Comienza el panel "Envejecer entre todos"


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"Vamos a dedicar estas dos horas a examinar la problemática de las personas de mayor edad, y en particular su interacción con la sociedad".

(A través del grupo en Whatsapp)

Rafael Hernández. Bienvenidos a Último Jueves, panel de discusión de la revista Temas, dedicado hoy a “Envejecer entre todos”. Así como en años anteriores, en este panel del mes de enero hacemos coincidir nuestro debate habitual con un evento que coauspicia la embajada de Francia en Cuba que se llama La Noche de las Ideas. Así que estamos presentando el panel de Último Jueves y La Noche de las Ideas conjuntamente. Vamos a dedicar estas dos horas a examinar la problemática de las personas de mayor edad, y en particular su interacción con la sociedad. Este es un tema que tiene muchas vertientes, y nos vamos a centrar en cuáles son las percepciones reinantes en la sociedad acerca de las personas mayores y cómo las personas mayores enfrentan a problemas específicos en esa relación con la sociedad, con su cultura cívica, con sus relaciones sociales.

Para hacerlo, naturalmente, estamos partiendo de que el conjunto “personas mayores” y el conjunto “la sociedad”, es muy heterogéneo. Es decir, cuando hablamos de las personas mayores tenemos que tener en mente que se trata de personas de diferente origen social; que se trata de personas con diferentes niveles de vida; que viven en lugares diferentes; que tienen una condición de género, un color de la piel; y que tienen además niveles educacionales diferentes. Todo esto hace que las formulaciones generales sobre las personas mayores aterricen en circunstancias y calidades de problemas diferentes.

Aquí hemos tratado de pedirle a nuestros especialistas, a los que forman parte de este panel, y a los que van a debatir desde el público que respondan considerando qué tienen en común todas las personas que tienen estas características diferentes en relación con el prisma de la edad. Cómo la edad filtra esta problemática y cómo la edad se convierte en una variable en la manera de relacionarse socialmente las personas.

Tenemos un panel especialmente dotado, formado por:

Patricia Arés Muzio. Doctora en Ciencias Psicológicas. Profesora titular y consultante Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Jefa de la sección de familia de la Sociedad Cubana de Psicología.

Pedro Emilio Moras Puig. Psicólogo. Máster en Psicología Social. Investigador del Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello y profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Se especializa en temas de participación y consumo cultural. Cuenta con más de 30 publicaciones en estos temas, entre ellas 6 libros editados por el ICIC y la UNICEF.

Jesús Menéndez Jiménez. Médico especialista en Gerontología y Geriatría. Máster en Salud Pública y Envejecimiento. Centro de Investigaciones sobre Longevidad, Envejecimiento y Salud (CITED).

Blandine Destremau. Socióloga francesa. Directora de Investigación en el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). Estudia el envejecimiento, los arreglos familiares, las relaciones intergeneracionales y la política social en Cuba.


1. ¿Cómo ha cambiado la visión predominante sobre el papel de la persona de mayor edad en la sociedad actual? ¿En qué se diferencia de la existente hace treinta años?

2. ¿Qué problemas más críticos afectan el rol y la imagen de los mayores de edad como personas y como ciudadanos de derecho en nuestra sociedad? ¿Cuáles son sus causas?

3. ¿Cuáles acciones específicas pueden contribuir a enfrentar esos problemas? ¿De qué y de quiénes dependen? ¿Cómo implementarlas?


1. ¿Cómo ha cambiado la visión predominante sobre el papel de la persona de mayor edad en la sociedad actual? ¿En qué se diferencia de la existente hace treinta años?

Jesús Menéndez. El hecho de que las personas mayores aumenten en número obliga a cambiar la visión que se tiene sobre ese grupo poblacional. Están comenzando a estar más presentes en el día a día de la sociedad.

