24 de junio: Último Jueves dedicado a Diálogos entre arte y política


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"Al final, creo que la importancia del diálogo entre arte y política consiste en formar nuestro mundo".

Último Jueves: Diálogos entre arte y política

Panel a distancia, desarrollado a través de nuestros grupos de Whatsapp

Panelistas:

Orlando García. Historiador. Presidente de la UNEAC, Cienfuegos.                               

Magda González Grau. Realizadora de cine y TV. ICRT.                                               

Fernando Rojas. Historiador. Vice Ministro, Ministerio de Cultura.                                   

Jennifer Hosek. Profesora de Estudios Culturales. Queens University, Ontario, Canadá.                                    

Gretel Arrate. Artista visual. Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño, Santiago de Cuba.                                                                                                                                    

Osvaldo Doimeadiós. Actor, guionista de TV, director teatral.


Preguntas al panel:

1. ¿Cómo definir el diálogo entre arte y política?

2 ¿En qué niveles? ¿Entre artistas e instituciones? ¿Entre el significado de las obras de arte y su representación en el campo de la política?

3. ¿Qué problemas principales afectan el diálogo arte-política?

4. ¿Qué les recomendaría a los artistas para dialogar con los políticos? ¿Y viceversa?


1. ¿Cómo definir el diálogo entre arte y política?

Orlando García: El diálogo entre arte y política debe caracterizar los esfuerzos y negociaciones para enrumbar la Revolución en Cuba hacia el socialismo que tiene entre sus planteamientos esenciales la democratización de la cultura para alcanzar la justicia social y el pleno ejercicio del derecho a la libertad con responsabilidad, que debe operar en las conductas de los individuos de las vanguardias artísticas y políticas. Este enfoque resalta desde los tiempos iniciales del Gobierno Revolucionario, cuando se crearon varias instituciones culturales que estimularon notablemente tanto la producción artística y literaria, como la profesionalización del trabajo artístico y la promoción de los creadores de mayor jerarquía.

Articular lo político y lo cultural, sin descuidar lo económico, lo social y lo ideológico, forma parte indispensable del sustrato de concertación de la política revolucionaria para lograr la hegemonía del pueblo. La complejidad e importancia de las relaciones entre arte y política condujeron a consolidar los intercambios, debates, confrontaciones y discusiones de ideas entre las autoridades políticas y gubernamentales de Cuba y los artistas y escritores de diversas generaciones y tendencias estéticas.

El poder socialista exige un sistema de instituciones culturales para la aplicación de una política cultural que contribuya a conformar un ser humano, como diría Graziella Pogolotti, “capaz de establecer un diálogo crítico con la producción cultural contemporánea” y por ende, recordando a Fidel, que disfrute la cultura como “instrumento de liberación”. La vanguardia artística y literaria ―organizada en la UNEAC desde agosto de 1961―  ha venido participando, junto a los actores políticos, en la elaboración y aplicación de las políticas culturales del país, cuestión que permitió superar errores en el accionar institucional y reajustar lineamientos. De esa manera, la esfera política aseguraba paulatinamente el mejor desempeño de una estructura estatal para la implementación de la política revolucionaria dirigida a la difusión masiva de la cultura.

Magda González: El diálogo entre arte y política es muy difícil, pero a mi juicio no es imposible. Estoy hablando de uno que no necesariamente debe llevar a posiciones concordantes, puede ser uno donde el arte defienda puntos de vista no reconciliables con posiciones políticas, pero si se establece con respeto, con responsabilidad, sin prejuicios descalificadores de ambas partes, puede ser muy útil para el desarrollo de uno y de otro. De ahí su importancia, porque es un diálogo absolutamente necesario para ambas partes, para entender la realidad, que es siempre la fuente de inspiración, en primera o en última instancia, para las obras de arte, y para entender la representación de la realidad que aparece en esas obras de arte.

Fernando Rojas: La política es un campo de la actividad humana. Como cualquiera de estos campos, al arte le interesa y le importa. La política, si se refiere a la promoción de las realizaciones del arte —-por ejemplo, lo que llamamos en Cuba “política cultural”, aunque esta es mucho más abarcadora— tiene que dialogar con el arte y los artistas.

