Tercera entrega de nuestra zaga dominical en el tema del baile. Hora de ver en escena a las parejas seleccionadas (y/o sustituidas) en escena; tiempo para que la creatividad de los coreógrafos se manifieste y que se disfrute de una vez por todas de los bailes populares cubanos. Eso sí, desde la perspectiva (¿?) personal de cada uno de ellos. Hora de que el jurado disfrute el uso de la siega o la guadaña; según sea.
A escena las primeras ocho parejas y con ellas ocho interpretaciones distintas de los bailes y ritmos populares cubanos; que si nos atenemos a las definiciones, escuchamos mambos, cha cha chá, rumbas y algunos sones.
Musicalmente se cumplió uno de los postulados de ese “súper objetivo propuesto”: música popular bailable cubana por encima de todo y cubriendo todos los géneros posibles. En materia de bailes… en ese campo fue donde las golondrinas no hicieron primavera.
Definamos algo que puede y debe ser importante a la hora de calificar y juzgar a los bailarines: en Cuba hay, desde hace algún tiempo un divorcio entre la academia clásica, la danza y lo popular marcado por prejuicios inexplicables; no importa que haya obras donde coincidan; se trata de feudos que no han cuajado como un estado-nación y nos mantienen en una guerra fratricida dentro de la cultura nacional. Y aunque parece estarse superando esta incompatibilidad de caracteres –que también llega a la enseñanza musical –esto aún no se refleja a nivel creativo.
El ejemplo más notable es que los varones estudiantes de ballet hoy quieren llegar al nivel de un Carlos Acosta o cualquiera de los grandes nombres masculinos del ballet cubano; en el caso de las niñas los nombres harían una larga relación. Mas en la danza no hay esos paradigmas. Lo mismo ocurre con el baile popular.
La ausencia de ídolos, ejemplos a imitar deja coja la posibilidad de que hay una fuente de inspiración. A ello sumemos que la maquinaria de comunicación del ballet lo ocupa todo; como diría cierto poeta.
El ánima de Sonia Calero parece estar condenada al olvido; y qué decir de la energía de Cristi Domínguez que en determinado momento apostó por las escuelas de danza para repoblar el Ballet de la TV . Pero sigamos.
Ocho parejas salieron a escena y cuatro vieron truncadas sus posibilidades de seguir en la pista. Debo decir que coincido en casi todo con la selección del jurado (qué raro!); excepto en un detalle: en los programas de participación jugar al ajedrez es como tentar a la ruleta rusa; y esa es la suerte que dejaron a la pareja número cuatro (4) cuando la enrocaron por la número uno (1). Pero dedal sabe lo que cose y aguja lo que empuja.
Santiago, viejo zorro del baile popular y la danza, no dejó margen a los errores conceptuales de los coreógrafos cuando de bailar lo cubano se trata y aquí comparto su observación: y el changüí, el cha cha chá y el mambo no fueron aprendidos en la escuela; no están de alguna forma presente en lo que se baila hoy en las plazas por los hombres comunes. La universidad de la calle también cuenta. Es penoso que los coreógrafos no hayan logrado que sus pupilos bailaran esos ritmos adecuadamente; no importa que fueran “enmascarados” con giros, saltos y otras piruetas que por momentos mataron la esencia y la belleza de esas formas musicales. Hay que bailar lo que suena y hacerlo en clave.
Estar fuera de clave y/o de ritmo, sin importar lo creativo y no conocer los pasos básicos de los bailes cubanos preocupa… preocupa…
No quisiera terminar estas notas sin hacer mención a dos momentos dentro del programa que llamaron la atención de los televidentes.
El primero y más trascendente fue la presencia de Aurora Bosch presentada por Santiago Alfonso a los concursantes. Todos sabemos quién es ella y su impronta en el ballet cubano; pero haberle dado minutos de TV a su magisterio es como dar cinco jonrones en un juego un mismo bateador. La honra es, con humildad, abrir el corazón a quienes nos rodean y de los que somos deudos.
El segundo y menos feliz fue el querer contarnos la historia del baile de Casino a medias, o mal contada. Aquí la producción se comió algunas “congas” con el tema investigativo. Me pregunto que vendrá después; digamos cuando se trate de la rumba y su constante evolución musical y danzaria. No olvidar que para cada ritmo en música cubana existe un baile directamente proporcional a él desde sus comienzos; y para el Casino no hay un ritmo; no sé de quién es el festinado argumento de que las orquestas, conjuntos y jazz band escribieron música para los bailadores de casino. No lo recuerdo. La desinformación es una puerta giratoria a la ignorancia y si hay cierto dolo en ello, eso puede ser delito de lesa cultura.
Un programa de TV de estas características lleva conductores… pero de ellos ni me acuerdo.
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