La actual epidemia de COVID-19 hizo más visibles a las personas mayores, por su vulnerabilidad y el ensañamiento que ha tenido la enfermedad con los pacientes mayores. Y de forma más actual, una parte de las personas mayores ha cobrado más visibilidad aún ante la elevación de los precios, lo cual está siendo atendido estrechamente por el gobierno.

Creo que, para bien, ha aumentado su protagonismo, aunque aún existe una visión predominantemente asistencialista sobre ellas, tanto del Estado como de la sociedad civil. La mirada enfocada en el crecimiento de los gastos de seguridad social y de salud, sigue prevaleciendo e influye en el pensamiento social y puede lastrar lo que hacemos para lograr la sostenibilidad de nuestro proyecto social.

No obstante, lentamente, está comenzando a ganar espacio en la conciencia de la población y de los decisores, una posición de la persona mayor como una persona con derecho a construir su futuro, a participar en la construcción de la sociedad en la que vive, en la que, además de ser jubilados y abuelos, también son propietarios, padres, trabajadores, en fin, ciudadanos, aunque tengan necesidades especiales, debido a algunas condiciones de salud.  

La integración de las personas mayores como recursos económicos y sociales en la sociedad es un camino en construcción en el siglo XXI en nuestro país.

Patricia Arés Muzio. La representación social del viejo y de la vejez es una construcción colectiva que está enraizada en nuestro tiempo histórico, determinando actitudes y orientando estrategias. Cuba es una sociedad envejecida, un notable proceso de envejecimiento avanza con celeridad, hoy contamos con más de dos millones de adultos mayores. Por tal motivo, se ha venido trabajando por una cultura “de” y “para” el envejecimiento y se registran avances importantes en ello. En comparación con décadas atrás, la visión predominante sobre el papel de las personas mayores ha cambiado a partir de transformaciones importantes en la legislación, las políticas sociales, los medios de comunicación, programas de formación, atención y participación comunitaria, creación de instituciones y servicios de atención.

Actualmente se reajustan las políticas y acciones que desde hace décadas se aplican para garantizar un envejecimiento saludable y activo. Se trata de lograr una mayor visibilidad de los derechos de los mayores, mayor cobertura de bienes y servicios y un mayor alcance de las políticas sociales.

El adulto mayor, como sujeto de derecho, está declarado en la nueva Carta Magna, en el ante-proyecto del nuevo código de familia y en modificaciones del Código penal. Para su atención y cuidado, se realizan acciones de promoción, prevención, asistencia y rehabilitación coordinadas con el Ministerio de Salud Pública, el sistema de Seguridad Social, las organizaciones sociales y comunitarias y las propias personas mayores En tiempos de la Covid-19 se ha trabajado intensamente para dar protección y amparo a los adultos mayores que carecen de otros apoyos familiares.

No obstante, el país tiene grandes desafíos para atender a una población tan envejecida; se ha avanzado mucho, en comparación con décadas atrás, pero aún subsisten estereotipos negativos, problemas materiales, abundan barreras arquitectónicas en las ciudades, las jubilaciones son aún insuficientes, no hay un transporte colectivo adecuado, las Casas de Abuelos son escasas y los asilos tienen una capacidad mínima. La familia sigue siendo el puntal principal que sostiene el proceso del envejecimiento, lo que representa, al mismo tiempo, un factor protector y de riesgo, sobre todo para la mujer adulta media y mayor, sobre la que recae la mayor cantidad de cargas domésticas y de cuidado con aún pobre cobertura de servicios de apoyo a las mismas.

Pedro Emilio Moras. El adulto mayor o tercera edad se ubica a partir de los 60 años y es un período generalmente asociado al evento de la jubilación, que acarrea transformaciones en la vida de los individuos. Como toda etapa del desarrollo tiene limitaciones y oportunidades, entre sus desventajas se puede señalar afectaciones del estado de ánimo general, de la autovaloración, la seguridad y la satisfacción consigo mismo, reducción del círculo de intereses, unido a la disminución de las capacidades cognitivas y el deterioro físico; no obstante, la reestructuración evolutiva que se produce en esta fase no es únicamente un retroceso. Las potencialidades que acompañan a los capitales sociales y culturales previos de los sujetos, así como una mayor disponibilidad de tiempo libre son ventajas para una nueva inserción en la vida social.

