*FEBRERO 2021
PANELISTAS:
Katia Sánchez. Graduada de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana en 2015. Ha trabajado para empresas estatales, extranjeras y negocios privados. En 2019 creó La Penúltima Casa, primer blog de comunicación digital en Cuba. Fundó el podcast El Pitch, para pensar la comunicación del emprendimiento cubano. Autora del ebook 500 días de comunicación digital en Cuba.
Fidel A. Rodríguez. Profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Investigador en temas de cultura digital y colaboración en redes. Coordinador del proyecto Enredes: Información y Comunicación para el Desarrollo local.
Darío Alejandro Escobar. Licenciado en Periodismo. Editor Web de la revista El Caimán Barbudo. Fue director de la revista Somos Jóvenes. Tallerista de la Fundación Gabo de Nuevo Periodismo Iberoamericano en 2017. Miembro de la Unión de Periodistas de Cuba y de la Asociación Hermanos Saíz. Ha publicado crónicas y artículos en revistas cubanas y extranjeras como The Clinic (Chile), Anfibia (Argentina), La Jiribilla (Cuba) y Temas (Cuba).
Daylin Pérez de la Rosa. Directora de Comunicación Institucional de la Dirección Nacional de Joven Club. Graduada de Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.
Rafael Hernández: Bienvenidos a Último Jueves, panel de discusión de la revista Temas. Estamos muy agradecidos por la participación en este panel de un muy valioso grupo de panelistas que van a contestar nuestras preguntas, así como un público muy abundante que nos está acompañando. Esto tiene una especial significación para nosotros porque con este panel de febrero de 2021 cumplimos diecinueve años. En febrero de 2002 hicimos nuestro primer panel de Último Jueves, dedicado a la problemática racial y la violencia racial en la historia de Cuba. Estamos, con estos diecinueve años, recorriendo un camino que queremos continuar, naturalmente. Nos alegra mucho que haya habido esta gran concurrencia, que nos hace pensar que podemos seguir diecinueve años más.
Nos acompaña un grupo de jóvenes expertos en el tema de las redes sociales, que tiene tanta actualidad, tanta significación, y que suele tener defensores a ultranza y críticos muy intensos. El propósito de las sesiones de Último Jueves no es otro que el de pensar y analizar en conjunto un problema, de manera que, sin más dilación, le doy entrada a nuestros panelistas y a sus comentarios sobre estas temáticas.
Rafael Hernández: Si tuviera que explicarle a un extraterrestre lo que son las redes sociales, ¿qué le diría?
Katia Sánchez. Las redes sociales son tecnologías de comunicación donde convergen personas en tiempo y espacio de forma simultánea, interactuando de manera personal y, a la vez, pública. Personal porque cada individuo posee, en estas estructuras, un avatar o perfil propio que le caracteriza y personifica. Desde ahí se expresa a través de los códigos de las redes: video, texto, audio, imagen, o de la mezcla de estos formatos. Pero son públicas, por otro lado, porque lo expuesto está al alcance de casi cualquier usuario o, al menos, de sus contactos más cercanos. Hay configuraciones de privacidad para restringir la visibilidad de nuestra comunicación en las redes sociales, pero su lógica implica e impulsa a ampliar cada vez más nuestras burbujas o círculos de interacción, e incluso buscar el reconocimiento a través de un alcance mayor y la consiguiente aprobación de lo que expresamos en ellas. Las personas que se exponen a los mensajes de sus contactos, tienen poder para comentarlos y, en especial, para aprobarlos o no. El consumo de los mensajes, además, casi nunca es cronológico, sino que se actualiza a partir de operaciones matemáticas que estudian nuestras interacciones previas con otros mensajes y a partir de otras cuestiones donde se premia a los usuarios más activos y los posts promocionados. De esta forma, las redes sociales como estructuras de comunicación, pero también como negocios en sí mismas, buscan maximizar el tiempo de consumo y la creación de contenido de los individuos. Así han devenido poderosas herramientas de comunicación social y de influencia, con una idea de democratización (totalmente cuestionable si tenemos en cuenta que no todo el mundo tiene/puede tener acceso, y que mucha de la interacción relevante se debe a contenidos patrocinados y pagados) que ha revolucionado el mundo de la comunicación institucional, que es el campo donde me desenvuelvo. En este sentido, las organizaciones han debido atemperarse a una lógica comunicativa horizontal, de diálogo y de pérdida del control de sus mensajes hacia sus públicos. Por otro lado, los públicos ven como nunca antes abierta la posibilidad de contar directamente a las organizaciones sus preocupaciones, preguntas y quejas.
Fidel A. Rodríguez. Las redes sociales son una forma de organización de la vida social humana. Suelen tender hacia formas de conexión horizontales y están en constante cambio. Esto no significa que no haya jerarquía o poderes manifestándose en ellas y a través de ellas, ni que supongan un modo de relacionarse de por sí garante de equidad; sino que muchas de las personas o prácticas (con sus ideas y discursos asociados) que se conectan entre sí, pueden modificar su relevancia en la red en la medida que crezcan y se solidifiquen sus conexiones e intercambios con otros. Cualquiera puede “influenciar” a los demás. Estos principios son claves para entender el cambio que suponen en nuestras maneras de concebir, por ejemplo, las instituciones y sus formas de agrupación.
Las redes socio-digitales o socio técnicas, como algunos le llaman, serían los sistemas tecnológicos y sociales de intercambio de información en redes. Así podemos reconocer, con disimiles diferencias, a las redes del Paquete o a parte de las comunidades de redes inalámbricas que poblaron La Habana.
Por último, tenemos las plataformas comerciales de redes digitales, dígase Facebook, Whatsapp o Twiter. Sus dueños son unos magos de feria que nos regalaron, hace unos 15 años, estos artefactos sorprendentes, donde podíamos ver y tocar el tejido oculto de nuestras relaciones sociales violando las leyes del tiempo y la distancia. Nos invitaron a ampliarlas, solidificarlas, manteniendo un flujo constante de contenidos de nuestras vidas sobre ellas, incluso transmutándonos en lo que quisiéramos ser. A cambio, solo nos piden quedarse con todo el registro de lo que pase en los artefactos, para intentar entender como nos comportamos y venderle un resumen de nuestra vida al mejor postor, que quiera vendernos algo más a partir de esa info. Son el show-negocio del siglo, sin duda. Casi ninguna organización del mundo, hasta muy recientemente, las regula o les exige tributo.
Han logrado que estos artefactos mágicos sean un componente esencial de las vidas de buena parte del planeta. De hecho, muchos creemos que en ellas se define el futuro de los países en que vivimos y de los valores en que nos guían. Esto que casi todos sabemos y ya aceptamos como un mal necesario sin mucho enredo.
Supongo que los extraterrestres nos preguntarían después porque no apagamos las cajas y ya. Bueno, todos tenemos una respuesta a eso distinta.
Darío Alejandro Escobar. Yo las definiría como programas informáticos de mensajería, comunicación, producción y emisión de contenido que permiten una relación muy rápida entre sus usuarios. Están ligadas a las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones y las que más usuarios tienen (Facebook, YouTube, WhatsApp, Messenger…) se han convertido en grandes empresas transnacionales. Su uso generalizado en los últimos quince años ha transformado sustancialmente la forma de consumo cultural y socialización entre los seres humanos. Estas plataformas operan a partir de la acumulación y posterior venta a otras empresas de gran cantidad de datos procesados intencionadamente para publicidad o uso militar.
Daylin Pérez de la Rosa. Si tuviera un extraterrestre delante le diría que las redes sociales son ventanas gigantes desde donde se puede ver el mundo, lo que piensan sus habitantes, las noticias y novedades de ese mundo. Un lugar donde puede hacer amigos y proyectar lo que es, lo que piensa realmente o no.
Rafael Hernández: ¿Cómo usted estima el alcance de las redes (cualitativo, cuantitativo, en Cuba, en otros países)?
Katia Sánchez. Las redes sociales son parte cada vez mayor de nuestra vida cotidiana y de nuestros sistemas de comunicación. De forma estadística, las grandes y más populares ocupan las primeras posiciones de consumo en Internet a nivel mundial y nacional, y su alcance está cerca de los cuatro billones de personas, alrededor de 84% de las personas que cuentan con acceso a Internet —según datos de Hootsuite de 2020. Además, los usuarios activos y el tiempo promedio de consumo diario indican niveles in crescendo que, sin embargo, cada vez se concentran más en unas pocas redes y no en todo el ecosistema de redes sociales existente. De esto podemos sacar dos conclusiones principales:
1ra. Si bien existe un alcance masivo de estas plataformas, también hay un porcentaje considerable de la población sin acceso a ellas, lo que genera una brecha digital que afecta generaciones, países y estatus sociales.
2da. La concentración de redes sociales en grupos pequeños de poderosas plataformas que recogen en sí mismas la mayoría de los usuarios, ha traído consecuencias negativas en la privacidad de los usuarios, la publicidad, la política y la falta de oportunidades para negocios más pequeños y para redes sociales emergentes.
En Cuba, las redes sociales provienen de un estigma asociado primero a Internet y luego a estas propias plataformas. Incluso cuando ya existía Internet en la Isla como, por ejemplo, en organizaciones para uso profesional, las redes estaban vetadas, y no fue hasta diciembre de 2018 que se abrió la posibilidad de conectarse personalmente a través de datos móviles. Esto, más las prohibitivas tarifas de Internet para muchos grupos de la población, implica que haya existido un pico de crecimiento de usuarios cubanos en redes sociales, y luego aumente de forma menos acelerada. Desde un punto de vista cualitativo, el alcance de las redes está limitado por la poca alfabetización digital de muchos de los usuarios cubanos, lo que afecta sus posibilidades de uso y, sobre todo, de producción. La mayoría de las organizaciones, por otro lado, tanto estatales como privadas, presentan sesgos o deficiencias en su comunicación en redes sociales que redundan en problemas de conexión y alcance con sus públicos.
Fidel A. Rodríguez. Yo le suelo decir a mis estudiantes que dejen de contar los números de usuarios de redes. Son muchos y habrá más. Los suficientes para hacernos creer que casi todo el mundo está ahí. Ese efecto tiende a tener un impacto superior que la misma cifra.
Eso siempre te lleva a aclarar que la experiencia de las redes para algunos es de una vez a la semana y para otros de 20 horas al día. Con una tendencia creciente hacia la cifra alta, aun con variabilidad de rango etario, grupo social, cultural o la geografía. Un mapeo mínimo de la disponibilidad del servicio y su relación con el costo deja saber que hay una preminencia en acceso en las ciudades cabeceras de provincia y en grupos sociales de medianos ingresos.
Otro asunto es entender qué es Cuba en las redes digitales. Si solo “mides” a los residentes nacionales no estarás entendiendo mucho de lo que se discute sobre Cuba en ese espacio que es transnacional.
Lo más importante, creo es entender el alcance que tienen para nosotros como dimensión esencial de la vida social y lo que son como “lugar donde estar” para las personas.
