Último Jueves: “Audiovisual: arte y comunicación”


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Versión integral, del panel realizado el 29 de abril de 2021, vía Whatsapp.

Panelistas:

Amílcar Salatti.  Guionista de cine y televisión.

X Alfonso. Músico y director de audiovisuales

Carlos Gómez. Realizador y productor. Licenciado en Periodismo en la Universidad de Oriente en 2010. En 2017 crea la productora audiovisual WajirosFilms, con la que ha participado en la realización de más de treinta cortometrajes, y cinco largometrajes. Ha participado en paneles sobre emprendimientos en Cuba en varias universidades de los Estados Unidos y México.

Ed Augustin. Periodista. Ha escrito para The Guardian, New York Times, Al Jazeera, The Nation, Mediapart. He hecho reportajes audiovisuales / documentales para Guardian Film, Al Jazeera, Telesur, Hispan TV, France 24, TRT. Radica en La Habana hace ocho años.

Roberto Smith de Castro. Graduado de Psicología en la Universidad de La Habana (1979). Desde ese año se incorpora al ICAIC en diferentes ocupaciones. Fue vicepresidente desde 2002 hasta 2013 y presidente hasta 2018. Es el actual director de la revista Cine Cubano.


Rafael Hernández: Bienvenidos a Último Jueves a distancia, dedicado a «Audiovisual, arte y comunicación social». Este panel abordará un grupo de problemas que tienen que ver con el fenómeno complejo, híbrido, diverso, del audiovisual contemporáneo.

Estas transformaciones que han tenido lugar en el campo de la producción, de la distribución y el consumo de los productos audiovisuales han dado lugar a la emergencia de una situación completamente diferente a la que caracterizó el siglo pasado en relación con la industria del cine y con la misma televisión. La TV digital, el cable, Internet, los teléfonos celulares, las redes digitales, así como la producción independiente, han dejado una huella  no solo en la factura artística sino en los mensajes que los audiovisuales transportan. Esto incluye no solamente, por supuesto, las películas, los documentales, sino las telenovelas, las series, los programas de canales especializados, los videoclips, y además los patrones del periodismo audiovisual, que se asumen como ventanas de la realidad a nuestro alrededor; sin tener que conectarse al cable o al satélite, ni de ir a una sala de video o de cine, los consumidores de esos audiovisuales transforman sus gustos estéticos, absorben información y saberes diferentes que conforman nuevas culturas, nuevas mentalidades y nuevas actitudes ciudadanas.

Este panel de hoy se propone discutir cómo estos cambios han transformado la creación, la difusión y el consumo de estos productos diversos, y su condición como soportes comunicativos, es decir, como campos para el debate y la producción de representaciones acerca del mundo.

Comenzamos entonces con la primera pregunta: ¿En qué medida el audiovisual puede considerarse medio de comunicación social? Si fuera así, ¿por qué? ¿Más que antes? ¿Cuáles son sus rasgos nuevos?

Amílcar Salatti: Actualmente, los audiovisuales son tal vez el principal medio de comunicación. El poder de los medios audiovisuales se ha extendido y diversificado de modo tal que su presencia es casi total en nuestras vidas. De una manera u otra, en algún momento del día nos enfrentamos a un audiovisual y recibimos información, influencias, tendencias, que crea en nosotros un estado de opinión, que marca nuestra interacción con la sociedad.

Creo que sus rasgos nuevos vienen dados por la diversidad, la rapidez y la capacidad de interacción que existe en la actualidad. Da igual que estemos frente al clásico TV (que cada vez nos devuelve imágenes más amplias, nítidas, “reales”), o con una PC, teléfono, Tablet… ningún aparato nos limita tener acceso al audiovisual. Están ahí al alcance de un clic. Somos nosotros quienes tenemos que estar más preparados cultural y humanamente para saber que vemos y que no.

X Alfonso: Por supuesto que es un medio de trasmitir mensajes y colocar ideas en la persona y aún más evidente por el apoyo visual. No creo que más que antes. Se ha utilizado para muchos propósitos desde que existe este medio; con fines ideológicos, políticos y simplemente promocional. Lo nuevo es que ahora no dependen de los medios lineales y tradicionales para llegar al público, gracias a Internet.

Carlos GómezLo audiovisual, desde una perspectiva de lenguaje, es la forma más natural de comunicarnos, pues intervienen dos de nuestros principales sentidos, o sea, que siempre ha estado presente en nuestras formas de comunicación. Mirándolo desde esa perspectiva y entendiendo su evolución directamente proporcional a los avances tecnológicos, podemos afirmar y entender por qué es el principal medio de comunicación social que ha existido en los últimos cien años de la historia humana. No obstante, es en la actualidad cuando podemos afirmar que ha llegado a niveles tan elevados que ya condiciona la comunicación en sí misma. Cómo vestimos, hablamos, bailamos, nos alimentamos, etc., son condicionados hoy por los que nos llega de forma audiovisual desde los medios. En mi opinión, estos cambios en su mayoría son para bien y forman parte de la evolución misma de nuestra especie, sin negar que existen muchos errores y horrores en estos medios.

Ed AugustinClaro que el audiovisual es un medio de comunicación social. Ha sido así desde los primeros videos de los hermanos Lumière en Francia porque hay una relación social entre el productor de audiovisuales y el consumidor. Producir audiovisuales es un acto comunicacional. Consumirlos es un acto comunicacional. Compartirlos, también lo es. Pero me parece que la parte comunicativa se ha intensificado en el siglo XXI, y durante la pandemia más que nunca. Ofrezco dos razones:

1) La distinción online / offline se ha desmoronado:

Las creaciones audiovisuales se filtran a través de nuestras interacciones sociales más que nunca.  Antes uno tenía que ir a un espacio específico para consumir contenido audiovisual: un cine, o al menos sentarse frente al televisor. Ahora mismo, con smartphones, eso no hace falta. Se puede estar hablando con un amigo, y hacer un video, subirlo. Es parte de la fábrica social más que nunca. Una health app que monitorea cuántos kilómetros se caminan en un día, nunca se apaga, no importa si se está mirando la app o no. El norteamericano promedio mira su móvil casi cien veces al día –muchas veces para consumir audiovisuales. Esto fragmenta nuestra experiencia, nuestras conversaciones.

Los audiovisuales están presentes en nuestras pantallas, casi como el aire que respiramos –y esta tendencia se está acelerando.

2) El llamado big data –o sea, la recaudación constante de nuestros datos– tiene ramificaciones sociales gigantescas.

Facebook nos espía: Si lo tenemos instalado en el móvil, y estamos conectados a Internet todo el día, incluso con la aplicación cerrada, nos escucha. Se han hecho experimentos donde en una conversación entre dos personas con sus teléfonos cerca, uno dice: “¿Sabes qué? Realmente pienso que necesitamos un toldo para el jardín. Me gustaría comprar uno”. Y 48 horas después, imágenes de toldos aparecen en el “contenido patrocinado” de Facebook.

Lo mismo pasa con otros gigantes de big tech –Apple, Facebook, Google– cuyas apps nos monitorean cuando no están supuestamente encendidos y sus algoritmos van calculando qué tipo de audiovisual nos deben proveer: por tipo de contenido, de valores, de estética, etc. Esto tiene efectos de compartimentación muy profundos. Antes, en mi país, Inglaterra, un sector muy grande veía en la BBC el noticiero, los dramas por la noche, etc. Ahora no: nuestros vecinos consumen contenido cada vez más personalizado y diferente. Esto mina el imaginario colectivo, y los vínculos sociales, simbólicos, ideológicos, que unen una nación. Y vemos el resultado de esto hoy día en los Estados Unido, Gran Bretaña, y hasta en Cuba, diría yo. En cuanto a la política, por ejemplo, es como si muchas personas vivieran en universos paralelos: donde sus mapas mentales de la realidad son tan diferentes que hasta tener discurso racional entre algunos grupos es cada vez más difícil.

Un filósofo francés, Bernard Stiegler, argumentó: “La catástrofe de la era digital es que la economía global, impulsada por la "razón" computacional y movida por la ganancia, está cerrando el horizonte de la reflexión independiente para la mayoría de nuestra especie, en la medida en que seguimos sin ser conscientes de que nuestro pensamiento está siendo tan a menudo constreñido por líneas de código destinadas a anticipar, y dar forma activamente, a la propia conciencia". Y creo que tenía razón.