En este sentido, la visión predominante sobre el adulto mayor ha destacado más sus limitaciones como seres dependientes y de escasa autonomía, lo que ha conducido a políticas asistencialistas que lo conciben como depositarios de influencias y de atención. No obstante esta visión ha variado paulatinamente en la sociedad con un mayor reconocimiento de sus fortalezas y presencia como grupo poblacional, ganando en visibilidad en proyectos de desarrollo local, programas socioculturales, medios de comunicación y en la sociedad en general.

Blandine Carmau. Aunque es difícil de generalizar, es común escuchar (tanto en Francia como en Cuba) la idea de que "en el pasado" las personas mayores eran amadas, respetadas y valoradas, que ocupaban un papel de conocimiento y experiencia, especialmente las que se habían comprometidas en acontecimientos históricos o que habían actuado como héroes o heroínas en sus comunidades, y habían hecho grandes esfuerzos por el futuro de sus hijos o por el advenimiento del progreso social o económico.

Es difícil percibir un posible cambio en los últimos treinta años como una "visión predominante" de la sociedad hacia las personas mayores. Me parece que hay un desfase entre la forma en que las familias hablan de sus padres ancianos (generalmente con gran afecto), la forma en que viven su vida (a menudo carente de cuidados y de compañía, especialmente en Francia) y las políticas públicas destinadas a darles un lugar adecuado y apropiado en la sociedad.

En el caso de Francia, podría decirse que la visión predominante resulta de una mezcla entre tres grupos principales:

a) "viejos-jóvenes" (60 – 75 o 80) dinámicos y activos, que son considerados una parte muy importante de la sociedad: consumen (bienes, servicios, viajes…), llevan una vida asociativa muy dinámica y desempeñan un papel muy importante en la solidaridad familiar (vivienda, cuidado de los nietos, ayuda material);

b)  "viejos-viejos", incapacitados y dependientes (alrededor de un 5% de ellos), objetos de cuidado, que se convierten en un problema para las familias y la sociedad, y pierden de facto algunos de sus derechos civiles;

c) y “viejos héroes” (80-100), que mantienen actividades físicas, intelectuales y sociales a pesar de su edad muy avanzada.

De las propias personas mayores, en los dos países, he oído a menudo que hoy en día reciben menos respeto y consideración de "los jóvenes" que lo que recibieron sus padres o abuelos (especialmente por ellos mismos como hijos o nietos) en su época; que se sienten más marginados como personas mayores que sus propios padres y abuelos una o dos generaciones antes. Además, la cultura social y familiar estaba más marcada por relaciones formales y de autoridad de la generación adulta sobre los jóvenes, que protegían el papel de los mayores. Así, su percepción de la visión predominante sobre su papel en la sociedad expresa probablemente una degradación en relación con el existente hace treinta años.

Creo que es importante distanciarse un poco de esta visión, que es bastante común. Son percepciones que se expresan en un momento dado, comparando los recuerdos del pasado con los sentimientos del presente. Estos recuerdos pueden expresar la nostalgia de personas de edad que lamentan sus años de juventud y de adultez, considerándolas como una "edad de oro"; hace treinta años, las personas de edad actuales tenían entre 40 y 60 años y estaban en plena posesión de sus capacidades y empleadas, cuando la pérdida de capacidades puede llenarles de desánimo.

2. ¿Qué problemas más críticos afectan el rol y la imagen de los mayores de edad como personas y como ciudadanos de derecho en nuestra sociedad? ¿Cuáles son sus causas?