En un reciente trabajo que hacíamos con colegas de la Facultad de Comunicación (Willy Pedroso y Beatriz Pérez), varios cientos de cubanos nos confirmaban que van a las plataformas de redes digitales comerciales esencialmente a relacionarse con sus amigos de manera privada y a la vez a “enterarse de que pasa en el mundo”. Es decir, para algunos, son el entorno privado desde el cual entender el espacio público.
Las asignaciones que se les hacen, con cada vez más consenso, como expresión de la voz popular, asamblea de debates definitorios, implican mucha responsabilidad para un lugar donde asisten personas en redes fragmentadas e invisibles entre sí. Donde los contenidos son accesibles solo a partir de la mediación de los algoritmos oscuros, el acceso está estratificado por las capacidades de pago y de disponibilidad de la señal, las competencias técnicas y culturales. Sobre todo, por las comprensiones diversas del deber ser de lo que hacen allí.
Entonces tenemos que pensar si queremos que buena parte de los dilemas de nuestras sociedades se diriman ahí o si necesitamos otras variantes en otros espacios que ofrezcan más soberanía y libertades sobre nuestros asuntos.
Darío Alejandro Escobar. Considero que el alcance real de las redes sociales es muy amplio. Hay muchos estudios que confirman que es la principal fuente de información diaria a nivel mundial. Las redes sociales pueden marcar la agenda pública y política sobre un determinado tema en muy poco tiempo, en ocasiones solo unas pocas horas. Casi ningún sistema de control político y social subestima su uso porque se han convertido también en un campo de batalla entre gobernados y muchos de sus gobernantes; son otro espacio donde se negocia el consenso social diariamente. Por otra parte, también son plataformas que, de alguna manera, han democratizado temas impulsados por sectores de la sociedad civil que en otro momento de la historia habría costado el triple de esfuerzo o hubiera sido imposible poner a debate en la esfera pública. Cuba ha llegado un poco tarde a ciertas dinámicas de redes sociales, con respecto a países de la región, pero cuenta con una población muy instruida que pudiera influir en que los usos emancipatorios de las redes sociales sean masivos y no solo con un matiz de entretenimiento, lo que no significa que el entretenimiento y la educación no puedan ir de la mano.
Daylin Pérez de la Rosa. El alcance de las redes sociales se ha incrementado en los últimos años, no solo en el mundo, sino también en nuestro país. Con el incremento de la conexión a Internet en Cuba, el acceso a las redes se ha elevado exponencialmente. Creo que estas son las más utilizadas por los usuarios cuando se conectan, ya sea para contactar con familiares o amigos, como para mantenerse informado. Creo que se debe hacer un trabajo con las personas en el uso de las redes y que conozcan las bondades de estas, que las conozcan y puedan utilizarlas.
Rafael Hernández: ¿Qué usos de las redes sociales considera más frecuentes? ¿Más útiles? ¿Más valiosos?
Katia Sánchez. El uso primario de las redes sociales continúa siendo el de comunicarse con otras personas: amigos, conocidos, familiares, contactos digitales, etcétera. No en vano las plataformas incluyen muchos tipos y niveles de interacción, tanto de forma pública como privada. Sin embargo, a mayor consumo y conocimiento sobre su funcionamiento, los usuarios pasan a otros usos —también muy frecuentes—, como el de informarse, ya sea a través de medios de comunicación que están en ellas y que pueden seguir, o a través de contenidos noticiosos informales que transitan por los nodos de contactos. Informarse a través de las redes es ya una tendencia en Cuba, que trae como consecuencia, entre otras, que los usuarios estén consumiendo cada vez menos las webs de los medios, o los propios medios en otras plataformas (televisivas, impresas, radiales, etc.). Las personas tienen a su alcance a través de las redes sociales una mayor gama de medios (oficiales, alternativos, extranjeros). A la vez, se difunden cada vez más noticias falsas en la lucha por la relevancia y la inmediatez. Cuando una noticia ve la luz pública, si tiene relevancia, para muchos usuarios importará poco si es real o no, si está comprobada o no. Se comparte casi siempre y se difunde la información sin conocer su veracidad y esto genera una huella que, sea desmentida o no, ya caló en la forma de entender el fenómeno de muchas personas. Las redes sociales también generan espacios de conocimiento, de educación, y esto es algo que forma parte de la esencia de mi proyecto, La Penúltima Casa. Es un uso útil y que también tiene sus riesgos en el sentido de que la educación puede ser buena o mala, caduca, acrítica, alejada de la realidad o del contexto de la persona que la consume. Y el hecho de que sean abiertas, es decir, que cualquier usuario, desde sus plataformas, pueda educar, o que cualquier grupo con intereses comunes pueda generar espacios educativos, implica que haya una responsabilidad de los usuarios de recibir una educación verdaderamente disruptiva, trasformadora, socialmente útil, discriminando la información a su disposición.
Por otra parte, está el uso de la producción de contenido. Las redes sociales se convierten en vías de expresión, de comunicación pública y de construcción de productos comunicativos, rompiendo la tradicional interacción emisor-receptor, con usuarios reciben y producen a la vez. Un uso que no puedo dejar de mencionar es el que las marcas y organizaciones hacen de las redes para comunicarse con sus públicos. Millones de marcas en Internet luchan contra la saturación de contenidos y los algoritmos para aparecer en el feed de los usuarios que conforman su público de interés. Asimismo, para las personas es una manera de estar cerca de las organizaciones, de buscar trabajo y de encontrar oportunidades de negocios que han surgido a través de las propias redes sociales.
Fidel A. Rodríguez. Bueno, los usos vienen y van y su signo depende de los sujetos y el contexto. Eso parece evidente pero de momento podemos creer que algunos números y algunas prácticas están escritas en piedra.
Como en muchos lugares del mundo, la práctica primaria es la de sostener las relaciones de amistad, de pareja o familiares. También tenemos hoy, la postergada derivación de algunas funciones laborales y docentes a ese espacio.
Otra práctica relevante es la colaboración para solucionar necesidades individuales y colectivas. Asociado a esto podemos encontrar experiencias realmente sorprendentes de agrupación social por intereses. Podemos ver allí la reproducción de todos los dilemas sociales en una especie de Aleph, tanto como hermosas prácticas de creación del bienestar colectivo. Creo que en estos espacios hay una oportunidad para aprender a construir cosas para el bien de todos. También la sorpresa de descubrir una sociedad que se sale de lo que podíamos prever a cada paso.
Por otro lado tenemos una relación recurrente en estos meses con la dimensión política explícita de los usos de redes. Aquí podemos incluir la emergencia de prácticas de activismo y movilización, que tienen distintas formas y modos de aparecer para apoyar, visibilizar una agenda o generar acciones sobre ella. También la vocación declarativa y de confrontación sobre algunos asuntos con que algunos grupos se relacionan, entendiendo a sus perfiles como murales o expedientes que deben actualizar para posicionar una idea.
Yo denoto siempre cuán difícil es establecer que toda la sociedad forma parte de una discusión y cuánto de ello es efecto de nuestra interacción con los algoritmos que nos encierran en las famosas burbujas. No significa esto que por ser menos masivo un proceso deje de ser relevante, pero es también esencial romper la mediación de las máquinas comerciales sobre nuestra comprensión de ellos.
Quizás lo más retador ha sido pasar de eventos fuertes de interacción sobre temas políticos a un estado permanente de tensión en algunas redes. Este es un aspecto que lleva otros análisis. Pero su recurrencia y normalización, introduce una transformación bastante definitoria del modo en que se ejerce lo político para algunos sectores, para lo cual tenemos que construir un modo de proteger la proyección del país posible de su sujeción a estos espacios fragmentados y llenos de rituales donde la representación opaca o sustituye la posibilidad de discutir los significados y sentidos de lo sucedido en tiempo real.
Darío Alejandro Escobar. En el contexto cubano el uso más frecuente es el de la mensajería. El más útil puede ser el de acceso a información rápida y de calidad cuando se tienen las competencias profesionales para acceder a ella. El más valioso, me parece, es el uso educativo y transformador, que va acompañado del anterior. La cantidad y la calidad de información que un ciudadano puede obtener hoy de las redes sociales para su beneficio y mejorar su calidad de vida es enorme. Por desgracia, como ya sabemos, también es posible hacer un uso nocivo de las redes y contribuir a la desinformación y al caos social.
Daylin Pérez de la Rosa. Las redes tienen un uso muy amplio y varía según la red social y el interés de cada persona. Facebook, por ejemplo, es usada mayormente para contactar con amigos, Twitter para compartir información de variadas temáticas, Instagram es más usada para compartir imágenes y ganar aceptación. En general, las redes son usadas para mantener contacto con amigos, para saber qué están haciendo y para mantenerse al día con las noticias y eventos de actualidad. La utilidad de la red está basada en el uso que le dé cada persona, para algunos la utilidad es meramente entretenimiento y contactar con amigos o no; para empresas, entidades y negocios funciona como plataforma para dar a conocer los servicios y productos, para ganar clientes y seguidores. Su valor depende de quien lo dé y la importancia que tenga para esa persona.
Rafael Hernández: ¿Cómo caracterizaría los abusos más frecuentes de las redes sociales? ¿Más perjudiciales? ¿A qué se los atribuye?
Katia Sánchez. Las redes sociales generan visibilidad para marcas, creación de movimientos y causas políticas, conexión inmediata y directa, espacios de aprendizaje colectivo, búsqueda de empleos; pero también noticias falsas, adicciones a sus plataformas, depresión y problemas infantojuveniles, suplantaciones de identidad, acoso, invasión de la privacidad por personas, organizaciones y gobiernos, etcétera. Obviamente, el hecho de ser herramientas implica que no sean buenas o malas per se, sino que están condicionadas por el uso que los seres humanos hagan de ellas, y son más una reconstrucción de nuestra propia sociedad, con todos sus vicios, que un nuevo mundo. Desde Cuba, algunos de los abusos más visibles tienen que ver con la desregulación de estas plataformas: por ejemplo, niños y niñas usando las redes con el consentimiento de sus padres (alterando la edad mínima para acceder a ellas), violencia y sesgos de género manifestados no solo de forma individual, sino también desde estructuras organizacionales, como la publicidad de muchas marcas (privadas y no); y la falta de derechos ciudadanos relacionados con las tecnologías de la comunicación en general y las redes sociales, en particular, por ejemplo, cuando se corta el acceso a una o varias de estas plataformas ante determinadas situaciones que ponen en riesgo la estabilidad política, lo cual afecta el consumo, la producción, los eventos online y toda la conexión de un país por horas o incluso días, sin que la ciudadanía pueda hacer algo al respecto, más allá de utilizar las propias redes luego para reclamar desde sus espacios personales.
Fidel A. Rodríguez. Creo que es importante mencionar las prácticas de odio y enfrentamiento político en la entendida polarización reciente, altamente mediada en mi opinión por los algoritmos de estas plataformas comerciales.