Jennifer Hosek: Para mí no hay nada fuera de la política. Es decir, todas las acciones y objetos tienen influencia en nuestro mundo. Entonces, como subconjunto de estas acciones, toda la producción artística también influye. Incluso el arte por el arte es político. Puede ser que este pretenda liberar los pensamientos de la gente, o puede que conserve la sociedad como es, pero seguramente el arte comprometido influye en el mundo.

El mundo consiste en diálogo, debate, lucha. Michel Foucault usó el término “discursos del poder”. El arte es un discurso del poder y participa en la arena de esos discursos que es el mundo.

Al final, creo que la importancia del diálogo entre arte y política consiste en formar nuestro mundo. El arte puede actuar de manera muy especial en la formación del mundo, porque la mayoría de la gente lo valora, tiene un capital cultural significativo en la mayoría de las sociedades; tiene voz. Quiero decir, aunque me aleje del tema, que hoy en día, en el mundo del white noise (ruido blanco) de los medios de comunicación, de las redes sociales, tal vez sería necesario un cartel que diga que “el arte todavía tiene voz”, que todavía no se pierde entre el white noise de las redes, dominadas por quien las controle con su poder de dinero.

La otra razón de la función inspiradora del arte, es que este es a la vez una expresión muy personal del creador y también pretende expresar sentimientos y perspectivas que tienen resonancia con su público. Generalmente se considera que el compromiso del arte con la realidad es más fluido, complejo y amplio que el que la política pretende tener. El arte tiene la libertad, y la responsabilidad, de redefinir la realidad; la política, por el contrario, puede tener como reto esa redefinición, pero tiene la responsabilidad de reconocer la realidad pues está encargada del bienestar real, cotidiano, de su pueblo. Con sus interpretaciones de la realidad, el arte es lo que impulsa a la política y al pueblo.

Gretel Arrate: El diálogo entre arte y política es en primer término, y desde mi punto de vista, hay que comenzar por contextualizar, si lo ejercemos en nuestro país, es decir, contexto Cuba, consideramos que el mismo es una herramienta absolutamente necesaria para la fluidez y el desarrollo generacional dentro del proceso de creación artística y el proceso político.

En el mundo, la política traza las pautas a seguir dentro de la sociedad, y el arte se encuentra dentro de esta como un ente activo, por ende, debe existir una comunicación continua, franca, inteligente; si esta correlación existe y es equilibrada, entonces el diálogo será fructífero y enriquecedor, aportará al desarrollo y se ganarán grandes batallas a pasos agigantados, pero si este diálogo se obvia, se ignora su necesaria presencia, y el control de la balanza está de parte de las clases dominantes, en este caso sería la política, entonces habrá anquilosamiento, irreconocimiento, para resumir, descontento, y para que este funcione debe existir un dar y tomar.

El tema del diálogo entre la política y el arte ha estado muy de moda en nuestro contexto actual, y casi todos coincidimos que el diálogo es importante para el obligatorio crecimiento cultural, y que con este crecimiento ganará de todas maneras el país.

El diálogo debe ser respetuoso, transparente, no debe ser sectario, más bien comprensible y flexible.

En diferentes momentos, desde Palabras a los intelectuales hasta la fecha, se ha dialogado con artistas e intelectuales a partir de Congresos de la UNEAC, de la Asociación Hermanos Saínz, y se han organizado uno que otro encuentro organizado por el Ministerio de Cultura, a los que han asistido sus invitados.

Pienso que el diálogo debe estar presente de manera vertical en todos los espacios de la cultura, y no sólo con el fin de saber qué se piensa, sino con el fin de saber qué se necesita y cómo solucionar los problemas.

Osvaldo Doimeadiós: Para mí la relación entre arte y política resulta crucial, en la medida en que establezcan como eje de discusión temas importantes para el desarrollo de la sociedad, que se sepan situar esas contradicciones y buscar la armonía entre esas contradicciones, suponiendo siempre que la armonía, como dijo un gran físico, era el acuerdo entre tensiones. Entonces, ese diálogo lo veo como un elemento movilizador, como un acelerador de partículas a nivel cuántico, casi como sucede con la física, pero lo veo también en un viaje diferente.

Por ejemplo, creo que hoy si algo sabemos que está en crisis es a veces la mirada vertical desde las instituciones, o desde la política, para ejercer el diálogo o para tramitar cualquier gestión de índole gremial. Por eso creo en el papel de la discusión entre arte y política para oxigenar todas las zonas del arte y de la sociedad en sentido general.