Jesús Menéndez. Si bien en el artículo 42 de la Constitución de la República aparece la edad como posible causa de discriminación, existe el edadismo, que es como se conoce a la discriminación por la edad. Percibir a la población mayor como una carga ha sido y sigue siendo uno de los pilares del edadismo. El actual Código de familia no recoge prácticamente nada sobre las personas mayores, si bien en su actualización se propone que tenga una presencia particular, relacionada con la protección de sus derechos en la familia.  

Ganarse el respeto como personas activas social y económicamente puede no ser fácil para las personas mayores. En ocasiones, las propias familias se ven tentadas a sobreprotegerlos "por su seguridad", negándoles toda posibilidad y voluntad de libertad. Esta "protección" se manifiesta tanto a nivel familiar como social.

Muchos servicios toman posición basándose en sus necesidades y no en sus capacidades, sin tener en cuenta los deseos de los mayores. Con este enfoque, las personas mayores y sus cuidadores se pueden ver atrapados en un entramado social que le quitará sentido a cualquier enfoque activo y participativo, lo cual puede favorecer actos de negligencia, abuso y maltrato. Así, se corre el riesgo de crear, en nombre de la seguridad absoluta, proyectos de acompañamiento cuasi-infantiles y de apoyo estéril y sin sentido hasta el final de sus vidas.

Patricia Arés Muzio.

a) Visiones negativas que aún persisten sobre la vejez y el envejecimiento asociados a factores de índole subjetiva y objetiva.

La autoimagen de los ancianos y las funciones que ejercen no siempre se corresponden con las que la sociedad, inevitablemente, les otorga en términos de atributos negativos, según los cuales se le atribuye a las personas mayores un estado de decrepitud e inutilidad, denominándose a estos prejuicios como “viejismos”. Estos clichés son extraordinariamente importantes, no solo porque implican falsas creencias, sino porque tienen efectos perversos en las personas mayores, actuando como profecías autocumplidas.

Muchos de estos prejuicios aparecen de forma sutil, a través del discurso de exaltación de la juventud y la productividad, lo que de forma indirecta produce un modelo desvalorizado de las personas mayores, con el cual el viejo se identifica. La belleza, la salud, la rapidez están en la base de los valores de nuestra época y todas estas condiciones físicas son algunas de las que declinan a lo largo del ciclo de la vida. Se exalta entonces lo joven como lo bueno, de ahí que se promueva un “juvenilismo demagógico”, que habla de juventudes acumuladas o visiones triunfalistas y voluntaristas de que “joven ha de ser quien lo quiera ser”. En Cuba, y creo que en muchas partes del mundo, te ves joven o te conservas juvenil es un muy buen halago.

b) Factores objetivos Realidades sociales que pueden asociar al envejecimiento a un empobrecimiento o pérdida de autonomía económica, falta de prestigio y reconocimiento social.

La jubilación es insuficiente para garantizar la solvencia económica de los adultos mayores por lo que, desde los imaginarios sociales, es percibida como un proceso que te recluye en una suerte de empobrecimiento e inexistencia social, una desinvestidura de identidad al perder cargos y papeles sociales en caso de no poder recontratarse o seguir vinculado a un empleo.

El adulto mayor en Cuba teme a la dependencia, pues inevitablemente su sobrevida recae en la calidad de vida de algún miembro cercano de la familia, dada la aún insuficiente cobertura de servicios y cuidados fuera de la familia.

Los cuidadores informales (dígase aquellos que no son pagados) no reciben ninguna remuneración, lo cual afecta sensiblemente su capacidad de solvencia económica.

Pedro Emilio Moras. La situación social del desarrollo del adulto mayor conlleva un nuevo posicionamiento familiar y social donde pueden llegar a sentirse disminuidos, económicamente aislados, con problemas de habitabilidad y excluidos por la sociedad, lo que afecta el rol y la imagen como personas activas y la percepción de sus derechos en la sociedad. Sin embargo, esto no significa que ya no cuenten con capacidades que puedan ser potenciadas.

