Este trabajo pertenece al dossier Cinco años de la visita de Barack Obama a Cuba.
Dentro de pocas semanas se cumplen cinco años de la visita del presidente Barack Obama a Cuba. Como ocurre con muchos acontecimientos, las imágenes circulantes en los medios desde el mismo instante de la visita, así como los mecanismos recónditos de la memoria, han contribuido a mitificarlos con un signo u otro. En aquella circunstancia, Temas invitó a un grupo de estudiosos de las relaciones interamericanas, oriundos de los Estados Unidos, América Latina y el Caribe, y en particular de Cuba, a reflexionar sobre su connotación. Rescatamos aquellas miradas por su utilidad para pensar de manera crítica y ecuánime algunos problemas del presente y los escenarios por venir.
* Publicado el 21 de marzo de 2016
En los próximos días, el presidente Barack Obama visitará Cuba, el primer presidente en funciones en hacerlo en casi 90 años. El viaje tiene una enorme importancia simbólica para el presidente, ya que será una demostración pública y un reconocimiento al gran acercamiento con Cuba que se dio a conocer en noviembre de 2014. Pero, ¿qué ganarán los dos países con la visita?, si es que se alcanza algo.
El dramático y controvertido cambio del presidente en la política estadounidense hacia Cuba está determinado por tres elementos principales. En primer lugar, y el más importante, está el hecho de que el llamado embargo a Cuba ha fracasado. En segundo lugar, el embargo y la insistencia por parte de Estados Unidos de que se excluya a Cuba de la comunidad hemisférica se convierte en la fuente más importante de hostilidad hacia Estados Unidos en toda América Latina. Finalmente, lograr la participación de todos los países es una faceta importante de la política exterior de Obama. Está convencido de que Estados Unidos puede acercarse más a regímenes hostiles o autoritarios mediante la participación que mediante la hostilidad o el invento.
El primer factor a veces se pierde en el ruido que hace en Washington la muy pequeña, pero poderosa camarilla de legisladores cubanoamericanos, de ambos partidos. Todos ellos han alzado la voz para denunciar el cambio de política y, nuevamente, para criticar la visita del presidente. Pero el debate en el congreso está cambiando. El año pasado, en la Cámara, se creó un Grupo de Trabajo bipartidista sobre Cuba para permitir un debate más amplio respecto de la expansión del comercio y las inversiones en un intento de dejar en claro que el antiguo grupo cubanoamericano ya no representa los intereses más amplios de Estados Unidos.
El segundo factor que impulsa el cambio en la política de Estados Unidos - las relaciones de Estados Unidos con el resto del hemisferio- probablemente ha proporcionado el mayor dividendo inmediato. Durante el último año se han suavizado las actitudes hacia los EE. UU. Casi han desaparecido los estridentes pronunciamientos anti-EE. UU., excepto las de un grupo diminuto (y cada vez menor), liderado por Venezuela. Puede ser una coincidencia, pero es un cambio importante que en el último año los gobiernos de Venezuela, Argentina y Bolivia que manifestaron su hostilidad hacia Estados Unidos sufrieran severas derrotas en las urnas.
No es casualidad que Obama continúe su viaje desde Cuba a Argentina, donde se reunirá con el nuevo presidente, Mauricio Macri. Lo que quiere Obama es fortalecer la comunidad hemisférica que favorece el estado de derecho. Cuanto más estrictas sean las reglas que unen a los miembros de la comunidad, desde la perspectiva de Obama, mejor protegidos estarán los intereses estadounidenses. Esta no es una lucha de poder entre la izquierda y la derecha. El grupo de naciones que lidera la construcción de esta comunidad incluye a Brasil, Chile, Costa Rica y Uruguay, todas socialdemocracias; y Argentina, Colombia y Perú, todos gobernados por partidos de centro derecha. La creciente presión ahora se dirige contra los regímenes autoritarios o semi autoritarios, y eso es lo que el presidente Obama quiere reforzar durante su viaje a América Latina.
El momento de la visita de Obama está diseñado para maximizar la importancia de lo que puede lograr como presidente sin la cooperación del Congreso. Esta semana anunció nuevas medidas para facilitar los viajes a la isla y reducir los obstáculos burocráticos a las actividades comerciales entre los dos países. El momento también maximiza el impacto que la administración podría tener en la campaña electoral en curso. Por eso va a Cuba ahora y no después de las elecciones de noviembre. Sus acciones muestran cuán impotente se ha vuelto el lobby cubanoamericano y daña la credibilidad tanto de Ted Cruz como de Marco Rubio.
Además, hacer el viaje ahora en lugar de después de las elecciones brinda un poderoso apoyo al creciente bloque de intereses económicos para los que es importante aumentar el comercio y la inversión. También apoya el esfuerzo bipartidista en el congreso al indicar que una alternativa al embargo es políticamente viable. La falta de críticas al cambio de política de la administración hacia Cuba es una poderosa demostración de cómo se ha erosionado el apoyo a la vieja camarilla cubanoamericana de línea dura, incluso entre la comunidad de exiliados en el sur de Florida. El acercamiento con Cuba ayudará al candidato demócrata en la campaña electoral. Incluso Donald Trump, que lidera las primarias republicanas, ha indicado su apoyo a la decisión de Obama de normalizar las relaciones.
Aparte del simbolismo de la visita - también se celebrará un partido de béisbol - nadie debería esperar algún anuncio importante de progreso en el proceso de normalización. Del lado estadounidense, el presidente solo puede llegar a un punto sin que el Congreso derogue la legislación que constituye el embargo. Continuará reduciendo o limitando las restricciones al turismo y al comercio y la inversión; pero, en el poco tiempo que le queda en el cargo, no puede hacer mucho.
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