2 ¿En qué niveles? ¿Entre artistas e instituciones? ¿Entre el significado de las obras de arte y su representación en el campo de la política?

Orlando García: En la actualidad, las instituciones estatales muestran una mejor disposición a establecer un diálogo serio, según lo establecido por la máxima dirección del PCC, con los artistas y escritores de la vanguardia agrupada en la UNEAC y la AHS. La participación en él de los secretarios del Partido y los gobernadores provinciales determina un estilo de trabajo más dinámico en el análisis y solución en la práctica diaria de los problemas apuntados por los creadores de obra cultural de mayor relevancia y posicionamientos políticos ajenos a los “incorregiblemente reaccionarios”.

Lo anterior no presupone que exista una articulación efectiva entre el pensamiento de esos creadores y el expresado en los programas culturales de las instituciones, capaz de revertir esa especie de discontinuidad en el quehacer cultural cotidiano donde se expresa el hecho artístico y literario. Hay carencia de un enfoque sistémico en el abordaje de los procesos culturales en los diversos estamentos burocráticos de la cultura. Todavía los Consejos Asesores siguen cumpliendo una función meramente formal en el quehacer cotidiano del sistema institucional en el nivel local. De ahí que, en no pocas ocasiones, lo más experimental, novedoso y cuestionador de la creación artística y literaria encuentre obstáculos para su difusión, porque aflora, con nuevos ropajes justificativos, como apuntaba el Che Guevara, “lo que entiende todo el mundo, que es lo que entienden los funcionarios. Se anula la auténtica investigación artística”. Se sigue privilegiando, por estos funcionarios, la promoción de obras de temas laudatorios de la Revolución, en detrimento de la pluralidad de propuestas culturales de calidad y lecturas más complejas o críticas de la realidad social. La falta de conocimientos culturales profundos de muchos “cuadros y funcionarios políticos” determina que prime en sus decisiones los gustos personales y patrones culturales que remiten todavía a ideas dogmáticas y sectarias que venían del socialismo de la Unión Soviética y otros países de Europa oriental.

No resulta exagerado afirmar que todavía existen personas en cargos “decisores” que nunca estudiaron o entendieron el Discurso “Palabras a los intelectuales”, de Fidel, y mucho menos la aseveración de Carlos Rafael Rodríguez en el IV Congreso de la UNEAC: “Nadie tiene derecho a esperar. A cada uno le toca lo suyo. El Partido orienta, pero la UNEAC y sus miembros tienen su órbita propia, la inercia los hará culpables. No es momento de querellas sino de conjunciones, pero si hay inmovilidad oficial las armas de la crítica están ahí para usarlas”.

Magda González: Sobre los diferentes niveles donde se realiza este diálogo, el primero es entre los artistas y las organizaciones e instituciones diseñadas para ello. En Cuba, por ejemplo, el sistema de la cultura existe por y para los artistas, o por lo menos, en cada acta fundacional de ellas aparece esto más o menos explícitamente. Incluso en Palabras a los intelectuales Fidel plantea la obligación de la Revolución de garantizar que el arte se desarrolle plenamente, de esa idea surge la política cultural que garantiza escuelas de arte e instituciones que apoyen y favorezcan el desarrollo de esos artistas. De ella surge también la UNEAC, y años después la AHS. Entonces, es como el diálogo entre padres e hijos, diálogo esencial y obligatorio. En este nivel, el diálogo se supone sea más fácil, pues los que dirigen las instituciones y organizaciones, casi siempre, si no son artistas, han estado o están muy cerca de ellos.

Luego viene un segundo nivel, donde entran los políticos que no están al frente de las instituciones y organizaciones culturales, sino más arriba en la pirámide política. Ese se complica, porque en su mayoría, no quiero ser absoluta, los políticos no son personas avezadas en la interpretación del real significado de las obras de arte. De eso escribió el Che en El socialismo y el hombre en Cuba, de los funcionarios que no entienden y entonces descalifican sin profundizar. Ese análisis primario que se hace de obras de arte que resultan incómodas para una tendencia de pensamiento político es muy peligroso, pues se vuelve superficial si no media un diálogo con el artista. Se dice “él quiso decir esto, o aquello”, sin darle la oportunidad a los artistas de defender sus puntos de vista y el porqué del abordaje de un tema de una manera u otra. Así, cuando los políticos, en un análisis primario, descalifican una obra, es difícil que se produzca el diálogo necesario; descalificada la obra y el artista, se entiende que el diálogo no vale la pena, se usa el poder y aparece la censura, que es la peor herramienta posible porque siempre es un bumerang que le hace daño al político y le confiere automáticamente un valor extra artístico a la obra con el sabor de lo prohibido.

