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Yanira Marimón Rodríguez: Hablar de Literatura Infantil es simplificar la literatura


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Yanira Marimón.

Yanira Marimón (1) nació hace años en “La ciudad de los puentes”, la llamada “Atenas de Cuba” y pienso que en su literatura para niños late mucha de la poesía inmanente de la misma ciudad donde vieron la luz bardos tan trascendentes como José Jacinto Milanés hace más de dos siglos o ese mito viviente que es Carilda Oliver Labra. Además de su magnífica poesía, con solo dos libros para la infancia, Yanira Marimón merece figurar entre las personas que con su obra han hecho sustantivos aportes al desarrollo de esta serie en nuestro país. Desde que la descubriera hace años con su hermosa novela Donde van a morir las mariposas, presentada al Premio Calendario; supe estar en presencia de una narradora que es todo corazón, que desviste sus vivencias en el relato de manera sentida, sencilla y sincera, como debe ser. De sus razones para acercarse a los libros para niños nos habla hoy nuestra entrevistada, como siempre, con la pasión y el lirismo, a flor de labios…

 

¿Existe para ti una literatura infantil? ¿Una LITERATURA? o simplemente ¿Literatura para personas?




Para mí existe solo LITERATURA, así con mayúsculas. La buena, la que queda en nuestras mentes y corazones, no distingue género ni público. Sigo amando El principito, La Edad de Oro, Platero y yo, Corazón, Paulina, el mundo y las estrellas o Pippa Medias Largas con la misma intensidad con que los amé cuando tenía 11 o 12 años. Supongo que esa sea la literatura, la que nos hace seguir amándola y recordándola a pesar del paso inexorable del tiempo. Hablar de Literatura Infantil es simplificar la literatura. Comprendo que un niño, por supuesto, no pueda leer o comprender determinadas obras para adultos, que hay libros apropiados para ciertas edades. Pero eso es otra cosa. Literatura, para mí, es una sola: la que estremece o devela la belleza oculta.

 

¿Qué piensas de la infancia?

 

Para mí es la raíz más profunda de nuestra existencia y el tiempo más complejo de la vida (junto a la adolescencia). Es el tiempo de la inocencia, pero también el de los miedos infinitos, en el que no podemos entender con exactitud cuestiones esenciales, en el que nos hacemos miles de preguntas sin respuestas. Si la familia que nos tocó es una familia relativamente “normal”, estamos salvados; pero si es una familia disfuncional, la infancia puede convertirse en una etapa traumática que deja huellas imborrables en nuestra personalidad. Y hay que ser entonces muy valientes para salir ilesos de ella. Buscar recursos, caminos, asideros. Uno de estos asideros puede ser la lectura, una vía de escape, de plenitud, de salvación.

 

¿En tu concepto los niñ@s leen hoy día más o menos que antes?

 

Es evidente que los niños de hoy leen muchísimo menos que los niños de antes. La lectura es una vía extraordinaria para formar nuestro carácter, para orientarnos, para definir sistemas de valores. Para mí la lectura fue eso, una ayuda maravillosa para entender, amar y enfrentar la vida. En la actualidad compiten con la lectura elementos que en apariencia son más interesantes o atractivos, como los videojuegos, el desmesurado consumo de los audiovisuales, los animados, las series para adultos, que ven también los niños. Si le unes a esto que el ejemplo de los padres es a veces casi nulo, que no tienen el hábito de leer, el fenómeno se complica hasta desplazar la lectura a zonas muy poco favorecidas.




¿Qué piensas del tono que deben tener las historias para niñ@s?

 

Cualquier tono puede ser válido o necesario. Lo importante es que sea literatura sincera, espontánea, bien escrita, llamativa para el niño. Los niños son más suspicaces e inteligentes de lo que podamos imaginarnos. Ellos saben percibir qué es un libro bueno.

 

Se suele decir que en cada libro que se escribe va un gran porcentaje de la personalidad de su aut@r. ¿Eres tú parecido a alguno de los personajes de tu obra?

 

En realidad, aprovecho la escritura de mis libros infantiles para colarme de nuevo en la piel de la niña que fui. Mis personajes se parecen mucho a mí, o a mis hijos, o a algunas personas que he conocido y han dejado una huella importante en mi vida. Me encanta la literatura vivencial, la que parte de las experiencias. Considero que cada escritor tiene una deuda que saldar con su tiempo, y la mejor manera de hacerlo es dejando testimonio escrito de una sensibilidad, de una manera de sentir, más que de situaciones meramente sociales o económicas, por ejemplo. Esos sucesos varían constantemente. Lo que sentimos es eterno. Volvamos a leer Romeo y Julieta, o Corazón, y nos daremos cuenta que no importan la época, las circunstancias económicas o sociales. Lo que queda después de esas lecturas es una especie de sensación conmovedora, de recuerdos hermosos que tienen que ver con los sentimientos más que con otras cosas.

 

¿Cómo concibes idealmente a un autor para niñ@s?

