La nueva (y vieja) normalidad. Último Jueves de Temas


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"Este jueves 29 de octubre el espacio del Último Jueves de la revista Temas que acaba de comenzar está dedicado al impacto que ha tenido la epidemia de COVID-19 en la sociedad cubana, y cuáles pueden ser las proyecciones para el futuro cercano y mediano del país".

Este jueves 29 de octubre el espacio del Último Jueves de la revista Temas que acaba de comenzar está dedicado al impacto que ha tenido la epidemia de COVID-19 en la sociedad cubana, y cuáles pueden ser las proyecciones para el futuro cercano y mediano del país.

Al igual que en otras ocasiones, Catalejo publica a continuación las primeras intervenciones de los panelistas invitados.

Pero antes, revise aquí los artículos publicados en Catalejo que en cierta medida se relacionan con las problemáticas que se tocarán hoy en el debate que se desarrolla a través del grupo de Whatsapp:

¿Dónde pasaste la Covid? Experiencias de jóvenes profesionales cubanos fuera del país durante la Covid-19. Rafael Betancourt Consuelo Martín (19 de octubre de 2020)

Ideas para la nueva época del turismo en Cuba. Antonio Díaz Medina. (16 de octubre de 2020)

Serie Descentralización y municipios: los retos de la covid-19. (1ro. De octubre de 2020)

La COVID-19 y algunas lecciones para la institucionalidad municipal en Cuba. Lissette Pérez Hernández (12 de octubre de 2020).

Perspectivas del desarrollo local en Cuba en un contexto POST COVID-19 (debate virtual). Colectivo de autores (11 de octubre de 2020).

Cortocircuitos y reconexiones: Aprendizajes clave para una agenda digital de gobierno en función del desarrollo local. Fidel Alejandro Rodríguez. (7 de octubre de 2020)

Desarrollo local con equidad. Un debate (virtual) sobre el contexto post COVID-19 en Cuba. Colectivo de autores. (1ro. de octubre de 2020)

COVID-19: Dos caras de una moneda (II). Daybel Pañellas Álvarez Laura Arango Rodríguez Naiby Teresa Capote Carolina Álvarez (28 de septiembre de 2020).

COVID-19: Dos caras de una moneda (I). Daybel Pañellas Álvarez Laura Arango Rodríguez Naiby Teresa Capote Carolina Álvarez (23 de septiembre de 2020).

Género y salud ¿Nuevas lecturas en tiempos de COVID-19? Yisel Hernández Barrios Denis Pérez Chacón Luis A. Fonte Galindo (12 de septiembre de 2020)

Post pandemia y turismo en Cuba. Antonio Díaz Medina (30 de agosto de 2020).

Las relaciones Cuba-Estados Unidos: entre la COVID-19 y la campaña electoral presidencial del 2020. Carlos Alzugaray (29 de julio de 2020).

COVID-19. Una aproximación a temas de edad, sexo y género. Luis Fonte Galindo Yisel Hernández Barrios María Ginori Gilkes Denis Pérez Chacón  (6 de julio de 2020).


Panelistas invitados:

Mirlena Rojas Piedrahita. Socióloga, coordinadora del Grupo de Estudios Sociales del Trabajo (CIPS). Coordina la Red Cubana de Estudios Laborales.

Jesús Menéndez Jiménez. Médico especialista en Gerontología y Geriatría

Master en Salud Pública y Envejecimiento CITED (Centro de Investigaciónes sobre la Tercera Edad), H. Calixto García.

Jany Barcenas Alfonso. Psicóloga y Master en Psicología Educativa. Profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Miembro de la Sociedad Cubana de Psicología (SCP) y de la Sociedad Interamericana de Psicología (SIP).

Amaya Blanco Perera. Bioquímica y farmacóloga. Estudiante de posgrado en España.


1. ¿Qué características se asocian a la idea de nueva normalidad?

Mirlena Rojas: La llamada “nueva normalidad”, que desde mi modesta opinión no es nueva, sino que asevera “pendientes” a tomar en cuenta para el despliegue de la economía cubana, ahora en un contexto de crisis pandémica mundial; reafirma los efectos no deseados de las medidas y transformaciones asumidas hace ya más de 10 años, así como, el afán, aun conceptual de una visión integral del desarrollo, tienen su base formal en una plataforma programática ampliamente fundamentada en nuestro país desde el 2011. Estos programas constituyen hoy la base del proceso de reforma abierto bajo la presidencia del General de Ejército Raúl Castro y ahora bajo la dirección del presidente Díaz-Canel.