Roberto Smith: Creo que debemos partir de que “audiovisual” es una obra o un producto, no un medio en sí mismo, aunque su presencia sea tan dominante en los diferentes medios, que podamos hablar de diversos medios de comunicación audiovisual, incluso más allá del cine y la televisión. El audiovisual forma parte significativa de los intensos flujos de comunicación social en los que todos estamos inmersos.

Desde hace muchos años existe una convergencia de medios que borra las fronteras entre uno y otro, y en este proceso el audiovisual es uno de sus pilares. El universo Internet contiene a todos los medios y al mismo tiempo, facilita que la “garra” del audiovisual esté presente en todos.

El universo audiovisual nos envuelve. Es permanente la interacción con las múltiples pantallas que forman parte de nuestro entorno. En particular, los teléfonos móviles son una conexión permanente con todo ese universo audiovisual. La relativa pasividad contemplativa ante el audiovisual de ayer es hoy una frenética interactividad.

Las redes sociales, con su componente adictivo, mezclan textos, imágenes y audiovisuales, estos últimos favorecidos por las preferencias, ya sean algo coherente, disparatado, cuerdo o delirante. La globalización cultural, que se sustenta en la de los medios hegemónicos de comunicación, genera un contrapunto permanente con las culturas nacionales, regionales, comunitarias.

En este escenario, el espacio del arte se difumina. La jerarquía artística se mueve muy cerca de lo mediocre y de lo peor. Películas, series, telenovelas, videoclips, spots publicitarios, etc., combinan las más disímiles calidades. Y uno se pregunta: ¿todo esto es bueno o malo, es positivo o negativo? Por supuesto que debemos responder que, en principio, es bueno, es positivo.

Ahora, esta misma pregunta se puede hacer de otra forma: ¿La intensa relación que mantenemos con los contenidos audiovisuales es fuente de conocimientos, de sensibilidad, de sentido de la belleza, de valores humanistas, de espiritualidad o es fuente de alienación, manipulación, frivolización, sumisión consciente o inconsciente a intereses comerciales, políticos o de otro tipo?

Un asunto clave: el audiovisual es un lenguaje que normalmente nadie nos enseña. En la escuela aprendemos a leer y escribir textos, pero desde antes los niños se están relacionando con el audiovisual sin ninguna instrucción. Aprendemos a leerlos en la práctica. Los que vemos son la escuela para comprenderlos. Por supuesto, esto genera una vulnerabilidad en nuestra capacidad de recepción crítica del audiovisual, al que nos entregamos con feliz deslumbramiento. No es lo mismo el efecto de un tipo de mensaje implícito en un producto determinado, que el de los implícitos en el tipo de audiovisual que vemos desde pequeños y a lo largo de toda la vida. Y esto es peor aun cuando analizamos el efecto combinado del audiovisual dentro de las redes sociales.

De ahí la insistencia en el desarrollo de una cultura audiovisual, en el entrenamiento de la apreciación audiovisual y en el indispensable campo de la educomunicación. La relación arte-comunicación-educación-sociedad no debe ser una construcción espontánea dada por la vida azarosa de cada persona.

Rafael Hernández: ¿Existen patrones dominantes en la estética de estos diversos productos audiovisuales? ¿Cuáles son esos patrones? ¿En qué medida afectan los modos de hacer y de consumir los audiovisuales? ¿Tienen su matriz en los mismos "centros" que en el pasado? ¿Han emergido otros "centros" alternativos? ¿También en la "periferia" (el Tercer Mundo)?

Amílcar Salatti Desgraciadamente hay patrones que han ido poniendo en peligro la diversidad del mundo reflejado desde el audiovisual. Pruebas sobran del dominio que ejerce el cine norteamericano, sus blockbuster y sus películas comerciales, en las salas del mundo. Fijan en los públicos determinados gustos y esquemas de consumo, que homogenizan algo tan diverso como es la cultura universal. Para colmo, los todopoderosos Netflix, HBO, Amazon, etc., llegan para reforzar el patrón que ya existía de que lo mejor es lo que se produce desde esos centros de poder mediático. Así que, si hace veinte años los Estados Unidos tenían el poder de los cines, ahora también lo tienen de la TV, de la trasmisión en streaming, y tal vez de todo lo que siga surgiendo por el camino.

No obstante, hay centros alternativos, y de la periferia. Ejemplos sobran: el nuevo cine asiático, el boom de las series españolas (que tampoco es que se dejen de mover dentro de patrones comerciales), y algún que otro destello en nuestra área. Pero para acceder a ellos hay que saber que existe vida más allá de Netflix, de Hollywood, y de toda esa gente que nos hace ver siempre en una misma dirección.

X Alfonso: Sí, existen. Los patrones más utilizados últimamente son principalmente los de entretener; no en general, pero sí la mayoría, son contenidos vacíos, que clonan más bien lo ya visto, carentes de historias o mensajes, a modo de plantillas. Hoy en día hay una descentralización total en el modo de hacer un audiovisual gracias a las tecnologías.

Carlos Gómez: Los patrones en los productos audiovisuales en la contemporaneidad siempre están condicionados por el consumo; se produce lo que se va a consumir, incluso en cantidades reducidas, pero siempre respondiendo al interés del consumo. Lo que sucede hoy es una fragmentación muy bien pensada de esos productos, o sea, a diferencia de lo que sucedía hace 40 o 50 años atrás, que todo era masivo, ahora se trata de ¨teledirigir¨ los productos y crear o satisfacer a los más variados segmentos de espectadores.

Para los países menos desarrollados, estas nuevas formas también han sido una oportunidad de visibilizarse y expresarse, y por qué no, de crear sus redes de consumo. Si bien antes el problema era la producción en sí misma de esos contenidos alternativos, actualmente el asunto es acceder a las grandes plataformas de distribución o difusión como Netflix, HBO, APPLE TV+, etc., aunque hay que reconocer que, poco a poco, estas plataformas están mirando hacia otros rincones del planeta; eso sí, con estereotipos clásicos como los mexicanos-colombianos narcotraficantes, los cubanos comunistas, los dominicanos risueños y merengueros, etc. 

Ed Augustin: La gramática fundamental del audiovisual ha mantenido su sintaxis: hace cien años había secuencias que conformaban una unidad narrativa, normalmente conectadas por ubicación y tiempo. Esto sigue igual. En cuanto a lo narrativo, yo diría que hay continuidad entre hoy y hace cien años. Movimientos como el modernismo de Samuel Becket y Virginia Woolf han dejado su huella, pero todavía los productos audiovisuales que más nos llenan son historias universales bien contadas: normalmente con una estructura en tres actos. Vemos esto actualmente en las series más populares y de más alta calidad, en Netflix, y producciones latinas, europeas y holywoodenses.

Sin embargo, hay cambios estéticos en las redes digitales, cable, apps. La tendencia es hacia:

1) Videos más cortos. Online, los videos, noticias, documentales y películas duran menos. Ya la audiencia no es captiva: su atención esta halada en varias direcciones a la vez. En vez de 30 o 60 minutos, ya es normal hacer un documental de 30 o 60 segundos.

2) El ritmo se está acelerando; los cortes son más rápidos.

3) El audiovisual ha sido democratizado. Hace cincuenta años, tener una cámara de video era del dominio exclusivo de los canales de televisión, los estudios o los ricos; pero hoy hay 3,5 billones de smartphones en el mundo –es decir casi la mitad de la población mundial tiene un dispositivo con el que puede filmar y editar videos. Esto es un cambio gigantesco. La producción, distribución y consumo del audiovisual está al alcance de millones de personas. Esto ha cambiado la estética. Uno de estos cambios es que lo “auténtico” prima sobre lo “perfecto”. Todos hemos visto las imágenes de Tahir Square en la “revolución egipcia” de 2011. Las más icónicas fueron filmadas con teléfonos móviles. Vemos lo mismo con el Movimiento San Isidro –las “directas” de Luis Manuel Otero Alcántara, en la foto del rapero que se resistió al arresto hace poco. Imágenes sucias, y pixeladas son más aceptables –y a veces preferibles– a unas limpias y con composición balanceada.

4) Esta misma democratización de la producción y la distribución también ha llevado a la proliferación de la banalidad. Conozco a muchísimas personas que pasan horas por semana mirando videos de gatos bailando música árabe, memes de pollos que bailan sin mover su cabeza. Esto no pasaba antes.

Roberto Smith: El análisis estético del audiovisual parte de reconocer su obvia diversidad. Nosotros, desde el cine, siempre intentamos salvar a las películas del maremágnum audiovisual, donde todo se mezcla en su raíz tecnológica y cada vez más, en los lenguajes. A veces puede ser hasta patética nuestra defensa, no de cara a los expertos, sino hacia los grandes públicos, sobre todo, los más jóvenes: “¡Esto es una película …, no es una serie, no es un teleplay, no es un videoclip! ¡Es una película…!”. Y alguien puede responder con una pregunta: “¿En qué se diferencia una película de un capítulo de una serie o de un videoclip largo?"

