Desigualdad y cuotas: ¿solución o problema? Debate en desarrollo


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"...bienvenidos al panel número 195 de último Jueves y al tercero que realizamos a distancia a través de este grupo de Whatsapp. Este de hoy va a estar dedicado a Desigualdades y cuotas, ¿solución o problema?". Artículo en construcción...

Rafael Hernández: Buenas tardes, bienvenidos al panel número 195 de último Jueves y al tercero que realizamos a distancia a través de este grupo de Whatsapp. Este de hoy va a estar dedicado a Desigualdades y cuotas, ¿solución o problema?

Este es un tema que tiene una cantidad de aristas, puesto que no es simplemente –que ya es bastante- la cuestión de las políticas de cuotas, del criterio en relación con cuotas o de las prácticas relacionadas con la aplicación de cuotas, sino con el tema más amplio de la representación con los mecanismos para asegurar una representación equitativa. Esto de la representación tampoco agota el problema, puesto que se trata también de una cuestión muy relacionada con el tema de la participación. Representación, participación, y finalmente, la problemática que tiene que ver con las percepciones, con los prejuicios, con las prácticas de discriminación por motivos de género, por motivos raciales, etcétera. Es decir, todos estos aspectos constituyen una problemática amplia y que está muy estructurada, muy conectada, y para eso tenemos precisamente un panel de una calidad excepcional.

Este panel está configurado por cinco participantes.

 

Panelistas:

María Inés Tula. Doctora en Derecho por la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Máster en Ciencia Política por la Universidad Nacional de San Martín y Licenciada en Ciencia Política de la UBA. Profesora Asociada Concursada de la UBA.

Teresa Lara. Licenciada en Economía, Máster en Estadísticas Económicas, Subdirectora General de la Oficina Nacional de Estadísticas y Profesora Asistente de la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana.

Wilfredo Morales Lezca. Máster en Ciencias Matemáticas.

Profesor Auxiliar de la Facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana. Ha sido miembro del Consejo Electoral Nacional y delegado de la Asamblea Provincial del Poder Popular (2008-2013).

Rolando Julio Rensoli Medina. Filósofo, historiador, escritor, reportero, articulista y ensayista, Profesor Auxiliar e Investigador Auxiliar. Licenciado en Ciencias Sociales, Máster en Estudios Marxistas, Diplomado en Historia de Cuba.

Jackie Cannon. Máster en Comercio Exterior por la Universidad de Murcia (España) Fue profesora de Español en la University of the West of England (Bristol, UK) y Oxford Brookes University (Oxford, UK).

Nuestros panelistas se van a enfrentado a cinco preguntas que desglosamos a continuación:

1. ¿A qué han respondido las políticas de cuotas?

2. ¿En qué han consistido las políticas de cuotas y cómo se han formulado?

3. ¿Hasta qué punto se han aplicado efectivamente estas políticas?

4. ¿Cuáles han sido sus resultados a lo largo del tiempo?

5. ¿Qué otras acciones se requieren para contribuir a la igualdad de participación en el desarrollo social y en el ejercicio del poder?

 

Les hemos pedido a los participantes que hagan preguntas y comentarios relacionados con estas respuestas de nuestros cinco panelistas que han estado puestas en el grupo desde ayer:

 

1. ¿A qué han respondido las políticas de cuotas?

María Inés Tula: Las cotas legales de género o cupos de género (para diferenciarla de las cuotas partidarias) son aquellas que obligan a los partidos políticos a presentar candidatas mujeres en elecciones generales en un porcentaje definido por ley. Se reconoce que la ausencia de mujeres en puestos clave de decisión se debe a factores culturales y estructurales ya que estas militan y son activas en política, sin embargo, la política se veía como un ámbito hostil a ellas. Se imponen en los años 90, primero en Argentina y luego en 18 países de América Latina. En Argentina, el porcentaje mínimo exigido por ley era de 30% en lugares con posibilidades reales de resultar electas. Ese mínimo no respondió a ninguna variable social, sino que quedó supeditado a las negociaciones de los partidos políticos a la hora de sancionar la ley de cuotas de género. Fue una respuesta a varias demandas: por un lado, la lucha de las mujeres que venían reclamando mayor participación (no solo igualdad en el voto, sino también igualdad en las candidaturas), por otro lado, el análisis de los organismos internacionales que indicaban que la subrepresentación de las mujeres era un déficit para las democracias. Los datos de aquel entonces mostraban a los parlamentos del mundo con una representación femenina que rondaba el 4% (puede chequearse el histórico en la página web de Interparliamentary Union). A nivel internacional, los documentos más importantes ratificados por casi todos los países de América Latina fueron CEDAW (1979) que dice que los Estados deben remover los obstáculos que interfieren en la construcción de la igualdad entre mujeres y varones y Belem do Pará, que sostiene que la discriminación –en cualquier ámbito– es una forma de violencia.

En síntesis, las cuotas legales de género responden al derecho de las mujeres de ser candidatas en iguales condiciones que sus pares varones. Es una oportunidad institucionalizada.

Teresa Lara: En el mundo persisten barreras estructurales y culturas basadas en modelos patriarcales que expresan el acceso desigual de las mujeres a diversos ámbitos públicos. Las políticas de cuotas responden a acciones afirmativas, a veces también se interpreta como discriminación positiva.

Es importante diferenciar entre cuotas y paridad. Esta última no es transitoria, sino un objetivo de ordenamiento permanente en la actividad política. No obstante, estas normas son vulnerables a los cambios de los partidos políticos en el acceso al poder. Las políticas públicas pueden cambiar al depender de las legislaturas dominantes.

Son normas legales que tienen como objetivo la equidad entre los géneros, por lo general para acceder a cargos de elección legislativos y popular, que requieran de representación en igualdad de condiciones para mujeres y hombres. Es la ganancia que tienen las mujeres de poder acceder a esos puestos. Argentina, en 1991, fue el primer país del mundo que incorporó una ley de cuotas a su legislación. También influyen las cumbres internacionales, la organización y funcionamiento de partidos políticos y movimientos nacionales, como en Colombia que, a pesar de tener un marco institucional para la no discriminación, no aprobó una ley de cuotas electoral hasta veinte años después. Por lo general, la propuesta surge por la presión continua de las organizaciones de mujeres y movimientos organizados por la igualdad de derechos de colectivos que han sido históricamente discriminados. Las regulaciones de paridad, en muchos países, según la cultura, comprende también las etnias.

