Martiano de conciencia y de obra


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Poeta, vive tranquilo tu merecida posteridad.

Por más de cuarenta años Roberto Fernández Retamar dedicó buena parte de su ancha creación intelectual al examen de la obra martiana y ha sido la suya, sin duda alguna, una de las miradas más lucidas y abarcadoras en torno al Maestro.

Tres compilaciones han recogido la mayor parte de esas reflexiones: Introducción a José Martí (La Habana, 1978), “Nuestra América”: cien años, y otros acercamientos a Martí (La Habana, 1959, y de nuevo Introducción a José Martí (UNAM, México, D. F., 2018). Los tres no son exactamente iguales: Roberto, buen editor siempre, supo cambiar textos para incluir otros nuevos y quizás, a su juicio,  más adecuados a los tiempos de las respectivas ediciones. La última, la mexicana, es a mi parecer la más completa en cuanto a mostrar la riqueza y permanencia de sus miradas sobre Martí.

Solo puedo, en este breve acercamiento a esos escritos, recordar cuánto impulsaron a la comprensión de las letras y el pensar del Maestro por varias generaciones de cubanos y latinoamericanos y, sobre todo, cuánto nos ayudaron a  respetar  y entender la vigencia de su estilo y de sus análisis. En dos palabras: Roberto siempre nos entregó un Martí para el hoy que se vivía, mas sin traicionar los condicionamientos y las posibilidades que le abrió su época histórica de la segunda mitad del siglo XIX.

Por ello tengo que recordar al menos unos pocos de sus textos martianos, de lo más polémicos cuando aparecieron y, a la vez, de los más brillantes en sus enjuiciamientos.  Me refiero a “Martí en su (tercer) mundo”, “Martí, Lenin y la revolución anticolonial” y “Martí y Ho Chi Minh, dirigentes anticolonialistas”, que pusieron al gran cubano en el centro de los debates acerca de las luchas antimperialistas y de liberación nacional.

Me refiero también a “La revelación de nuestra América” y a “Desatar a América, y desuncir al hombre”, análisis tan significativos acerca de la identidad continental  en Martí y de su magno empeño de liberación humana.

Y, por último, me refiero también a “Naturalidad y novedad en la literatura martiana”, a “Un periodista argentino llamado José Martí” y a “Introducción a La Edad de Oro”, una tríada inexcusable de ser atendida por quien se acerque a la creación literaria martiana, incluido su brillante y arrebatador periodismo y eso que se ha llamado su literatura para niños.

No quiero olvidar nada, no podría olvidar texto alguno de Roberto sobre Martí en el necesario examen a fondo que se ha de hacer acerca de  su significación en el campo de los estudios martianos, que él tanto contribuyó a enriquecer.    

Basta por ahora considerar que Roberto entregó siempre una mirada integral e integradora sobre el Maestro: el hombre en sus vicisitudes y alegrías; el escritor pleno, novedoso y total de poemas, relatos, periodismo diverso, cartas, ensayos, piezas teatrales, traducciones; el pensador original, de síntesis universal; el eticista  íntegro que entregaba amor y nunca odios.

En este rapidísimo examen de la extensa obra martiana de Roberto Fernández Retamar no pueden dejarse de mencionar  sus varias compilaciones de textos del Maestro como Letras fieras y como Ensayos sobre literatura y arte, entre otras, labor que contribuyó a circular dentro y fuera de Cuba las letras martianas. Tampoco puedo olvidar  su empeño con el seminario  martiano en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana por donde han desfilado muchos de los actuales estudiosos del Maestro. Y, claro, he de cerrar recordando que fue el iniciador del Centro de Estudios Martianos, su primer director y siempre guía intelectual y compañero de nuestros desvelos y contenturas.

Me resta únicamente una valoración muy personal que me atrevo a señalar. Para mí, hay mucho Martí en la poesía y en la prosa de Roberto, requerida de amplios estudios por su riqueza. Mucho Martí digo que hay en una obra de creación literaria absolutamente original, magistral en su buen decir, y repleta de sentimientos como es todo lo que escribió Roberto Fernández Retamar, martiano de conciencia y de obra.

27 de septiembre de 2019.


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