Más recientemente en el mes de julio, sale a luz un documento bajo el título: “Cuba y su desafío Económico y Social. Síntesis de la Estrategia Económica y Social para el impulso de la economía y el enfrentamiento de la crisis mundial provocada por la COVID 19” (Tabloide especial, 2020) con vista a enfrentar la crisis y como contribución a la implementación de los Lineamientos. En este mismo mes el Ministro de Economía y Planificación Alejando Gil lo presenta, en el espacio televisivo de “Mesa Redonda”, y destacó en su intervención los que serían los principios de dicha estrategia.

Realmente dentro los rasgos de este momento histórico de la sociedad cubana, se despliegan sobre la base de un contexto de crisis económica pretérita pero profundizada ante la Pandemia de la COVID-19; por el recrudecimiento de la política hostil de los Estados Unidos hacia Cuba, particularmente todo lo referente hacia el bloqueo y las campañas mediáticas; la derechización de los gobiernos de la región, etc.; todo lo cual posee un impacto visible en la población cubana. A lo interno, este escenario se encuentra marcado por procesos de diferenciación y heterogeneización socioeconómica y aunque se dedican esfuerzos importantes en este sentido desde el Estado cubano, no es un secreto para nadie el ensanchamiento de las desigualdades sociales y el resentimiento de principios sociales como la equidad y la justicia social.  Sin dudas requiere de una concepción política, de una voluntad y una puesta en común desde una perspectiva sistémica del desarrollo. Por un lado se precisa  desterrar posiciones conservadoras, ideologías estatistas y centralizadas, obstáculos de administraciones burocráticas, que no han conducido al desarrollo de las fuerzas productivas, al trabajo como medio y garantía de vida, ni al desarrollo de la sociedad en su conjunto.  Por otro, viabilizar la opinión pública, una ciudadanía activa, participante del desarrollo y movilizadora de los cambios que demandan estos tiempos.

Jesús Menéndez: Me referiré principalmente al área de la salud, una de las más visibles durante la pandemia para todos los países.

Nuestro país es uno de los más envejecidos de América Latina y el Caribe: ya cuenta con el 20,8% de su población con 60 años o más y para el 2030 se espera alcance un 30%. Desde hace algunos años hay más personas mayores que niños en Cuba.

Según el Estudio Nacional de Envejecimiento Poblacional del 2017, el 86% de nuestros mayores padecen al menos una enfermedad crónica, y el 50,1% dos o más. La mayoría de las personas mayores cubanas son independientes para su vida personal, pero para su vida de relación, a partir de 75 años de edad, el 43% los hombres tienen al menos una limitación para mantenerla plenamente, y las mujeres llegan a casi el 53%.

La nueva normalidad tiene algunas premisas, y una de ellas es que la COVID-19 continúa y el riesgo de enfermarse se mantiene. La llegada del nasobuco es como CUANDO surgió la minifalda: hubo alguna resistencia al inicio, pero llegó para quedarse. En casi todos los países se han reportado menos muertes y personas enfermas por enfermedades infecciosas respiratorias durante el tiempo de pandemia, y es fundamentalmente por las tres mejores medidas para impedir enfermarnos: el citado nasobuco, el lavado de las manos y la separación entre personas.  Es posible convivir con la enfermedad con un mínimo de riesgo

Próximamente debe comenzar el decenio del envejecimiento saludable a nivel mundial, propuesta realizada por la Organización Mundial de la Salud que se llevará a votación en la actual sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas. Sus cuatro áreas de actuación son:

a. cambiar nuestra forma de pensar, sentir y actuar con respecto a la edad y el envejecimiento;

b. asegurar que las comunidades fomenten las capacidades de las personas mayores con entornos más amigables para ellos;

c. ofrecer servicios de salud primarios que respondan a las necesidades de las personas mayores;

d. brindar cuidados a largo plazo para las personas mayores que lo necesiten.

Estas áreas de actuación, en un escenario dominado por la COVID-19 durante buen tiempo, deberán caracterizar la nueva normalidad para las personas mayores en Cuba desde el punto de vista de la salud, mirando esta desde un punto de vista amplio.

Jany Bárcenas: La nueva normalidad se trata de un proceso en construcción que pasa por la necesidad de afrontar las dinámicas “normales” de la vida cotidiana con un conjunto de nuevas prácticas que no eran habituales anteriormente.