Fernando Rojas: Aquí hay, al menos, dos planos de diálogo. El diálogo entre artistas e instituciones es permanente y debe ser fecundo, en cualquier contexto en que exista una política cultural de Estado, como sucede, por ejemplo, en varios países de Europa, de América Latina, de Asia, y en Canadá.

Cualquier discusión sobre el significado de las obras de arte entraña la dificultad de que este siempre es polisémico. Solo el ejercicio de la crítica y la relación cada vez más intensa con el receptor —el público— hace de la percepción del significado un valor. Este aserto es una de las piedras angulares de la política cultural del Estado cubano, que apuesta por el más amplio acceso de la mayoría de la población a las mejores realizaciones de la cultura nacional y universal. Por ello, la representación en el campo de la política, o la relación de las obras de arte y los artistas con las instituciones, se verifican en el campo de la promoción y la circulación. La creación es libre y no puede ser de otra manera. De hecho, se dilatan las fronteras del acto creador y se rompen las convenciones largamente aceptadas de distinción entre las ramas y los géneros en el arte, lo que implica retos aún más difíciles para la crítica y el público, que deberían ser aprovechados para su disfrute y desarrollo más plenos.

Jennifer Hosek: La estructura de la sociedad en la cual los diálogos tienen lugar, influye mucho. Por ejemplo, en países donde los fondos para hacer el arte vienen mayormente de corporaciones privadas hay tendencia hacia una disminución importante de debates y diálogos. La razón es que, en estos casos, el arte se subordina a los deseos de la cultura dominante, como diría Gramsci, a la hegemonía. Por su parte, Antonio Negri habló de subsumisión por el capital, en nuestro caso, sería entonces que el arte es subsumido por los intereses de la gente cuya riqueza les hizo poderosa.

  Teodoro Adorno, pensando en Hollywood, en los Estados Unidos, y también en los medios de comunicación de masas bajo los nazis, habló de una industria cultural que promulgó y reafirmó la cultura dominante con sus estructuras de poder y privilegio.

   En países donde los fondos para el arte vienen de corporaciones privadas, es decir, donde hay pocos fondos públicos para esto, con frecuencia muchos de los debates radicales tienen lugar frente a públicos pequeños, no llegan al público mayoritario, al mainstream; es decir, que tienen poca influencia en las hegemonías. Hay excepciones, obviamente; recién en la era de Trump fue muy sorprendente que HBO haya realizado un documental en contra de la radicalización del gobierno de los Estados Unidos desde entonces.

Gretel Arrate: El diálogo transita de manera relacionada entre todos los niveles que se relacionan en este punto; desde mi punto de vista, es una red donde las instituciones estatales juegan un papel determinante conjuntamente con su dirigencia política, y a partir de este punto fluyen o no fluyen los conflictos o el dialogar; por ejemplo, si un creador entra en contradicción con la institución estatal automáticamente comienzan a juzgarlo a partir de cada uno de estos niveles, es decir, del significado de la obra de arte como transmisora de ideas, entre los criterios estéticos adoptados por la creación artística y los patrones de gusto, entre las atribuciones reconocidas como legítimas, y en fin, estos son los patrones, por lo general, donde se mueve el fenómeno del diálogo y el de juzgar a la creación artística; de la misma manera, si el creador es aceptado, es alabado por la institución estatal también va a ser juzgado a partir de estos mismos criterios pero viéndolos o buscándolos desde la parte positiva que tiene la obra y la creación artística, y entonces bueno, los conflictos que se establecen son asumidos desde otro ángulo, es decir, es una red que se entrelaza entre conflictos, conceptos, y que es lo que, bueno, provoca y activa el dialogar o no.

Sí, repito, la institución estatal y su dirigencia tiene mucho que ver con el éxito o no de este diálogo.