Pueden existir diferentes motivaciones y puntos de partida según los países, culturas y sistemas políticos, pero ha influido la aprobación de la Convención de las Naciones Unidas contra la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer en 1979, que comprende además el seguimiento del cumplimiento de la Convención en la rendición de cuentas de los países firmantes. En este sentido, los movimientos nacionales que ya tenían desarrollada una agenda, con identificación de factores internos de exclusión y discriminación, encontraron en esta Convención un marco regulatorio internacional que apoyaba sus objetivos. Se ha convertido en una practica política de muchos países y se reconoce como una conquista del feminismo y el movimiento de mujeres.

Wilfredo Morales: A mi entender, las cuotas han existido desde que el hombre sintió la necesidad de organizarse en comunidad: los más fuertes son los que van a cazar, las mujeres se quedaran a atender los quehaceres domésticos…desde que se ha necesitado conocer el desempeño de ciertos sectores sin tener que movilizarlos a todos (aun cuando el proceso sea aparentemente democrático como la selección de representantes al parlamento), lo que sucede es que la asignación de cuotas (proceso al cual llamaré a partir de ahora: cuotización) no siempre han sido representativas, y esa preocupación aparece después, cuando a otros les preocupó si la selección involucraba a todos los afectados o si podría no ser aceptada por otros que quedaban fuera de ella, a manera de tratar de equilibrar una creciente desigualdad.

A modo general, no me queda claro si vino de líderes u organizaciones ya conformadas o clases dirigentes buscando afianzarse en el poder o de grupos excluidos aspirando a ciertas reivindicaciones, creo que encontrar la génesis exacta es bien complejo. Lo que sí considero es que han respondido, en una primera instancia, a factores internos y propios con el fin de mantener ciertos mecanismos de control o aceptación, por parte de quienes las promueven (incluso de a quienes van dirigidas), pero no han dejado de tener en su desarrollo o transformación la influencia de factores externos, quizás en pos de compaginar o superar a procesos similares.

En la actualidad, la cuotización se ha complejizado aún más. El surgimiento de movimientos reivindicativos en varios sectores de la población, del tipo: obreros, artistas, intelectuales, estudiantiles, en minorías étnicas, orientación sexual, género, discapacidades físicas, siempre buscando tener o dar participación a estos, ha llevado también a una crisis de la cuotización, pues no han sabido dar una respuesta eficiente a los problemas que determinaron su creación.

Rolando J Rensoli: Hay varios países que han aplicado políticas de cuotas, sobre todo con el objetivo de garantizar igualdad de oportunidades para personas de ambos sexos y de diferentes etnias, nacionalidades o colores de piel. En los Estados Unidos se aplican y en América Latina sobresale Brasil, aunque no es el único. Definitivamente, en todos los continentes existen países que lo aplican. En Cuba, se ha aplicado muy poco.

Jackie Cannon: Oficialmente, en el Reino Unido desde los años 70 no se aplican cuotas como tal, eliminadas legalmente desde la aprobación de la Ley de Igualdad de 2010. Sin embargo, hay que matizar. Existen claros, y en muchos casos extremos, desequilibrios en la participación de algunos segmentos de la población en el mercado laboral y en cuanto a acceso a la educación, sobre todo universitaria, pero a pesar de la posición legal, se puede ver como resultado de un entorno donde existen grandes desigualdades socioeconómicas y esas son sistémicas, respondiendo poco frente a la ley.

La Ley de Igualdad de 2010 en el Reino Unido prohíbe cualquier discriminación por motivo de unas llamadas «características protegidas» definidas como edad, discapacidad (física o mental), reasignación del género, estado civil, embarazo o baja por maternidad, raza, religión o creencia, género, orientación sexual.

Cualquier ley que rija sobre la discriminación y la igualdad necesariamente responde a una serie de desigualdades. Y para corregir estas desigualdades existe la posibilidad de implementar la «discriminación positiva», de la cual se ha acusado a numerosas instituciones públicas y otros organismos. Y es una práctica prohibida por ley.

Lo que se puede parecer, y es legal, es la «acción positiva» que ha venido aplicándose en el Reino Unido estimulada principalmente por la concienciación del pueblo y los políticos de respetar la diversidad social y étnica del pueblo y legislar en contra de la desigualdad de oportunidades que sigue siendo muy evidente entre algunos segmentos de la población o en unas actividades económicas y profesionales.

La Ley de 2010 fue resultado, principalmente, de las directivas y leyes europeas recogidas en la Carta Social. Está por ver la importancia que vaya a dar el parlamento británico a estas leyes cuando salga por completo de la Unión Europea.

 

2. ¿En qué han consistido las políticas de cuotas y cómo se han formulado?

María Inés Tula: ¿Trato igual o resultados iguales? Las acciones afirmativas avanzan hacia resultados iguales. Como decíamos antes, en América Latina la reforma política más importante por su extensión territorial ha sido la sanción de leyes de cuotas de género. Esta decisión fue determinante para que más mujeres ingresaran a la política. También para visibilizar la ausencia de mujeres en puestos de decisión de otros ámbitos como los sindicales, universitarios, empresariales, etc. Las cuotas de género adoptaron un formato legal, porque los partidos políticos, salvo excepciones, no habían adaptado sus cartas orgánicas con algún mecanismo que equilibrara el porcentaje de mujeres y varones en las decisiones partidarias. Hoy ya no hablamos de cuotas de género, sino que el debate está con la paridad de género y los porcentajes equitativos de participación y representación (50% de mujeres y varones en las listas alternados uno a uno secuencialmente). Pensar en la paridad de género, es interpretar que estas medidas no pueden seguir siendo correctivas, sino que deben orientarse a la búsqueda definitiva del equilibrio según una composición social existente. Las mujeres somos el 50% de la sociedad y hemos sido históricamente excluidas del ámbito público. El Consenso de Quito de 2007, en la X Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, reconoce que la paridad es uno de los propulsores determinantes de las democracias, cuyo fin es alcanzar la igualdad en el ejercicio del poder, en la toma de decisiones, en los mecanismos de participación y representación social, política y cultural y constituye una meta para erradicar la exclusión estructural de las mujeres.

Teresa Lara: Las políticas de cuotas tienen diversidad en las dimensiones de la vida social. Se fundamentan en el disfrute de los derechos civiles de elegir y ser elegido, y de un marco constitucional inclusivo y no discriminatorio. Abarcan también etnia, raza, área geográfica, y en muchas de ellas se propone la interseccionalidad. Por lo general, se han formulado en normas formales, también llamadas leyes de paridad electoral, cuotas de género o cuotas de equidad.