Se trata de un cambio más complejo porque es un concepto necesario para la vida cotidiana saludable, pero a su vez utilizado en la gestión de gobierno, con la cual se puede asociar a algo político, es decir, es la articulación de la organización de un país que gestiona una pandemia y hace que la vida cotidiana de las personas se tenga que organizar de esa manera, es contradictorio, complejo, pero necesario. 

En los Psicogrupos WhatsApp hemos dedicado algunas sesiones a trabajar “la nueva normalidad”. Resulta un término ambivalente, las personas lo asocian con cambio o más bien transformación, porque el cambio es reversible y no volveremos a una realidad anterior; adaptación a algo que llega para quedarse; momento de preparación; nuevos hábitos; reto; situación cambiante; peligro al depender de la responsabilidad personal y colectiva; decisión basada en factores económicos. 

Desde una mirada psicosocial la nueva normalidad debe ser entendida como un proceso de reajuste y de búsqueda de un nuevo equilibrio en la vida cotidiana, luego de vivir una crisis que ha roto esa relativa estabilidad de lo habitual. Las crisis desestructuran la organización de nuestras vidas, las necesidades no logran ser satisfechas de la manera habitual, y todo esto genera incertidumbre, inseguridad, miedo por su carácter inédito; pero a su vez ofrecen una nueva oportunidad para cuestionarnos lo “normal”. De ahí la necesidad de las nuevas prácticas para poder adaptarse activamente y superar la crisis. Es posible concebir una nueva normalidad con bienestar, si tomamos la idea de la crisis como oportunidad.

Una preocupación: el término "nueva" no implica desaprender y aprender nuevas prácticas cotidianas, no implica romper con la familiaridad acrítica (fenómeno de acostumbramiento, donde no se reflexiona aquello que resulta obvio) de los habituales comportamientos que ahora no son posibles.

Amaya Blanco: Se asocia al concepto de nueva normalidad, como regla principal el distanciamiento físico y/o social, a partir de esta norma, se hace común el uso de mascarillas, mayor higiene de manos, el mantenimiento de restricciones de distanciamiento en determinados locales (bares, restaurant, hoteles). Existe el mantenimiento del cierre de negocios por los peligros de contagio (gimnasios), cierre de fronteras y con ello imposibilidad de viajes. Creo que en sí el concepto de nueva normalidad es una expresión contradictoria en sí misma, para que de alguna manera se enmascare la realidad. Creería que es un concepto vinculado a la regulación del comportamiento personal y social, que de algún modo es dictado o emitido por gobiernos con lo cual tiene fuertes vínculos con lo económico y político.

2. ¿Cuáles han sido las huellas principales de la pandemia en el funcionamiento de la sociedad y sus instituciones?

Mirlena Rojas: Realmente no tengo la magnitud de la impronta que ha dejado, y aun deja la Pandemia en cubanos y cubanas. Solo me aventuro a compartirles algunos elementos en el ámbito del Trabajo, los que por gajes del propio oficio me he acercado mayormente en los últimos tiempos. Desde este espacio, notables han sido las configuraciones sociolaborales y socioeconómicas que han dejado su impacto, por lo que considero que constituye un área de significativo abordaje. La llegada de la pandemia a Cuba en el mes de marzo del 2020 trajo consigo una movilización inmediata de todos los organismos centrales del Estado y la población en general. Al respecto, el MTSS emitió medidas, las que indistintamente dejaron su huella en el sector estatal como no estatal y en cubanas y cubanos en sentido general.

Una información reveladora lo constituye la cifra de 243 mil 203 de TPCP que optaron por la suspensión temporal del ejercicio, lo cual representa el 38% del total (632 557) de TPCP a nivel nacional. Las principales actividades suspendidas fueron las de transporte de carga y pasajeros; arrendador de viviendas, habitaciones y espacios; y servicios gastronómicos en cafeterías. En particular los trabajadores contratados formalmente representan el 25 % dentro de la suspensión del ejercicio por cuenta propia.

En este sentido se considera que las medidas emitidas representan un sesgo estatal importante y no regula adecuadamente la protección de los trabajadores contratados en el sector no estatal (que no es sólo el TPCP) y los auto-empleados (Colina, 2020) y precisan de una prestación laboral que no puede representar una forma de vulneración de los derechos de los trabajadores (Lam, 2020). En la bolsa de TPCP existentes en Cuba se reconoce que se adolece de una clasificación respecto a empleadores y empleados, lo cual trae consigo la baja percepción respecto hacia aquellos negocios que se encuentran en condiciones de pagar salarios, disminuir su actividad o cerrar el mismo.