Osvaldo Doimeadiós: Esas relaciones entre arte y política las situaría en varios estratos. Creo que cualquier discusión tendría que venir por la propia comunidad donde se genera el arte, por eso me gusta pensar, al menos, en el proyecto que lidero en estos momentos, que es Oficio de Isla, Nave Oficio de Isla. Me gusta llamarlo “comunidad creativa”, en la que hemos establecido diversos núcleos creativos hacia lo interno, uno de música, uno de cine, uno de las artes visuales, otro de la danza y el performance, otro para el teatro y otro para los eventos que tienen un corte investigativo, o sea, para todo lo asociado a la investigación, a los talleres de formación y demás. Esa manera de organizarnos internamente va a generar el cruce de inquietudes desde cada uno de esos núcleos creativos. Por eso veo, en primera instancia, muy importante la discusión interna y después establecer esas conexiones a nivel grupal. Por eso decía en la primera respuesta que hay crisis a nivel institucional en cuanto al diseño vertical o a los modelos de participación que tenemos los artistas. Tenemos que dinamizarlos, y eso es crear otra estructura de participación, y, por ende, hacia lo político de cualquier discusión, de cualquier producción de todo tipo, de sentidos, de producción y circulación de espectáculos. Lo primero entonces sería hacia dentro de cada uno de esos núcleos, y después ver las relaciones entre esa comunidad creativa y los distintos gremios. A partir de ahí, vendría otro tipo de discusión y participación a nivel gremial, y luego esta tendría otro nivel de discusión con las instituciones, que podría ser entonces mucho más dinámico. Yo le otorgo el valor principal y movilizador a esa relación desde lo que se geste a nivel de comunidad de base, a nivel de comunidad creativa, a nivel de proyecto en cuestión. Sin eso, se quedaría como suspendido en el aire, como en una burbuja, cualquier otro tipo de participación. Son formas que agudizan esta crisis que yo mencionaba al principio entre la participación real de cada uno de esos elementos creativos a nivel de comunidad y a nivel del diseño transversal, que debe caracterizar la circulación de esos bienes creados desde la comunidad.

3. ¿Qué problemas principales afectan el diálogo arte-política?

Orlando García: El desarrollo de una insuficiente política de cuadros en la esfera cultural afecta notablemente el dialogo arte-política en el nivel de base de las instituciones culturales, eslabón esencial  de la estructura del Estado.

La vida cultural diaria devela todavía experiencias de verticalismo, rígidas normativas, improvisación y espontaneidad en la promoción y difusión masiva de la cultura. En eso influye la tendencia a prescindir de la participación de los artistas y escritores en la gestación de la toma de decisiones sobre aspectos fundamentales de la aplicación de la política cultural en las comunidades y municipios donde, en no pocas ocasiones, los cuadros y funcionarios carecen de los conocimientos necesarios para encarar el trabajo artístico y literario, respetando las jerarquías y promoviendo la auténtica creación. En eso influye la designación de dirigentes en las instituciones culturales a nivel de localidad, municipio y provincia solo teniendo en consideración principios de confiabilidad política, y que a veces encubren criterios de lealtades al jefe que lo promueve al cargo, cuestión que trae aparejado la falta de compromiso con la propia política cultural cuya historia de aplicación práctica ignoran y por ende los errores cometidos, por ejemplo, en el llamado “Quinquenio Gris”. Lo cual se ve agravado por la incorrecta preparación cultural, política e ideológica de dirigentes y funcionarios insertados en las instituciones del MINCULT en muchos de los territorios del interior del país.

Una mirada a los años transcurridos desde la creación primero del Consejo Nacional de Cultura y luego del Ministerio de Cultura puso de manifiesto la amplitud del proceso de desarrollo del talento en el ámbito del arte y la literatura, pero también saca a la luz los innecesarios problemas creados para encausar el dialogo con los artistas y escritores de mayor jerarquía en sus contextos locales y comunitarios debido a dirigentes y funcionarios incapaces, insuficientemente preparados para el ejercicio de su encomienda pública y carentes de la imprescindible sensibilidad para dialogar sin prejuicios.

Magda González: Primero, la falta de espacios para dialogar, esos cada vez escasean más o son inexistentes; la poca costumbre que se tiene del diálogo, de hacer el diálogo; la escasa preparación política y cultural de los dirigentes de la cultura y de los dirigentes en general, que los hace muy malos interlocutores con los artistas; la mirada suspicaz ante los diversos lenguajes artísticos de los políticos y la mirada también suspicaz de los artistas hacia los dirigentes.