Las prácticas, discursos y perfiles en estas plataformas se contaminan entre sí en un ecosistema vivo. Si lo piensas así, es difícil dejar de ver la influencia que puede tener, en los modos de relacionarnos en red, la inversión del gobierno de Estados Unidos de decenas de millones de dólares en la creación de medios y la existencia de grupos de trabajo gubernamentales de ese país que diseñan estrategias para la trasformación de la sociedad cubana. Entre otras marañas. Digo la sociedad, porque no apuntan solo al Estado. Son públicas las donaciones a los fundamentalismos religiosos y en distintas formas de asociatividad.
Tienes algunos medios y perfiles, con o sin fondos probados, que pasan el fin de año mencionando niños desaparecidos de manera consecutiva y paralela, entre otras tantas tipologías de contenido emocionalmente condicionado para sugestionar públicos específicos, por ejemplo. Estas acciones trascienden la discusión sobre el derecho a existir o no de determinados medios o posturas políticas. Por su magnitud y características, esas actividades tienen inevitablemente que deformar la convivencia en red.
Por otro lado, las deudas del país para construir una cultura de los derechos sobre las formas de participación y ejercicio de la vida pública y mediática en el marco de un proyecto democrático y socialista, se manifiestan de manera más evidente cuando todos estos elementos anteriores entran en interacción. La preminencia del enfoque de seguridad nacional, del enfrentamiento al enemigo, se convierte, en algunos casos, en el único modelo de acción de algunos sectores e instituciones ante las distintas formas en que puede manifestarse el ejercicio de la opinión o la acción ciudadana. Esto deja bastante desprovistas a las instituciones en su capacidad de interactuar en estos escenarios. Se llega la mayoría de las veces sin un enfoque estratégico, experiencia, herramientas o incluso obligaciones procedimentales o legales, para poder construir un marco de colaboración que se apoye en los derechos y capacidades individuales o colectivas.
Mirando otros temas, tenemos un espacio digital donde el acoso, la fetichización sexual de las mujeres y las niñas, el culto a la vanidad y el egocentrismo son asuntos que nos están alertando retos muy complejos de resolver a mediano plazo.
Darío Alejandro Escobar. Las redes sociales, como apuntaba en la anterior respuesta, también pueden tener usos nocivos. Si no se saben utilizar se pueden convertir en pequeñas burbujas de opiniones y cosmovisiones similares que contribuyen a la polarización de los debates públicos. Este proceso de tribalización, que ya es transnacional, puede ser utilizado por intereses poderosos que buscan objetivos políticos en los que las opiniones razonadas, expertas y serenas no sean las que predominen. Estos procesos contribuyen al empobrecimiento de las esferas públicas de las naciones y, por tanto, hacen un flaco favor al funcionamiento correcto de las democracias. Entre los efectos más perjudiciales está el embrutecimiento de grupos cada vez mayores sobre determinados temas y el desarrollo de actitudes intolerantes a opiniones contrarias o diferentes a las que enarbola el líder o la corriente de opinión dominante en el grupo en el que uno desee expresar una opinión. Se lo atribuyo a varios factores: primero, al propio diseño de los algoritmos de las redes sociales, que promueven ese tipo de comportamiento. El segundo factor son los grupos de poder que tienen interés en conseguir determinados objetivos políticos y utilizan esos fenómenos sociales para obtener resultados. El tercero es el agotamiento de los esquemas democráticos, tal como los conocemos: grandes masas de personas cuestionan cada vez más las deficiencias (con razón o sin ella) de los sistemas políticos en los que viven y, por supuesto, a sus administradores.
Daylin Pérez de la Rosa. Los abusos en las redes son variados, desde los engaños de personas que suplantan perfiles, insultan o roban, hasta desacreditar un país atacándolo con injurias y mentiras. Personalmente, no creo que un abuso sea más perjudicial que otro, pues todos afectan a una persona o a un grupo de ellas. Creo que debemos ser capaces de enfrentarlos de una forma inteligente y no responder de la misma forma.
Rafael Hernández: ¿Sería deseable y posible contribuir a un mejor uso de las redes? ¿Alfabetizando a los usuarios? ¿Creando un código de conducta?
Katia Sánchez. Sería ideal si las redes sociales se convirtieran en espacios cada vez más inclusivos y democráticos, fuentes de información y educación en línea, que sean utilizadas como parte de la transformación digital del país; por ejemplo, en una situación como la actual, con una pandemia, donde lo digital adquiere protagonismo en varias dimensiones de nuestra vida diaria, como la escuela, las relaciones y el trabajo. En ello influirían determinados aspectos, como la infraestructura y el acceso real a potencialidades de la web como herramienta indispensable de la vida en el siglo XXI. Cuando me refiero a acceso real, tiene que ver con que la gente pueda explorar, descargar datos y, en sentido general, navegar por Internet, más allá de las redes sociales más conocidas, para contribuir a su propia formación o búsqueda de oportunidades. Eso hoy, con las dificultades de una conexión lenta, inestable y cara, es impensable para muchas personas. Creo que la alfabetización tiene que comenzar en muchos sentidos desde las propias estructuras organizacionales, desde el gobierno ejerciendo una comunicación dialógica y digitalmente transformadora, desde las instituciones y sus servicios a la población y el respeto a la ciudadanía, desde las empresas y su atención a clientes, desde la prensa y el uso de recursos hipermediales y transmediales para ser más atractiva a los usuarios. La regulación en redes sociales es necesaria, ya vimos los abusos e incluso delitos que se cometen en ellas. Regularlas, no a través de códigos de conducta, sino entendiéndolas como plazas de convergencia de lo público, pudiera ayudar a disminuir estos delitos, los fraudes, los plagios, etc., además de proteger (y yo creo que esta es la parte más importante de la regulación) los derechos de las personas y de la ciudadanía en general. En el área de la comunicación institucional, se debería regular la publicidad, legitimar figuras como los influencers, y profesiones derivadas del uso de las redes, como los community managers, nos pondría en una posición mucho mejor del uso que, desde Cuba, debemos y podemos hacer de las redes sociales.
Fidel A. Rodríguez. Hay mucho que hacer y es evidente que es un escenario lleno de urgencias. Como hemos visto, hay procesos que están asociados a transformaciones complejas en distintos sectores de la vida social cubana. Entonces no va a haber fórmula mágica.
Pensando los intercambios en redes como una agenda específica, necesitamos, en efecto, trabajar en un programa nacional de alfabetización para la vida digital. Eso lleva investigar mucho, conectar muchos saberes y esfuerzos distintos que no se han puesto de acuerdo entre sí, agilizar transformaciones en los modelos de enseñanza. Esta es una idea bastante compartida, que tiene mucha gente brillante haciendo y empujando poco a poco. Los que sentimos una responsabilidad sobre esto lo debemos echar a andar colaborando.
Hay que construir un marco de gestión de la participación en entornos digitales, que trascienda la gestión de las quejas e invite a las personas a colaborar, definir, decidir, ejecutar, evaluar los resultados de la gestión de gobierno desde esos espacios. Aproveche los datos que generan los usuarios y proyecte soluciones inteligentes en innovadoras. En esto también hay avances de cara a la Estrategia de Gobierno Electrónico, pero nos falta mucho por hacer. Esas acciones nos deben permitir tener variantes para que nuestra vida digital y la deliberación de nuestro futuro no acontezcan en plataformas comerciales extranjeras exclusivamente donde apenas tenemos derechos.
También que hay que regular y legislar, sobre nuestros derechos y responsabilidades para decir y hacer en estos espacios a nivel de país, sobre la protección de nuestros datos y los de interés público, sobre nuestro acceso a ellos. Estas normativas están en el cronograma legislativo. Sería esencial poderlas pensar y perfeccionarlas entre todos.
Todo esto forma parte de una necesidad también colectiva, ciudadana. La de construir, en estos tiempos convulsos, un modo de estar juntos, digital o analógico, que fortalezca el bien común y le deje al futuro seres más solidarios y menos aislados en sus intereses individuales. Lo hemos logrado otras veces en este país, sin los trucos de estas máquinas que comentaba al principio. Quiero creer que lo podemos hacer de nuevo.
Darío Alejandro Escobar. Por supuesto, si queremos mejorar nuestras formas de vivir, aprender, trabajar y socializar en los próximos años, tenemos que buscar una manera de regular, no solo legislativamente, sino también desde la ética, para que los intercambios de información sean liberadores y útiles. Es imprescindible poner en práctica una alfabetización informática y ética en los sistemas educativos nacionales para formar no solo usuarios, consumidores y gestores de estas herramientas telemáticas, sino también ciudadanos responsables con sus comunidades. Este viene siendo un problema cada vez más importante que resolver en el caso cubano. Ojalá no demore mucho, porque podría ser muy costoso en términos políticos, educativos y sociales.
Quiero añadir que sin una democratización y socialización real y profunda de las propiedades de las empresas que operan las redes sociales hegemónicas nunca llegaremos a que todo lo anterior pueda funcionar. Estas son macroempresas que reproducen lógicas del capitalismo y no tienen ningún interés en modificar esencialmente sus sistemas de funcionamiento. Su principal objetivo es generar y aumentar ganancias y contribuir a la consolidación del sistema dominante a nivel mundial.
Daylin Pérez de la Rosa. Creo que el deseo de un mejor uso de las redes tiene que formar parte de todo el que las usa. Debemos ser capaces de crear conciencia en el buen uso de las redes y educar a los más jóvenes. La adolescencia es la edad clave en la que la mayoría de ellos se inicia en el mundo social digital. Como se educa a niños y jóvenes a comer, usar herramientas, cruzar una calle, subir o bajar una escalera, etc., también se les debe enseñar a usar las redes sociales de forma segura y responsable para evitar problemas. El peligro de las redes sociales no está en la propia red, sino en el uso que se le da. A muchos les resulta difícil diferenciar el contenido real del que no lo es, detectar las intenciones del “seguidor/follower”, etcétera. Otra consecuencia de su mal uso es la adicción que puede generar entre los más jóvenes, por lo que se deben crear códigos de conducta y comenzar desde temprano a orientarlos en ese aspecto. Crear campañas del buen uso de las redes puede ser una opción para que, desde los medios de comunicación masiva, los más jóvenes o los que se estén adentrando en el mundo de las redes conozcan los beneficios y problemáticas que pueden generar.
Rafael Hernández: Hemos escuchado a los panelistas comentar en torno a estas cinco preguntas, y damos entonces ahora la palabra a los participantes, que hoy son ochenta y tres, una cantidad equivalente a la que podríamos tener en la sala habitual de Fresa y Chocolate, en 23 y 12. Les agradecemos por inscribirse y por estar pendientes de nuestro panel.
Tenemos una notable cantidad de intervenciones de psicólogos, historiadores, periodistas de prensa plana, blogueros, estudiantes de distintas especialidades, juristas, lingüistas, investigadores comunitarios, emprendedores, ingenieros informáticos, etcétera, y provienen de distintos lugares, de La Habana, Santa Clara, Santiago de Cuba, Holguín, y de Rosario, en Argentina. Sin más, les damos la palabra.
István Ojeda Bello: (Periodista. Periódico 26, Las Tunas) Gracias por poder participar en este foro que sigo hace años. Desde mi experiencia como periodista y ciudadano, que no es lo mismo, creo que las redes sociales, desde el punto de vista etimológico, que es el que estamos viendo aquí, han alterado sensiblemente la dinámica social cubana, y esos efectos todavía los estamos estudiando entre todos.