Otra huella importante se pudiera enmarcar en que el distanciamiento físico, social y psicológico atenta contra la función socializadora que todo trabajo posee. Esto lleva a pensar en las rupturas que provoca el aislamiento prolongado y la manera en que esto conspira con las relaciones sociales y de trabajo en general. Lo anterior se deduce a partir de algunos bajos porcentajes dedicados a variables esenciales dentro del proceso de trabajo como: el nivel de desempeño, la calidad del proceso de trabajo y la productividad, las cuales fueron corroboradas en un estudio exploratorio desde mediados del mes de abril, hasta mediados de mayo, por especialistas del Grupo de Estudios Sociales del Trabajo del CIPS.  

Asimismo, lo relacionado con el acceso al empleo; algunas acciones entorno al espacio local; aspectos a tomar en cuenta con la modalidad de teletrabajo y la importancia de atender buenas prácticas de formas de gestión económica no estatal; son elementos claves en función de contribuir a complementar políticas relacionadas con la esfera laboral cubana. En la medida en que las políticas enfocadas a la esfera laboral adquieran una mayor interdependencia e integralidad, se podrá garantizar el desarrollo económico y social que nuestra sociedad reclama.

Jesús Menéndez: Durante los primeros 6 meses de la pandemia, los cuidados y su demanda insatisfecha se hicieron más manifiestos, como también se hizo patente nuestra resiliencia y creatividad para seguir caminando en la vida. En Europa y los EE.UU. al inicio de la pandemia, esta barrió literalmente con las personas mayores. Esto no pasó en Cuba. 

De igual manera que la pandemia trascendió el ámbito de la salud, los cuidados la trascienden también. La atención en salud en la pandemia es competencia del Ministerio de Salud Pública, pero el peso fundamental de los cuidados durante la pandemia cayó sobre los hombros del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, el Ministerio de Comercio Interior, la banca cubana, la Universidad de La Habana y en especial la Universidad Médica de La Habana, acompañados por la sociedad civil, el sector no estatal y la red de cuidados informales formada por los vecinos del barrio, que siempre ha estado presente.

Las medicinas cuando se toman pueden causar efectos adversos, y no por ello se dejan de prescribir o de tomarlas las personas, porque sus beneficios son mayores que esos efectos. Las medidas tomadas para el control de la COVID—19 han demostrado su valor en todo el mundo y acá, no obstante, existen “otros daños de la COVID” aún en las personas que no la padezcan. Aunque lo principal ha sido y es salvar vidas, el daño que le produzcan los efectos colaterales a las personas mayores, podrían durar meses o años después de terminada la pandemia.

Estamos comenzando una etapa después de varios meses en que el posible daño que la COVID -19 les está haciendo a las personas mayores (aunque no se enfermen de COVID) producto de la restricción de la movilidad y del contacto social, puede tener un mayor costo en el bienestar de la persona que la propia enfermedad. Menos del 1% de las personas mayores en Cuba se han infectado de la COVID, y el otro 99% puede estar expuesto en alguna medida a estos “efectos adversos”. Hacia tratar y paliar estos efectos se están dirigiendo actualmente los pasos de nuestro sistema de salud, junto a sus demás funciones

La pandemia ha expuesto la disfunción y fragilidad de muchos sistemas en la región de América Latina y el Caribe, como los de salud, protección social, alimentación, agricultura, empleo y transportación, entre otros.  Para nosotros, la pandemia puede representar una oportunidad para construir la nueva normalidad.

Jany Barcenas: La percepción del tiempo se ha distorsionado y eso ha servido para darle el valor que se merece. La organización del tiempo se ha modificado en función de priorizar lo importante y no lo urgente como solía suceder acríticamente. La vida no se ha detenido, este tiempo no se ha perdido, porque hay muchos aprendizajes de lo vivido.

Durante este tiempo la salud física y mental se han resignificado, los referentes del bienestar también han sufrido transformaciones.

Vivir el presente ha sido una premisa fundamental, se ha comprendido que no se trata de sobrevivir atrincherados, ni de hipervivir agitadamente de un lado a otro sin pensar.

El teletrabajo, que comienza por una necesidad social, se ha realizado de manera eficiente y útil, se ha convertido en una buena práctica laboral (si se cuentan con las condiciones necesarias) y ha potenciado muchas habilidades. Es una oportunidad para las instituciones que puedan identificar mantenerlo y combinar con actividades presenciales.