Por otro lado, no podemos olvidar que, sumando todos los audiovisuales que vemos en los cines, en la televisión, en las casas con copias digitales, etc., estamos viendo solo una parte ínfima de toda la producción audiovisual que se hace en el mundo. Si queremos buscar patrones dominantes, lo estaríamos haciendo con lo poco que conocemos e, inevitablemente, dejamos escapar la multiculturalidad y diversidad que existen en las expresiones audiovisuales. Un ejemplo: solo durante los días del Festival de Cine de La Habana se puede acceder a una riqueza de opciones cinematográficas que rompe los patrones de lo que más frecuentemente se puede ver.

En resumen, me es difícil definir patrones, aunque es claro que el lenguaje audiovisual cambia, evoluciona, y normalmente uno puede identificar cuándo lo que ve está producido años atrás.

Una parte importante del audiovisual que más circula, responde a intenciones comerciales que generan códigos y recursos de lenguaje, imagen y sonido para atrapar al espectador. Vemos historias que solo se pueden defender a través del espectáculo, del ritmo vertiginoso, de determinados arquetipos. Muchas veces se aprecia la contradicción entre despliegue tecnológico y pobreza espiritual. En el cine, los grandes éxitos en el mundo, muchas veces corresponden a historias dirigidas a un espectador global que debe renunciar a parte de su raciocinio adulto. También se produce mucho cine en el mundo con intenciones artísticas, aunque no siempre encuentre espacios de exhibición preferentes. Y aquí hay historias que solo se pueden defender con el tempo, con personajes y situaciones profundas, contradictorias, provocadoras.

Aclaro que estoy utilizando calificativos esquemáticos para intentar ilustrar una realidad que es mucho más compleja. Lo comercial y lo artístico no son excluyentes. Y sería un disparate afirmar que el cine comercial es el “malo” y que el artístico, de autor, es el “bueno”. Hay de todo en este mundo.

Rafael Hernández: ¿Hasta qué punto esos patrones dominantes influyen en los audiovisuales en la Cuba actual?  ¿En la producción? ¿La distribución? ¿El consumo? ¿Pueden identificarse rasgos comunes que los caracterizan? ¿Algunos que distingan a los audiovisuales cubanos? ¿"Positivos"? ¿"Negativos"?                                                                                                                       

Amílcar Salatti: En nuestro país esos patrones dominantes influyen principalmente en el consumo. La gente acude en tropel a los “paqueteros” para buscar la última película, la última serie… ya sabemos de dónde. Nunca he escuchado a alguien buscando, por ejemplo, El colapso, una serie francesa magistral. Para llegar a ese tipo de producto, habría que chapear todo lo que nos ponen delante de nuestros ojos las productoras que mandan. 

Creo que el concepto de distribución es algo desterrado de nuestro cine y nuestra televisión. Nunca he escuchado a ningún directivo del ICRT o del ICAIC pensando en un proyecto para ser distribuido a gran escala. A veces siento que hacemos cine y TV solo para tener una memoria audiovisual y cultural que enseñar a las generaciones futuras, y no se piensa desde el punto de vista de industria. Es quizás eso lo que nos ha sentenciado a pasar de estar entre los primeros lugares del continente en ambos medios, a estar en un sitio bien lejano de lo que fuimos en el siglo pasado.

Creo que es urgente incorporar y explotar el cine también como industria. Si todos nos dedicamos a hacer cine de autor, cada vez nos verán menos. Nos hacen falta muchas Memorias del subdesarrollo, pero también muchos Juan de los Muertos.

Y eso es algo que distingue negativamente al cine cubano. No hay variedad en género y temáticas. No hay thrillers, no hay terror, no hay historias de amor, ni zombis, ni extraterrestres… y esa variedad es necesaria.

Creo que lo positivo es que hay talento, mucha gente queriendo hacer cine. Y tengo la esperanza de que esa diversidad de guionistas, directores, productores acabe por lograr esa diversidad temática y de género de que hablaba anteriormente.

X Alfonso: Como ya dije, lo que la gente ve que más se consume, automáticamente se clona, y desde el momento en que puedes hacer un audiovisual con un teléfono móvil, la producción, la distribución y el consumo están totalmente ligados a las nuevas formas de promoción que imponen las redes sociales. Hay de todo en los audiovisuales; solo está en la persona identificar si le aporta algo o no.

Carlos Gómez: Creo que en Cuba los patrones internacionales de producción y consumo audiovisual están cada vez más actualizados y eso es bueno. No obstante, para analizar este tema debemos separar la producción audiovisual que se hace desde el sector artístico (estatal o no estatal) y la espontánea que se genera en esta nueva realidad donde cualquiera, literalmente, puede convertirse en un difusor de contenidos. Y hay que separarlas porque una parte de estas producciones trata de mantener rasgos tradicionales o innovar desde la aceptación de una cinematografía nacional, mientras otra se rige por patrones netamente de consumo o imita productos que funcionaron de antemano.

Ed Augustin: Sí, pero la llegada de estos patrones dominantes ha sido parcial. El “Paquete semanal” ha sido clave; el contenido audiovisual que se pone en la televisión nacional e Internet es relativamente poco censurado. Por otra parte, sospecho que estas corrientes sean menos dominantes en Cuba que en muchos otros países debido a que la penetración masiva de Internet es relativamente reciente, y a que el Estado –con una lógica socialista– monopoliza varios medios de comunicación.

También vemos que producciones como Los Lucas es un intento de copiar la estética MTV. Otras como Bailando en Cuba y Sonando en Cuba son versiones de programas de televisión buscatalentos que salieron por primera vez hace veinte años en Reino Unido, pero priorizan música cubana y de varias otras maneras el look es nacional.

Roberto Smith: Antes vimos que la producción audiovisual no se puede analizar como un todo único. Mi criterio es que, en relación con el cine, en Cuba predominan las obras con intenciones artísticas (y que estén logradas o no esas intenciones, es otro asunto). No es lo mismo hacer películas para ganar dinero, que buscar dinero para hacer películas. La mayor parte de nuestro cine es de los que buscan dinero para hacer las películas. En este sentido, nuestro cine se emparenta, en intenciones, no en resultados, con mucho de lo que se hace en América Latina o en Europa. Es un tipo de cine que prospera más donde exista más financiamiento para su producción, porque rara vez se recupera en el mercado.

En Cuba estamos en el primer año de funcionamiento del Fondo de Fomento del Cine Cubano, un mecanismo que permite al ICAIC, como institución del Estado cubano, el financiamiento de las mejores obras que se presenten a sus convocatorias. Además, existen otras nuevas formas de apoyo al cine independiente. Estos mecanismos alivian un problema que frenó la producción durante varios años. Antes, en el ICAIC existía un equilibrio aceptable entre la capacidad creadora de los cineastas y la industrial para producir sus películas. Hace muchos años que la capacidad creadora de los cineastas es mucho mayor que la de producir sus películas. Y aquí están los cineastas jóvenes, muchos graduados de nuestras escuelas de cine. Ahora debe producirse un crecimiento de la producción y ya veremos en ese futuro cercano, si es posible identificar patrones dominantes.

En el consumo, en las preferencias de los públicos, pueden expresarse preferencias mayoritarias hacia un tipo determinado de audiovisual que, como decíamos antes, es al que accede, y los accesos dependen de intereses o de políticas comerciales o pseudocomerciales, que favorecen la difusión de ese tipo de audiovisual y de cine en relación con otro que se invisibiliza. Sin embargo, en los públicos existe diversidad de gustos, de preferencias, muchas veces expresadas como parte del desarrollo espiritual y cultural de cada persona.

Nuestra sociedad está bajo el efecto de las limitaciones de la programación en las salas de cine (que hasta los años 80 fue un elemento enriquecedor), del exceso de la programación cinematográfica de la televisión (a pesar de los esfuerzos por exhibir buenas películas), de la circulación libre de miles de películas y otros audiovisuales, y de la carencia de educación audiovisual. El cine cubano, que siempre tuvo el favor del público, cada vez más tendrá que buscar espacio entre los espectadores, sea producido por las instituciones o de forma independiente.