Como ocurrió con otras herramientas asociadas a Internet, estas redes llegaron con un claro matiz político e influenciadas fuertemente por la dinámica de nuestra conflictividad con los Estados Unidos en particular, y en general con la sociedad de consumo capitalista. Ese es un factor que no debemos obviar, y que en los últimos meses ha adquirido una notoriedad mayor. Por otro lado, estimo que alteró la noción que tenían los públicos sobre su lugar en el proceso comunicacional, reforzó su visión de autoinformación y los convirtió en productores y difusores de sus propios contenidos.
Caridad Limonta: Soy trabajadora por cuenta propia por más de doce años, me dedico a la actividad de modista-sastre, pero teniendo en cuenta la temática que hoy se estudia, quiero comentar sobre cómo se puede aprovechar y optimizar más la disponibilidad de las redes sociales. En este sentido, en el país existen, en casi todas las ramas de la economía, ONG que reúnen un gran potencial profesional, como por ejemplo la Asociación de Comunicadores, la de Economistas, la de Ingenieros y Arquitectos, y un gran número de los profesionales ha pasado al sector privado, a trabajar por cuenta propia. ¿Por qué esas organizaciones no hacen uso de las redes sociales, y se retroalimentan?, ¿Cuántos criterios y opiniones pueden intercambiar los que actúan en ambos sectores, de manera que podamos, juntos, dar opciones y alternativas de soluciones?
Por poner un ejemplo, existen grandes niveles de medios de rotación ociosos, que pudieran, a través de estas ONG que, de alguna manera, están vinculadas con algunos organismos estatales de la economía, ser utilizados y bien aprovechados por los cuentapropistas. Sin embargo, esto no funciona así en la práctica.
Osvaldo Santana Borrego: Pertenezco al Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), y quería agradecer a los compañeros de la revista Temas la oportunidad de participar en este debate en relación con las redes sociales. Estas redes pueden ser consideradas como estructuras sociales compuestas por un conjunto de actores, los cuales promocionan temáticas de debate con el objetivo de intercambiar saberes que enriquecen el quehacer académico, profesional, científico, humano; se convierten en redes de intercambio de conocimiento que responden, por impronta social, al contexto histórico que lo condicionan.
En sentido general, las redes sociales se han convertido en un caudal de información, son medios que tienen muchos propósitos, medios de participación social, y una de sus características más visibles es su carácter de la inmediatez; por tanto, son una necesidad del mundo real, están al alcance de la sociedad y penetran, como parte de sus objetivos, en la realidad social.
Dentro de sus valores pudiéramos enunciar el de ser un medio para humanizar resultados y experiencias de la vida, de la experiencia profesional, para compartir y dialogar conocimientos, un espacio eminentemente cultural, y una vía de búsqueda de posibles soluciones a problemáticas de trabajo, culturales, sociales, económicas.
Entre las desventajas quizás esté el abuso de las redes sociales, que pueden ser fatal para actores participantes; la limitación del nivel de conocimiento que se socializan por las redes, y sobre todo la desinformación, la falta de ética y de objetividad de los contenidos.
¿Cómo contribuir a un mejor uso de las redes? En mi opinión, se deben visibilizar y hacer un uso adecuado de muchas herramientas del proceso de instrucción y de aprendizaje en función de los objetivos de las redes sociales, desde el punto de vista educacional; potenciar espacios de construcción social y educativa para el uso cultural, concebir estrategias promocionales que permitan a las personas contribuir con el uso sustentable de las redes.
Lorena Gamoneda: Soy estudiante de cuarto año de la Facultad de Psicología, y mi pregunta es sobre las influencias en las redes sociales. ¿Qué creen de los nuevos modelos y nuevas comunidades que existen en las redes sociales, específicamente en Instagram y YouTube, basadas en los influencers? ¿Cómo creen que es ese fenómeno en nuestro país? ¿Qué creen que constituya realmente una influencia en las redes sociales?
Leslie Díaz Monserrat: (Periodista del semanario Vanguardia y estudiante del doctorado en sociología del Centro de Estudios Comunitarios de la Universidad Central de Las Villas “Marta Abreu”). Para el sociólogo Manuel Castells, lo que hace Internet es procesar la virtualidad y transformarla en nuestra realidad, constituyendo la sociedad red, que es la sociedad en que vivimos. El alcance de estas plataformas y su capacidad para dibujarnos y dibujar nuestra realidad depende, en mi criterio, de tres factores: en primer lugar el acceso a Internet y a estas plataformas. Sabemos que en Cuba cada día más usuarios acceden a la red de redes, y cada día se informatiza más el país, por tanto, cada vez son más los usuarios que se conectan, mucho más en medio de la pandemia, donde esas plataformas han adquirido un sentido utilitario, pues han surgido grupos para el intercambio de productos, la localización de medicamentos, las compras digitales, o hasta para saber dónde han sacado determinado producto. Por otro lado, está el tiempo de conexión, y de eso hablaba el profesor Fidel Alejandro Rodríguez. Ya hay usuarios que organizan su tiempo físico en dependencia del tiempo online, hay algunos que han construido una vida en estas plataformas; muchos, atrapados en la burbuja que les filtra, por ejemplo, el algoritmo de Facebook, creen que el mundo es solo lo que pueden ver en su sección de noticias, y se sorprenden cuando salen a la calle y encuentran otra realidad. Como tercer elemento, uno de los más importantes para mí, está la cultura digital, la capacidad de un usuario para distinguir una noticia falsa, para saber que no son tan casuales las que aparecen en su sección de noticias, la agudeza para no creer ciegamente en una directa de equis persona, ahora que están tan de moda, sin antes buscar información, contrastarla; incluso, la cultura digital crítica que se necesita para no caer en la polarización que, desde posturas extremas, intenta dividir irreconciliablemente la sociedad y desestabilizarla.
Miguel Ángel Toledo Méndez: (Doctor en Ciencias, profesor titular en Psicología de la Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara). Mi comentario va dirigido al uso de las redes sociales como canales oportunos de información e interacción para la salud pública cubana. En este sentido, las redes sociales ofrecen garantías a la salud pública cubana, en tanto permiten promover y posicionar los recursos digitales de forma intencionada, generar contenidos originales, facilitar y monitorizar la interacción y retroalimentación de los usuarios, diversificar los canales de comunicación con otras redes de salud y entre los propios usuarios, construir escenarios para la docencia y el intercambio científico, así como fortalecer la construcción colectiva y transdisciplinar del conocimiento. Ello implica un empleo estratégico orientado, entre otros aspectos esenciales, a seleccionar y producir contenidos de calidad, planificar publicaciones, generar tendencias de forma intencionada, utilizar recursos multimedia atractivos y compartir información.
La utilidad de las redes sociales para el sistema de salud cubano radica no solo en potenciar la comunicación horizontal sino también en detectar patrones y comportamientos asociados a la búsqueda, suministro e intercambio de información, favoreciendo el aprendizaje cooperativo.
Zaida Fabars Abreu: Soy estudiante de Periodismo en la Universidad de Oriente. Me gustaría que me respondieran estas interrogantes: ¿cómo caracterizarían el uso de las redes sociales en el público cubano?, ¿cuáles son las principales redes sociales a las que accede y por qué?
Francisco Rodríguez Cruz: Soy periodista y activista LGBTI, además de un asiduo usuario de las redes sociales. Quiero agradecer por este Jueves de la revista Temas a que nos tiene acostumbrados, ahora en un formato muy atractivo porque al menos evitará que nos excedamos hablando en el tiempo ya que debemos, en muchos casos, sufragar la conexión, eso creo que puede ser un indicador de eficiencia.
En este tema de las redes me llama mucho la atención la primera pregunta. Si los marcianos me preguntaran yo no les diría que son redes sociales sino enredos sociales; verdaderamente es una manera diferente de relacionarnos que nos ha cambiado un poco la vida.
Agradezco las brillantes intervenciones de los panelistas y cómo definen desde el punto de vista técnico y comunicológico estos procesos. Creo que habría que profundizar también desde la psicología, la sociología, porque evidentemente nos está cambiando hasta la manera de ser personas, humanos. Pienso que los marcianos quedarían muy conmocionados de vernos atados a un aparatico, en muchos casos con una especie de histeria colectiva y de sentimiento de ausencia, cuando no tienes el teléfono o Internet a mano.
Quiero hacer tres preguntas. La primera sería –es una vieja obsesión como activista– sobre la participación y el consumo de la política y de lo político en las redes sociales. Casi todo es política en la vida, incluso cuando pensamos que no hacemos política o que somos apolíticos estamos teniendo una postura política, y otras veces hay posiciones groseramente y explícitamente políticas. Entonces, ¿qué sería para ustedes un uso político eficiente de las redes sociales?
Y mi segunda pregunta tiene que ver con el proceso de profesionalización del uso de las redes sociales, que es un fenómeno internacional. ¿Cómo se está evidenciando eso en Cuba? Cada vez hay más gente que trabaja para, por, y en las redes sociales. ¿Qué destrezas se necesitarían?, ¿tenemos suficientes personas en esos roles?, ¿cómo evalúan este proceso a mediano y corto plazo en el país?, ¿qué herramientas, instrumentos, harían falta para hacer una mejor traslación de las capacidades profesionales, de las profesiones típicas, tradicionales, a este contexto nuevo de las redes sociales?
Isaac Cabrera Ruiz: (Profesor de Psicología social de la Universidad Central “Marta Abreu”, de Las Villas). Felicito al panel por sus intervenciones y agradezco la oportunidad de participar.
El panel ha abordado los usos de las redes sociales como un recorrido por sus formas, hay uno que se ha revelado con fuerza durante la pandemia, sobre todo en las capas intelectuales. Las medidas restrictivas tomadas pusieron a la investigación científica, sobre todo las de las ciencias sociales, ante la disyuntiva de la paralización. De este modo, hoy se acuñan términos como investigación online, y usos de herramientas digitales, las cuales ya existían, pero no con las prácticas de uso para Cuba que tomaron en 2020. Por lo tanto, Internet como espacio social requiere de un lugar para la investigación científica. ¿Cuáles retos suponen las redes en su uso para la investigación científica en Cuba?, ¿habrá un corrimiento de la intervención social hacia los espacios virtuales?
Franco A. Cuffaro: Soy un abogado de la República Argentina, recientemente matriculado e iniciando la vida profesional. Para mí es un honor volver a participar de estos debates.
Me gustaría que el panel comentara cómo se puede combatir, frenar, erradicar, la divulgación en las redes de imágenes privadas, no consentidas. En mi provincia, en mi ciudad, los de mi generación conocemos muchos casos de divulgación de ese tipo de imágenes, y vemos cómo, año tras año, vamos conociendo una nueva chica o chico al que le pasó. ¿Qué se puede hacer? Entiendo que detrás de esa acción hay vidas que se arruinan. No soy especialista en la materia, pero me parece que ese es un fenómeno a cuidar, a legislar, a observar, para educar, para combatirlo.