Los problemas más críticos son la disminución de su poder adquisitivo y los nuevos roles familiares y sociales que demandan de su reconocimiento a partir de aportaciones distintas pero igualmente valiosas.

Blandine Carmau. La opinión expresada por personas mayores sobre el deterioro de la visión de su papel e imagen en la sociedad no se basa, ciertamente, solo en los sentimientos y la subjetividad. Hay problemas reales que afectan al papel y la imagen de las personas mayores hoy en día.

- La devaluación del valor real de las pensiones de jubilación (su poder adquisitivo) de trabajadores jubilados de capas populares es un problema que afecta a la vida y a la imagen de los ancianos tanto en Francia como en Cuba. Vuelve a surgir la figura del anciano pobre, que las políticas públicas de ambos países habían intentado erradicar mediante políticas sociales proactivas. Muchos de ellos dependen de la ayuda financiera de sus familias, tienen que recurrir a sistemas de asistencia, ya no pueden mantener relaciones sociales significativas y viven en malas condiciones de vivienda. Esto concierne, sobre todo, a las mujeres, porque generalmente viven más que los hombres y porque su compromiso profesional ha estado sujeto a legados de diferencias de género (estas mujeres nacieron en las décadas de 1930 y 1940) y a obligaciones de cuidado de sus hijos y de sus padres ancianos.

- En Francia, la promoción (mediante políticas públicas, programas de televisión y, en general, una especie de ideología neo-liberal) de una vejez activa, feliz y comprometida con la vida cívica y asociativa sólo concierne a una parte de las personas mayores, que gozan de recursos físicos, materiales y sociales para corresponder a este modelo. Las personas mayores están sometidas al movimiento de aceleración y de la vida económica y social (e.g. menos empleados en las administraciones públicas, menos pequeñas tiendas de conveniencia y consolidación en los grandes centros comerciales). El cansancio, la falta de deseo, la pérdida de capacidades engendran una especie de vergüenza del envejecimiento y automarginación.

- En Francia, cada vez hay que hacer más trámites por medios electrónicos (tal como acudir a citas médicas, comprar un billete de tren, museo o espectáculo o realizar trámites administrativos) que las personas mayores tienen dificultades para aprender y necesitan equipos informáticos y conexiones a Internet. Esta tendencia ha ganado terreno desde el inicio de la pandemia de Covid. La brecha digital (social y por edad) dificulta en gran medida la autonomía de las personas mayores en la vida cotidiana y produce una forma de discriminación o exclusión por edad.

- Tanto en Francia como en Cuba, se ha reducido el número de hijos e hijas capaces de proporcionar los cuidados necesarios a personas muy mayores. La participación de las mujeres en el mercado laboral las está apartando de funciones de cuidadoras exclusivas que les dicta (o dictaba) la moral familiar y de género. Además, el modelo de convivencia intergeneracional se pone a prueba en cuanto a la movilidad de los jóvenes adultos (sobre todo para emigrar en el caso cubano y a otras regiones en el caso de Francia). En Francia, las políticas públicas tratan de proporcionar atención a los mayores en el hogar, pero en una medida muy insuficiente. Si no pueden pagar ayudantes privados, pueden encontrarse aislados y carentes de cuidados. Mucho más a menudo que en Cuba, las personas que han perdido sus capacidades cognitivas y físicas ingresen en hogares residenciales. A menudo, las condiciones de vida no son buenas, y la elevada mortalidad de los ancianos residentes en los hogares durante la pandemia de Covid ha llamado la atención sobre estas condiciones de vida.

3. ¿Cuáles acciones específicas pueden contribuir a enfrentar esos problemas? ¿De qué y de quiénes dependen? ¿Cómo implementarlas?