Rafael Hernández: En el caso de los audiovisuales cubanos, ¿en qué medida las diferencias entre audiovisuales de instituciones y del sector privado han marcado su estética y contenidos? ¿Existen esas diferencias entre unos y otros? ¿Cómo marcan la calidad artística? ¿La eficacia comunicativa? ¿Qué cualidades y deficiencias comparten unos y otros?

Amílcar Salatti Creo que el sector privado trabaja más con el talento que no llega a las instituciones. Uno por lo general joven, que también ha dado la espalda a producir con la Televisión por sus enrevesados métodos, y otros temas como la censura, los niveles de prioridad que le dan a los contenidos, los factores determinantes en lo que se produce y con qué.

Talento hay en la calle, y también en la televisión. Pero en la calle hay facilidades productivas, alternativas de contenido, hay una plasticidad a la hora de hacer que no existe en la TV, y eso va en contra de quienes trabajamos para ella. Actualmente, con los cambios que se han generado, hay un acercamiento entre las instituciones y los creadores independientes, y eso va a repercutir en elevar la calidad de los audiovisuales.

Es cierto que no solo la capacidad productiva determina el valor de una obra, se necesita talento, pasión, sinceridad, pero en el audiovisual los recursos marcan una diferencia vital en la hechura final. A veces se puede lograr algo bueno con cuatro pesos, y alguien con miles no lo logra. Entonces la televisión tendría que atraer a esa gente que con casi nada lo alcanza, y poner a su disposición los recursos necesarios para que ese talento se expanda.

Tanto desde las instituciones como desde el sector privado, hay cualidades y deficiencias. Y sería injusto valorarlas superficialmente por un resultado en pantalla que está influenciado por montones de razones, que sería extensísimo mencionar aquí. Creo que ni la televisión puede estar de espaldas al talento que hay en el sector privado, ni este mirar a la TV por encima del hombro.

X Alfonso: No hay mucha diferencia entre los audiovisuales creados por instituciones o independientes porque aquellas contratan a los independientes para hacer sus producciones. Lo único, en este caso, que puede hacer la diferencia entre ellos es la censura que la institución imponga en el contenido. Y es muy fácil saber cuándo es uno u otro por el contenido político o ideológico del audiovisual.

Carlos Gómez: Este es un tema más complicado, pienso que de lo ¨independiente¨ han surgido muy buenas propuestas, pero también han surgido desde la institución. Las dos variantes se retroalimentan constantemente. En mi criterio, el gran problema de nuestro cine es la explotación extrema de la realidad cubana, muchas veces encartonada y superficial. Pienso que nos falta ser un poco más universales en nuestras historias y formas de contar. Actualmente se están haciendo varios proyectos entre los independientes y el ICAIC y el resultado parece ser alentador.

Ed Augustin: Pienso que hay una dicotomía bien marcada entre producciones estatales y producciones privadas.

  • Privadas: tienden a expresar lógica capitalista y valores capitalistas.
  • Estatales: tienden a expresar lógica socialista y valores socialistas.
  • Privadas: audiovisuales –sobre todo en los videoclips– muy sexualizados, siguiendo influencia de otras producciones latinas.
  • Estatales: menos sexualizadas. Imágenes que podría ser entendidas como maltrato a la mujer o prostitución son simplemente censuradas.
  • Privadas: énfasis en consumismo.
  • Estatales: menos énfasis en consumismo por cuestiones de ideología. La intencionalidad que subyace muchas es de un carácter social. Por eso vemos que, en vez de ser consumistas como las telenovelas brasileñas, las cubanas tienen el propósito de educar los televidentes acerca de, por ejemplo, el SIDA o la emancipación de la mujer. El problema con este propósito muy noble es que muchas personas encuentran estas producciones aburridas.
  • Privadas: cortes más rápidos
  • Estatales: cortes más lentos.
  • Privadas: factura mucho más alta
  • Estatales: factura mucho más baja.

Roberto SmithTodos hemos escuchado muchas opiniones sobre este asunto. En mi criterio, existen las diferencias, pero pienso que muchas son coyunturales.

En relación con las condiciones de la producción, antes de la aprobación del Decreto Ley 373, los cineastas independientes no tenían reconocimiento jurídico y hacían sus películas en un complicado marco alegal. La institución no podía establecer relaciones creativas y productivas normales con este sector. En este sentido, eran libres para trabajar solos y a la vez eran excluidos. Hoy, el escenario comienza a cambiar, incluso, con una incipiente relación creativa y productiva entre la institución y los independientes, que siguen y seguirán siendo independientes, en un nuevo concepto de cine cubano.

Por otro lado, en relación con la estética y los contenidos, en la producción independiente, que es más numerosa que la de las instituciones, están los cineastas más jóvenes. Es normal que los contenidos de sus obras estén marcados por una visión del mundo, de la sociedad y del país, desde el prisma de sus individualidades creadoras y su generación. Entre los cineastas más jóvenes aparecen nuevos temas, nuevos tratamientos a viejos temas, nuevas audacias en el lenguaje. Sin embargo, creo que la calidad artística, los valores estéticos están más asociados al talento de los creadores que a su edad, o a la forma económica de sus producciones.

El cine cubano, visto en su conjunto, enfrenta el reto de recuperar su fuerza, primero ante su propio público y después, como parte de las cinematografías de vanguardia de nuestra región.

Rafael Hernández: ¿Qué factores podrían contribuir a elevar la calidad de los audiovisuales cubanos, como arte y como productos comunicacionales? ¿Económicos? ¿Técnico-productivos? ¿Legislativos? ¿Educativos? ¿Institucionales? ¿De política cultural y de medios de comunicación?

Amílcar Salatti: La televisión tiene que esforzarse más en filtrar contenidos, guiones, buscar la calidad desde la base, salir a rodar con la seguridad de que es algo que tiene calidad. A veces se hacen audiovisuales por llenar una parrilla, porque tal o más cual director hace tiempo que no hace nada, etc. Es necesario ponerse al día, saber lo que comunica y lo que no en estos tiempos.

En la producción audiovisual influyen todos los factores que se mencionan en la pregunta. Desde los permisos otorgados por el gobierno o el MININT que son una tortura para que los otorguen y se demoran eternamente, hasta la cultura y el conocimiento del audiovisual de los decisores de la TV, la prioridad al talento y no a los años que se lleva trabajando. 

Lograr elevar la calidad de nuestros audiovisuales pasa por muchas personas y factores. No es trabajo de una sola persona, de una sola institución. Se necesita el empuje de muchos para ganar en profesionalidad y calidad, empezando por nosotros mismos, los que nos dedicamos profesionalmente al audiovisual.

X Alfonso: Creo que haría falta más profundidad e investigación a la hora de crear el producto, el factor económico es relativo, depende de la producción que tengas en mente. Y también en la apertura de medios de comunicación e instituciones. 

Para mí, decir política cultural es como decir agua y aceite; no hay forma de que se mezclen. Está la política... y está la cultura; cuando se mezclan es para apoyar una ideología. 

Pero, en fin, la calidad depende totalmente del producto, del objetivo y la idea final entre el artista y el director, o en el mejor caso, del artista.

Carlos Gómez: Este es un tema más complicado, pienso que de lo ¨independiente¨ han surgido muy buenas propuestas, pero también han surgido desde la institución. Las dos variantes se retroalimentan constantemente. En mi criterio, el gran problema de nuestro cine es la explotación extrema de la realidad cubana, muchas veces encartonada y superficial. Pienso que nos falta ser un poco más universales en nuestras historias y formas de contar. Actualmente se están haciendo varios proyectos entre los independientes y el ICAIC y el resultado parece ser alentador.

Ed Augustin: Varios factores podrían contribuir a elevar la calidad:

  • Subir los salarios de los creadores estatales (la mejor manera de posibilitar esto sería quitar las sanciones norteamericanas).
  • Reducir las trabas burocráticas. Conseguir permisos para filmar es muy complicado y lleva meses. Muchas veces cuando los permisos llegan, lo que uno puede filmar es microgestionado y controlado por funcionarios. Por ejemplo: el año pasado yo filmé en el Hospital William Soler. Mis “acompañantes” seleccionaron la paciente con quien podíamos hablar. Esto limitó muchísimo la historia que pudimos contar. Normalmente, si uno quiere hacer un documental de alta factura, hace falta entrevistar docenas de personas antes de encontrar a la que tiene la historia especial que quieres contar.
  • Menos control verticalista, menos censura y más libertad de expresión y creación artística. Tengo entendido que ICAIC es mucho más abierto que la televisión cubana. Pero aun en el ICAIC, mis amigos cineastas me hablan de censura y autocensura, lo que reduce la calidad de sus producciones. Esto también contribuye a la fuga de cerebros desde el sector estatal hacia el privado, y desde la Isla hacia el extranjero.
  • Más crítica de arte en los medios estatales.
  • Democratización de la esfera productiva. Hay algunas profesiones donde hay mucha capacidad para realizarse de manera profesional: la ciencia es una de ellas, como vemos con el desarrollo de las vacunas. En Cuba uno puede recibir una formación de calidad y realizarse 100% en la esfera productiva. Por lo que siento que estos científicos se sienten felices, realizados en su trabajo.

