Oscar María de Rojas, el padre de la museología cubana


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A pesar de sus significativos —y primigenios— aportes al desarrollo de la museología en nuestro país, la labor de Oscar María de Rojas Cruzat (Cárdenas, 1865-1921) en esta ciencia de la cultura ha sido, paradójicamente, poco divulgada. Justo con la intención de llenar un tanto ese vacío, el reconocido investigador Urbano Martínez Carmenate1 preparó el libro Oscar María de Rojas, el padre de la museología cubana, ensayo histórico presentado hace unos días como parte del catálogo de Ediciones Matanzas.

Es importante señalar que Martínez Carmenate ya había trabajado esta faceta de Rojas Cruzat, digamos que someramente, al incluirlo en el ensayo El coleccionismo en Matanzas (Ediciones Matanzas, 2010), en su condición de recopilador de numerosos objetos y como fundador y director del Museo-Biblioteca Municipal de Cárdenas.

Del Oscar María-museólogo también se hallan valiosas referencias previas en la biografía que le dedicara Ernesto Álvarez Blanco2 y en una tesis doctoral de Diana Rosa Torriente.3 Pero esos dos estudios han tenido en la realidad poco impacto, el primero por lo exiguo de su tirada y los habituales dilemas de la distribución de las producciones editoriales en nuestro país, mientras, la suerte del segundo es peor: se mantiene inédito. Por otro lado, a partir del obvio hecho de que no es en propiedad su objetivo, en ambos casos el quehacer de Oscar María en la museología no se devela a plenitud.

Esa, por supuesto, sí constituye la diana a la que apunta el nuevo libro de Martínez Carmenate, al cual, entre muchas cosas, debemos agradecerle ese espíritu abarcador con que desarrolla el tema, en especial por el hecho de presentarnos el devenir del museólogo cardenense no solo desde el orden personal y en su contexto político e histórico, sino también como parte de un proceso de evolución, desde los albores hasta el nacimiento mismo de esa ciencia de la cultura, no siempre valorada cuanto se debe.

Es así como desde los capítulos iniciales de este volumen iniciamos un recorrido por el desenvolvimiento museológico del país, desde el siglo XVIII hasta 1921, cuando se produce la muerte de Oscar María de Rojas. Un recorrido que tiene su punto de partida en Antonio Parra (de origen portugués, llegado a La Habana en 1763 como parte de las tropas españolas de Carlos III, recopila diversos especímenes de peces y otros animales, plantas, semillas…) y que luego prosigue con el amplio movimiento de coleccionistas que se desarrolló en Cuba durante el siglo XIX, con destaque, entras otras ciudades, de Matanzas y Cárdenas.

También en estas páginas se hace énfasis en el desenvolvimiento del coleccionismo institucionalizado (Jardín Botánico de La Habana, 1817; Museo de Anatomía Descriptiva, 1823; Museo de la Sociedad Patriótica, 1838...) y la evolución de las instituciones poscoloniales (Museo Municipal de Santiago de Cuba, 1899; Museo y Biblioteca Pública de Cárdenas, 1900; Museo Nacional, 1913...).

Es de suponer que su anterior empeño con el volumen sobre el coleccionismo yumurino haya resultado esencial en cuanto a información, a jerarquización, a enfoques, para que Urbano concibiera este viaje tan certero por el mapa de precedentes de la museología en la Isla, al que, al pasar la página, le sigue un viaje más específico: el que conduciría a Oscar María de Rojas, junto a personalidades como Emilio Bacardí, José Bofill y Francisco Blanes, a marcar pautas en este campo cultural durante las dos primeras décadas poscoloniales.

Al analizar concretamente el desempeño del cardenense, Martínez Carmenate estima que una de sus grandes ventajas fue su largo «trecho, próximo a treinta años, vinculado a las labores museológicas», lo que le permitiría adquirir experiencias imprescindibles y además establecer múltiples vínculos que lo ayudarían a llevar adelante su sueño mayor: el museo de su ciudad natal.

Desde muy joven, Oscar María se inicia en el coleccionismo (recopilaba documentos, monedas, cerámica artística y múltiples objetos) y también desde temprano, en medio de sus actividades revolucionarias, comienza a pensar en esta institución, tarea para la cual, acompañado por su amigo Francisco Blanes, ya entre 1894 y 1895 se empeña en movilizar la sensibilidad de sus contemporáneos.

Es interesante la manera en que en este libro se visualiza el quehacer de Oscar María para, una vez lograda la apertura del museo, defenderlo y consolidarlo. Se ve la tenaz búsqueda para el enriquecimiento de sus fondos patrimoniales, para lo cual llega a establecer una efectiva red de corresponsales en numerosas ciudades, tanto de Cuba como de América y Europa. Se ve su gran batalla de 1906, durante la segunda ocupación norteamericana, cuando las tropas interventoras desalojan al museo del edificio donde se hallaba —antiguamente cuartel de infantería—, para albergar allí sus fuerzas.

A pesar de que habló hasta con el mismísimo Charles Magoon, gobernante interventor, no logró recuperar el espacio, pero sí comenzó a soñar de inmediato con un edificio propio para la institución, que luego de muchas peripecias se concluiría 12 años más tarde.

Por otra parte, resulta muy acertado el modo en que en este ensayo se enfoca el hecho de que los aportes de Oscar María van más allá del haber imaginado y llevado a la realidad el museo cardenense, lo que obviamente ya de por sí es bastante, pero el caso es que también sobresalió por otros aspectos.

En estas páginas se destaca, por ejemplo, su visión inclusiva de la cultura, lo que se vuelve más admirable si se piensa que en aquellos momentos la vida del cubano muy polarizada (es así que él se preocupa por recoger muestras de los mambises, de los negros y de la esclavitud, pero también de los españoles, de la monarquía, de los asiáticos, sin prejuicio alguno…). También se hace referencia a los acertados procederes que desarrollaba para llevar a cabo sus labores, como ocurre con el seguimiento y la protección de las piezas y, muy especialmente, con «el sistema de documentación que establece, hasta hoy insuperable, por lo serio, meticuloso y cabal».

No hay dudas: como un acto de justicia debe considerarse este ensayo, en el que Urbano Martínez Carmenate reúne todas estas razones que, tras la muerte de Oscar María de Rojas, llevaron a ponerle su nombre al museo creado por él, y, por otro lado, a considerársele el padre de la museología cubana.  

Notas

1 Urbano Martínez Carmenate (Cárdenas, 1953). Licenciado en Lengua y Literatura Hispanoamericana por la Universidad de la Habana. Tiene publicados unos veinte títulos, entre biografías, ensayos y monografías, así como un poemario y un cuaderno de narraciones. Es investigador del Museo Provincial Palacio de Junco, de Matanzas. Es miembro correspondiente de la Academia de Historia de Cuba.

2 Ernesto Álvarez Blanco: Oscar María de Rojas, Ediciones Matanzas, Matanzas, 2001.

3 Diana Rosa Torriente: “Inicios de la moderna museología en Cuba. El museo y biblioteca pública de Cárdenas (1900-1921)”, tesis doctoral, Universidad de La Habana, 2011.


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