Jesús Menéndez. La actualización del código de familia mejorará el marco legal de la protección en el ámbito familiar de las personas mayores, aunque no en la sociedad en general.

Ya se está visualizando más a la persona mayor en los medios de difusión masiva. Esto debe continuar, evitando el enfoque paternalista y asistencialista de la atención a estas personas, y promoviendo sus capacidades y potencialidades más que sus posibles necesidades.

En la historia de la defensa de los derechos personales en el mundo, los de grupos particulares de personas se establecieron comenzando por los niños, los discapacitados y las mujeres, por ese orden. Los países más envejecidos ya tienen, o van camino de tener, cuerpos legales de protección de las personas mayores. En Cuba, esos derechos están recogidos de forma dispersa en los diferentes códigos y leyes que existen, por lo que considero que se impone la creación de un código o declaración que recoja explícitamente los derechos de las personas mayores en nuestro país. Ya existen algunos antecedentes sobre el tema. Asimismo, la promulgación una ley sobre envejecimiento sería muy deseada.

La existencia de este cuerpo legal, vinculante o no, es necesario pero no suficiente. Todo esto pudiera convertirse en letra muerta si no cambia la mentalidad de la sociedad y los decisores. Múltiples son los ejemplos de países de nuestra región que tienen legislaciones al respecto y donde las personas mayores son abandonadas a su suerte. 

Falta aún una cultura gerontológica, donde las familias y los servidores públicos veamos a las personas mayores como entes sociales participativos, productivos, como una persona más, que puede tener necesidades especiales, pero que también tiene espiritualidad y proyectos de vida y puede ser partícipe de un mundo mejor.  

Patricia Arés Muzio. En circunstancias de una economía frágil, con fuertes restricciones financieras externas, limitadas opciones de acceso a fuentes de inversión y de recursos, condicionadas seriamente por el embargo; el envejecimiento entraña desafíos importantes para la familia, la interacción comunitaria, el Estado y la sociedad cubana. Ello demanda ampliar y reorientar los programas sociales, sectoriales, de bienestar y salud que durante años han demostrado ser exitosos. Además de ampliar y reorientar lo ya existente, considero necesario tomar en cuenta lo siguiente:

1) No imponer visiones pesimistas ni triunfalistas en los medios de comunicación en el proceso de envejecer, sino posicionarse en visiones dignas, realistas y movilizadoras. Asumir a las personas de edad como sujetos de derecho, con garantía de oportunidades, disponibilidad y accesos.

2) Revisar las “teorías implícitas” sobre las personas mayores, que desde visiones paternalistas y asistencialistas lo asumen como objeto de atención y asistencia, en lugar de un sujeto de derecho con participación plena y responsabilidad ciudadana en el diseño de acciones y políticas.

3) Formulación de nuevas políticas sociales y sectoriales. Atención diferenciada a la vulnerabilidad. Seguir priorizando el tratamiento preferencial a segmentos en desventaja social.

a. Políticas de ayuda priorizada a los cuidadores, especialmente a la mujer de edad avanzada, quien soporta las mayores cargas durante épocas de crisis; tiene generalmente sobre sus hombros el cuidado de los adultos mayores, los nietos, los esposos, además de encontrarse activa en el mercado de trabajo.

b. Soporte y sostén priorizado a los adultos mayores que viven solos, hogares de tipo unipersonal, que son los que más crecen. Continuar perfeccionando los servicios y la proyección a esos hogares, mayoritariamente formados por ancianos solos

c. Seguir perfeccionando la política de vivienda. La convivencia obligada ha hecho de la vivienda una variable de conflicto. La relación entre familia y vivienda adquiere una relevancia particular en el bienestar y calidad de vida de los adultos mayores.

4) Promover una mayor visibilidad de diferentes formas de maltrato por acción u omisión en la familia y las instituciones.