Fernando Rojas: Suponer que puede coartarse la libertad de creación es uno de los problemas de la relación arte-política. La capacidad de difusión autónoma de cualquier creación humana ha crecido con el tiempo y hoy se realiza a toda velocidad por el intermedio nada inocente de Internet y las redes sociales. Ello ofrece al creador la oportunidad de ser su propio promotor y plantea un desafío enorme a la capacidad crítica del receptor.

Esas herramientas fueron diseñadas y expandidas desde el orden capitalista. Las grandes potencias favorecen e implementan su control. En términos de promoción y circulación de contenidos culturales, en particular artísticos, sirven a la hegemonía del pensamiento único que considera al capitalismo el orden natural de la organización de la sociedad humana y, en lo que respecta al arte, concede al mercado la capacidad de ser su único regulador. En condiciones de pobreza del razonamiento crítico y de despreocupación por el crecimiento de los públicos, tanto en el orden del desarrollo de capacidades de apreciación, como en el de la satisfacción espiritual más plena, someter la circulación del arte a los designios de la maximización de las ganancias significa más hegemonía del pensamiento único. En términos de política, esta concepción dizque asentada en la libertad de la circulación, que no es otra cosa que el sometimiento al mercado, significa la negación de cualquier tipo de política cultural de bien público.

Jennifer Hosek: El ejemplo de Adorno y su industria cultural nos indica el problema principal; obviamente la industria cultural de los Estados Unidos y la de los nazis son distintas, similares son el control de los fondos en las manos de pocos, los capitalistas y los dictadores, y distintos en estas sociedades son los niveles del poder de cada persona del pueblo, muchas veces llamamos este nivel de poder la democracia; cuando el poder cultural y material está compartido entre los participantes se facilitan diálogos importantes y significativos, también diálogos arte-política.

El reto es llegar a un nivel democrático en el cual se comparte el poder y se dialoga.

Gretel Arrate: Los problemas principales que podrían afectar el diálogo arte-política están dados a partir de la incomunicación generacional que se ha establecido, la desinformación, el desconocimiento, la incomprensión, la insensibilidad, que ha aportado mucho a las situaciones que se puedan producir sin tener en cuenta las ambiciones, las aspiraciones. Si usted tiene conocimiento, comprensión, sensibilidad, estoy segura que vamos a llegar a un gran acuerdo, y vamos a llegar a grandes cosas, y vamos a tener un diálogo comprensible, ameno y fructífero.

Osvaldo Doimeadiós: Creo que los problemas más graves que tenemos en esa relación entre el arte, los espacios que el arte genera y las instituciones y los políticos estarían en esa zona de parálisis que se ha establecido en esos diálogos, quizás en esa falta de llevar a término discusiones largamente postergadas y no resueltas a nivel gremial. Pienso en la ineficacia de los mecanismos creados por los sindicatos, por ejemplo, algo que arrastramos durante largo tiempo; pienso también en la no participación de los actores principales en la toma de decisiones a nivel de comunidad de base, o de su participación en la toma de decisiones a nivel institucional. Ese es uno de los problemas más graves que tenemos hoy y que hacen que hacia dentro de nuestras organizaciones o de nuestros grupos tengamos una baja confianza en la solución de esos problemas. Tendríamos que activar otras formas de participación política en la toma de decisiones, en la participación en los destinos y en la argumentación de planes para salir justamente de esos problemas. Yo creo en la creación de políticas de trabajo más autónomas o de formas de gestión más autónomas, pero también más interconectadas con los mecanismos que crea la propia cultura.

4. ¿Qué les recomendaría a los artistas para dialogar con los políticos? ¿Y viceversa?