Es importante aprovechar los aprendizajes institucionales de esta etapa para mejorar servicios y otras prácticas que propician el bienestar en la sociedad. Se han hecho visibles las orientaciones para la transformación institucional que demanda la satisfacción de necesidades acumuladas y el deseo de desarrollar nuevas bases para una vida cotidiana con bienestar en el país. Algunos aprendizajes institucionales que deben ser potenciados para que se mantengan y perfeccionen:

  1. las búsquedas de soluciones público-privadas para satisfacer necesidades de la población en todos los ámbitos de la vida;
  2. las articulaciones para un mejor transporte público, institucional, estatal y particular;
  3. el comercio electrónico y la entrega a domicilio, además de presencial, como opciones a seleccionar;
  4. las formas de comunicación del gobierno y la retroalimentación de la ciudadanía;
  5. el fortalecimiento del papel de las instituciones y la legalidad;
  6. los diversos servicios profesionales, estatales y particulares, colectivos, cooperativos;
  7. los medios de comunicación como agentes de transformación social, diversidad de fuentes, plataformas y niveles de acceso a soportes digitales;
  8. los sistemas de salud y de educación fortalecidos, revisitados y actualizados para continuar su desarrollo a escala nacional e internacional;
  9. las ciencias, básicas, exactas, económicas, sociales y humanísticas, al servicio de la gestión de gobierno y viceversa; reconocido el necesario papel de la Psicología.

Amaya Blanco: Lo primero que me viene a la mente como huella de la pandemia es el teletrabajo, un gran número de personas en el ámbito que me rodea desde marzo de este año ha pasado a esta modalidad, lo cual ha significado un cambio en la dinámica diaria individual y colectiva. Al mismo tiempo considero que hay una afectación en las relaciones sociales, dado por las normas de distanciamiento físico lo cual significa un cambio radical en las rutinas de los ciudadanos. Con respecto a la ciencia, que es la esfera donde trabajo, en mi caso particular ha significado un aumento de la carga de trabajo, constituye una carrera contra reloj para lograr alcanzar determinados hitos, pues son proyectos vinculados al coronavirus. Referido a la salud pública, nos damos cuenta que no se invierte lo suficiente para hacer frente a este tipo de situaciones epidemiológicas, hablo en el caso específico de Europa. A pesar de ello, el personal de salud intenta sobrellevar esta situación tan compleja, desconocida y no experimentada anteriormente. A pesar de las deficiencias del sistema de salud, vale resaltar el marcado el esfuerzo de todas las personas vinculadas laboralmente a este sector: señoras de la limpieza, personas vinculadas con mantenimiento y alimentación, finalizando con los médicos y enfermerxs. Otra huella bien marcada es la brecha social de desigualdad, que se empieza a ampliar, personas que trabajan en esferas vinculadas a la hostelería, construcción y servicios están en paro, consecuencias que inmediatas y que a largo plazo se irán viendo. De momento el número de ayudas solicitados a ONG o Cáritas de la iglesia católica, ha aumentado exponencialmente, lo cual es un indicador de la situación. Otra área en la cual se ha notado el efecto de la pandemia ha sido la educación. Uso de tele-clases o video conferencia en todos los niveles de enseñanza, vinculada a esta situación hay un aumento considerable del uso de dispositivos electrónicos por niños, adolescentes y adultos.

3. ¿Qué factores han incidido a nivel social en el proceso de adaptación derivado de la pandemia?

Mirlena Rojas: Desde el punto de vista social resulta indiscutible que el proceso de adaptación derivado de la pandemia tiene costos importantes y aun no previsibles en la sociedad cubana toda. No son pocos los procesos socializadores que se han resentido, los cuales no escapan a la duda de cuántos de ellos serán superados y cuántos quedarán naturalizados por siempre. Las medidas higiénicas sanitarias, el uso de la protección a través del llamado nasobuco, el distanciamiento físico, las medidas en el orden laboral entre otras, pudieran encontrarse en el orden favorecedor de la situación actual. Sin embargo, no pocas indisciplinas han tenido lugar en estos tiempos, las cuales han conllevado a las autoridades a tomar medidas más severas tras el empleo de normativas y leyes dispuestas en este sentido.

