detalle: la respuesta es incompleta. Hay, existen, un músico y un ritmo más; solo que para la gran mayoría de los estudiosos, promotores radiales e historiadores es desconocido; prácticamente nulo. Me atrevo a afirmar que nunca han escuchado su música u oído hablar de él. Su nombre Isidro Benítez y el ritmo en cuestión es el Manaqué.

Corrían los años noventa cuando Helio Orovio y Radamés Giró decidieron hacer una “encuesta silenciosa” entre algunos músicos, estudiosos y promotores radiales buscando respuesta a esta pregunta que surgió en una de aquellas tardes de tertulias en el bar Hurón Azul de la UNEAC.

Reunidos en aquella mesa, además de quien esto escribe, estaban el Dr. José Loyola (en ese entonces vicepresidente de la UNEAC), el compositor Rodulfo Vaillant y don Manuel Villar. Eran los días del Festival de boleros y como parte de su visión a futuro se pensaba dedicar la siguiente edición a homenajear a figuras  cantantes del sur del continente; y especialmente al chileno Lucho Gatica. Sin embargo; según el parecer de ellos –los sabios-- el asunto no estaría completo si no se incluía la obra de Isidro Benítez dentro del programa, sobre todo por el hecho de haber sido el adelantado que dirigió, y promovió en Argentina y en Chile, fundamentalmente, por más de cincuenta años el gusto y consumo de la música cubana y del jazz.

¿Pero, quién era ese tal Isidro Benítez y qué papel jugó en el asunto de difundir la música cubana en Chile? ¿Cuánto sabían o conocían los medios sobre su trabajo musical?

Confieso que para ese entonces yo nunca había escuchado su nombre ni conocía el ritmo Manaqué. Era uno más de aquellos a los que pensaba consultar. Solo que la curiosidad me puso en el mismo lugar del gato: a punto de morir.

Fue entonces que lancé sobre Helio y Radamés una batería de preguntas sobre el tema. No quería que mi nombre figurara en “la lista que estaban preparando”. Además, debía buscar toda la información posible; y el primer recurso fue acudir a la vieja colección de discos de vinilo que existía en la que fuera la casa de mis abuelos maternos. Allí, polvorientos había decenas de discos de los más diversos géneros e intérpretes; algunos los había conocido por la escucha reiterativa de mi abuelo y otros por el hecho de que sus portadas me llamaran la atención en mis años de infancia. Y, Eureka, allí estaba un disco editado por la RCA en el año 1952 de una orquesta llamada Isidro Benítez y Los negros de Cuba: Bailando el Manaqué.

No voy a negar que desconociera la existencia de esa orquesta. Radamés la menciona en su Enciclopedia y los datos sobre ella son escasos, solo afirma que se fundo en el año 1926 para cubrir un contrato en Chile y que su director era el saxofonista Isidro Benítez.

A pesar de la oposición de mi tía –salvaguarda de todo el patrimonio familiar posible en ese entonces—logré llevarme el disco para escucharlo en mi casa. Fue entonces que ocurrió la magia de la escucha: se trataba de un son con cierto sonido raro y muchos pasajes de jazz. Algo así como un “primo bastardo del mambo”, solo que más sincopado en que, el saxofón era el principal protagonista y con un estribillo –por ese entonces mutaba su nombre a coros—pegajoso. Era una música hecha a la medida del público de Suramérica que no estaba totalmente familiarizado con el resto de los ritmos cubanos y a los que posiblemente el mambo les resultara arrollador para sus buenas costumbres.

 Y lo más importante: se podía bailar en pareja; cosa que no ocurre con el mambo.

Solo que el ritmo Manaqué era algo más que una moda en Chile; era un homenaje al terruño de Santo Domingo en la central ciudad de Villa Clara y en especial a un lugar llamado Manacas. En él se resumían los lamentos de sus antepasados que alguna vez fueron esclavos o marcharon a la manigua; incluía esa nostalgia por ese pedazo de tierra isleña que había pisado una sola vez desde que salió en 1926.

Isidro Benítez era mucho más que el Manaqué. Lo descubrí en cierto libro perdido en uno de los anaqueles de la Biblioteca Nacional. Fue por años, el director musical de Josephine Becker en sus presentaciones por toda Suramérica; y como hombre de jazz era el anfitrión de Duke Ellington en sus visitas a Chile donde abrió el primer club de jazz de aquel país, y todo un conquistador de corazones “entre las niñas del barrio alto”.

Pero era un perfecto desconocido en Cuba. A diferencia de Antonio Machín o de la misma orquesta de Mario Bauzá o Pérez Prado, su música no se escuchaba en la radio a menos que Manuel Villar le programase en su programa Memorias.

Su orquesta  Los negros cubanos, fue la escuela de muchos músicos chilenos --algunos de los cuales  soñó con viajar a Cuba-- que se fueron integrando a ella en la medida que pasó el tiempo; fue la anfitriona perfecta el día que Las Estrellas de Fania desembarcaron en aquel país a mediados de los años setenta y fue la compañera ideal de la Aragón en su primer viaje a Chile en el año 1971; incluso se cuenta que fue Aniceto quien promovió y provocó el viaje de Rafael Lay y sus músicos para que los chilenos escucharan buena música cubana, tanto que se quedó con una copia del repertorio de la Aragón que alternaba con el suyo propio; eso sí no podía faltar el Manaqué como cierre de las presentaciones.

La idea de la encuesta se fue diluyendo en el torrente de la vida cotidiana, en sus urgencias; mas Helio volvió una y otra vez sobre el tema, sobre todo el día que tuvo en sus manos una biografía bien documentada escrita por un periodista chileno que dedicó a esa tarea sus esfuerzos.

Para ese entonces la figura de Isidro Benítez volvía a ser popular en Chile gracias a un homenaje que le hicieran algunos músicos que le habían acompañado por los diez años de su muerte. Solo les faltó viajar a Cuba y visitar su tierra. Incluso se republicaron algunos de sus discos que volvieron a tener el mismo éxito de ventas que la primera vez.

El Manaqué estaba en el ADN cultural de parte importante de los chilenos, le consideran su aporte a ese complejo mundo que es la música cubana y el jazz; era el gol necesario para poder asumir que ellos, también podían presumir de un poquito de Cuba, de su música y de su cultura.

Yo, por mi parte un buen día me vi formando parte de la familia de Isidro Benítez al casarme con una de sus sobrinas nietas. Entonces, para ganar el favor de mi suegra hube de regalarle aquel disco que atesoraba mi familia (para ese entonces mi tía ya había entregado su alma al creador) como dote matrimonial.


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