Orlando García: Nunca dejar de hacerlo con honestidad, transparencia y sentido ético de la responsabilidad en el abordaje de cualquier tema para asegurar un clima de absoluta confianza mutua. Jamás perder la paciencia, ni mostrase como la conciencia crítica de la sociedad, con los interlocutores políticos aunque constatemos una insuficiente preparación cultural y posiciones de “ordeno y mando” en los intercambios, debates y polémicas.  Sin el dialogo entre políticos y creadores artísticos y literarios resulta imposible la correcta aplicación de la política cultural en un proceso socialistas donde la participación consciente de dichos actores de la sociedad resulta fundamental para fortalecer el sistema de relaciones con las instancias políticas y gubernamentales. Por su parte, a los políticos les sugeriría erradicar en la aplicación de la política cultural el llamado “dirigentismos” y estudiar con rigor científico la historia de la cultura surgida después del 1ro de enero de 1959. De esa manera entenderían mucho mejor que solo con un creciente apoyo político lo mejor de la producción artística y literaria podría insertarse  en la vida cotidiana de los ciudadanos cubanos desde ese pequeño, heterogéneo y singular universo que es la comunidad y el barrio. Le recomendaría utilizar el juicio sereno, la mirada crítica y el análisis desprejuiciado al encarar, sin omisiones y silencios premeditados como recurso del poder, la historia de la política cultural cubana, que afincada en el ideario martiano y fidelista, busca integrar orgánicamente a los actores políticos y a los intelectuales más relevantes del mundo de la creación artística y literaria. Volver una y otra vez al dialogo franco, abierto y plural que enriquece el movimiento de las ideas, debe caracterizar esa relación entre Política y Arte para alcanzar los consensos y asegurar la participación democrática de la masa de la población en Cuba porque, como apuntaba Graziella Pogolotti, la “cultura era ese espacio de diálogo en el cual se forja el ser de la nación, en el cual se forma la dimensión espiritual de la nación.

Magda González: ¿Qué recomendaciones para establecer un diálogo para ambos?, respeto, escuchar al otro, ponerse en el lugar del otro, entender las razones del otro, no descalificar a priori, despojarse de prejuicios. Esa sería la base de un buen diálogo entre arte y política.

Fernando Rojas: No tengo ninguna recomendación que hacer para el diálogo entre artistas y políticos, salvo si se desprendiera alguna de la lectura de los comentarios anteriores. Apenas añado que la labor de las instituciones dista de ser perfecta y necesita siempre de la mirada y la observación de los artistas. El diálogo entre ambos es imprescindible, sin prejuicio ni condicionamiento alguno.

Jennifer Hosek: En su famoso ensayo sobre la Ilustración, Immanuel Kant usó el término Mündigkeit, como una aspiración del ser humano. Este término es muy útil aquí. Se puede traducir como adulto maduro, también como desarrollado, confiable, responsable. Se puede propiciar con educación, y también cuando los bienes de la sociedad y el poder de la sociedad están compartidos. El reto que mencioné antes se muestra aquí como un poco circular también, entre compartir lo que tenemos y tener Mündigkeit, y también tener democracia, tener voz, es un reto.

Mi recomendación entonces para los políticos y para los artistas es luchar por actuar con este Mündigkeit, en la definición propia de este término.  Y entonces actuar con buena voluntad. Estas acciones, incluyendo debates y diálogos difíciles, serían entonces enfocados para mejorar las vidas de todo el mundo.

Gretel Arrate: Les recomendaría a los artistas para dialogar con los políticos, y viceversa, primero, no transgredir fronteras, el respeto, la confianza, la comprensión, la tolerancia, la inclusión y el compromiso; si estas aristas o estos aspectos se cumplen considero que va a haber un diálogo ameno, agradable y funcional.

Osvaldo Doimaediós: Les recomendaría a los artistas, primero, profundizar en cada uno de los problemas que crean más urgentes en su entorno, al menos identificar cuáles son los que tienen solución. A veces los problemas que nos parecen tremendos tienen una solución más próxima, o no son tan complicados como parecen.

Perseverar sobre todo en el diálogo con los políticos; también, gestar seminarios, eventos teóricos, que podamos invitar a esos políticos también a participar de ellos, a buscar soluciones, involucrarnos también en las distintas acciones que hagamos desde cada uno de nuestros proyectos. Eso puede generar otra empatía a la hora de resolver esos problemas, que conozcan a fondo esos problemas; y no hay que dejarse vencer por los problemas, cada día hay que levantarse y decir: “Podemos hacerlo, si nos organizamos sí podemos”. Involucrar a todos en el trabajo y en la toma de decisiones, en lo que debe ser una comunidad creativa.

Vengo de una profesión en la que el trabajo colectivo es importante, entonces hay que potenciar que en ese trabajo colectivo todo el mundo opine y ponga de su parte. Sería bueno involucrar a los políticos en esos procesos, que vean cómo suceden, buscar otras formas de gestión, de distribución, de realización, de investigación, puede ser útil y los puede hacer más sensibles a nuestros proyectos, y también ayudar a que esas políticas se dinamicen, se discutan, y ¿por qué no?, exigir que nos involucremos nosotros en esas tomas de decisiones que afectan o ayudan a la comunidad a desarrollarse.

 


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