Wilfredo Morales: Por ejemplo, en Cuba, el triunfo de la Revolución de enero de 1959 comenzó a materializar procesos, que se venían gestando quizás desde la lucha insurreccional, como la asignación de becas de estudios universitarios a los hijos de campesinos, como el empoderamiento de la mujer (en todos los sentidos y esferas), que quizás sea en el que más se ha avanzado y el ejemplo más palpable, junto a la «cuotización» entre los afrodescendientes.

Es de dominio público el uso de cuotas para llevar a las féminas a una participación más activa en todo lo relacionado al desarrollo de varias esferas del país (tomando como base la creación de una organización para agruparla solo a ellas, la FMC). En los últimos sesenta años, ministras, científicas, artistas, funcionarias públicas, incluso militares, han ganado un merecido espacio, si bien por las condiciones que las hacen acreedoras de la cuota, es debido a una política intencionada en el país para promoverlas. De una forma similar ha pasado con el campesinado y su superación, recordemos la Tarea Álvaro Reynoso a inicios de este siglo. Sin embargo, otros conjuntos de personas que no han corrido con igual atención, como los negros o la comunidad LGBTI, han sido afectados por la cuotización, pero ha estado implícita no como ley ni con organizaciones, pero si en la búsqueda de darles una visibilidad, que muchas veces no tienen, en varios ámbitos (políticos, sociales, culturales) del país.

Otro ejemplo: en la educación preuniversitaria, son las escuelas militares, conocidas como Camilitos, donde existen cuotas de matrícula diferenciada para hombres y mujeres. En el caso del acceso a la educación superior, a los miembros de la ACLIFIM se les da una cuota (previo vencimiento de los requisitos de ingreso); igual sucede con las plazas otorgadas por la Orden 18 para el acceso a la universidad, así como para otros organismos priorizados, en determinadas carreras. Para no hablar de las orientaciones implícitas de cuántos negros, mujeres, campesinos, etc., deben integrar puestos de dirección, como el parlamento, por ejemplo. En realidad, a mí no me consta que haya una regulación al efecto, pues, de hecho, sería inconstitucional y, por ende, ilegal; sin embargo, es vox populi que las comisiones de candidatura velan por ese equilibrio, aunque a veces no sea del todo representativo de la sociedad.

 

Jackie Cannon: Existen varios organismos o actividades en los cuales se habla mucho de la igualdad y la representación socioétnica. Entre ellos, está la educación, la policía y, evidentemente, el parlamento. Se puede encontrar un sinfín de estudios, documentos, análisis y otras fuentes, que estudian nítidamente la distribución según el género, la raza, y cualquier otra característica que típicamente muestra rasgos de desigualdad.

Aunque no existen legalmente las cuotas, el gobierno británico opta por aumentar, por ejemplo, el número de mujeres o la representación de las etnias minoritarias, como si esa demostración de igualdad fuera evidencia de un país donde no existe la discriminación. Les dejo un artículo de Sky News  con gráficos útiles que muestran alguna evidencia de igualdad dentro del Parlamento como resultado de las elecciones de diciembre de 2019. Pido disculpas por poner referencias en inglés, pero algunos participantes podrán entender y tengo que usar los recursos que tengo disponibles.

Existen algunas prácticas a la hora de seleccionar a personas para un empleo que indican las intenciones del que ofrece el puesto de trabajo. En muchas instituciones y organismos públicos, yo diría en la mayoría, el/la solicitante tiene que entregar un formulario que dicen que es para monitorear. Este formulario, que también dicen que es anónimo y no se tiene en cuenta a la hora de seleccionar, incluye preguntas sobre la religión, orientación sexual, edad y discapacidad. La justificación es que hay que saber dónde pueden existir desequilibrios para futuras selecciones, pero usar las respuestas como base de selección sería ilegal. Vean el artículo de Investigo.

 

3. ¿Hasta qué punto se han aplicado efectivamente estas políticas?

María Inés Tula: En el ámbito político, las cuotas legales de género se aplicaron mayoritariamente a los legislativos. Su incorporación fue un disparador para pensar en la aplicación de las cuotas en otros organismos u otros poderes del Estado. Con más de veinte años de aplicación en el ámbito parlamentario, todavía sigue siendo una tarea pendiente en otras áreas. México sorprendió, en 2019, al incorporar la paridad de género en la constitución nacional y para todos los cargos. Por ahora, es el único país que dio este puntapié inicial. Por supuesto que si no fuera por la cultura patriarcal que aún prevalece en América Latina, no tendríamos que estar hablando de leyes que obliguen a su incorporación. La prevalencia de estereotipos y prejuicios, el acoso y la violencia, las brechas salariales y la necesidad de conciliar el mundo laboral con el familiar en las tareas de cuidado son sus obstáculos principales. 

En cuanto al impacto de las cuotas legales de género en ámbitos de representación parlamentaria, tres factores actúan como condicionantes para su mejor desempeño: 1) las características distintivas de cada ley de cuotas. Cada país, y dentro de cada país, cada distrito subnacional, sancionó una ley según las posibilidades para acordar o negociarla. Las diferencias estuvieron dadas básicamente por el porcentaje mínimo de mujeres para incorporar en las listas (que fue de 30% a 50%) y si la ley establecía un mandato de posición (lugares con posibilidades reales para las mujeres); 2) el sistema electoral que opera como traductor de votos en escaños. Según el tamaño de sus distritos y el tipo de lista (cerrada y bloqueada o abierta), impactan en el resultado final como condicionantes en el acceso a la representación; 3) la cultura imperante, que sigue siendo muy machista en algunos lugares.

Teresa Lara: Las políticas de paridad de cuotas no siempre funcionan, no siempre son efectivas y tienen diferentes limitaciones, desde los inicios de construcción de la planilla electoral a nivel local y partidista hasta la participación ciudadana. La inclusión de personas de ambos sexos en las listas o nóminas correspondientes, en las elecciones de autoridades departamentales o municipales de los partidos políticos, a veces depende de si son titulares y suplentes. En estos casos, si no está definida la paridad por responsabilidades, ha ocurrido que las mujeres han quedado en los cargos de suplente. Por otro lado, hay países que también regulan la disponibilidad de financiamiento de los partidos políticos para garantizar las campañas de las mujeres.

