Érase una vez la salsa I: descubriendo el asunto


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Ocurre que en los últimos tiempos cuando nos referimos a la música cubana, apelamos a la denominación de Salsa para identificarla más allá de nuestras fronteras; incluso en el mejor momento de la música popular bailable cubana, ese que ocurrió en los años noventa, era más recurrente llamar y/o denominar como salseros a sus cultores. Definiciones como soneros o timberos (así se definió el movimiento musical autóctono) quedaron marginadas y solamente Adalberto Álvarez se definía a sí mismo como “sonero”.

Ahora, que en La Habana transcurre un evento que se ha denominado como “Festival de la Salsa”, se impone acercarnos a ese movimiento musical nacido en “el barrio” y en el que confluyen diversas culturas, músicas y, sobre todas las cosas, un eje común: lo afrocaribeño. Solo que en vez de recorrer su historia en las calles y salas bailables de New york, Caracas, Ponce o San Juan; las de Barranquilla o del Cibao; intentaremos acercarnos a esa parte de la historia que pocas veces se ha contado: la visión cubana del asunto.

Hagamos una regresión en el tiempo. Digamos que nos encontramos en el año 1974. La ciudad sigue siendo La Habana, y el mundo musical de los habitantes de esta ciudad y de la Isla en general, lo marcan ciertos programas radiales de alcance nacional. Mencionemos uno de ellos, tal vez de los más populares –para no decir el más popular–; se llama Discoteca Popular y la emite Radio Progreso. Su horario de transmisión es de cuatro a seis de la tarde y la conduce Eduardo Rosillo.

Este día en específico, pongamos que se trata de un viernes, Rosillo se atreve a proponer dos estrenos de una música que está recorriendo el Caribe y que pocos conocen más allá de los músicos cubanos que por aquel entonces recorrían el mundo: es decir, la orquesta Aragón, el dúo Los compadre, Los hermanos Bravo, Pacho Alonso y Los Papines. Había otros, pero estos son los más recurrentes. A los músicos habría que sumar a los marineros de las flotas mercante y de pesca, sobre todo las del Pacífico que tenían su base de operaciones en el puerto peruano del Callao o que cambiaban su tripulación en Panamá.

Rosillo anuncia el primer tema y a sus intérpretes: se trata de un tema titulado La banda y que lo interpreta Willie Colón con su orquesta y cantando Héctor Lavoe. El segundo pertenece a la orquesta del dominicano Wilfrido Vargas y que ya ha hecho furor en toda la zona oriental de Cuba, en especial entre los constructores que están basificados en la ciudad de Moa, en Holguín, se llama Abusadora y es un merengue.

Es Eduardo Rosillo quien usa por vez primera en los medios cubanos la palabra Salsa para referirse a la música que se está haciendo en todo el mediterráneo caribeño y que se originó en la ciudad de New York y que tiene como base el son cubano.

Primer acto de herejía: mencionar la palabra salsa.

Noche siguiente. Programa de televisión popular. Eva Rodríguez es su presentadora. Toda la familia reunida. Juntos a las nueve es el nombre del espacio. Conductora presenta una novel agrupación santiaguera que visita la ciudad, se llaman a sí mismo Los Meteoros del Caribe y según ella hacen una música en un ritmo “llamado Filadelfia”, pero más caribeño y cercano al son oriental no puede ser; solo que tienen tres trombones y su cadencia es algo distinta para el gusto cotidiano.

Todo hubiera quedado ahí, en el nombre del “ritmo Filadelfia”, si el director de la orquesta no se hubiera referido a la música llamada Salsa y no hubiera mencionado algunos nombres y su origen en la ciudad de New York.

Fuego en el 23.

Días después comenzaría el dime que te diré sobre el asunto. Primero una publicación en el Caimán Barbudo en la que el periodista se regodea criticando a los músicos santiagueros por dejarse influenciar por una música extranjera ajena a nuestras raíces.

Acto seguido aparece otra publicación en la revista Bohemia estigmatizando esa forma de hacer música que “…estaba escamoteando nuestras raíces y funcionaba como forma de opresión del hombre pobre del Caribe…” y para rematar el autor niega, rotundamente a los músicos cubanos involucrados en el asunto.

Las banderas de la defensa de la identidad cultural de la nación, con un toque desenfadado de chovinismo, comenzaron a ser ondeadas. Frases como escamoteo, robo y plagio se volvieron la comidilla en algunos cenáculos culturales; mientras que en el fondo de todo este asunto estaba el público bailador, el pueblo llano que desde un comienzo encontró en esta música y en algunas de sus historias elementos que le eran comunes.

Ciertamente la Salsa, en sus comienzos, tuvo dos vertientes. Una dedicada a imitar el sonido cubano de los años cincuenta y que fuera conocida como “etapa matancerizante”, en franca referencia a la sonora Matancera. La otra era más progresiva, en ella estaban presentes todos los ritmos del Caribe con la música cubana a la cabeza y era la que comenzaba a establecerse en el gusto del hombre de barrio cubano, ese que tenía el tambor como fundamento.

Desde un comienzo sus principales figuras lo admitieron y pregonaron su lealtad a la música cubana, a su herencia, a su influencia y a sus ídolos. Matamoros, Ignacio Piñeiro, Arsenio Rodríguez, la Aragón y el Benny era sus paradigmas principales; pero también asumieron el jazz, el sonido de Mario Bauza dentro de la orquesta de Machito y sus Afrocubanos, y ciertas zonas de la música negra norteamericana que les rodeaba.

A fin de cuentas, ellos, los principales cultores, eran descendientes de emigrantes de Cuba, de Puerto Rico, de República Dominicana, colombianos unos y venezolanos otros en menor cuantía; pero todos caribeños, y en sus sangres y ritmos corría África o lo que se comenzó a llamar el torrente afroantillano. También los había judíos pobres cuya vida había transcurrido en las calles de ese barrio en el que se mezclaban todos los sonidos, sabores y saberes de nuestras tierras.

En Cuba demoramos en comprender que el asunto de la Salsa, como música, en el fondo no era tan político como se pudiera pensar. Era una cuestión de resistencia nacida en una ciudad donde los implicados eran minoría y funcionaba en un contexto en el cual no estábamos presentes por nuestra propia rebeldía.

Nos habían castigado, pero estábamos presentes.

Inauguración del Festival de la Salsa. Foto: Marianela Dufllar/ Cubadebate.

Inauguración del Festival de la Salsa. Foto: Marianela Dufllar/ Cubadebate.

Inauguración del Festival de la Salsa. Foto: Marianela Dufllar/ Cubadebate.

Inauguración del Festival de la Salsa. Foto: Marianela Dufllar/ Cubadebate.

Inauguración del Festival de la Salsa. Foto: Marianela Dufllar/ Cubadebate.

Inauguración del Festival de la Salsa. Foto: Marianela Dufllar/ Cubadebate.

 


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