Cuando el futuro nos alcanza. El medio ambiente como historia


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"La historia medioambiental surge a finales del siglo XX como especialidad historiográfica, que estudia el pasado del medioambiente y los efectos en este de la actividad humana. En la actualidad, a raíz de la agudización de la colisión hombre-naturaleza, adquiere fuerza y se reconoce como disciplina autónoma".

La historia medioambiental surge a finales del siglo XX como especialidad historiográfica, que estudia el pasado del medioambiente y los efectos en este de la actividad humana. En la actualidad, a raíz de la agudización de la colisión hombre-naturaleza, adquiere fuerza y se reconoce como disciplina autónoma.

Entre los clásicos que comienzan la historia medioambiental desde finales del siglo XX y principios del XXI, se destacan algunos autores y libros.

A Green History of the World (Una historia verde del mundo) de Clive Ponting (1991), historiador inglés que dio inicio a la historia medioambiental, ofrece una interesante y novedosa perspectiva, al recorrer la historia del mundo, y analizar la relación del hombre con la naturaleza. Sus aportes más importantes han sido su definición de civilización industrial, para los siglos XIX y XX, y el significado de sus tesis para la comprensión de los rasgos de la sociedad contemporánea en relación con la naturaleza.

Lejos de ver el medio ambiente como el pilar de la historia humana, las sociedades sedentarias, especialmente las industriales modernas, han actuado guiadas por la ilusión de ser independientes del mundo natural, al que generalmente han preferido ver como algo aislado que pueden explotar con mayor o menor impunidad (Ponting, Ob. cit., p. 542).

Otra obra de indudable valor para entender la relación del hombre con la naturaleza ha sido Ecocide (Ecocidio), de Frank J. Broswimmer (2002), investigador del Globalization Researchers Center de la Universidad de Hawaii-Manoa. Se trata del resultado de su tesis de investigación doctoral realizada en el año 2000, que permite apreciar la historia medioambiental no desde la perspectiva del ser humano, sino de las especies, y de lo que aquel genera al violentar el mundo natural, y muy especialmente, su deterioro en los siglos más recientes.

Los cinco capítulos de este libro exploran las etapas fundamentales y los momentos cruciales de la evolución social humana, así como los cambios que se han producido en las relaciones entre la naturaleza y la sociedad, que han conducido a la pérdida de biodiversidad y al ecocidio progresivo. (Broswimmer, Ob. cit., p. 20).

Un tercer clásico de la historia medioambiental es Something New Under the Sun: An Environmental History of the Twentieth-Century World (Algo nuevo bajo el sol: una historia medioambiental del mundo en el siglo XX), de John McNeil (2001). El autor es un historiador medioambiental norteamericano, profesor de la Universidad de Georgetown, conocido como pionero en este campo, cuya obra apunta los efectos, nunca antes vistos, de la extrema actividad humana en el siglo XX.

El cambio medioambiental en la Tierra es tan antiguo como nuestro propio planeta y se remonta a unos cuatro mil millones de años. Nuestro género, Homo, ha alterado diversos entornos terrestres a lo largo de toda su existencia, unos cuatro millones de años. Pero nunca ha ocurrido nada parecido al siglo XX (McNeil, Ob. cit., p. 29).

 

Algunas tesis para entender la actual colisión naturaleza-sociedad

 La visión de estos tres autores explica los orígenes y características de la crisis medioambiental contemporánea, su complejidad y urgencia. No ocurre así con los medios de comunicación, que informan sobre las circunstancias actuales del cambio climático, ni tampoco con los medios intelectuales y de especialistas del siglo XX, dedicados al estudio de la naturaleza. Muchos de estos se centran en aspectos parciales, como el exterminio de la biodiversidad, el deterioro de las costas, la escasa conversión hacia la  energía renovable, etc. La crisis no se aborda holísticamente en toda su complejidad, alcance y urgencia.  

La primera de las tesis para entender la crisis actual es la referida a su origen histórico, es decir, su comienzo en el siglo XIX, con el inicio de la civilización industrial y su acentuación en los siglos XX y XXI, hasta hacerse totalmente insostenible. Esta civilización industrial se caracteriza por estar centrada en la producción industrial, en una alta utilización de la energía y en el desarrollo creciente del consumo, además de concebir la naturaleza como infinita e inacabable, y al hombre como dueño absoluto de su total explotación.