No siempre las leyes resuelven los problemas estructurales de las relaciones del poder. El marco legal es el amparo que se requiere, pero para que funcione y sea efectivo, se necesita organización, transformaciones, cambios, sensibilización, conocimiento, en fin, ampliación del desarrollo de las capacidades de las personas que permitan ejecutar las normas y regulaciones. En algunos países se regula la violación de la ley de paridad de género.

Entre países, las diferencias son muy diversas en cuanto al tipo de marco legal aprobado (Código electoral, ley de partidos políticos, sistema electoral), ley de cuotas o ley de paridad, el alcance territorial y de partidos políticos, la composición de los partidos políticos, las cuotas asignadas por departamentos y municipios, el diseño de las planillas electorales, etc.

La Unión Interparlamentaria (IPU por sus siglas en inglés) registra la información por países desde 1997. En Europa, hace casi veinte años, los países nórdicos tenían más de 30% de mujeres en el parlamento, con Suecia a la cabeza con 40%. Actualmente, son superado por Ruanda, Cuba, Bolivia, Granada, México, Nicaragua y Costa Rica. Cuba muestra una representación parlamentaria femenina de 53% sin ley de paridad. Los países de menor participación de mujeres en los parlamentos son Yemen, Omán, Kuwait, Líbano y Tailandia con 5% o menos

Cuotas máximas reguladas en países en América Latina:

-Ecuador, Bolivia, Costa Rica, México, Panamá (50%)

-Honduras (40%)

-República Dominicana y Uruguay (33%)

-Brasil, El Salvador, Haití (30%)

-Paraguay (20%)

 

Wilfredo Morales: Si bien considero que en los inicios de la Revolución (en el contexto de Cuba), la política de aplicar cuotas para lograr una representatividad de diferentes sectores sociales, grupos étnicos, etc., sirvió para darles visibilidad a estos y legitimar los procesos y cambios radicales llevados a cabo en las primeras décadas, esta misma cuotización (bien intencionada siempre en su naturaleza, a mi entender), está sufriendo ahora, y desde hace unos años, el efecto inverso. Cuántas veces no hemos escuchado la frase: «Fulano es diputado porque hacen falta más negros en el parlamento» o «Mengana es jefa porque es mujer».

Estas actuaciones, muchas veces, deslegitiman no solo al proceso, sino al ocupante de la cuota, además hacen que el sector o grupo del que proviene se sienta «seguro» de que como sea tendrá un representante y no porque deba competir por ello o que deba tener méritos que lo sustenten, dando paso a nuevos estereotipos y a una discriminación a la inversa. Lo cual ha hecho que muchas personas incluidas en la cuotización, no sientan que tienen una responsabilidad alcanzada gracias a su esfuerzo y méritos propios, sino que es un número para una estadística y, lo que es peor, a quienes representa comparten el mismo parecer. Este es uno de los factores que ha mantenido acotada su generalización, no ha crecido más su implementación, lo ha dejado en axioma y no en teorema, pues no hay hipótesis que pueda demostrar.

Sin embargo, hay países que promueven políticas de cuotas para que afrodescendientes accedan a la universidad o incluso a cursos de postgrado, como Brasil o Reino Unido (ya sea por programas gubernamentales el primero, o por medio de charities, el segundo), pero no tienen políticas efectivas que les permita prescindir de la cuotización para tratar de reducir la brecha entre estos y el resto, lo cual crea un doble rasero en ese sentido.

Muchas veces, se piensa que poseer una política de cuotas hace ver que se está trabajando por la inclusión de sectores más desfavorecidos. Quizás si ese fuera solo el primer paso estaría bien, pero la mayoría de las veces la cuotización es el único paso que se da y no se ataca la raíz del problema, que debería ser: estudiar y dar solución a cuáles son los factores que hacen que reconozcamos a ese sector como un sector excluido, y luego desarrollar políticas para enfrentarlos.

Rolando J Rensoli: En el caso de Cuba, las políticas de cuotas se aplicaron, en algún momento, en el ingreso al Partido Comunista, para garantizar la entrada de obreros, con el criterio de que se estaba intelectualizando el Partido, y también con el llamado «crecimiento especial» para garantizar la entrada de jóvenes a la organización y evitar que esta envejeciera. Para el acceso de la mujer al trabajo, al estudio, no se ha aplicado y, sin embargo, partiendo de casi cero en 1959, hoy las féminas ocupan 68,7% de la fuerza profesional y técnica y hay una mayoría de carreras universitarias y de técnico medio prácticamente feminizadas.

No se ha aplicado tampoco para el acceso de personas negras y mulatas a las esferas del desarrollo económico-social, a la universidad o a los organismos de dirección política. Sin embargo, sí se ha promovido intencional y abiertamente a «negros y mulatos, mujeres y jóvenes», a instancias de la dirección político-partidista y político-administrativa. Hasta se reportan los datos de la composición de esos organismos y hay personas que no lo reciben bien, piensan que es contraproducente y que genera más desigualdad. Yo no lo creo así.

No hay cuotas para el empoderamiento de la mujer, pero si ellas son 51% de la población y 68,7% de los profesionales y técnicos, ¿por qué teníamos una Asamblea Nacional del Poder Popular, máximo órgano del poder del Estado, dónde solo eran 32%? Esos sí es contraproducente. En esta novena legislatura, el parlamento tiene 53% de mujeres. Eso está bien, los extremistas dirían que ahora están sobrerrepresentadas.

Lo mismo sucedía con las personas negras y mulatas. Es cierto que el cubano es mestizo, sea cual sea su color de piel, no solo porque lo dijeran Fernando Ortiz y Antonio Núñez Jiménez, sino porque lo vemos a simple vista en la composición de muchas familias nucleares, pero mucho más en las extendidas, y así lo comprobó el Mapa genético para el origen del etnos cubano (2015). Sin embargo, existen prejuicios por el color de la piel, “más bellos, sabios, inteligentes, decentes y educados” y “más feos, más gritones, más mal educados, ladrones y menos inteligentes”, blancos y negros; o “adelantados” los blancos o los mulatos más claros de color de piel y con rasgos fenotípicos euroaceptables y «más atrasados» los negros o los mulatos más oscuros o con rasgos más afroinaceptables.