 

Hay otros oficios donde este no es el caso y hay una brecha gigantesca entre la esfera educacional y la productiva. El periodismo me parece un ejemplo llamativo. Los cubanos que estudian periodismo en la Universidad de La Habana reciben una formación de muy buena calidad. Pero cuando empiezan a trabajar por el Estado –por ejemplo, en Granma o en la Agencia Cubana de Noticias–, conozco algunos que “se queman” porque sienten que no pueden realizarse, que no pueden emplear las capacidades que aprendieron en la escuela en la esfera laboral. Esto crea angustia existencial y radicaliza a muchas personas contra el sistema cubano. Es triste verlo.

Me parece que la gente que trabaja en el audiovisual en Cuba ocupa un espacio entre esos dos extremos. No son tan limitados como los periodistas, pero tampoco son tan libres como los científicos. Así que, quizás, para subir la calidad de las creaciones audiovisuales cubanas, haga falta una discusión muy honesta, profunda y constante entre los creadores y el gobierno para crear un ambiente más propicio para la creación.

Roberto Smith: Producir, producir, producir. No se puede esperar que con una producción mínima aparezcan muchas grandes obras. Se repite –y seguro es una historia falsa– que un gran líder pregunta por qué en su país se hacían cien películas al año y solo diez eran buenas. Le responden que solo 10% de la producción suele ser buena. Entonces el gobernante dispone que en el próximo año se realicen mil películas para que el 10%, que serían cien, fuesen buenas. Se hacen las mil películas, pero solo diez resultan buenas. No existe, en definitiva, una fórmula que explique la relación cantidad-calidad, pero cuando se produce más, los creadores, los artistas y la propia industria se entrenan con la experiencia, crecen artísticamente, forjan su talento en la práctica y aparecen mejores películas.

Para que la producción crezca es imprescindible el financiamiento. Y sabemos que hacer cine siempre es muy caro. Cuando se habla del financiamiento estatal no puede olvidarse el estado de la economía del país, las urgencias y las prioridades. Aun así, como mencioné, el Estado cubano decidió la creación del Fondo de Fomento del Cine Cubano para apoyar proyectos independientes. En otros países existen leyes de cine que, entre otras fuentes, regulan cuotas de taquilla a los exhibidores privados destinadas a la producción nacional. Por razones conocidas, en Cuba ni con la totalidad de la recaudación en salas se puede financiar el cine nacional.

Otro asunto vital es la correcta selección de las obras para su producción, el interés de las historias, la solidez de los guiones. Este es un asunto que puede parecer fácil, pero que no lo es porque muchos cineastas defienden su libertad creadora con proyectos que los productores consideran que deben trabajar y madurar más.

Aparte de hablar de los imprescindibles factores económicos, técnico-productivos, legislativos, educativos, institucionales, y de política cultural, es indispensable la recuperación del clima cultural de la producción cinematográfica y audiovisual, de lo que en un momento se consideró el movimiento cultural del cine cubano. Este es uno de objetivos de la actual dirección del ICAIC, junto con otros también vitales, y cito entre estos la recuperación de salas de cine, el aliento a la crítica cinematográfica, el impulso al sistema de publicaciones y el desarrollo de una plataforma digital que funcione como soporte de lo que se hace para facilitar el más amplio acceso público.

Rafael Hernández: Muchas gracias a nuestros panelistas por haberse concentrado en las preguntas, por mantenerse muy concisos en sus respuestas, y por aportarnos una diversidad de perspectivas. Lo que más me ha gustado de lo que he escuchado ha sido las diferencias de visiones que han aportado en relación con estas preguntas.

 Naturalmente, lo que hemos buscado en esta problemática del audiovisual es entender que los audiovisuales no son solo obras de arte sino medios de comunicación, en el sentido de que portan mensajes, incluso no solo los que están diseñados para hacerlo explícitamente, sino también los que no parece que los portan.

 Por ejemplo, algunos han dicho que son los principales medios, más que ningún otro en el presente siglo; otros creen que son uno más, que siempre han existido con estas funciones de transmisión de mensajes desde que se crearon los primeros antes de las tecnologías de la información, solo que ahora son diferentes; no son más comunicacionales que antes ni más ideológicos o publicitarios, sino son diferentes. Al mismo tiempo, otros han dicho que son muy diferentes por su saturación e inmediatez, porque condicionan toda la comunicación social, porque se han socializado como nunca, y porque es un cambio de progreso, es decir, que los debemos celebrar. Y otros han llamado la atención sobre que esta producción audiovisual, y en general esta digitalización de la vida cotidiana, da lugar a fenómenos como las redes, que nos espían, que nos quitan capacidad de razonamiento.

Aquí yo quisiera entonces colocar una pregunta nueva: ¿necesitamos alfabetizarnos para usar racionalmente, productivamente, estos medios?

 En cuanto al tema de los patrones dominantes en la estética de estos productos audiovisuales, el panel ha expresado que prevalecen algunos que afectan la diversidad, que prevalecen los modos del entretenimiento, repetitivos, que son como clones, como producciones en serie, pero que también hay obras que representan estéticas alternativas, determinadas por la oferta. Otros han expresado que están determinadas por la demanda o por la forma en que la oferta condiciona la demanda, se ofrecen productos diferenciados para segmentos de públicos distintos, pero en general sí coinciden en que se ha descentralizado.

Hay nuevos modos, más rápidos, con más creadores independientes, e imágenes imperfectas, que tienen que ver con la estética de esos productos. La proliferación de la banalidad también ha dado lugar a una huella en algunos de estos productos. Realmente hay una gran diversidad de formas. A pesar del predominio de patrones comerciales, no es posible afirmar que estos y los patrones artísticos están repartidos de una manera nítida, en el sentido del cine, por ejemplo, de manera que el comercial sea "malo" y el cine de autor sea el "bueno".

 Lo que suscita otra pregunta al panel: ¿en qué medida el cine de arte o el cine comercial, el buen cine o los buenos audiovisuales, pueden mantenerse al margen de las formas de producción, de los patrones de gusto estético que tienen que ver con las maneras de fabricar, de crear, con la velocidad, con el ritmo, con las imágenes, etc. que caracterizan a los audiovisuales comerciales? Esto, por supuesto, en el caso de Cuba.

Algunos panelistas han planteado, acerca de la calidad de la producción audiovisual cubana, la falta de una visión del cine como industria y el retraso respecto a la producción cinematográfica en América Latina; la necesidad de generar un cine que no sea de autor o una producción audiovisual que no lo sea, sino que abarque una diversidad de géneros; la cuestión de la actualización de los patrones en boga, tanto por parte del Estado como al margen de él; y otros consideran que no estamos atrasados respecto al cine latinoamericano, que los problemas son muy similares, sobre todo en la producción del cine como arte, como producto cultural.

Finalmente quisiera referirme a las respuestas relacionadas con el tema del cine estatal o producido institucionalmente y el llamado independiente. Algunos panelistas han llamado la atención sobre la superioridad del cine independiente en flexibilidad, en su capacidad para desarrollar procesos más eficientes de decisiones en relación con la creación; otros dicen simplemente que no hay diferencias porque la mayoría de lo que hacen los realizadores audiovisuales independientes, también va a los canales o medios públicos, o son obras encargadas también por estos. Hay consenso sobre el talento artístico, que también está presente en los dos. Algunos piensan que la problemática de esta producción radica más en su localismo, en el hecho de que aborda temas cubanos y que lo hace de una manera muy encartonada, tanto los independientes como los que producen un cine con apoyo institucional; y también hay unas respuestas relacionadas con que el cine independiente está más cerca de las obras que se producen en el capitalismo, mientras que el cine institucional refleja más valores y modo de hacer del socialismo.

 Como hemos visto, el espectro de las respuestas ha sido muy variado, y les agradezco mucho a los panelistas por calentar la mesa de esa manera.

Ahora le vamos a dar la palabra a nuestro público que está ahí escuchando, y al que hemos invitado a hacer preguntas y comentarios. Adelante.