Una acertada visión de la difícil relación naturaleza-sociedad hoy requiere apreciarla como un conjunto o una familia de problemas. Esta visión, derivada del estudio de la historia medioambiental contemporánea, poco tomada en cuenta, incluso por especialistas dedicados a la conservación de la naturaleza, implica que los problemas en esta familia no deben verse por separado, pues tienen relación entre sí y se afectan los unos a los otros.

El primero de estos problemas es el actual crecimiento de la población. ¿Puede acaso una especie crecer indefinidamente sin agotar los recursos del medioambiente que la sustenta? ¿Acaso solo con la tecnología contemporánea se podrá resolver este problema?

Vinculada al crecimiento poblacional se encuentra la incógnita de su alimentación. ¿Acaso la agroindustria, con todos los daños demostrados que provoca al medioambiente, podrá dar alimentación a la actual población creciente? Las alertas sobre los daños a la naturaleza por el uso de pesticidas en la agroindustria son más que conocidos desde la publicación del libro Silent Spring, (Primavera silenciosa) en 1962, de la bióloga marina norteamericana Rachel Carson. Desde mediados del siglo XX hasta la actualidad, han aumentado las denuncias de las afectaciones por la expansión de la agroindustria en Asia y América Latina, y continúan en crecimiento exponencial.

Otro problema sobre el que tampoco se reflexiona mucho es el exceso de artificialidad. Esta es un distintivo del hombre que le ha permitido distanciarse de la naturaleza y desarrollar su propio mundo con excelentes contenidos. Pero, en la actualidad, esa artificialidad, que tantos beneficios le trajo al ser humano, resulta excesiva y se vuelve contra él. Se manifiesta en la huella ecológica dejada por él, incrementada sin ninguna consideración sobre su repercusión en el medioambiente, y que se evidencia en el crecimiento desmedido de las ciudades desde el siglo XX.

Se dice que, de todas las huellas ecológicas del hombre, la mayor es la que dejan las ciudades. Las primeras ciudades con más de un millón de habitantes aparecieron a finales del siglo XIX en Europa con Londres y París (1 millón de habitantes). En la actualidad existen innumerables ejemplos con alrededor de 20 millones de habitantes y algunas con más (según datos de Naciones Unidas), por ejemplo: Tokyo-Yokohama (37 millones), Nueva Delhi (29), Shanghai (26), Ciudad de Mèxico, Sao Paulo, Beijing (21), Nueva York (19). Los Ángeles (18).  Estas megalópolis representan el ambiente más extremo de artificialidad, que ha dado origen a una serie de tipologías, crisis y problemas en  relación con el medioambiente.

(…) de tal manera que hacia los años 80 casi la mitad de la población mundial vivía en zonas urbanas. La dimensión de estos cambios se puede ilustrar mejor con las cifras del número de personas que actualmente viven en ciudades que con los porcentajes. En 1800, alrededor de 25 millones de personas vivían en ciudades; en la década de 1980 la cifra había aumentado a unos dos mil quinientos millones. Viven en lo que es probablemente el ejemplo más extremo de medio ambiente artificial, que ha dado origen a sus propios problemas medioambientales (Ponting, Ob. cit., p. 398)

Otra manifestación de esta artificialidad es la sociedad de consumo. Se estima que, si el consumo de los países desarrollados se extendiera al resto del mundo, se necesitarían cinco planetas. Ya en los años 40 y 50 del pasado siglo, el consumo era dominante y en la actualidad abarrota el mundo de objetos, concebidos, además, con “obsolescencia programada”, es decir, la incorporación a los productos de una falsa decadencia o vida limitada solamente por necesidades del mercado, lo que hace aún más peligrosa su proliferación. Algunos ambientalistas como Al Gore (1993), han identificado este fenómeno como “la sociedad de la basura”, por la cantidad de desechos que genera.

Se estima falsamente que se ha resuelto el problema cuando se tiene el desecho fuera de la vista; sea porque se entierra, se quema (con toda la contaminación que esto conlleva), se lanza al mar o se exporta a países más pobres. En todo esto se manifiesta la insostenibilidad del exceso de artificialidad hoy vigente y el distanciamiento del hombre respecto a la naturaleza. Este distanciamiento hace recordar con tristeza el inmenso amor hacia la naturaleza del Romanticismo del siglo XIX europeo y americano, que más bien parece una dolorosa despedida frente a la creciente artificialidad que se avecinaba, y que se revela en la presencia de la naturaleza en la música, en las artes visuales y en la poesía del siglo XIX.