Con esa realidad, los prejuicios originan prácticas discriminatorias para la aceptación de muchas personas. Según la autodefinición, que es un criterio sociológico válido para la identidad individual del sujeto en todos los órdenes, 26,6% de los cubanos son pardos o mulatos y 9,3% son negros, para un total de 35,9% de personas no blancas, o sea, poco más de un tercio de la población. ¿Por qué tienen que están sobrerrepresentados en cualquier lugar? No debe ser. Hoy, en esta legislatura, constituyen el 48% de los diputados y diputadas. De nuevo puede aparecer el extremista que diría que de 18% avanzaron a 48% ¡Están sobrerrepresentados! Pero cuando era a la inversa, nadie indagaba.

Lo que se promueve no es color ni el sexo, es el mérito y el talento: no es cualquier negro, una mulata cualquiera o la primera mujer o joven que se me ocurra, claro que no; pero hay que entender que las mujeres estudian y se gradúan más que los hombres en Cuba, en tanto deben mandar y dirigir más porque ya el talento lo han demostrado y el mérito les sobra.

Hay universitarios, doctores en ciencias y másteres de cualquier color; es legítimo promover a los no blancos, preteridos por la tradición prejuiciosa. El mérito y el talento tienen sexo y tienen colores. Cuba es un estado monoétnico, es decir, no hay una mayoría étnica o nacional, con minorías étnicas o nacionales. De existir estas, estaríamos obligados a las políticas de cuotas.

Recientemente la presidencia de la república, el Comité Central del PCC, la Comisión Aponte y el Instituto Cubano de Radio y Televisión comenzaron a trabajar para variar la imagen de la televisión. Hace ya unos cinco años que estamos imbuidos en ello. No era lógico que en los dramatizados cubanos casi todos los actores y actrices protagónicos o de reparto fueran de piel blanca, o que en el servicio informativo, la programación infantil, los musicales y otras divisiones también prevaleciera el criterio. Ya se ha logrado «colorear» las telenovelas, los telefilmes, teleplays, cuentos, programas infantiles y noticiarios ¿De dónde salieron los actores, actrices, periodistas, locutores, niñas y niños animadores… de piel negra o parda? ¿Los mandamos o fabricar o estaban ahí a la espera de una oportunidad? No se aplicó políticas de cuotas a directores y guionistas de dramatizados, infantiles o musicales, sólo se reflexionó con ellos y lo interiorizaron. En el servicio informativo sí hubo que aplicar un poco el voluntarismo, pero solo un poco, y no hay cuotas, aparecen indistintamente dos locutores de piel negra o dos de piel blanca, o dos de piel parda o uno de cada color, sin cuotas de representación.

¿Habrá que aplicar cuotas para el acceso a los Institutos Preuniversitarios de Ciencias Exactas? Solo 7% de su estudiantado es de piel negra y algunos más de piel parda o mulata; pero no, no sería efectivo, es iluso pensar en eso. La pregunta es ¿por qué, existiendo estudiantes de noveno grado, de piel negra y parda, con excelentes promedios y buena conducta, no lo prefieren? Los tiros van por otro lado: tradición familiar, factibilidad económica, medio social… ¿Por qué al concluir el noveno grado hay más muchachas y muchachos de piel blanca que acceden al preuniversitario, y hay más de piel negra y parda que se dirigen a la enseñanza técnico-profesional para técnicos medio y obreros calificados, aun cuando les da el promedio para el Pre? Eso no se resuelve con cuotas.

Jackie Cannon: Por mucha legislación que exista, vemos que no se resuelven los problemas de desigualdad. En el Reino Unido, por ejemplo, solo 6% de los de la comunidad de negros y etnias minoritarias que se conoce como BAME, ocupan puestos de altos directivos, siendo un grupo demográfico que representa un 15% de la población.

El artículo que cito debajo (Palatinate) resume y resalta unas dificultades experimentadas en varios países. Noruega introdujo, en 2008, una cuota que obliga a las compañías que cotizan en bolsa a contratar al menos un 40% de mujeres para los puestos del Consejo Directivo. Vieron que no hubo suficientes mujeres adecuadamente formadas como para asumir estos papeles, lo cual obligó a las empresas en algunos casos a reclutar fuera del país o se daban casos donde la misma mujer circulaba entre varias empresas.

También resalta que las cuotas tienen intenciones, pero a veces provocan consecuencias no deseadas. Por ejemplo, una persona que consigue un puesto para el cual existen unos criterios para cumplir una cuota, puede hasta dudar si habría conseguido el puesto sin cumplir el perfil. Por otro lado, el que no cumpla los requisitos y no consigue el puesto puede incluso sentir resentimiento y todo eso refuerza los prejuicios y la discriminación.

La aplicación de cuotas parece aceptarse más en el campo de las personas discapacitadas con varios países aplicando cuotas a la hora de contratar a alguien y hasta a la hora de otorgar fondos públicos o contratos (ver artículo de Global Employment Law). Normalmente se aplica a empresas con un mínimo de empleados, por encima del cual están obligados a tener un porcentaje mínimo de personas discapacitadas. El otro aspecto de esto es que las empresas están obligadas a asumir las adaptaciones necesarias para que una persona con una discapacidad pueda cumplir sus funciones.

 

4. ¿Cuáles han sido sus resultados a lo largo del tiempo?

María Inés Tula: Entre los avances más importantes está haber instalado el tema de género en la agenda pública. En el ámbito político parlamentario, una de las formas de medir su impacto es por los proyectos de ley y también leyes sancionadas más igualitarias. La agenda parlamentaria se ha visto más diversificada con la incorporación de voces que permiten tener un congreso/parlamento/asamblea legislativa más plural. Como obstáculo importante, los partidos continúan presentado una rígida mirada patriarcal. Los estereotipos y la discriminación siguen presentes en las campañas electorales y en la violencia política de género.

También, si tengo que destacar las tendencias más importantes en la evolución de la participación política de las mujeres en los últimos veinte años, nombro, en primer lugar, el reconocimiento de los organismos internacionales, tanto de las acciones afirmativas como de la paridad actualmente.  De algún modo, existe una presión internacional que impulsa cambios en aquellos lugares donde su impacto todavía es débil, pero, al mismo tiempo, refuerza el camino de los países que iniciaron estas acciones para no volver atrás. El acompañamiento internacional es clave.

En segundo lugar, la producción académica. La sanción de las leyes de cuotas en los 90 fue un disparador para trabajos y estudios sobre debates y aplicación. Los observatorios, encuestas y centros de documentación son una buena base de información, pero la academia la procesa y teoriza sobre la evolución de este fenómeno, lo que permite –a su vez– generar propuestas en formato de políticas públicas.