Dalgis Román: Agradezco a Temas la oportunidad de participar en el debate. He estado atenta a las opiniones de los panelistas, y quisiera aportar mi experiencia desde la visión de una realizadora que se dedica al audiovisual hace veinte años en un telecentro que tiene muy pocos recursos, pero que ha puesto el talento como finalidad y como esencia de las cosas que hemos hecho, con gran aceptación, aunque somos eternos inconformes de lo logrado.

 Esa dualidad de vivenciar hace tanto tiempo el audiovisual hecho desde una institución, y a partir de 2019 comenzar a hacer nuestros trabajos como artista independiente nos da la posibilidad de mirar desde esas dos variantes, llamémosle así, de cómo producir un audiovisual donde --coincido con los panelistas-- lo fundamental es el talento, el contenido, pero no podemos dejar de reconocer qué pudieran ser nuestras obras, con mayores recursos, con mayor tiempo, porque ese es un factor que también desde la televisión nos obliga a una inmediatez que a veces, o yo diría, la mayor parte de las veces, limita mucho la creación, pues desde la realización audiovisual independiente tenemos más holgura.

Pero esencialmente la obra está igualmente comprometida, quienes nos dedicamos a cuestiones y a contenidos relacionados con el arte, con las tradiciones, con la cultura, somos respetuosos de nuestro crédito en cualquiera de las variantes en las que realicemos el audiovisual. Pero estamos muy agradecidos de todos los que tuvieron que ver con la creación del Registro del Creador Audiovisual y Cinematográfico Independiente, con su Decreto-ley 373. Es una gran oportunidad que está aportando y aportará muchísimo más al audiovisual en Cuba desde cualquier parte de nuestra isla. Muchísimas gracias por la oportunidad, abrazos a todos, y estamos disfrutando muchísimo el poder confrontar por esta vía.

Ángel Pérez: Ensayista y crítico de arte. Me parece muy importante que se cree, por parte de las instituciones y del gobierno, una infraestructura que sea capaz de soportar toda esta variedad de creaciones. Quiero mencionar, como ejemplo, una serie web que hizo un artista, de la cual no recuerdo el título. Fue hecha para circular a través de Instagram, muy interesante como producto y, por supuesto, como se montaba en esa plataforma tenía una visualidad particular. Pero yo creo que, si estos muchachos por iniciativa propia son capaces de crear ese tipo de cosas, de productos tan interesantes, las instituciones cubanas deben crear lazos o buscar a estos realizadores y darles la posibilidad de crear. Yo sé que ahí entran a jugar un papel complejo determinadas políticas o decisiones que sobrepasan el hecho de la creación en sí misma, pero eso no creo que pueda ser un problema.

 Y con respecto al impacto de lo comercial en Cuba, eso podría ser positivo también, porque lo comercial no es un problema. Yo en otro lugar he llamado la atención sobre una película como El regreso, si mal no recuerdo, que es el título de la película de Blanca Rosa Blanco, que está montada sobre la estructura del policiaco tradicional, alejándose muchísimo de Tras la huella, por ejemplo. Es un filme muy valiente al poner como heroína a una mujer, o sea, es una película profeminista en ese sentido. No sé si la realizadora se percató, por ejemplo, de la radicalidad de que esta mujer resolviera un caso nada menos que de violación y que lo hiciera fuera de las estructuras de la legalidad estatal. Ella se lo tomó personal, la policía fue incapaz de escucharla, y desde fuera de la ley ella resolvió un caso, y, además, se atrevió a colocar en el personaje del villano a un profesor de escuela, que es una persona que en Cuba siempre ha tenido una imagen intachable en los medios oficiales. Esta es una película que logró, dentro de una estructura completamente comercial, manejar ideas que a mí me parecían de una pertinencia y de una radicalidad increíbles para ser el producto que era. Ese es el ejemplo de que sí podemos hacer un cine comercial, que llame al público y que sea capaz de decir algunas cosas; tenemos que encontrar la manera de conciliar la calidad con lo comercial, que se puede hacer sin dejar que el cine artístico tenga su espacio. Muchas de las productoras independientes que han surgido en Cuba tienen la intención de conciliar lo comercial con lo artístico, y esto me parece que es algo positivo.

El ICAIC, y no solo él, también el gobierno y el Estado, deberían percatarse de que estos muchachos de Diez Latidos por Segundo, por ejemplo, o muchos de los autores audiovisuales independientes, no quieren que las instituciones los asimilen, sino que exista una estructura legal que sea capaz de darles la oportunidad de crear con libertad, y yo creo que es una de las cosas que va a hacer mejorar mucho el escenario social en Cuba. Tenemos que romper con esa centralización de la vida cubana que es tan nefasta, y yo creo que eso es lo que más lastra la creación.

Víctor Villalba: Soy documentalista de Resumen Latinoamericano. Pienso que, en Cuba, los creadores audiovisuales tenemos muy pocos espacios creativos y de oportunidad de desarrollo. Ahora, ¿es posible debatir sobre esta problemática? ¿Por qué los artistas tienen la necesidad de crear en Cuba? ¿Es posible que nuestras demandas creativas se desarrollen bajo un entorno favorable? Yo creo que no. También veo y siento –y quisiera que se llevara al debate– que en Cuba hay mucha necesidad de seguir creando, aunque pensemos que tenemos muy pocos espacios, por eso quisiera que el debate estuviera centrado un poco más en la actividad creativa y las principales problemáticas que tenemos los jóvenes y los no tan jóvenes, que son de nuestro tiempo, más allá del resultado del producto final, que puede ser bueno, malo o regular.

Loly Estévez: Periodista de la Televisión Cubana. La llamada democratización, permitida por las nuevas tecnologías, abre el acceso a la creación de audiovisuales casi a cualquier persona. Hoy millones se comunican mediante audiovisuales hechos, como señala Roberto Smith, con un lenguaje que normalmente nadie nos enseña. La mayor parte de lo que circula en el mundo, incluida Cuba, tiene carencias estéticas y éticas. Si sumamos a esto la crisis económica mundial, el futuro del arte y la cultura, por supuesto, también del audiovisual, parece incierto. ¿Qué opinan ustedes?

Leslie Salgado: Periodista y realizadora audiovisual. Quisiera regresar a la pregunta que hacía Rafael sobre la alfabetización, y eso me trae a una reflexión: todos los productos audiovisuales son comunicacionales, y todo producto comunicacional tiene una función. Entonces, desde la concepción misma de ese audiovisual estamos pensando en el público, y tenemos que compartir y crear saberes en esos públicos para que aprendan a leer y diferenciar esas funciones. Eso es muy importante, habrá que comenzar desde las escuelas, probablemente, a alfabetizarnos todos, para también saber, como consumidores, frente a qué estamos parados y a diferenciar entre la función de uno y de otro, incluso cuando estamos en el rol de productores.

Rafael Hernández: Muchísimas gracias a los participantes del público por sus comentarios y por sus preguntas. En el caso de este panel, me parece que hay un abanico de diversidad sobre el cual yo llamé la atención al presentar el momento de los participantes; un abanico de diversidad que valdría la pena profundizar si están dispuestos los panelistas a hacerlo. Los invito a referirse no solamente a estos comentarios, que son sustanciales, sino también a lo dicho por los otros miembros del panel, y de esa manera podríamos elaborar mejor algunos aspectos, ya que todos ustedes en el panel se han ajustado a los tiempos establecidos. Entonces les voy a dar la palabra a nuestros panelistas una vez más.

Amílcar Salatti: Las intervenciones de las personas que están participando aportan una diversidad de criterios a este tema, que es bien complicado, que ha tardado mucho en discutirse en las altas esferas, y que vamos arrastrando demasiado tiempo todas estas problemáticas de libertades creativas, de censura, de posibilidades de producción, que realmente son necesarias ir despejando para que los artistas puedan crear libremente y tener libertad. Como decía alguien, con una ética y estética acordes con los cánones de nuestra sociedad. Lo importante es suscitar el debate más allá de este panel, entre la gente que decide este tipo de cosas ya a un nivel más alto. Realmente son discusiones que vienen desde hace tiempo, son pasos que se han querido dar, pero todavía creo que no se logra a cabalidad; son imprescindibles para lograr que nuestra creatividad y productividad, desde el punto de vista audiovisual, no esté limitada.