Susel Abad: Licenciada en Historia de la Universidad de Holguín, profesora en esa institución, coordinadora de Articulación Juvenil por la Equidad Social del Centro Oscar Arnulfo Romero, desde 2019, en este territorio.
Primera vez que participo en este panel y considero muy esclarecedoras las respuestas y argumentos expuestos respecto al tema, el cual plantea enormes retos dentro de nuestra sociedad actual, lo que demuestra cuánto queda por hacer en materia legal y de instrucción. Si bien es cierto que Internet no es el problema, sí lo es la reproducción de estereotipos, cánones, asimetrías económicas y sociales del sistema capitalista que se han instalado en el universo virtual.
En cuanto a la última pregunta del panel me gustaría saber si desde instituciones, organismos o empresas de nuestro país, en especial la Empresa de Telecomunicaciones (ETECSA), se han trazado alguna estrategia o campaña de bien público que promueva un uso consciente de las redes sociales, pues prácticas lesivas a la integridad moral y profesional, y otras, son muy frecuentes, y esta sería una forma muy eficaz de prevenirlas o contrarrestarlas al sensibilizar y concientizar a las personas sobre un uso crítico y respetuoso de las redes sociales.
Beatriz Torres Rodríguez: Soy psicóloga de profesión, y presidenta de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad. Quisiera comenzar felicitando por los diecinueve años de Último Jueves, esto es una labor ardua, y mucho más cuando se realiza de manera sistemática.
Considero que no podemos ni debemos satanizar las redes sociales, sino ver sus retos, todos los aprendizajes que hemos hecho especialmente en este contexto de la pandemia. Me voy a referir a dos elementos relacionados con mi trabajo: por ejemplo, la presencia de ciberacoso, de ciberviolencia en sentido general, de que han sido víctimas personas –especialmente mujeres, adolescentes–, y el poco conocimiento que se tiene de estos riesgos, incluso sobre qué hacer ante este tipo de situaciones. Hay personas que usan perfiles falsos y establecen una relación de pareja con otra, obtienen fotos privadas, y después extorsionan, controlan, humillan, vulneran, los derechos de esas personas. Aunque nuestras leyes no tienen elementos específicos relacionados con estos delitos, sí se pueden usar otras categorías, por decirlo de alguna manera, en las que se pueden establecer denuncias y defender los derechos de los acosados. Es importante hablar de esto, repito, en sentido general, de la ciberviolencia, del ciberacoso y de toda una serie de otras modalidades, y tenemos que educar para prevenir, no solo a los adolescentes y jóvenes, en mi consulta veo también mujeres de edad mediana, incluso de la tercera edad.
Yoan K. Acosta: (Profesor de la Facultad de Lenguas Extranjeras de la Universidad de La Habana). Quiero señalar que, en ocasiones, olvidamos colocar el apellido digitales al referirnos a las redes sociales. Es importante no olvidarlo porque existen otras redes sociales que anteceden a las digitales, y también son muy importantes, de hecho, una parte sustancial del mundo aún no está conectada a Internet.
También quisiera sugerir que para próximos debates se considerara además perspectivas diversas desde la sociología, la psicología, la lingüística, que también tendrían mucho que aportar a estos debates, si bien los compañeros de comunicación, por supuesto, tienen muchísimo que decir y trabajan directamente estos temas.
Me gustaría que el panel se refiriera brevemente a la cuestión ética de empresas como Facebook, que criticamos duramente porque recopilan los datos de los usuarios. Es cuestionable éticamente su uso político, por ejemplo, como hizo Cambridge Analytica durante el Brexit o en la campaña presidencial de Donald Trump, pero muchas personas hasta se asustan y evaden utilizar las redes sociales digitales porque les van a capturar sus datos. Sin embargo, la pregunta concreta es: ¿de no utilizar los datos con fines mercantiles de qué otra forma pudieran financiarse estas empresas? Históricamente, en los países capitalistas, los periódicos, por ejemplo, se han financiado mediante la publicidad comercial. ¿Cuál sería la alternativa?, ¿es cuestionable éticamente el uso mercantil de los metadatos?
Idalsis Fabré: Soy investigadora del Centro de Estudios Comunitarios de la Universidad Central de Las Villas. Sobre este polémico y amplísimo tema quisiera compartir algunas ideas que he trabajado con la colega Diana Rosa Rodríguez sobre el impacto de las redes en la conformación de identidades y universos simbólicos, asumiéndolas como espacios de socialización donde convergen exponencialmente dos procesos esenciales de la socialización como son la internalización y el control, de ahí la capacidad que tienen para establecer pautas respecto a la construcción de subjetividades, incluso en aquellos que no tienen acceso a ellas.
Las tecnologías, independientemente del empleo que tengan a posteriori, nacen signadas por la lógica del sistema en que se producen, o sea, son portadoras de una ideología, y la reproducen, amén de las reinterpretaciones y las refuncionalizaciones de las que puedan ser objeto. Por eso creemos que es importante el estudio, el análisis, de las configuraciones que se gestan en las relaciones e interacciones sociales dentro de los grupos como resultado de la influencia en las redes, cuyo impacto ideológico es fundamental en cualquier sociedad, pero en el caso de Cuba es extremadamente importante.
Precisamente, uno de los mayores peligros de las redes está en lo que José Manuel Rodríguez define como “la configuración de las identidades autistas de la postmodernidad”, que se conjugan con una especie de panoptismo sociodigital, donde la articulación control-disciplina-vigilancia se legitima, se naturaliza y se invisibiliza a través de las redes sociales. Como expresara el sociólogo Zygmunt Bauman en relación con este tema, lo que más me asusta no es la llegada de una sociedad de la vigilancia, sino que vivamos ya en ella, sin que nos preocupe.
Para Cuba esto supone grandes retos, que pasan, entre muchas otras cosas, por la soberanía tecnológica, la equidad en el acceso, pero, sobre todo, por el componente ideológico, al que hay que prestar mucha atención en el tema del uso, el manejo y el acceso de las personas a las redes sociales. Por eso me gustaría escuchar las valoraciones de los panelistas sobre cuáles pudieran ser esas formas creativas, autóctonas, desde Cuba y para Cuba, que pudieran ponerse en práctica para enfrentar los inevitables retos que mencioné, y qué papel pueden desempeñar en ello las instituciones.
Yosley Carrero: Soy periodista del Sistema Informativo de la Televisión cubana y colaborador de diferentes medios a nivel nacional. ¿Qué nivel de polarización política creen ustedes que expresan el escenario de las redes sociales en Cuba, y en qué medida esto conecta o no con la discusión en la esquina de un barrio o entre un grupo de cubanos, que, por mediaciones económicas, culturales o tecnológicas, se encuentran digitalmente excluidos, y para quienes estar veinticuatro o cuarenta y ocho horas sin Internet no es la excepción, sino parte de su vida cotidiana?
También me gustaría, de ser posible, una reflexión sobre qué presencia tiene la comunicación política en las redes sociales y cómo evalúan su eficacia, partiendo de las instituciones y las estructuras gubernamentales del país.
Por último, creo que, en alguna medida, las plataformas digitales son espacios de construcción de identidad y del sentido de pertenencia de la migración con Cuba, ya no solo a partir de la relación que la gente pueda articular con sus amigos y familiares en la Isla, sino también de la participación activa con opiniones de apoyo, y a veces no de apoyo, sino de confrontación, sobre diversos temas de la agenda económica, política y social en Cuba. ¿Qué lecturas hacen ustedes de la relación del país con su diáspora y su participación a futuro en los procesos de toma de decisiones, a partir, por supuesto, de lo que puede verse en el escenario de las redes sociales?
Jany Bárcenas: Soy profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Trabajo la psicología de la comunicación, por lo cual las respuestas de todos los panelistas me parecen muy interesantes y útiles. Agradezco lo oportuno de este tema, y felicito a Último Jueves por tocarlo.
Mi primera pregunta es para Katia, que trabaja el tema de la comunicación institucional. Quisiera que nos comentara sobre las deficiencias y también los retos de la comunicación institucional en Cuba. En segundo lugar, ella habla de los influencers, ¿es un fenómeno que se está desarrollando en Cuba? Quiero saber si hay estudios sobre eso o si ella pudiera caracterizar el fenómeno de los influencers en Cuba, qué está pasando, qué tópicos tratan fundamentalmente.
Finalmente, quiero pedirle a Fidel, si, a partir de los estudios que han hecho en la Facultad de Comunicación, pudiera comentar algo sobre los efectos psicológicos del uso de las redes sociales. Hay algunos más conocidos, como el efecto de desinhibición online, pero ¿qué está pasando a partir de sus experiencias y de sus estudios sobre esto?
Nosotros tenemos un grupo de psicólogos de la Sociedad Cubana de Psicología, que trabaja en el proyecto Psico Grupos WhatsApp. A través de ellos hemos dado orientación psicológica a la población durante estos meses de pandemia. Fue una experiencia muy rica, pero muchas personas nos decían que qué bueno que fue así, que de haber sido cara a cara, o haber tenido que ir a una consulta psicológica a solicitar esta orientación psicológica, no lo hubiesen hecho. Me gustaría que comentaran, si es posible, por qué pasa esto, cuáles son sus experiencias.
Leysi Rubio: Soy periodista y cofundadora del Proyecto Espacios Interactivos. Mi pregunta al panel es cómo potenciar la creación de nuevas narrativas en el espacio digital que promuevan la participación y articulación de nuestras comunidades. Por ejemplo, la producción de podcasts en Cuba hoy deja entrever un nicho súper diverso de nuevas narrativas sonoras, que a su vez hacen eco en comunidades digitales que, en ocasiones, trascienden el espacio virtual hacia el espacio físico, y viceversa. En este contexto, ¿cómo logramos que esas narrativas tributen a la consolidación, articulación y cohesión de nuestras comunidades?
Lirians Gordillo Piña: Soy periodista y quiero, primero, agradecer a Temas por haber puesto sobre la mesa las redes sociales como un asunto de interés y muy actual, y también al panel por sus consideraciones, que creo que son muy útiles.
Mi primera pregunta: ¿qué influencia creen que están teniendo las redes sociales, específicamente los modos de hacer, los discursos que son típicos de estos ámbitos, en otros ámbitos de la comunicación pública, como el periodismo y la comunicación política?
Y la segunda: ¿cómo podemos hacer llegar a las redes sociales información y herramientas que quizás son más habituales en el periodismo, pero que indiscutiblemente también son necesarias en las redes sociales, como la confrontación y la búsqueda de distintas fuentes, el análisis complejo de la sociedad? Eso es necesario, pero habría que buscar modos atractivos de ponerlas a disposición de los distintos públicos, y que sean prácticas cotidianas en las redes sociales, teniendo en cuenta que actualmente son un ámbito de debate también sobre lo público, y de comprensión sobre lo que es Cuba.