Tercero, Internet y las redes sociales. El impacto de la tecnología en la participación política de las mujeres permite difundir cuáles son las acciones más recientes en términos de avances y retrocesos que se viven en cualquier punto del planeta. Estar informado es una herramienta muy poderosa para todos (políticos, académicos y activistas).

Teresa Lara: En general, se reconoce que la ley de paridad o política de cuotas ha servido para marcar la diferencia y posicionar el tema de la justicia social y la igualdad de género. El debate regional destaca que se avanza con la implementación de la política de cuotas y se proponen objetivos más amplios tratando de posicionar la paridad como un objetivo y no como las cuotas que pueden ser normas transitorias.

Sin embargo, la IPU dice que el progreso hacia la representación igualitaria de hombres y mujeres se ha estancado en los últimos tres años. De un índice de progreso de 0,6%, pasó en 2017 a 0,1%. La mayoría de los países nunca han sido gobernados por una mujer. Actualmente hay once jefas de gobierno. En veinte países que aplicaron cuotas, las mujeres lograron 30% de las bancadas, contra 15,4% en dieciséis países donde no habían fijado cuotas.

En general, la preocupación que existe que se logra la equidad cuando es obligatoria. Hay cuotas legisladas donde se puede penalizar y cuotas voluntarias. Sin embargo, la ley de paridad es lo máximo, pero el desafío está en el desarrollo de las capacidades de las personas en igualdad de condiciones, educación, empleo, para poder reunir las condiciones para ser elegido, independientemente de atributos lucrativos como los altos niveles de ingreso.

Con la participación de las mujeres en los parlamentos se logra posicionar temas de interés de las mujeres que son invisibles para los gobiernos. Ruanda con el mayor porcentaje parlamentario femenino del mundo, resultado de un cambio de ley en 1994, después del genocidio donde murieron más de ochocientas mil personas, la gran mayoría hombres, requirió de la participación de las mujeres para la reconstrucción del país.

Wilfredo Morales: Quizás una forma de medir la efectividad sea la representatividad de esos sectores en un ámbito en cuestión. Aun cuando la cuotización no tiene una implementación equivalente en el acceso a la educación superior, al menos no en estos tiempos, se podría tomar como ejemplo el caso de mujeres y negros en la Universidad de La Habana. Si bien por simple inspección no deja lugar a dudas de que el primer conjunto tiene una representatividad al menos equilibrada, los negros no corren con igual criterio, y a mi entender eso es un problema. ¿Sería soluble con una cuotización al efecto? O los estereotipos, algunos ya arraigados en frases como: «tú eres tan inteligente que pareces blanco», parecen infalibles a este tipo de proceso (la cuotización), o producen el efecto inverso. 

Otro de los riesgos es que la competitividad se vuelva despiadada (o excesivamente «intensa») o por el contrario se pierda y con ello se dé al traste con la calidad.

Si bien no existe una política pública explícita de cuotas para acceder a cargos públicos, la insaciable persistencia, luego de cada proceso político (por citar un ejemplo), de mostrar con cifras los porcientos de mujeres y la composición racial del total de electos o seleccionados, hace pensar que se sigue una cuotización en pos de promover algunos sectores menos favorecidos, tratando de lograr una pluralidad en la toma de decisiones. En Cuba ha funcionado en los primeros años de Revolución y ha sido efectiva en la visualización y hasta en el empoderamiento de varios grupos que han ganado espacio y presencia en muchas de las esferas de la vida del país, logrando incluso, que la población en general vea la necesidad de una mayor presencia de estos para que la vida sea más inclusiva y plural. Ahora estos efectos están pasando de moda. En un país donde casi cualquiera tiene acceso a las organizaciones, a la información (también a la desinformación), en un mundo en el que las tecnologías y su acceso a ellas ganan más espacio, podría parecer hasta «cheo» hablar de cuotización. Por el contrario, hay «conjuntos» que están quedando relegados, por la falta de efectividad de muchas de estas políticas y de una creciente estereotipización de estos.

Rolando J Rensoli: Los resultados han sido disímiles en muchos países, algunos son positivos y otros negativos. En Cuba, hay de los dos. No me voy a referir a los primeros, sino a los segundos. Ha existido manipulación, oportunismo, incomprensión y, en no pocos casos, lejos de producir igualdad, esto ha promovido la discriminación como las llamadas «acciones afirmativas» que han producido la «discriminación positiva».

Cuando se habló, erróneamente, de la composición étnica de los organismos de dirección –digo erróneamente pues, al existir un etnos único en Cuba, debió decirse «por color de la piel» –, hubo incomprensiones. El Partido llamó a una composición adecuada al territorio y la localidad y, sobre todo, a reconocer el mérito y el talento, no era «buscar negros, aunque no los hubiera» o promover a cualquier persona de ese color de piel.

Hay sociedades profundamente racistas y cuando uno observa sus filmes, novelas u otros audiovisuales, le da la imagen de igualdad, solo porque están presentes negros, asiáticos, aborígenes, árabes… y esa no es la realidad.

Jackie Cannon: Parece que el Reino Unido, lejos de celebrar los éxitos de la legislación y la eliminación de las cuotas, exige con bastante frecuencia la introducción o la ampliación de unas acciones positivas para estimular el equilibrio y que ese equilibrio sea un reflejo de la estructura demográfica del país. Hasta ahí, bien. Pero, evidentemente, la existencia de unas leyes no cambia los prejuicios ni los estereotipos. Un ejemplo, en Londres precisamente, que parece bastante pertinente dada la respuesta extendida, es la muerte de George Floyd. En Londres, el cuerpo de policía es reconocido como racista. Esto no se basa solo en que el 93% de los policías en Londres son de tez blanca, y supuestamente protegen a un pueblo que tiene un alto porcentaje de personas con otras raíces. El problema aquí no es que hay un desequilibrio, más importante es estudiar el efecto psicológico causado por saber desde temprana edad que tienen mucho mayor probabilidad de ser investigados o detenidos por la policía que sus compañeros blancos, y también estudiar la educación y los desequilibrios socioeconómicos que hacen que buscar una carrera con posibilidades de progreso como la policía no parece ser atractivo para ellos.