Otro gran problema del choque entre civilización y medioambiente, y origen de tensiones y guerras entre países, es el uso de una energía completamente equivocada, no renovable, con una avizorada finitud y responsable de la gran contaminación que llega al mundo en la actualidad por el CO2 emitido a la atmósfera, que ocasiona y acelera el actual cambio climático. “Ningún otro siglo en la historia de la humanidad se puede comparar al XX en el incremento en el uso de la energía, equivalente, desde 1900, a la consumida en toda la historia de la humanidad” (McNeil, Ob. cit., p. 15).

Una cifra que puede mostrar la acelerada temporalidad contemporánea, es que se ha consumido en 150 años lo que a la naturaleza le costó hacer en aproximadamente 150 millones. Por otra parte, no se comprende bien lo limitado de la energía proveniente de combustibles fósiles, que podría desglosarse como no renovable; con producción de desechos y contaminantes; mediante fuentes controladas que originan conflictos; con tecnologías complejas y no seguras, lo que las hace desde todos los puntos de vista no sostenibles para un futuro inmediato de menos de 50 años.

Sobre la contaminación ambiental, se habla de forma parcial cuando se menciona con uerza la afectación en alguna región, pues no se dice que esta contaminación es mundial y afecta los mecanismos de vida del planeta. El ya mencionado cambio climático, la depredación de la capa de ozono, las lluvias ácidas, los gases de efecto invernadero y, como ejemplo de que todos estos problemas están vinculados, una de las zonas donde más se manifiesta es en las grandes ciudades, donde esta contaminación mata a millones de personas.

Durante los dos últimos siglos, la contaminación ha aumentado dramáticamente, conforme se han ido industrializando más países y ha aumentado el tamaño de la producción industrial, y se ha vuelto también más peligrosa con el creciente uso de productos químicos artificiales complejos (Ponting, Ob. cit., p. 510)

A partir del siglo XIX, con el inicio de la fase aguda de la industrialización, se da una revolución en la escala, la intensidad y la variedad de los contaminantes liberados a la atmósfera. Se debe recordar las referencias de los escritores del XIX, que relatan la inmensa neblina contaminante que llenaba los llamados cooktowns, producto de la fuerte producción industrial basada en los nuevos usos de la energía. “Durante un período que rebasa los doscientos años más recientes, la contaminación se ha tratado como acompañante inseparable de la industrialización, parte del precio que pagar por los beneficios derivados de los bienes producidos por la industria y de la riqueza que genera” (Ponting, Ob. cit., p. 487).

Entre las características actuales de la contaminación están ser acumulativa, desde el inicio de la revolución industrial; generalizada, pues aparece en la atmósfera, las aguas, los suelos y la biosfera, incluso en el hombre; y a nivel mundial afecta a todo el planeta, porque lo que ocurre en un lugar repercute en otro, y tiene tal monto que es agresiva, irreversible y disfuncional, pues afecta los mecanismos ecológicos del planeta y del hombre.

La contaminación no solo se ha extendido por todas las zonas del mundo, sino que, hacia la segunda mitad del siglo XX, había comenzado a afectar los mecanismos globales que hacen posible la vida sobre la Tierra (Ponting, Ob. cit., p. 512).

Producto de todo lo anterior, el hombre, sin ninguna responsabilidad, está realizando un ecocidio, término que indica el horror ante el tamaño del desastre, la extinción masiva de especies y la destrucción de sus hábitats llevada a cabo por el hombre en la actualidad. “La fase más aguda del ecocidio comienza a partir de la aparición de la modernidad, el modo de producción capitalista, los estados nacionales y la revolución industrial” (Broswimmer, p. 21).

Siguiendo la idea de Broswimmer, la naturaleza según la civilización industrial, pasa a ser vista como fuente de capital, como solo un conjunto de ganancias, ventajas y riquezas. Los árboles, las flores, la fauna, los minerales, el agua y el suelo, son bienes que se compran y se venden en el mercado para obtener ganancias. Con este punto de vista, el mundo natural pierde todos sus sentidos, se desorganiza y se desmitifica, y queda solo como un recurso que explotar. Las consecuencias ecológicas de este punto de vista implican el abandono del sentido de pertenencia al mundo natural y la adopción de un sentimiento exagerado de absoluto libre albedrío para hacer y deshacer con la naturaleza, sea el exterminio de las especies, de los bosques o del agua. (Véase Tabla).   

