Diálogo con el más antiguo inquilino del Teatro Nacional


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Miguel Iglesias: Premio Nacional de Danza 2018

Apenas tres meses después de que se fundara el Teatro Nacional de Cuba, en junio de 1959, el maestro Ramiro Guerra creó el Departamento de Danza Moderna de la recién nacida institución. Este fue la génesis de lo que más tarde se conocería sucesivamente como Conjunto de Danza Moderna, Danza Nacional de Cuba y, en 1984, Danza Contemporánea de Cuba, nombre bajo el cual comenzó a ser dirigida por Miguel Iglesias, un joven bailarín incorporado al colectivo desde hacía casi una década.

Cuando al fundarse en 1962 el Consejo Nacional de Cultura, pasaron bajo su jurisdicción las agrupaciones artísticas creadas en el TNC, entre ellas la Sinfónica Nacional de Cuba y el Coro Nacional de Cuba, sólo el colectivo danzario mantuvo hasta la fecha su sede en el inmueble de la Plaza de la Revolución, cuya construcción culminó totalmente en 1979 para la celebración de la VI Cumbre de Países No Alineados.

De ahí que la historia del coliseo en estos 60 años esté tan estrechamente vinculada a la Compañía Danza Contemporánea de Cuba y, con ella, a la trayectoria artística de quien por más tiempo la ha conducido: Miguel Iglesias, Premio Nacional de Danza 2018.

¿A su juicio, qué trascendencia ha tenido para la cultura cubana la fundación en 1959 del Teatro Nacional de Cuba?

“Creo que el mérito más notorio del Teatro Nacional de Cuba en aquel momento fue tener como directora a una Isabel Monal con solo 28 años y profesora de marxismo en la Universidad. Una persona con la cabeza no solamente para llevar el pelo; sino con una inteligencia.

Ella supo aglutinar gente como Carlos Fariñas, que era un compositor; Fermín Borges, que era dramaturgo, Argeliers León que era etnólogo y musicólogo y Ramiro Guerra, que tanto trabajo había pasado para hacer su obra y había ido a Estados Unidos, donde cursó talleres con Martha Graham.

Lógicamente, la revolución trae un contenido nuevo, el cual requiere de una forma nueva. Pero, el mérito mayor que tiene este Teatro Nacional es el de haber aglutinado la génesis del Ministerio de Cultura, del Consejo Nacional de Artes Escénicas; de los instructores de arte.

Entonces, toda esa génesis, esa efervescencia de los dos primeros años, en los que no se paraba de trabajar, fue muy fructífera. Pero, también la revolución hace que se expanda una serie de cosas, como el florecimiento en la escena cubana de cuestiones que hasta ese momento no eran posibles, como traer la rumba que solo se bailaba en los solares”.

Lo que también influyó para la aparición de nuevas técnicas en la danza moderna.

“En aquel entonces la técnica Graham venía pura y aunque ya no era el momento del florecimiento de la danza moderna mexicana, vinieron algunos bailarines de allí que ayudaron a Ramiro, quien buscaba que el negrero tuviera un sentido de la cadera igual que el chacona; el barroquismo de los brazos y todas esas cosas.

Y sin planteárselo como técnica; sino como contenido de una creación para la escena, fue necesitando mezclar una serie de elementos. De ahí deviene que, con el paso del tiempo en el que se fueron fusionando algunas cosas, exista una Escuela Cubana de Danza”.

¿Cómo ve hoy el Teatro Nacional de Cuba, la casa de su Compañía durante 60 años?

“Realmente, el Teatro Nacional no ha sido nunca el teatro nacional. No tiene el mejor equipamiento. Se le puso para la VI Cumbre de Países No Alineados, pero si no le das mantenimiento lo vas perdiendo. La programación es complicada, las salas están pintadas de amarillo…

Esto tiene que tener una protección para que en verdad sea el Teatro Nacional, al igual que la tiene, por ejemplo, la Ópera de París; aunque aquí se haga de una manera distinta porque a aquella la protegen patrocinadores privados”.

A Ud. le ha correspondido la dirección artística de la gala cultural con que en la noche del 12 de junio se celebrará en la Sala Avellaneda el aniversario 60 del Teatro. ¿Cómo la ha concebido?

“La única Compañía que se mantiene en el Teatro hace 60 años somos nosotros. Entonces vamos a hacer una función de Danza Contemporánea para homenajear al folclor, a la música sinfónica, a la música coral y a todos los que de una manera u otra se hicieron aquí.

Vamos a hacer dos obras de un corte totalmente opuesto que son La consagración de la primavera que se llama Consagración. Todo el mundo vincula La consagración de la primavera con la primera que estrenó Nijinsk; la que hizo Pina Bausch, la que hizo Béjart, que siempre tienen un sacrificio.

Para nosotros, la primavera no es algo que hay que sacrificar; sino en la que ocurre el deshielo en los países donde hay cuatro estaciones; donde salen las flores y el verde es más bonito; donde los animales copulan. Y esa es la que queremos hacer nosotros.

De la forma en que Stravinski compuso la música, como decía Carpentier, sólo le faltaba cruzar la bahía y llegar a Regla. Porque lo único que le falta a la música de La consagración de la primavera es el tambor batá y nosotros usamos una serie de pasos folclóricos que le caen como anillo al dedo.

Esa será la primera obra que pongamos. La coreografía es de dos franceses: Christophe Béranger y Jonathan Pranlas-Descours. Va a haber un breve intermedio en el que se entregarán algunos premios que dará el Teatro Nacional a esos directores de agrupaciones que tuvieron sus orígenes aquí.

La gala va a terminar con el Mambo 3XXI de George Céspedes, la cual ganó en 2009 el Premio del Círculo Nacional de Críticos de Danza del Reino Unido y estuvo nominada al Premio Lawrence Oliver que es el Oscar de los ingleses”.

¿En los más de 30 años que lleva al frente de Danza Contemporánea de Cuba qué ha tratado de mantener de aquel Conjunto de Danza Moderna que hace seis décadas fundó Ramiro Guerra en el Teatro Nacional de Cuba?

“Ramiro fue un intelectual que llegó a bailar. Un abogado. Pero, en este caso, hay cosas que simplemente tú experimentas. Te das cuenta de que son de otra forma y las vas variando porque las quieres ver de otra manera.

Él pensaba que con la danza moderna se podía hacer todo. Yo creo que la mayor cantidad de cultura general que pueda tener un ser humano le da más soltura y más calidad a cualquier cosa que vaya a hacer.

Si no hubiera estudiado el método de acciones físicas de Stanislavski, ni me hubiera llamado la atención Grotowski, no hubiera cambiado mi vida. Hace 52 años y todavía me acuerdo lo que me dijo Garriga en una clase de actuación: “Siente, coño, no actúes. Esto es una mentira, pero la tienes que vivir como si fuera verdad”. Y yo la he vivido como si fuera verdad.

No tuve la oportunidad de estar aquí en el tiempo en que estuvo Ramiro. Tal vez él pensó que la Compañía se iba a desintegrar cuando él se fuera. Pero, gracias al trabajo de cohesión que hizo, este grupo se mantuvo; lo cual fue una suerte porque si no, no existiría el movimiento danzario que existe hoy.

Creo que el bailarín o intérprete de este momento tiene que cumplir muchos requerimientos y tener conocimientos de todo tipo de cosas. Yo estoy como Martin Luther King: I have a dream. Yo tengo el sueño de encontrar un bailarín que tenga el físico de Usain Bolt, el cerebro de Einstein o de Stephen Hawking, los reflejos de un felino, la voluntad de Fidel y un sentimiento como el de Martí”.


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