La ausencia de cuotas llevó a una ley antidiscriminatoria y aun así es difícil percibir avances generalizados. Se puede ver un incremento, por ejemplo, en el número de musulmanes que ocupan cargos públicos como alcaldes o diputados, lo que indica ausencia oficial por motivo de religión o creencia. Un numero récord de mujeres en el parlamento o invitaciones a los BAME a pedir ciertos puestos en ciertos organismos. Pero aun así, es solo la punta del iceberg, que esconde multitudes por debajo.

https://www.msn.com/en-gb/news/uknews/black-asian-and-ethnic-minorities-disproportionately-fined-for-covid-breaches/ar-BB17ePZt?ocid=spartan-ntp-feeds

https://www.personneltoday.com/hr/police-positive-discrimination-boost-diversity/

https://www.gendereconomy.org/the-debate-about-quotas/

 

5. ¿Qué otras acciones se requieren para contribuir a la igualdad de participación en el desarrollo social y en el ejercicio del poder?

María Inés Tula:Los trabajos de investigación que he venido desarrollando se circunscriben al ámbito político-electoral y de representación. Por esta razón, si se trata de pensar en acciones, considero que las tres más importantes para influir positivamente en el ejercicio de los derechos políticos de las mujeres son:

1) difundir los avances dentro de los propios países, porque da visibilidad y genera efecto cascada;

2) capacitar, sin el conocimiento/reconocimiento de la falta de autonomía no puede haber empoderamiento;

3) litigar; orientado a la defensa de los derechos ganados que se quieran violentar.

Teresa Lara: Para contribuir a la igualdad de género es necesario el goce y el ejercicio irrenunciable, imprescriptible, indivisible, universal e interdependiente de los derechos humanos en correspondencia con los principios de igualdad y no discriminación. Para ello se requieren regulaciones que garanticen el derecho a nacer libre y sano, permitan el acceso a la educación gratuita, a la alimentación, al empleo digno, a la protección social.

¿Quién nació primero, el huevo o la gallina? ¿Cómo es posible que, sin la representación genuina del pueblo, se puedan aprobar leyes para la igualdad? Uno de los dilemas es cómo aprobar leyes con inclusión, justicia social, equidad e igualdad, dentro de un sistema social desigual, donde el poder responde a la minoría, donde prima la mercantilización de los derechos. ¿Cómo incide la ley de paridad para decidir en un país si la salud humana es o no una mercancía? ¿Dónde están las mujeres, los pobres, los indígenas, los afrodescendientes, los discapacitados, los campesinos, los LGBTQ, que aprueban las leyes? ¿Dónde quedan sus agendas?

En enero de 1934, las mujeres cubanas tuvieron derecho al voto. Años más tarde, la Constitución del 1940 reconocía a todos los cubanos iguales ante la ley y declaraba ilegal y punible toda discriminación por motivo de sexo, raza, color o clase y cualquier otra lesiva a la dignidad humana; sin embargo, estos artículos no hubieran sido posibles sin la participación de las fuerzas revolucionarias, populares, comunistas y antimperialistas en el debate y aprobación de la Constitución. La batalla por los derechos continuó hasta enero de 1959.

Como resultado del desarrollo de la política, con disfrute de derechos y justicia social, donde la voluntad política es el bienestar de las personas, la participación parlamentaria de mujeres en Cuba ha transitado por cinco legislaturas de 27,6% a 53,2% (en las elecciones generales de 2018 fueron elegidos, en voto directo y secreto, 605 diputados; de ellos, 322 son mujeres). Esta cifra supera el porcentaje de mujeres parlamentarias en las Américas (30,7%) y duplica el mundial (24,3%) y ubica a la Isla en el segundo lugar entre todas las naciones, según el más reciente informe anual de la Unión Interparlamentaria.

El aumento del número de mujeres en el poder legislativo se ha logrado en Cuba de modo continuo y sostenido, no aplicando una ley de cuotas, sino garantizando el empoderamiento de ellas desde la educación de calidad, adoptando políticas y medidas para su autonomía e impulsando una estrategia específica para su acceso a los puestos de dirección en todos los sectores y niveles.

Wilfredo Morales: Los cambios a inicios de la Revolución fueron radicales en cuanto a la lucha contra el racismo, la inclusión social, la igualdad de género y, más recientemente, el reconocimiento de la comunidad LGBTI (el cual demoró mucho más, no solo en Cuba, sino el mundo, pues hasta 1990 la homosexualidad era considerada una enfermedad mental por la OMS), aunque la lucha por sus derechos ha sido mucho más forzada y, en ocasiones, rozando la imposición más que la comprensión o el análisis. Sin embargo, sesenta años de Revolución no han podido borrar los vestigios de más 450 años de discriminación de todo tipo. Aún hoy algunas persisten en menor grado, pero igual inadmisibles en una sociedad como la que estamos tratando de construir.

La cuotización debe funcionar como excepción, y no como regla, en lo que a acceso a políticas reivindicativas se refiere. Desarrollar más proyectos, no solo comunitarios sino gubernamentales enclavados en aquellos lugares donde los sectores desfavorecidos son la norma, contribuirá a la igualdad de participación en el desarrollo social y en el ejercicio del poder; siempre que las políticas vayan dirigidas a la activación económica y cultural de los barrios e involucrando de manera activa y homogénea a todos sus pobladores.

Veamos, por ejemplo, la intensa labor restauradora, no solo constructiva, sino también de valores sociales y culturales, que ha realizado la Oficina del Historiador en La Habana Vieja. Sin embargo, el impacto no ha sido igual en todos sus consejos populares (CP) pues en Tallapiedra y Jesús María, que son los más desfavorecidos en todos los sentidos (difícil acceso al agua, edificaciones muy deterioradas, alto nivel de insalubridad, hacinamiento, informalidad laboral, disfuncionalidad familiar, niveles significativos de violencia, por solo citar algunos), las políticas sociales y culturales no son iguales al resto de los CP y eso hace que sus habitantes se involucren en sectores diferentes viviendo a solo cuadras de distancia pero en entornos contrastantes, los intereses de los jóvenes de CP Jesús María no son los de los jóvenes del CP Prado o Catedral adyacentes. Aquí la cuotización de los recursos materiales, que incide directamente en el desarrollo de los pobladores, no ha sido equilibrada.

La cuotización no ha evolucionado como proceso, solo ha mirado nuevos grupos a incluir y reajuste de cifras y nuevas formas de cómo acceder a estas. Ha continuado siendo un proceso probabilístico incierto en su esencia, pero no es uno dirigido a crear mecanismos controlables y flexibles cuya evolución final sea la eliminación, o al menos la reducción, de los prejuicios y estereotipos o la discriminación.