Realmente la situación actual de crisis pandémica, aún no ha terminado. Repensarnos como país, es una necesidad inmediata.  Al decir de (Acosta, 2020) “la evolución de la pandemia en Cuba, como la del resto del mundo, hace pensar que las frecuentes expresiones del estilo "cuando esto termine" y "cuando haya pasado" deben recibirse con precaución y sospecha. Lo que está sucediendo no es algo que debamos pensar con un "final", porque ello reduciría la actual situación solo a una crisis”

Dentro de las problemáticas que prevalecen en este escenario se encuentra la llamada crisis con el cuidado, la cual no pocas especialistas han tomado en consideración. La crisis de la COVID 19 ha visibilizado la necesidad de servicios de cuidado ante la escasez de oferta pública por parte del Estado y la sobrecarga de las familias ante la responsabilidad de dicha tarea, donde principalmente las mujeres llevan el mayor peso.

En estas circunstancias otro problema acuciante se ubica ante el cierre de las escuelas y centros educativos, lo cual requirió del cuidado de niños y adolescentes por parte de la familia. La mujer trabajadora ya sea en la modalidad de teletrabajo o en su condición de interrupta, le recae también este tipo de cuidado sobre todo ante la doble jornada y la confluencia en un mismo espacio físico de múltiples trabajos (laborales, domésticos, de cuidado y enseñanza de los más pequeños, etc.).

Otros problemas crónicos de abastecimiento de alimentos, se le suman diversas problemáticas sociales que dificultan el proceso de adaptación. Tal es el caso de las dificultades para el suministro de agua y de productos básicos de higiene, vitales en la implementación de las medidas de prevención sugeridas para frenar los contagios, son evidencia de problemas estructurales no resueltos que se hacen críticos en situaciones de emergencia.

Jesús Menéndez: También hablando desde el punto de vista de la salud y las personas mayores, no es nada nuevo la conjunción en el tiempo de enfermedades infecciosas y enfermedades crónicas. Lo novedoso ahora es la magnitud de lo que está ocurriendo. La incertidumbre y los dilemas éticos entre salud y economía nos obligan a repensar constantemente lo que hacemos. 

¿Cuánto vale una vida? ¿Cuánto se debe invertir para salvar una vida? Son disyuntivas a balancear por los gobiernos: los más vulnerables que prefieren quedarse en casa, y los necesitados de trabajar para vivir. Las circunstancias actuales de la pandemia en Cuba han permitido valorar nuevas oportunidades de adaptación: cuidarnos, producir y seguir viviendo, amén del ansiado crecimiento económico que tanto necesitamos. Siempre se ha dicho, y se ha atribuido la frase a diferentes personas, que de las grandes crisis surgen grandes soluciones. El teletrabajo y el trabajo a distancia no llegaron para aliviar la carga de las personas mayores que se mantienen trabajando, llegó hace un año por la crisis energética y actualmente para disminuir la probabilidad del contagio y aliviar en algo el transporte urbano. Pero las personas mayores trabajadoras son ganadoras en esta nueva situación.

Cuba está viviendo una etapa excepcional: emergencia sanitaria por la pandemia, con los gastos que ello conlleva una disminución muy importante de las entradas de divisas al país, el conocido recrudecimiento del bloqueo a niveles nunca antes vistos, más implementación de la nueva estrategia económico social (salarios, precios, ordenamiento monetario y cambiario). Esto me recuerda la tormenta perfecta. Pero contrariamente a lo que sucede en la película, considero que nuestra embarcación no naufragará.

Jany Bárcenas: La percepción de riesgo, el autocuidado, la responsabilidad, son factores que, sin duda, han incidido en el proceso de adaptación, pero está en dependencia de cómo sean manejados. Es necesaria una adecuada percepción de riesgo para ejercitar el autocuidado y la responsabilidad personal y colectiva. Sin embargo, subestimar los peligros de la enfermedad, las posibilidades de contagio, la excesiva confianza, a veces el escepticismo hacia la información que se transmite en los medios de comunicación oficiales, van en contra de todo lo logrado.

La resiliencia personal y colectiva es un factor importante en el proceso de adaptación, dada la capacidad demostrada de superar las adversidades y estar en mejores condiciones para situaciones futuras similares. Como país hemos aprendido a través de la experiencia a ser resilientes y anclarnos en nuestras fortalezas para superar los momentos más difíciles y las condiciones más adversas.

La confianza en el sistema de salud cubano y en la gestión de gobierno han contribuido a disminuir el malestar subjetivo asociado a la situación de crisis que estamos viviendo, más aún si lo comparamos con otros contextos.  

Desde los referentes psicosociales se identifican diferentes respuestas individuales a la crisis que pueden favorecer u obstaculizar el proceso de adaptación.