Creo que alfabetizarse en cuanto a contenidos audiovisuales es necesario, forma parte de la cultura, y si trabajas en el medio, más que necesario es imprescindible. Tenemos que estar al día de lo que se hace, de sus intenciones, tanto culturales como políticas. A veces, los que trabajamos en esto, y los que deciden qué se ve o qué se produce, pecamos de ingenuos, y creyendo que estamos aportando algo útil vamos por el camino contrario. Más que alfabetización, yo diría que hay que estar al día. Todos los que trabajamos en el medio quizás pensemos que sabemos bastante sobre el audiovisual, pero este va a una tremenda velocidad desde el punto de vista tecnológico, de las formas productivas, de las vías en que llegan los contenidos al público, y es imprescindible estar al día.

Con respecto a la segunda pregunta de Rafael, si mantener el audiovisual artístico al margen de los modos estéticos y estilos del audiovisual comercial, creo que no se le debe dar la espalda a nada. Hay cine, obras comerciales que tienen valores, que no deben ser desechadas, y hay quizás «patrones» más artísticos, que la gente mira más de reojo. La retroalimentación tiene que ser de ida y vuelta. Yo trabajo para la televisión, muchas veces tengo que montarme en patrones medianamente comerciales, pero tratando, dentro de ese lenguaje, de ser lo más artista posible. Hay momentos que lo puedo ser un poquito más, en dependencia del género, del público meta; pero trazar fronteras, dividir las cosas tan tajantemente, no creo que sea beneficioso. Tenemos que aprender de todos, de la gente o de los productos que son puramente artísticos, y de las cosas comerciales, que muchas veces terminan sorprendiéndote.

X Alfonso: Quiero agradecerles por invitarme a este panel, y de alguna forma estar allá con ustedes. Voy a responder más o menos sobre lo de la alfabetización. La educación se logra con la calidad con que se muestren al público las realizaciones, en otras palabras, cuando algo es bueno, es bueno, y siempre aporta al conocimiento y al aprendizaje para saber lo que no lo es.

Sobre si se puede mantener el audiovisual artístico al margen de los modos estéticos y estilos del audiovisual comercial, no tiene por qué, la verdad; puede ser un material súper comercial y tener una calidad y un mensaje espectacular, o sea, eso no define si es comercial o no. De hecho, las cosas muy buenas que no se hacen con intención comercial se vuelven comerciales, y lo hacen por la cantidad de consumidores que tienen, no quiere decir que se hayan hecho con ese fin.

Quiero responder a Loly. La crisis mundial económica no afecta a la creatividad; al revés, te hace buscar nuevos horizontes y nuevas formas de crear y de hacer. El hombre –realmente, el hambre– hace la necesidad y la creación. Yo no sé por qué la mayoría de las obras más grandes del mundo se han hecho cuando los artistas están pasando por lo peor. Hay miles de ejemplos de eso, así que no creo que la crisis mundial económica vaya a afectar la creación.

Con respecto a lo que dijo Víctor, estoy de acuerdo con él. No hay entorno favorable porque los medios están completamente regulados, y no siempre por personas capaces de entender otras formas de ver o de expresar el arte. Por eso es que casi todo ese material que van creando los realizadores cubanos independientes los ponen directamente en las redes y canales de Internet, porque no tienen que depender, si deciden ponerlo, de pedir un permiso, o de si va a pasar una censura o no. Hacen sus obras y las sacan. Se está perdiendo mucho material de esta forma, porque se pone en Internet. No se pierde completamente, pero habría que buscar formas para las creaciones de estos jóvenes realizadores, para poder acogerlos y enviarlos a festivales.

Carlos Gómez: Realmente es un placer poder compartir esta mesa virtual con ustedes, y con los participantes.

 Sobre la primera pregunta de la alfabetización, realmente no me gusta hablar en esos términos porque existen distintas maneras de mirarlo. Una es la alfabetización desde el punto de vista del consumo del arte, que es de lo que hablaba X, de cómo educamos a los públicos para consumir los productos audiovisuales; y la otro es a nivel tecnológico, que es donde, como dice Amílcar, tenemos que actualizarnos. Ahora mismo, por ejemplo, lo que estamos haciendo en Wajiros es gracias a una nueva plataforma, una nueva red social que se llama Club House, de gran aceptación. Se trabaja casi en línea directa y funciona muy bien. Por ahí se están moviendo muchas cosas como los NFT, talleres para discutir temas sociales y demás. Pero no creo que seamos analfabetos o que en nuestro país exista analfabetismo tecnológico, porque tenemos una generación, sobre todo los que tienen ahora entre quince y veinticinco años, que saben usar muy bien las nuevas tecnologías, como se hace en el mundo entero.

Igualmente, sobre el tema de lo artístico y lo comercial coincido con X completamente. No existen formas de diferenciarlo. Se puede hacer un producto de alto vuelo intelectual y que luego se comercialice muy bien. ¿Por qué no pensar de alguna manera en comercializarlo? O sea, hemos demonizado mucho la comercialización del arte cuando debería, desde mi perspectiva, ser un proceso normal hacer un producto y que luego lo pueda comercializar. Ya desde el punto de vista estético y artístico es otro tema; pero en Cuba no estamos ajenos a eso; aquí también tenemos centros de poder que nos imponen formas de producir o nos las limitan, y por eso es que últimamente estamos viendo, sobre todo en la televisión, que hay una especie de actualización, ya se habla de redes sociales, de Twitter. Se ha tratado de modernizar la visualidad, pero el contenido, o la manera en que se hace, sigue siendo la misma de hace veinte años, dogmática, cerrada, sin una retroalimentación real y directa, y ahí es donde yo creo que nos perdemos un poco.

Respondiendo en general a algunos de los participantes, pienso que no debemos temerles a las tecnologías, pero tampoco podemos menospreciar a los espectadores. No podemos seguir creyendo que a las personas tenemos que orientarles lo bueno y lo malo. Estamos viviendo en un mundo donde la democratización tecnológica, como decía Loly, permite que cada quien escoja lo que va a consumir; ahora bien, depende de la educación que tenga cada persona, de lo que desee consumir, y en eso precisamente se basan plataformas como Netflix, YouTube, etc. Sí hay una intención, sí tratan, a través de publicidad y demás, de imponer conceptos o materiales, pero siempre se tiene el poder de decidir, y eso ha venido con el streaming fundamentalmente.

 Por último, quería referirme a lo que comentó Dalgis, porque yo soy un realizador de provincia, de Bayamo, y precisamente en Wajiros pretendemos darle visibilidad a lo que se hace fuera de las grandes ciudades, fundamentalmente fuera de La Habana. Sé lo difícil que es hacer desde provincia, pero tampoco podemos limitarnos por el hecho de no estar en la gran ciudad, o, como dice también Víctor, porque haya pocos espacios o que estos estén condicionados. Hablo desde mi propia perspectiva, desde que comencé en la realización, y con el emprendimiento en Wajirosfilms, casi todo lo que hemos pensado y organizado lo hemos hecho en Cuba, con los mismos problemas de todos. Entonces pienso que también es una cuestión de creérselo y de no dejar que las trabas nos frenen.

 Debemos tener un pensamiento más universal cuando vamos a referirnos, sobre todo, a las nuevas tecnologías y a lo que está sucediendo en la comunicación social actualmente. Tenemos que verlo como país, cómo lo hacemos en Cuba, pero entendiendo que precisamente estas nuevas tecnologías nos adentran en un universo de posibilidades, de lenguajes y de formas de comunicarnos.

 Ed Augustin: Ha sido súper interesante escuchar todas las perspectivas esta tarde. Respondiendo a la pregunta de Loly, me parece que el futuro del audiovisual no está en peligro, que la calidad de los productos audiovisuales es más alta que nunca.

Estoy de acuerdo con X cuando dice que la cuestión del presupuesto es relativa. Para muchas películas y audiovisuales, yo diría la mayoría, no hace falta tanto presupuesto. Steven Soderbergh, muy buen director, hace unos años sacó un largometraje que él filmó totalmente en un iPhone, y desde hace una década en festivales de cine del mundo de primera línea están ganando premios películas que han sido filmadas solo con teléfonos móviles. Entonces, me parece que, como la censura, que puede a veces presentarte un trabajo muy difícil, un presupuesto limitado te obliga como artista, o te inspira a hacer las cosas de otra manera.

 Para mí el problema no es que la calidad de producción sea baja, hay muchos audiovisuales de altísima calidad que se están produciendo en el mundo todos los años. El problema fundamental es el de la distribución, o sea, que los audiovisuales de más alta calidad, que nos enriquecen, que nos hacen cuestionar las causas y crecer, que más nos llenan, no llegan a la mayoría de la gente en el mundo, porque los canales de televisión, todos, siguen determinados patrones, como habíamos comentado antes en el panel. Y lo de las redes sociales para mí es horrible por la cuestión de los algoritmos, que las empresas tienen todo monitoreado y saben hasta los años que tenemos.