5) Que el diseño de las investigaciones sobre este grupo poblacional tenga una visión transdisciplinar, dada la complejidad de factores involucrados, que considere el envejecimiento desde una dimensión sociohistórica, que tenga en cuenta los múltiples niveles de interacción entre el individuo y el contexto, además de visiones de género y otros ejes de disparidad social.

Pedro Emilio Moras. Las problemáticas identificadas dependen para su solución de la sociedad en general, de sus instituciones, programas de desarrollo y políticas públicas, pero sobre todo de los propios adultos mayores que deben empoderarse y reconocer sus capacidades y posibilidades. Enfrentar estos problemas implica involucrarlos e incentivar una participación más activa en la sociedad a partir de programas que los signifiquen y representen, atendiendo a sus demandas e intereses, y al reconocimiento de la diversidad cultural dentro de este grupo; estimular implicaciones más activas en procesos de toma de decisiones, ofertas dirigidas a este grupo y fortalecer su visibilidad como actor de desarrollo. En este sentido, la esfera cultural tiene muchas potencialidades para estimular su participación como consumidores, pero también como ejecutores y decisores de proyectos comunitarios.

Blandine Carmau.  En mi opinión, las respuestas pueden y deben venir tanto de los varios niveles de gobierno como de la sociedad en su conjunto.

- Una primera intervención (en Francia como en Cuba) se refiere a la mejora de las pensiones de jubilación, con el fin de permitir a los ancianos vivir con los ingresos que han obtenido a lo largo de su carrera profesional y mantener una independencia. Es importante que estas pensiones, que corresponden a derechos sociales, no den paso a medidas asistenciales individualizadas condicionadas a la falta de recursos (como ocurre cada vez más en Francia).

- En Francia, los derechos sociales de las mujeres que han dedicado toda o parte de su vida a "ayudar" a sus esposos (amas de casa, agricultoras, comerciantes) o a cuidar de sus hijos o padres ancianos han avanzado mucho. Se está formalizando el estatus de "cuidadores familiares". Pero todavía hay que avanzar en el reconocimiento del valor social del trabajo de los cuidados.

- Sin embargo, en el caso de las personas que no tienen una pensión de jubilación (especialmente mujeres) y que viven en viviendas degradadas o en condiciones de lejanía de los servicios públicos (zonas rurales), es importante fortalecer los programas de asistencia que actualmente solo proporcionan modestos suplementos de ingresos y escasa asistencia material.

- La mayoría de las personas mayores quieren vivir el final de su vida en casa. Pero la coordinación entre atención médica, cuidado del cuerpo, presencia, asistencia doméstica y alimentaria, socialización y apoyo social y cultural aún no está suficientemente reforzada, especialmente para aquellos que no tienen recursos económicos para pagar estos servicios por sí mismos. En Francia, muchos municipios están desarrollando esfuerzos para organizar la atención domiciliaria de las personas muy mayores en condiciones físicas, sociales y morales satisfactorias. Sin embargo, estas políticas compiten con otras prioridades y se han logrado con resultados variables.

- Por último, se pueden realizar muchas acciones en orden simbólico, de integración social y de reconocimiento. Valorar la contribución de las personas mayores al pasado y al presente de la sociedad tendría que ser la tarea de programas de televisión, libros, programas de investigación y acciones sociales y culturales, que no les insten a mantener un alto nivel de actividad, y tampoco les presenten esencialmente como personas necesitadas de cuidados y asistencia. Pero también, todos podemos contribuir a esta valoración y a la integración de las personas mayores en una sociedad humanizada e inclusiva, que respete las diferencias. No impacientarse con una persona más lenta, desarrollar una atención activa a los mecanismos de marginación o incapacidad (física, intelectual, numérica, moral), tomarse el tiempo para una conversación interesada y atenta, ofrecer ayuda, son actos que contribuyen a mantener una sociedad acogedora para los mayores. Representan quizás la frontera humana que puede mantenernos alertas ante cambios sociales que conducen a múltiples exclusiones.


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