1. Activa y creativamente se asumen los acontecimientos, se generan nuevas estrategias para afrontar la situación y encontrar nuevas maneras de satisfacer las necesidades.

2. Pasivamente y con pocas reacciones, se produce una parálisis ante lo nuevo y emocionalmente impactante. Se decide dejar que otros resuelvan las contingencias y necesidades; una especie de mirar desde lejos lo que acontece y, a veces, solo criticar o quejarse de lo que otros hacen o lo que sucede.

3. Se acude también a comportamientos que transgreden las normas instituidas y aquellas promulgadas para la convivencia en tiempos de pandemia. En casos extremos, otros acuden a comportamientos claramente transgresores de la legalidad.

4. La evasión ante una realidad que desborda, es un modo de negar lo que acontece y su impacto es tal, que solo las decisiones posibles son aquellas que permiten escapar de las presiones que genera la cotidianidad en crisis.

 

Algunas de estas respuestas también pueden ser aplicadas a nivel social. En un amplio abanico podemos identificar muchos ejemplos de ellas a nivel institucional, territorial, etc.

Amaya Blanco: Afirmar que a nivel social existe una adaptación me parece muy absoluto. Las personas han asumido las restricciones, cambio de hábitos, etc. que ha impuesto la pandemia con diverso grado de ajuste y costos emocionales. Los impactos son una realidad, y la diversidad de actitudes y comportamientos también. Es prematuro hablar de factores generales. Aprecio a nivel del sujeto individual: el ajuste derivado de la necesidad de no enfermar que se ve atravesada por el significado que las personas le otorguen al valor salud. Personas, grupos y comunidades que tienen la salud y su preservación en una jerarquía prioritaria, y lo opuesto, quienes subestiman el peligro y actúan retando las normas a pesar de normas jurídicas que implican multas y hasta procesos penales. Un problema generalizado, consideraría que a nivel mundial es en grupos de jóvenes. No existe dimensión real de la situación, no hay percepción de riesgo, plantean que si enferman no sufrirán complicaciones clínicas, no usan mascarillas, cero distancia social, asistir a sitios cerrados con número elevados de personas, no tienen en cuenta que al menos, en Europa están al límite las unidades de cuidados intensivos, el riesgo que pueden tener las personas mayores, con las cuales conviven, que desafortunadamente son personas de alto riesgo frente al Covid.

4. ¿En qué medida la nueva normalidad emerge como patrón social?

Mirlena Rojas: Realmente son multidimensionales los factores que estarían influyendo para afirmar dicha interrogante. Quisiera creer que algunas cuestiones han llegado para quedarse como es el caso de las medidas manifiestas en los diversos centros de trabajo como el teletrabajo según la manera en que se garanticen las condiciones de infraestructura; aquellas relacionadas con los espacios públicos y el comportamiento requerido para la higienización, las conductas adecuadas en ese sentido. Asimismo resulta complejo, muy complejo la solución a problemas estructurales que se han” disparado” con la crisis pandémica como es el caso de las asimetrías que ha generado, y que aún no existe un control ni regulación estatal suficiente con vista a superar el desarrollo de las fuerzas productivas, el despliegue de articulaciones multiactorales; así como la relación que debe conceptualizarse entre la planificación como mecanismo de dirección y las propias lógicas de mercado en un contexto de reconocimiento de diversas formas de propiedad y gestión. Reconozco que muchos de estos problemas estructurales tienen un componente externo importante, pero no debe escapar de nuestra mira las trabas internas que obstaculizan nuestro propio desarrollo.

Un patrón social a seguir es una construcción que requiere de la participación ciudadana y la conciencia de todos y todas a los más diversos niveles. No es casual que sea un cambio cultural, un comportamiento que cambie el giro de una historia que solo debemos construir los cubanas y cubanos de estos tiempos, los que geográficamente se encuentran en todas partes.  Nos distingue con respecto a otros países la resiliencia del pueblo, digno de admirar y merecedor del tan anhelado bienestar social y económico.

Jesús Menéndez: Nuestra nueva normalidad pasa por el envejecimiento de la población cubana. Considero que inicialmente esta nueva normalidad surge en todo el mundo como respuesta a una crisis: la pandemia, pero con el pasar de los meses, pienso que va tomando forma de un cambio permanente no solo social, sino en la salud y lo económico también, cambio que venía gestándose en nuestro país desde mucho antes.

Cuando veamos todas las posibles consecuencias en la salud de las personas que no han padecido la COVID-19, se sabrá la magnitud de quienes sufren de enfermedades crónicas o de aquellos que han desarrollado problemas de salud mentales.