Silvio Gutiérrez Pérez: (Profesor Auxiliar. Universidad de La Habana). Intentaré hacer una breve evaluación de los impactos económicos más generales que puede tener el uso de las redes sociales. Este asunto es uno de los más novedosos y más identificados por las personas entre las transformaciones más impactantes que han ocurrido en los últimos años. En este caso, solo quiero recordar que las grandes transnacionales como Facebook, Google y otras que dominan las comunicaciones internacionales, obtienen extraordinarias utilidades que les permiten crecer e innovar cada vez más, e incrementar sistemáticamente sus inversiones, y por tanto sus ingresos.
Cuba también ha desarrollado en los últimos años, como se conoce, el uso de las redes sociales. Es una inversión como otra cualquiera, que también es de las más redituables en nuestra economía y que permite ir desarrollando progresivamente su aplicación. Es un gasto no solo para el país, sino también para empresas y para las personas, que tiene una repercusión muy favorable, no solo desde el punto de vista de la satisfacción personal, sino porque ahorra muchos recursos, gastos de transportación, y abarata considerablemente muchas de nuestras actividades, entre ellas el trabajo a distancia o el teletrabajo.
Creo que tenemos que seguir avanzando en la soberanía, en lograr nuestros propios productos informáticos, que nos permitan evadir cualquier acción que en un momento determinado pueda adoptarse, relacionada con el bloqueo económico norteamericano. Es un reto más que tenemos, y creo que estamos en posibilidad de asumirlo por lo que se ha generado en inteligencia y voluntad en nuestro país.
David Tavares: (SEO en Agencia de marketing digital JYD Solutions). Me da la sensación que, al tratar de teorizar sobre las redes sociales en Cuba, nos alejamos un poco, o quizás mucho, de la realidad objetiva, de cómo las personas ven las redes sociales y cómo las usan. La realidad es que en Cuba las redes sociales llegaron de manera casi aleatoria. Recuerdo los tiempos del IMO, del que ya nadie habla. Al final todas las herramientas se usan para cumplir una necesidad, y es ahí donde hay que ir; es decir, más que enseñar cómo usar Facebook, o Twitter, o cuál es la manera correcta, o las cosas que no se deben hacer, o cómo identificar fake news, que todo eso está muy bien y es necesario, lo importante es darnos cuenta que se usan esas herramientas porque no tenemos otras para eso en Cuba. Si nacieran esas herramientas, que tengan en cuenta esas necesidades cubanas, obviamente van a conocer mucho mejor al público cubano, van a tener un mejor arraigo desde el punto de vista de cómo funcionan las relaciones del mercado, de las necesidades que pueda tener una persona. Entonces yo creo que mientras más prácticos y más terrenales seamos con el análisis de las redes sociales, mucho más impacto real vamos a tener en el ámbito nacional. Si queremos volvernos expertos en redes sociales es muy posible que no terminemos entendiendo cómo funcionan las redes sociales en Cuba y el uso que se les da.
Raúl Garcés: Soy periodista y profesor universitario. Tengo solamente una opinión y una pregunta. Creo que estamos viendo en las redes sociales la herencia comunicativa que hemos conquistado, no hay nada que asombre, probablemente tenemos que adaptarnos y convivir con nuevas lógicas que heredan amenazas y oportunidades del mundo anterior; amenazas, en el sentido de que estamos heredando prácticas comunicativas que tienden a ser muy verticales, no entendemos la lógica reticular de los nuevos medios, estamos heredando una falta de cultura de diálogo y del debate, nos proponemos debatir y no nos escuchamos los unos a los otros, sino que lanzamos muchas veces ataques entre tirios y troyanos, y eso contribuye poco a esa cultura de debate y a encontrar soluciones, a discutir alternativas que puedan ser alumbradoras para los caminos que queremos recorrer.
Todo esto está marcado, obviamente, por un contexto de lógica de confrontación entre Cuba y los Estados Unidos. Las mismas lógicas de ataques que hemos visto sobrevenir una y otra vez para provocar desaliento, para provocar desmovilización social, para provocar cierta tendencia, subversión de un orden social, se encuentran también en las redes, movilizadas por algunos algoritmos, estimuladas por centros de poder, y seguramente por esos financiamientos y esas articulaciones que se han mencionado como parte de las respuestas del propio panel. Eso es un escenario de amenazas.
Pero también hay un escenario de oportunidad. Tenemos la oportunidad de construir otra práctica comunicativa que sea más plural, más horizontal, más participativa, más democrática. Tenemos la posibilidad de incluir más a los jóvenes en ese debate, de incluirlos en un espacio de participación, en una esfera pública por la que se sienten muy estimulados y que dominan muy bien, y de la que son parte natural como nativos digitales. De modo que, en este sentido, tenemos oportunidad también de apropiarnos y aprender a construir otro tipo de discurso político y otro tipo de discurso en general, dentro de la esfera pública, que sepa dialogar, que trate de escuchar al otro, que asimile que la diversidad existe, que entienda que el otro puede no coincidir conmigo, pero forma parte de un terreno y de un espacio público que existe fuera e independientemente de mi voluntad. Desconocerlo no tiene sentido; más vale que lo reconozcamos y que vayamos construyendo reglas de juego que pueden ser útiles para todos los actores que intervienen.
Partiendo de ese escenario yo formularía una pregunta: ¿qué hacer? Está dicho de alguna manera en las intervenciones, pero quisiera que hubiera una respuesta más integradora, porque no hablamos solamente de una práctica comunicativa; en realidad hablamos de una práctica política. ¿Se resuelve esto con un instituto de comunicación?, ¿se resuelve la gestión estratégica de la comunicación con un ministerio de comunicación?, ¿qué organizaciones, qué entidades de la sociedad tendrían que articularse para resolver y gestar desde la comunicación una nueva práctica política? ¿En todo caso, estamos en el camino de conseguirlo, o qué nos haría falta como estrategia para avanzar en ese sentido?
Rafael Hernández: Realmente este es un momento histórico en la historia de los Último Jueves, porque nunca hemos tenido veintiuna intervenciones en un debate, de manera que no solamente ha habido una gran concurrencia, sino también una gran dinámica por parte del público que nos acompaña, y que ha puesto sobre la mesa una cantidad de problemas verdaderamente fenomenal.
Ahora toca el segundo turno de nuestros panelistas.
Katia Sánchez: Es la primera vez que participo en Último Jueves y tengo que decir que me encanta el nivel de profundidad, de seriedad y de participación. Creo que son comentarios y preguntas muy acertadas, que me están llevando a reflexionar.
Voy a ir respondiendo algunos, sobre todo aquellos que están más relacionados con mi área de trabajo, para darle espacio a mis colegas del panel.
Caridad, qué bueno que hayas tocado el tema de las asociaciones y su relación con el sector no estatal. Yo creo que faltan muchos nexos, tanto digitales como físicos, para que los diferentes sectores de la economía puedan trabajar más en conjunto. Se han dado pequeños pasos, como redes o como espacios colectivos, pero suelen ser sectarios, por así decirlo. Debemos trabajar mucho más en unirnos, tomando como base siempre el proyecto de país que en definitiva queremos construir, nuestros objetivos como ciudadanos y como actores de la economía también. Hacerlo desde las redes sociales puede ser posible a través de capacitaciones, de espacios de reunión, de conferencias; o sea, son potencialidades que nos dan las redes sociales y que podemos aprovechar para potenciar también el networking, el acercamiento, la construcción colectiva entre unos y otros. Para mí, estas asociaciones también necesitan capacitación en el uso de lo digital, de las tecnologías de la comunicación, no solo para crear estos espacios, sino además para mejorar su propia presencia, y su relación con sus diferentes públicos, incluyendo los del sector estatal y los del no estatal.
Lorena, creo que a mí me toca responder sobre los influencers en Cuba como fenómeno. Nosotros, en La Penúltima Casa, hemos trabajado bastante este tema, teniendo en cuenta, primero, que evidentemente es un fenómeno mundial que existe, y segundo, que en Cuba se ha desarrollado cada vez más, sobre todo a partir de la llegada de Internet por datos móviles.
El concepto de influencer se puede equiparar al de líderes de opinión, eneste caso digitales; que no solo son reconocidos expertos, o artistas, o personas con relevancia en el espacio físico, como eran antes o como solían ser, sino también personas que trabajan y que gestionan una comunidad en Internet y que han ganado autoridad a partir de una temática específica. Un influencer es una persona, por tanto, que tiene un poder de influencia real sobre esa comunidad, sobre ese segmento de público, y esa influencia por supuesto es atractiva para las marcas en la medida en que puede condicionar el consumo de determinados productos o servicios en esta audiencia, o sea, puede influir en el consumo de sus públicos.
Cuán efectivo es un influencer no depende de lo grande que sea esa comunidad –aunque parecería que es así, porque nos dejamos deslumbrar siempre por los números, que son muy engañosos, de las redes sociales–, sino de cuán capaz sea de movilizarla. Las estrategias de los influencers con las marcas usualmente tienen las mismas características de las campañas de publicidad.
En Cuba estamos improvisando un poco todavía en ese tema. Hay mucho desconocimiento y también hay vacíos legales. Eso afecta el propio reconocimiento legal de estas figuras. Sin embargo, evidentemente cada vez son más comunes, y es algo que ahora mismo no tiene vuelta atrás y que yo creo que va a seguir aumentando.
Sobre la pregunta de Zaida, la principal red social en Cuba sigue siendo Facebook, es la más grande, es la más conocida, y también hay un fenómeno en el mundo que ha hecho que las audiencias se fragmenten un poco en otras redes. Por ejemplo, los adolescentes no entran a Facebook porque sus padres están ahí y no quieren coincidir con ellos. Así han surgido otras plataformas que les representan más, que tienen más en común con ellos. Sin embargo, en Cuba llevamos muy poco tiempo con este acceso masivo, y eso ha hecho que todavía estos fenómenos no ocurran en total dimensión, aunque sí es verdad que ya vemos cada vez más usuarios cubanos, por ejemplo, en Instagram, en Twitter, en Linkedln. Hay otras que generan mayor consumo de datos, como podría ser YouTube o TikTok –creo que todavía está bloqueada para Cuba– y su uso, por supuesto, es menor.
Creo que, con el paso del tiempo, se van a ir diversificando las plataformas, aunque ya vemos que la tendencia es a plataformas hegemónicas que hacen todo. Por ejemplo, Instagram, que tiene en sí misma cuatro formatos de video, totalmente ridículo, pero que lo que está haciendo es intentando monopolizar cada vez más ese consumo y que todo el mundo entre a estas plataformas principales.
Paquito, voy a hablar sobre tu pregunta, que tiene que ver con qué deben saber un poco los profesionales que trabajan en las redes, la profesionalización. Yo creo que es necesario capacitar a los profesionales que trabajan en mass media, no basta con conocer las herramientas, que también es muy importante, pero hay que entender que, por ejemplo, si se trabaja con público tenemos que saber de comunicación; si se trabaja vendiendo, hay que saber de persuasión y de negociación; si se trabaja en el área periodística, hay que entender cómo la gente consume los formatos noticiosos hoy en día y qué tipo de herramientas utilizar según mi perfil periodístico. No se trata de saber de todo, no es que yo ahora mismo te pueda dar una lista de herramientas generales para usar Internet; para mí es mucho más una cuestión de especialización y que podamos abrir el camino a estas profesiones, a estas competencias, a estas áreas de capacitación, que no nos quedemos en la superficie, que es lo que está pasando ahora mismo.