Yo creo, ya hablando como matemático, que habría que mirar más los datos y menos los números, y en una primera instancia ver qué nos dicen, hacer un análisis más profundo de su comportamiento, a lo largo del tiempo, y luego ver cómo se han movido, en dependencia de las políticas desarrolladas, en ciertos conjuntos poblacionales, ubicarlos en contextos y ver qué combinación lineal establecer con los estudios sociales llevados a cabo en el momento, el análisis de los datos y sus resultados, para proponer otros nuevos, correlacionando lo efectivo de lo ya hecho, «no podemos esperar que las cosas cambien si seguimos haciendo lo mismo».

Rolando J Rensoli: Transformar mentalidades con apego a tradiciones, hábitos y costumbres prejuiciosos no es construir viviendas o labrar un campo. Nadie puede predecir el tiempo real que demora desmoronar un prejuicio cuando este se transmite familiar y socialmente de generación a generación. ¿No hubo cerdos en bañaderas, caballos en balcones o persianas arrancadas de las ventanas para cocinar con leña, teniendo una cocina de gas?

El que vivió muchos años en un bohío o un barrio de los que despectivamente llamaban “de indigentes” y así habían vivido sus padres y abuelos… no podía apreciar otra manera de hábitat cuando la Revolución les dio una vivienda digna; sin embargo, en pocos años se adaptó. Pero si siempre pensó que el hombre es el rey de la casa y la mujer la esclava, que el homosexual es un enfermo inservible, que el negro «si no la hace a la entrada la hace a la salida» … Cuando ese prejuicioso se empodera como dirigente político o administrativo, director artístico, propietario de un restaurante o lo que sea, practica la discriminación casi por inercia.

La mujer ha tenido que partir al camino de la igualdad desde la desigualdad. Por eso, aunque sea directora de una empresa, aún le espera la doble jornada laboral en el hogar y con la familia, aunque su esposo sea barrendero y esté en la casa desde temprano. Cuando más, “la ayuda” en algo o “le adelanta la comida”; por tanto, esa mujer lo piensa mucho para auto-promoverse o superarse, pues tendrá la oposición del marido.

Con racistas empoderados es difícil promover a personas no blancas o permitirles el libre acceso a oportunidades. Se ha demostrado. Igual sucede con el prejuicio a jóvenes (hay que suponerlos inmaduros e inexpertos), la pregunta es: ¿cómo alcanzan la experiencia sin darles la oportunidad de errar o de ser exitosos?, ¿cómo maduran? Hay prejuicios hacia la tercera edad. Muchos piensan que «si se jubiló, es por algo», o para «garantizar unos pesitos del lado de acá», no que está en formidables condiciones físicas y mentales. Para ellos, el jubilado debe ser custodio o quedarse en casa para hacer mandados y cuidar nietos. Si alguien es homofóbico, bifóbico, transfóbico, etc., ¿qué oportunidad le dará a los homosexuales, bisexuales, transexuales o transgéneros? Buscará cualquier pretexto para que no accedan.

Nada de eso se resuelve con cuotas, sino con educación, a través del sistema escolar; con los mensajes que transmite la programación radial y televisiva, el cine. Hay que desprejuiciar a las personas y hay que pensar que es una inversión a largo plazo. Hay que eliminar estereotipos, chistes, etc. Y también hay desigualdad en cuestiones objetivas como los ingresos económicos, el hábitat y otras, que debemos resolver. No con cuotas, sí con la promoción intencional del mérito y el talento, priorizando a los tradicionalmente discriminados.

Yo soy director de una entidad del sector de la cultura, imagínense si tengo que formar mi equipo obligatoriamente con cuotas de negros, mulatos, mujeres, homosexuales, jóvenes, ancianos, habaneros, orientales… ¡No puedo! Pero sí tengo que promover al mejor, y si ese mejor es negro y le quieren buscar la contrapelusa para no aceptarlo, lo impongo; pero si me proponen una persona negra que es buena pero no es la mejor, y solo tendría que promoverla por su color de piel, me niego. Si ese mejor es mujer, igual; si todos somos hombres y me dicen que tengo que traer una mujer a como dé lugar, ¡lo impido!

Jackie Cannon: El Reino Unido tiene una historia de imperio que ha provocado una amplia inmigración durante el último siglo. Esto ha traído consecuencias muy difíciles para las terceras generaciones. Esta inmigración ha procedido de muchos países, incluyendo la República de Irlanda y antiguas colonias del imperio. Los irlandeses se han podido integrar, en parte porque, físicamente, no se distinguen del pueblo indígena, pero los hijos y los nietos de jamaicanos, por ejemplo, pueden sufrir injusticias históricas. También es necesario reconocer que los políticos en este país pueden parecer representar una diversidad, pero, en realidad, muchos comparten el privilegio de haber tenido una educación universitaria. Esto los pone en una posición privilegiada respecto a la mayoría de la población. Cuando se llega a hablar de la selección para trabajos ya es tarde, porque la discriminación y los desequilibrios se ven mucho antes en los niveles educativos que alcanzan los jóvenes según las posibilidades económicas de sus padres. Por este motivo, creo que hay que enfrentarse con la realidad de la educación, sobre todo secundaria, y de hacer desaparecer de alguna forma las expectativas tan vacías de tantos jóvenes. Este desequilibrio no se refiere solo a la raza.

También se aplica la misma limitación en el caso de las mujeres. En la escuela sigue habiendo un sistema que promueve ciertas asignaturas a las chicas o a los chicos, y los jóvenes, posiblemente las jóvenes en mayor medida, crecen creyendo que el único futuro que pueden esperar es trabajar en una tienda. Con este nivel de resignación es difícil imaginar un salto hacia el mundo de los altos cargos. Y con todo eso estoy hablando de los alumnos de la enseñanza pública, porque un gran porcentaje de los que consiguen altos cargos habrán tenido una educación privada.

Probablemente, la solución va a ser la reintroducción de unas cuotas hasta que no se lleve a cabo un cambiazo radical en el sistema (reconocido en el citado artículo de Investigo). Vuelvo a pedir disculpas por tantas fuentes en inglés, pero espero sirvan a algunos compañeros.

https://www.ethnicity-facts-figures.service.gov.uk/workforce-and-business/workforce-diversity/police-workforce/latest#main-facts-and-figures

Hasta aquí las respuestas de nuestros cinco panelistas.

[DEBATE EN DESARROLLO]

 

 


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