 

Grupo

En peligro

Vulne-rables

Raras

Descono-cidas

Total

Mamíferos

177

199

89

68

533

Pájaros

188

241

257

176

862

Reptiles

47

88

79

43

257

Anfibios

32

32

55

14

133

Peces

158

226

246

304

934

Invertebrados

582

702

422

941

2647

Plantas

3632

5687

14485

5302

26107

Tabla 1. Número de especies consideradas como "amenazadas" por el Centro Mundial de Vigilancia de la Conservación. Fuente: Broswimmer

 

 El ecocidio conduce a la pregunta ¿Quiénes somos? Vale la pena recordar a Edgar Morin en su libro El paradigma perdido (1973), cuando afirma  que el hombre es un ser en perpetuo desequilibrio con la naturaleza y consigo mismo, capaz de las más maravillosas creaciones y de los actos más terriblemente malvados; capaz de grandes aciertos y de grandes equivocaciones.

Unido a lo anterior, en la actualidad se da una aceleración del tiempo y una dislocación del espacio que vincula y acentúa todos estos problemas, impidiendo su clara percepción. Algunos han llamado a esta aceleración del tiempo la racionalización de la sociedad contemporánea. Ambas cosas, aceleración del tiempo y dislocación del espacio contribuyen a que siempre se llegue después de los desastres ecológicos.

Como se ha señalado, los problemas enunciados tienen un carácter inusitado. Antes del siglo XX no existían como tales. Conviene recordar que se llegó por primera a vez a mil millones de habitantes en el siglo XIX. Ahora la población mundial es 7,7 mil millones y pronto será  8 mil millones de habitantes. Antes del siglo XX tampoco había una contaminación generalizada como la actual, ni un gran consumo de energía. Por último, de manera novedosa, padecemos de la aceleración del tiempo, que dificulta ejercer el principio de la precaución, lo que caracteriza la actual vida del hombre como nunca antes. Finalmente, según se ha indicado, todos estos problemas se incrementan de modo exponencial, como ilustran los gráficos mostrados.

Otra característica de estos problemas es su carácter contradictorio, que los hace difíciles de percibir por el hombre. Sin embargo, se ha hecho más que evidente en la actualidad que cada una de estas prestaciones (urbanización, artificialidad, consumo masivo de energía)  resulta totalmente insostenible. La historia medioambiental ha demostrado la grave situación en que se encuentra el planeta hoy en día. Para revertir los anteriores problemas y encaminarse hacia una sociedad sostenible, lo primero es conocerlos en su complejidad y urgencia. Ese conocimiento sigue estando muy distante.

Los tres autores comentados inicialmente (Ponting, McNeil y Broswimmer) incluyen al final de sus libros un capítulo dedicado a la interrogante de qué hacer ante la urgente situación actual que existe entre el hombre y el medio ambiente. Para Ponting, derivado de su amplia experiencia en la historia medioambiental, lo fundamental es prever; en el caso de McNeil el llamado está hacia la necesidad urgente de tomar medidas; mientras que Broswimmer llega incluso a hablar de una movilización social general, para poder saber qué sucede con el medioambiente y cambiar lo que sea necesario cambiar.

Caminadas hoy ya dos décadas del siglo XXI, se puede afirmar que en esta temática se ha avanzado, pero aún queda mucho por hacer. 

 

Bibliografía

Broswimmer, F. Écocide. Une brève historie de l’extinction en masse des espèces. New York: Pluto Press. 2002a.

Broswimmer, F. Ecocidio. Breve historia de la extinción en masa de las especies. Paris: Laetoli Océan. 2002b.

Carson, R. Silent Spring. The Newyorker, 1962.

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Gore, A. Earth in the balance. Ecology and human spirit. New York: Plume. 1993.

McNeill, J. R. Something new under the sun. An environmental history of the twentieth-century world. New York: Norton Company. 2000.

McNeill, J. R. Algo nuevo bajo el Sol. Historia Medioambiental del mundo en el siglo XX. Madrid: Alianza Editorial. 2003.

Pelt, J. M., & Séraline, G. E. Après nous le déluge. París. 2006

Ponting, C. Historia verde del mundo. 1992.

Ponting, C. A green history of the world. The environment and collapse of great civilizations. United States of America: Penguin Group. 1993.

Steffen, A. Worldchanging. A User´s Guide for the 21st Century. New York: Abrams. 1998.


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