Yo trabajé en una redacción, y de buenas a primeras nos decían: “Hay que usar audios y videos en las noticias para que sean más atractivas”. Los periodistas de la redacción se volvieron locos, porque no estaban preparados para hacer estos formatos acordes a las plataformas que utilizábamos, que eran YouTube y Facebook. ¿Por qué entonces no capacitar a los periodistas?, ¿por qué no emplear personas que responden a estas especialidades? No solo es dominar las herramientas o las redes en sí, sino un amplio espectro del perfil. Eso se cubre con más áreas de especialización, más personas y más capacitación.
Beatriz, estoy completamente de acuerdo contigo en que no debemos satanizar las redes, ni nuestro acercamiento hacia ellas debe comenzar desde el miedo o la suspicacia. Como mismo en la sociedad existen delitos, conductas inadecuadas, y leyes que nos protegen, pero que no son infalibles, desde lo digital se reproducen actitudes y comportamientos negativos que nos toca conocer cada vez más y regular. Sin embargo, me parece que debemos ver también la oportunidad que implica para nosotros tener acceso a estas plataformas en términos de profesionalización, de relaciones, de expresión, de información, de educación, por poner algunos ejemplos, que implican claras formas de progreso y de desarrollar social y económicamente nuestro país.
Si nos ponemos a hablar de política –y esto se va un poco de tu pregunta, pero es algo recurrente en algunas de las intervenciones–, todos estamos haciendo política, y el papel de las instituciones a veces se pierde en ese afán de defender la Revolución desde las propias campañas o contra-campañas, que son entonces puramente políticas. Yo siempre digo en mis charlas con organizaciones que no hay mejor defensa del sistema cubano que la eficiencia de sus instituciones, que los logros en la salud, que la buena atención a la ciudadanía, que retroalimentarnos y que tomar decisiones en conjunto. Hacer las cosas bien es la mejor forma de hacer política, más que decir consignas. Eso puede parecer muy obvio para todos los que estamos acá, pero prácticamente no lo estamos haciendo en nuestras instituciones. Cuando lo hacemos, entonces lo revestimos, lo adornamos con propaganda, muchas veces burda, muchas veces innecesaria, y que lo que genera es ruido y rechazo también. Si somos un país diferente, único, pues así de únicas tienen que ser nuestras instituciones en las redes sociales, dándole a las personas la utilidad, el valor que necesitan para orientarse, para informarse, y para comunicarse con nuestros canales institucionales.
Fidel A. Rodríguez: Son muchas preguntas, y es una suerte que sea así. No habíamos podido sentarnos nunca a compartir con gente de todo el país en este espacio, y que además tuvieran una visión del mundo tan particular en cada caso.
Me llama mucho la atención la intervención de David, que nos mueve hacia otro sistema de pensamiento, aunque podemos estar de acuerdo o no, pero que nos habla de cómo se interpreta el mundo desde esta circunstancia donde al parecer las herramientas son lo esencial y no el sentido y el uso que le damos que para todos es distinto.
Es un fenómeno tan complejo la comunicación, que tiene ese privilegio y ese reto de que nos pertenece a todos, y todos formamos parte de ella, y todos tenemos la capacidad de evaluar sobre ella, y eso a veces se convierte en un dolor de cabeza para los que trabajamos profesionalmente la comunicación, pero también se convierte en una ventaja enorme .
Parte de la sorpresa de nuestro relacionamiento con este fenómeno es que no nos hemos podido sentar a pensar apenas; incluso, muchos de los que estamos acá, que trabajamos juntos, que tenemos experiencia en colectivos de trabajo, no nos hemos podido sentar a ponernos de acuerdo hacia dónde encaminar nuestras visiones sobre este asunto. Necesitamos un marco de conversación más amplio para poder distinguir hacia dónde vamos, y ese marco ya sabemos que no está en Facebook, ni en ese tipo de espacios que fragmentan nuestras maneras de ver y crean nuevas formas de ostracismo social. Creo que tenemos que trabajar en función de eso.
Por eso digo que no me siento en la responsabilidad de responder todas las preguntas; sería un poco egocéntrico creer que las puedo contestar todas, y que tengo los elementos para ofrecerles a ustedes alguna ruta en ese sentido. Tenemos que construir un modo de contestarlas entre todos, es lo que me parece que nos tocaría hacer como mediadores sociales, pero voy a repasar por encima de algunas, a ver si puedo ofrecer alguna luz al respecto.
La pregunta sobre los influencers es interesante y va hacia las otras en cierto sentido, porque es un tema muy reciente, y cuando uno revisa las páginas de estos muchachos que han adquirido ese título uno se sorprende de ver otro mundo del cual uno no forma parte de cierta manera.
Entonces, por ejemplo, el influencer puede ser sobre todo un actor social que rompe la mediación clásica sobre el espacio público que pueden tener los medios, y que reinventa las conexiones sociales, las lleva hacia otro sistema de relacionamiento, sobre la base de determinados contenidos que cree relevantes. En ese sentido, los influencers son una figura bastante revolucionaria y bastante transformadora, porque nos está dando la oportunidad de conectarnos con otros modos de decir y hacer el mundo. Pero ya sabemos que eso no es suficiente. Me conecto acá con lo que Katia decía sobre el reconocimiento legal de esa figura social, porque en el mundo hay algunos autores que, desde una perspectiva marxista, están reconociendo a los influencers como una forma de trabajo, como una forma de reproducción del capital, y de reproducción sistémica del orden de relaciones de vida; en un esquema de pensamiento donde las plataformas comerciales de redes sociales digitales generan recursos a partir de que nosotros les proveemos datos, y estas personas son parte de ese sistema de generación de datos. Entonces forman parte de la lógica global de reproducción de capital y de las formas de explotación también, son explotadores y explotados; son figuras bien complejas, y no solo por su capacidad de reproducir determinadas ideologías, de ser portadores de un sistema de valores, como ya hemos visto.. En ese sentido, debemos pensar cómo crear otras figuras de influencia que generen un nuevo orden social transformador, equitativo, sobre los intercambios comunicativos; que no se conviertan solamente en seguidores y seguidos, y que compartan el bienestar y los bienes que se adquieren y demás.
Tenemos el deber de reconocer qué es lo que pasa con estas figuras y prácticas, por supuesto, pero también cómo está pasando, desde un sentido transformador.
Yo, por ejemplo, he descubierto que lo que entendemos por tendencias en las redes sociales es una cosa bien finita, y que cambia en cada escenario y cada contexto. En Guantánamo, por ejemplo, en determinadas comunidades rurales la aplicación Todus, de mensajería instantánea, desarrollada por la UCI, es muy fuerte y muy usada; es el espacio preeminente de interacción. ¿Por qué entonces voy a asumir que hay una plataforma primaria, en la que yo tengo que hablar, cuando esa comunidad tiene una necesidad específica, que solo se satisface alrededor de una plataforma en particular? Las plataformas no se sustituyen entre sí, sino que conviven ecosistémicamente, como decíamos antes. Hay mucha diversidad en los usos, y eso no significa que la que más se use es la que más se debe atender. Hay que enfocar eso en un sentido transformador, porque, por ejemplo, otra práctica muy común es la de un relacionamiento sexual y social lesivo para las personas, en la mayoría de las veces para las mujeres.
Eso nos lleva a pensar qué rol tienen esas visiones que vamos construyendo en ese espacio, hacia dónde vamos, y qué podemos hacer si nada más está interviniendo un grupo, y determinados grupos no tienen acceso a esas definiciones y no son tomados en cuenta a la hora de formar opiniones y criterios a largo plazo, no solo por las instituciones, donde quizás esa visión es distinta, sino por todos los que que participamos de esa construcción del futuro en nuestras pequeñas o grandes redes. Hay que buscar los modos no solo de llevarlos hacia ese lugar donde supuestamente todos se pueden conectar entre sí, sino de reinventar las formas en que construimos lo colectivo fuera de estos entornos, lo cual parece un espacio bastante metafórico, pero es una responsabilidad enorme, más ahora que un virus nos ha quitado otras formas de socialización.
Cuando nos ponemos a pensar en las brechas, como Yosley nos alertaba, y se nota cada vez más claramente la fragmentación a la que nos someten las redes, de momento hemos constatado que algunos actores sociales tienen una red muy intensa y constituida, y tienen la noción de que son una esfera pública uniforme y no múltiples redes fragmentadas que son invisibles a veces entre sí, y entre ellos la densidad de los intercambios es mucho más fuerte cuando hay un evento. Yo tengo amigos del preuniversitario, por ejemplo, que no se habían enterado de nada de lo que había pasado en estos últimos meses hasta que no salió en televisión, a pesar de que hay discusiones que son muy intensas para algunas redes en particular.
Eso nos lleva a pensar en la función de las instituciones, efectivamente, si ellas o los actores relacionados con ellas podrían ser actores de influencia en reconstruir los tejidos de las relaciones comunicativas, que son hoy también los tejidos de la forma de producción social de la vida y de intercambio para las relaciones económicas; cómo construimos relaciones comunicativas o entes que sean el medio que medie entre nosotros, que generen modos de estar en red no solamente para ser legitimados socialmente sino para construir consenso sobre el bienestar colectivo de manera equitativa; darle voz a otros, conectar las voces. De alguna manera, ese sería el papel de las instituciones, y también de esas narrativas de lo social que deberíamos empezar a construir. Ser nodos de red de los proyectos colectivos para garantizar una sociedad equitativa y participativa. Los modos son múltiples, pero la manera de conectar las visiones de futuro debe ser un proyecto común. Sobre esa visión creemos que debe acontecer una dimensión de interacción en la agenda de gobierno digital.
Tenemos muchas deudas de conexión entre nuestros sistemas de conocimiento, y me siento un ignorante de cuánto nos puede ofrecer la psicología para pensar estos fenómenos. Invito a Jany y también a la gente de Villa Clara y Cienfuegos, que dieron una visión interesantísima, y a los de las universidades en Oriente, a que nos sentemos, como lo estamos haciendo, en otros espacios, para construir un proyecto colectivo, para poder pensar hacia adelante, para que la responsabilidad del pensar no sea de unos pocos, que nadie nos esté dando el guion de cómo debemos ser las redes.
Todos los 14 de febrero teníamos el reto con mis estudiantes de discutir cómo nos relacionábamos sexualmente en redes digitales. Era un dolor de cabeza enorme, por supuesto, pero sacábamos experiencias muy bonitas para aprender, y encontramos que hay una situación muy delicada en ese ámbito, que lleva mucha conexión de los que tenemos ganas de hacer para poder actuar en ese escenario, y lo digo así de manera tan oscura porque no tenemos un guion, y creo que tenemos que trabajar en ello.