 

Me gustaría muchísimo que fueran siempre seres buenos, sensibles, que amaran de verdad a los niños, la infancia, la vida. Que estuvieran absolutamente comprometidos con su tiempo. Me encantaría que fueran plenamente conscientes de la enorme influencia que pueden ejercer en la personalidad de muchos niños, que su literatura puede ser incluso un asidero o una brújula en esta etapa de la vida.

 

¿Reconoces en tu estilo alguna influencia de autores clásicos o contemporáneos?

 

Seguramente mi estilo es la mezcla de influencias de muchos autores hacia los que profeso un amor eterno. Pero con mi propia visión de la vida y con toda la sinceridad de la que puedo echar mano.

 

¿Cuáles fueron tus lecturas de niño?

 

Leía de todo. Leía mucho. En mi casa había muchísimos libros. Es lo que más recuerdo de mi niñez: libros regados por todos los sitios. Mi padre nos traía a mi hermano y a mí cajas y cajas de libros infantiles, la mayoría, de uso. Recuerdo los libros de bolsillo con historietas de Disney: El pato Donald, Deysi, Goofy. Mickey. Me encantaban esos libros, su olor, su textura. También me extasiaban las leyendas de la antigüedad, las historias de Julio Verne, los libros sobre marcianos, de Geografía. Esas lecturas ayudaron muchísimo a formar mi carácter, me orientaron, me salvaron de la mediocridad.

 

¿Quién es tu héroe de ficción?

 

Robin Hood.

 

¿Quién, tu villano?

 

Cruela de Vil.

 

¿Cómo insertas tu obra dentro del panorama actual de la llamada literatura infantil cubana?

 

Creo que soy más bien una poeta que a veces siente nostalgia por la niñez y por eso escribe esos libros. Nada más.

 

¿Qué es lo que te desanima?

 

Ver que hay algunos escritores establecidos que se autodenominan “escritores para niños” y que no aman realmente a los niños, sino que han encontrado en esa escritura solamente un medio de vida. Eso es triste. También me desanima que los niños de hoy lean tan poco.

 

¿Qué atributos morales piensas que debe portar consigo un buen libro infantil?

 

Debe ser, en primera instancia, honesto. Un buen libro infantil debe enseñar a vivir, a descubrir la belleza oculta, debe enseñar a los niños a ser fuertes y buenos, debe tener una dosis adecuada de simpatía, optimismo y sinceridad.

 

Aparte de tu profesión actual, ¿qué otra cosa te hubiera gustado ejercer?

 

Me hubiese encantado ser misionera o monja.

 

¿Qué profesión nunca ejercerías?

 

La medicina. Cuando veo sangre, me desmayo.

 

¿Podrías opinar de la relación autor-editor?

 

Algunos creen que la edición es una profesión que no se agradece, que hay ingratitud hacia la figura del editor. Para mí casi siempre la relación con el autor ha sido hermosa y fructífera. Tengo muchas satisfacciones cuando edito un libro. Pongo lo mejor de mí para que el texto quede casi perfecto, para que el escritor esté complacido. Y siempre aprendemos uno del otro. Así debe ser; de otra manera, editar un libro no tendría sentido.

 

Si tuvieras que salvar solamente diez libros de un naufragio ¿cuáles escogerías? ¿Alguno de los que has escrito?

 

Oh, no, para nada. Salvaría Los conjurados, de Borges; la Poesía Completa de Martí; La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera; Los miserables, de Víctor Hugo; Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago; Seda, de Alessandro Baricco; la Poesía Completa de Miguel Hernández; La Biblia; Crimen y castigo, de Fiódor Dostoievski y el Diario de Ana Frank. En realidad, para ser absolutamente sincera, salvaría muchos más.

 

 

Nota:

(1) (Matanzas, 1971). Editora y escritora. Ha publicado: Donde van a morir las mariposas, (Novela para niños), Editorial Abril, 2005; La sombra infinita de los vencidos, (Poesía), Ediciones Aldabón, 2005; Poetas en Matanzas VI. Ediciones Matanzas, 2006; Contemplación Vs. Acto, (Poesía), Ediciones Matanzas, 2009; Tocar las puertas del cielo, (Novela para jóvenes), 2015, Ediciones Matanzas; Poetas en Matanzas VII. Ediciones Matanzas, 2015; y La fragmentada memoria, Editorial Letras Cubanas, Cuba, 2016. Entre sus premios más importantes destacan: Premio Nacional de la Crítica Literaria, Cuba, 2010; Primer Premio Certamen Poético Internacional Argentina Rubiera, España, 2016; Primer Premio Internacional de Poesía de la Fundación Somos, Miami, EEUU, 2016; Premio La Rosa Blanca al mejor texto, 2006; Premio de Poesía Delia Carrera, 2008; Premio Nacional de Poesía José Jacinto Milanés, 2009; Premio Extraordinario de Poesía por el Bicentenario de Plácido, El Peregrino, 2009; Premio del I taller de la joven poesía cubana, Camagüey, 2004; Premio de Poesía de los Juegos Florales, Matanzas, 2005 y Premio Calendario, 2004.


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