La pandemia debería obligarnos a "repensar" la relación que tenemos con los adultos mayores y la manera en que los cuidamos, según el Dr. Mike Ryan, director de Emergencias de la Organización Mundial de la Salud.

Es importante fomentar la participación y la contribución de las personas mayores en su propio envejecimiento. El empoderamiento de estas personas, su preparación para la creación de proyectos de vida, el aumento de su nivel de información, las pondrá en mejor posición para participar activamente en la construcción, por parte de la sociedad, de las bases de un envejecimiento activo, inclusivo y saludable. Que se convierta o no en patrón social, depende de nosotros mismos.

El conocimiento sobre la pandemia y las nuevas relaciones entre las personas y los países está cambiando desde el inicio de la COVID-19. No hay forma de saber si estamos haciendo lo correcto o no. Se sabrá con los años. Existe incertidumbre sobre los beneficios y los costos de las diferentes respuestas. No existe una única respuesta adecuada, todo depende del contexto. Hasta ahora la prioridad ha sido y será salvar vidas, y en nuestro país esto se ha matizado en las últimas semanas con el reinicio de la actividad productiva, en un ambiente de gran cambio desde el punto de vista económico. La nueva normalidad es una oportunidad para reinventarnos como país.

Jany Bárcenas: No se trata de un concepto o una fase más, sino que es un proceso en construcción de nuevas prácticas, algunas que llegaron para quedarse. La nueva normalidad pasa por construir nuevas prácticas saludables en la vida. La pandemia en cierta medida ha ayudado a identificar aquellas prácticas inadecuadas y transformarlas, anclados ahora en la necesidad de hacerlas bien para protegernos. También ha propiciado acelerar procesos y aprendizajes institucionales que se deben potenciar, pues se ha develado su necesidad y utilidad para el bienestar social.

Algunas medidas serán permanentes y otras transitorias, pero lo más importante que debe quedar es la responsabilidad personal y colectiva para asumir cada una de las situaciones que nos toque afrontar en la vida cotidiana desde una respuesta activa y transformadora. Las opiniones en este sentido son diversas, pues algunas personas consideran que nada volverá a ser como antes, mientras otras creen que la costumbre es más fuerte y volveremos a las prácticas inadecuadas. La realidad es que ha sido una etapa de aprendizajes en múltiples niveles, pero es una opción y un tema de la actitud que se asuma, poner en práctica y mantener esos aprendizajes. 

La diferencia entre Cuba y otros países de la región radica precisamente en la gestión de gobierno, que contribuye a la construcción de una nueva normalidad con la articulación de lo público y lo privado. Una gestión clara y satisfactoria que ha demostrado, una vez más, el valor que en nuestro país se le da a cada persona. La salud pública cubana continúa demostrando para Cuba y para el mundo sus principios éticos, profesionalidad, humanismo, compromiso y solidaridad. Esta etapa también ha servido para aumentar la confianza y seguridad en la medicina cubana dentro y fuera del país.

Amaya Blanco: Algunos de los comportamientos, nuevas formas de vivir la cotidianidad pueden haber llegado para permanecer en muchos de sus rasgos: potenciación del teletrabajo, mayor uso de medidas de higiene a nivel individual y en los servicios, etc., uso de mascarillas o nasobuco. Con respecto a Cuba, habría que ver en el decursar del tiempo que se incorpora a las prácticas cotidianas o diarias, ya que nos caracterizamos por un modo de relacionarnos de mucha cercanía física. Las medidas tomadas, afortunadamente han preservado la salud y vida (pocos fallecidos), eso hace que el temor a la enfermedad pueda ir diluyéndose. Existe una falsa protección por contar con un sistema de salud que a pesar de tener deficiencias en términos de infraestructura se ha visto que es capaz de responder de manera acertada a la situación. Ejemplos de este tipo de comportamiento de no preocupación o no percepción, fotos en Facebook de colas, de las aglomeraciones, hacen pensar que como patrón social las normas más bien han sido aceptadas y no asumidas de modo consciente.

 


1 comentarios

Consuelo Martín Fernández
30 de Octubre de 2020 a las 00:07

Excelente panel. Podemos releer, reflexionar y discernir hasta dónde y cómo construir una nueva normalidad donde nuestras prácticas cotidianas sean coherentes con la responsabilidad personal y colectiva en aras del bienestar en nuestra sociedad y allende los mares. Muchas gracias.

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