Raúl, no te puedo responder qué hacer. Yo tengo claro que tenemos que poner en algún lugar todas las voces que están preocupándose por este asunto, y que empezar de todas maneras a actuar desde nuestros pequeños espacios. Ya vemos que cada uno tiene una visión distinta del mundo, y en ese sentido se debe tratar de construir un marco nacional de acción como el que habíamos compartido antes en las respuestas. Esas son mis ideas, probablemente me demoré un poco, espero que les haya sido útil lo que les pude opinar.
Darío A. Escobar: Quisiera agradecer de nuevo a las personas que se ocuparon de leer las preguntas y las respuestas y enviar sus inquietudes. Son muchísimas preguntas, y va a ser muy difícil responder, porque, además, pudieran tener respuestas muy diversas.
A mí me gustaría hablar, sobre todo, del tema ético, que me ha ocupado tiempo de investigación en mi tesis. Por eso hablaba de la necesidad de que haya marcos regulatorios, no solo a nivel legislativo. Normalmente esos marcos están muy por detrás de lo que avanza la tecnología y, por supuesto, Cuba no es la excepción, sabiendo que, además, llegó tarde al uso de las redes sociales. No obstante, creo que nosotros tenemos todas las condiciones, dada la circunstancia de que por estos años ha habido una actualización de las formas regulatorias de leyes y del sistema político, y del civil, y del penal. Pero también ahí está la falta más importante: en los sistemas educativos, incluyendo a la familia, los medios de comunicación, todavía no se ha trabajado el tema de la ética como debiera, sobre todo para el mundo virtual.
Estoy de acuerdo con el profesor Garcés cuando dice que estamos pagando carencias y consecuencias de circunstancias anteriores. Por supuesto, el Período Especial trajo una disminución de ingresos, de los valores morales, y un grupo de situaciones complicadas que hoy se están evidenciando de manera negativa en el sistema social, y eso, por supuesto, se ve en las redes sociales.
En las redes sociales también hay un traslado, de alguna manera, de lo que sucede en el mundo físico. Por mucho que los usuarios tratan de construir personalidades ideales, diferentes, siempre salen condiciones de la personalidad y de las circunstancias físicas, y esas asimetrías, que también son de pobreza, de falta de valores, de prejuicios, de censura, de verticalismo, también se manifiestan en las redes sociales. En la medida en que nosotros como sociedad seamos capaces de integrar sistemas que trabajen en la asimilación y en mejorar la sociedad que tenemos en el mundo físico, también podremos entonces controlar esos fenómenos en las redes sociales.
Yo creo que en el área del periodismo y la comunicación se ha avanzado bastante en los últimos tres años. Para nadie es un secreto, sobre todo en el mundo académico y en el profesional, que durante muchísimo tiempo, probablemente una década, se avanzó bastante poco en la informatización y la infraestructura. Es muy difícil acceder, aprender y gestionar redes sociales si no se tiene la tecnología física para ello. En un país como este, subdesarrollado, del tercer mundo, bloqueado, con circunstancias económicas especiales, ha sido muy difícil, pero también lo ha sido porque por muchísimo tiempo algunos sectores de poder político cubano desconfiaron demasiado del mundo virtual, atendiendo, por supuesto, al modo en el que se usaban por las potencias, sobre todo los Estados Unidos, las Primaveras Árabes, el uso político de las nuevas tecnologías, etc. De esa manera nos rezagamos con respecto al contexto en el que pudimos desarrollarnos. En ese sentido, creo que desde que el presidente Miguel Díaz-Canel subió al poder, se ha acelerado de manera notable el uso de las redes sociales y su promoción, no solo para los sistemas de trabajo, sino también en temas económicos, de gobierno electrónico, de comercio electrónico. Eso es importante, pero no ha sido suficiente.
Creo que es importante que desarrollemos una cultura digital crítica, lo mismo desde la parte más baja de la sociedad hasta los niveles más altos de gobierno, porque muchos de los cuadros, o de los agentes de cambio en el socialismo para bien, que puedan estar implementando las políticas o las directrices para un mejoramiento de la sociedad digital cubana no están preparados teóricamente, ni tienen las competencias profesionales e intelectuales como para ejecutar ese cambio. Ahí tenemos un problema complicado.
En el periodismo pasa exactamente igual, tenemos medios adelantadísimos como Cubadebate, como Juventud Técnica, que ha tenido un desarrollo importante en el último par de años, pero todavía hay grandes medios con mucha infraestructura que no han asimilado las nuevas narrativas transmedia, en diferentes formatos, para las nuevas audiencias; no han asimilado lo que el profesor Garcés llamaba lo reticular.
En el tiempo que fui director de Somos Jóvenes, publicamos un reportaje sobre el ciberacoso; es un tema bastante polémico en los últimos años y en Cuba está empezando a debatirse en la esfera pública, sobre todo por los activistas. Justo hace una semana o dos, Alma Mater ha estado hablando también de las prácticas sexuales, sobre todo en los jóvenes. Creo que esto debiera estudiarse por grupos interdisciplinarios y conectados con el marco regulatorio cubano, porque en los próximos años, ojalá que no, es muy probable que ese asunto cobre importancia. La academia y las instancias gubernamentales deberían estar preparadas no solamente para tener un marco regulatorio actualizado con respecto a eso, sino también –como alguien sugería–, para diseñar campañas de comunicación y de educación con respecto a esto.
Creo que Yosley mencionaba las pequeñas burbujas y las realidades alternativas que se arman en el mundo virtual con respecto a lo que sucede en el mundo físico. Eso es una gran discusión todavía; como dice Fidel, el pensamiento sistematizado sobre ello va siendo lento y complicado, sobre todo por la complejidad de lo que se está discutiendo, o sea, la relación entre la tecnología y la sociedad, y la cultura, los usos de las redes, su relación con el mercado, con la política, etc.
En Cuba todavía la brecha digital es alta, pero se ha disminuido en los últimos años aceleradamente. De todas formas, el uso social de las redes sociales como entretenimiento también tiene que ver con lo político. Aunque las personas todavía siguen entrando a redes sociales de aislada, cada cierto tiempo, porque tienen pocos ingresos, eso irá aumentando de manera dramática, y hay que atender a lo político, porque aunque estén poco tiempo pueden influir de manera drástica en acontecimientos sociales. Yo decía que perfectamente se pueden crear matrices de opinión dominantes sobre cualquier tema, que pueden ser muy peligrosas para el desarrollo social, sobre todo teniendo en cuenta los acontecimientos de los últimos meses. O sea, que a un grupo de personas en San Miguel, o en Guanabacoa, o en Regla, no les interese o aparentemente no les interese lo que pasó frente al Ministerio de Cultura no quiere decir que no sea importante para la nación. Y no quiere decir que ese pequeño hecho que tiene que ver con intelectuales o artistas jóvenes, o con grupos gubernamentales específicos, no influya en una cadena sucesiva de acontecimientos. Yo creo que, de alguna manera, también las audiencias y el pueblo tienen algún tipo de conciencia sobre eso, aunque sea complicado a veces decodificarlo.
Rafael Hernández: Muchísimas gracias a nuestros panelistas, que han estado a la altura de las numerosas intervenciones y de los muy interesantes problemas que se han planteado en esta extraordinaria sesión de Último Jueves.
Quisiera, para cerrar, hacer unos breves comentarios. El primero, es evidente que con las redes tenemos los problemas que están asociados al desarrollo, lo que era durante un tiempo lograr acceso a Internet ha pasado ahora a lograr tener datos móviles o una conexión de Wi-Fi; estar informado mediante medios analógicos a través de la prensa, de la TV, de la radio, ha pasado a poder acceder a Internet; y finalmente poder acceder a las redes ha pasado a lograr ser capaz de discernir en ese océano de información desigual, incierta, caótica y enorme, y de las opiniones que las acompañan.
Como decía Garcés, lo que pasa ahora en las redes eran problemas que ya teníamos en la comunicación, yo diría que también eran problemas que están, han estado y siguen estando en la educación y en la cultura política, y aquí habría que diferenciar entre los retos que plantean las redes y otros medios a la ideología, es decir, las redes como problema ideológico, y los que plantean a la cultura política, que son dos dimensiones diferentes. Por ejemplo, si tomamos la cuestión que está presente en una de las preguntas acerca de los códigos de conducta en las redes, esto no equivale, de ninguna manera, al control ideológico, sino al desarrollo de una cultura de los medios digitales. Los códigos de conducta en las redes y el debate al respecto no son un intento para controlar la libertad de expresión, como decía Orwell, a través del Ministerio del Pensamiento, y como algunos libertarios lo perciben, sino una preocupación legítima en la agenda de países que no son precisamente los que se identifican con el totalitarismo, como es el caso de la Unión Europea; es decir, se trata de un problema cultural.
Mi segunda observación general es algo que tiene que ver con la manera de representarnos a nosotros mismos. ¿Somos marcianos en el uso de las redes?, ¿somos raros? ¿Lo que nos pasa a nosotros con las redes no le pasa a nadie más? ¿O es que no en todas partes la política se hace, y se promueven organizaciones, y se reproducen mensajes y noticias, e imágenes, y videos, ideas y anti-ideas –si pudiera decirse así–, haciendo uso de estas redes, de Facebook, de Twitter, de YouTube, de Instagram? Estamos ya conectados a esas redes de afuera, que tienen las mismas virtudes y los mismos males que nosotros experimentamos aquí, porque hemos dejado de estar compartimentados en lo que se dice y se escucha para adentro y lo que se dice y se escucha para afuera. Esa línea dejó de existir, y es necesario que tomemos conciencia una y otra vez de eso, para darnos cuenta de que estamos en el mundo, de que hemos dejado de responder a esa representación un poco caricaturesca de que Cuba es un mundo aparte y una cosa extraña y rara.
Mi tercera observación es la siguiente. ¿Vamos a seguir el ejemplo, al colocarnos frente a estos problemas, de otros países socialistas que algunos toman como modelo en el desarrollo económico, donde Facebook y Google están bloqueados, donde se ven como algo malévolo? ¿O vamos a aprender a usar las redes digitales para hacer política y para transformar el alcance de los medios, y para transformar la cultura cívica y la cultura política?
Déjenme poner un ejemplo histórico. La televisión y la radio en el año 1959 tenían características muy particulares, que se podrían comparar a cómo se ven las redes en 2021. El lenguaje y los patrones tanto de la televisión como los de la radio entonces eran muy, pero muy, capitalistas; sin embargo, se adaptaron exitosamente a las necesidades del cambio revolucionario, de la transformación social, cultural, política, que trajo consigo la Revolución. Ese proceso fue capaz de incorporar de una manera inteligente y políticamente eficaz a la televisión y la radio creadas por el capitalismo en Cuba, y lo hizo de una manera brillante, adelantada, ¿por qué no las redes digitales ahora?
Será con estas preguntas, y con las muchas preguntas que los participantes y los propios panelistas han suscitado, que quiero darles las gracias a todos ustedes por haber estado en esta conexión. Creo que este es el panel de Último Jueves cuya convocatoria ha llegado más lejos y que ha tenido una participación más intensa y de mayor calidad. Muchísimas gracias a todos por su presencia.
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