Ya he hablado demasiado, así que voy a contestar solo la primera pregunta de Rafael. Sí hace falta una alfabetización para consumir racionalmente la producción audiovisual. A mí no me gusta mucho la palabra racional, pero me parece que es necesario, porque de todas maneras ya estamos recibiendo una educación. El mismo acto de consumir audiovisuales nos da una educación, así que es mejor hacer las cosas bien, porque ya está pasando. Si se hace bien, sin ideologías ni doctrinas, si hay una actitud abierta, me parece que la escuela sería un espacio propicio para ello, porque uno podría imaginar una clase con niños o adolescentes donde el profesor da una memoria a todos los estudiantes para el año, y que cada semana hay que ver una película de un país diferente o la película que ganó el Oscar hace tres años, o la que acaba de ganar en el Festival de La Habana de cine latinoamericano, cortometrajes, obras de teatro, y los muchachos podrían ir a sus casas, o a las de sus amigos a ver las obras audiovisuales, y luego, en la escuela, hablarlo en un taller, decir lo que piensan y discutir. Me parece que eso sería muy importante; primero, por razones éticas y de educación cívica y democrática. Eso es tener cultura, y me parece que sin cultura la humanidad está perdida. La gente gozaría más si tuvieran roce con audiovisuales de primera categoría, que muchas veces no les llegan por las redes sociales o por los mismos canales de televisión.

Roberto Smith: Creo que el debate muestra la complejidad de este tema. Si nosotros solamente estuviéramos hablando de cine, ya sería complicada la discusión; si le sumamos el concepto audiovisual, de todo lo que hoy nosotros denominamos audiovisual, la profundidad del análisis todavía es mucho mayor, y si lo asociamos al tema de las redes sociales y de todo lo que circula por ellas, estamos hablando de un mundo muy difícil de analizar en un espacio de intervenciones breves como las que es preciso hacer en esta mesa.

Sobre el tema de la alfabetización audiovisual dije algo en una de las intervenciones anteriores. Nuestro enfrentamiento con este mundo audiovisual, con el de las redes, comienza desde edades muy tempranas y sin ninguna instrucción, sin ninguna preparación. En Cuba y en muchos otros lugares del mundo se han manejado conceptos como el de ciudadanía digital, la preparación ciudadana necesaria para enfrentarse a este universo audiovisual. En varios países hay esfuerzos para incluir la educación audiovisual dentro de la enseñanza general, hay muchas iniciativas. En Cuba recién estamos empezando, asociados al Ministerio de Educación, al Consejo Nacional de Casas de Cultura, pero todavía falta mucho por hacer para dotar a nuestra gente de las herramientas básicas para, con la libertad para decidir, porque el gusto personal es incuestionable, asumir una posición crítica, personal y evitar esa vulnerabilidad que es tan peligrosa.

 Sobre el cine comercial y el de autor, antes había comentado que no se puede hacer una lectura maniquea, en blanco y negro, de verlos como excluyentes, de calificar al comercial de malo y al de autor como bueno. Normalmente, cuando hablamos de cine comercial, lo confundimos con el dirigido a grandes audiencias, que, en un ámbito del mercado, pudiera ser un cine comercial, pero no necesariamente. El cine de autor es, en general, de mayor elaboración artística, y uno supone que va a tener menos público; y la verdad es lo que han dicho otros colegas, no se puede cerrar el camino ni a una dirección ni a la otra. Hay creadores que les interesa hablarles a grandes públicos, que buscan la manera de hacerlo, a veces tienen condicionantes en sus productores, lo hacen en la televisión, pero a veces en su vocación tienen esa orientación más hacia lo popular; y hay otros que tienen una dirección diferente y buscan en su expresión artística incluso el desafío a los espectadores. No son excluyentes, forman parte de la diversidad del cine, del audiovisual, y yo creo que ojalá puedan encontrar apoyo tanto los unos como los otros. Estaba recordando, en relación con este tema, cómo muchos analistas y críticos del cine cubano le reprochan a la década de los 80 el cine que se hizo en ese momento, por existir muchos títulos, muchas películas que tenían esa orientación hacia lo popular. Para muchos, el ICAIC de aquella época estaba traicionando su tradición de cine artístico, de autor. Cuando uno mira hacia atrás, puede tener la opinión que sea, pero sin duda tiene que agradecer que existan en nuestra historia películas como Se permuta, Los pájaros tirándole a la escopeta, y muchas otras más que todavía hoy significan mucho para nosotros.

Mi criterio personal sobre el entorno de la creación es que, cuando se analiza el último decenio de la producción audiovisual, aquí hay una historia, como siempre pasa, de luces y sombras. Hay quien ve más las luces, hay quien ve más las sombras, pero también es verdad que se está produciendo un cambio, algo que empieza y va modificando poco a poco el escenario del audiovisual: la aprobación del Decreto Ley 373, del Fondo de Fomento para el Cine Cubano, que en este momento está apoyando la producción de muchas obras, la creación de estructuras parecidas que existen en la televisión, de las oficinas de atención a la producción, donde van apareciendo otras alternativas de apoyo, van poco a poco. Insisto en poco a poco, porque sería un error gravísimo ver esto desde una posición triunfalista, pero se van creando oportunidades, quizás no todas las que hacen falta, porque hemos tenido un desarrollo del talento creador más grande que nosotros mismos, mayor que la capacidad que existe para hacer las producciones, pero poco a poco se va creando oportunidades para muchos realizadores, y sobre todo estos mecanismos que se basan en la selección de los mejores proyectos, al menos van ayudando y apoyando a lo mejor que se va presentando.

Rafael Hernández: Muchísimas gracias a todos los participantes y a los panelistas, que nos han demostrado que valía la pena hacer un panel no solo sobre cine, y que no solo se refiriera a la cuestión de las redes digitales, sino que se centrara en la problemática específica de la producción, de la distribución, del consumo y del fenómeno cultural que es el audiovisual. Antes hemos hecho paneles sobre cine, números de la revista Temas sobre cine, acabamos de hacer hace un par de meses un panel dedicado a redes sociales, pero la idea de reunir problemas vinculados a estos dos temas, tiene una sustantividad propia, y lo que se ha debatido aquí tiene un valor muy especial.

Quiero llamar la atención sobre el hecho de que nuestros panelistas representan aspectos específicos de esta problemática. Yo he oído muchas veces a los viejos del mundo del cine y de la televisión hablar de que lo principal, el fundamento de toda producción está en el guion, que con un mal guion es muy difícil hacer una buena película o hacer un buen programa. Aquí hemos tenido a Amílcar Salatti, que tiene la virtud de no solamente ser un buen guionista, reconocido, sino de tener la experiencia de series de televisión, de telenovelas y de películas muy conocidas. Hemos tenido a X Alfonso, a quien le agradecemos mucho que nos haya acompañado en esta hora tardía, avanzada ya en Portugal. Oímos hablar de problemas o de desigualdades en el cine de ficción, pero no en el videoclip y tampoco en el documental, de manera que alguien como X representa también el talento y la obra de un conocido músico que puede hacer videos y documentales muy bien. A Carlos, como líder de una empresa productora independiente, que trabaja con las instituciones, es decir, esa dicotomía, que evidentemente es falsa, entre el mundo independiente y el mundo del sector público, del institucional. A Ed, que no es un británico que acaba de bajarse del avión, que ha estado con nosotros un tiempo, y que ha aportado también un conocimiento práctico y concreto de la relación entre la producción audiovisual, los documentales, el mundo del audiovisual y el periodismo, y las comunicaciones en general, puesto que este es un panel dedicado al audiovisual como arte y como comunicación. Y finalmente a Roberto Smith, que no sé si en algún momento habrá hecho un documental o un video, pero que en cualquier caso tiene la experiencia de haber conocido íntimamente el trabajo de la producción cinematográfica cubana durante un largo tiempo, y lo sigue haciendo, y desde esa perspectiva le agradecemos mucho que haya podido estar con nosotros y participar en este intercambio de visiones diferentes, que han construido un poliedro de la problemática del audiovisual muy valioso.

 De manera que muchísimas gracias a todos ustedes, a los que han participado activamente desde el panel y desde el público, a los que han escuchado, y a los que nos escucharán y leerán a través de otras vías digitales en los próximos días. Como hemos venido haciendo desde hace un año, estamos comprometidos con publicar las transcripciones y los audios de todo este intercambio dedicado al audiovisual como arte y como medio de comunicación. Espero que nos sigan acompañando.


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