"Pienso cada día en luz y encuadres"


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Un hombre de pocas palabras, más bien tímido es Raúl Pérez UretaEl merecedor del Premio Nacional de Cine 2010 no se caracteriza por hablar alto o gesticular, quizá porque prefiere detenerse a mirar cada imagen estando detrás de la cámara.

No procede de una familia de artistas, y llegó al séptimo arte por casualidad como él dice, allá por los años 60. Antes había trabajado en una sastrería y su primer vínculo con el cine fue de dibujante, pero no dio la talla. Así probó con la cámara y entonces si comenzó un derrotero que sigue hasta hoy.

Raúl ha trabajado como camarógrafo en unos 500 números del Noticiero ICAIC Latinoamericano, más de 50 documentales de distintos realizadores y de director de fotografía en casi 50 filmes de ficción, además de numerosos videoclips. Su labor docente se ha desarrollado en Cuba y el extranjero, ha impartido clases desde 1993 en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños y ha sido su Jefe de Cátedra de Fotografía.

Mereció numerosos premios y reconocimientos: entre otros galardones están, Distinción Félix Elmuza, de Periodismo y de la Cultura Nacional; el Machete de Máximo Gómez de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Diploma al Mérito Artístico del Instituto Superior de Arte en 2002, siete Premios Caracol de Fotografía, Premio Coral de Fotografía en el XX Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en 1997 y otros lauros internacionales como el Golfinho de Plata de Fotografía, Festival Internacional de Cine de Troia, Portugal en 1994 y por Suite Habana obtuvo Mejor Fotografía en el Festival Internacional de Cine de Cuenca, Ecuador y Premio India Catalina, Mejor Fotografía en Festival Internacional de Cine de Cartagena, Colombia, ambos en el año 2000.

¿Cómo llegas a fotógrafo? ¿Y al cine?

— Por casualidad. En realidad en mi adolescencia y juventud, pensé en muchos oficios y profesiones, piloto, pintor, grabador, actor, médico quizá, pero nunca en ser cineasta. Venía de una familia muy humilde y no tenía en realidad muchas opciones. Al triunfo de la Revolución en el año 59 llegué a La Habana en esa gran ola de viajes y de cambios que se producen por esos días, porque soy de Fomento pueblo del interior que en aquella época pertenecía a la provincia de Las Villas.

En la capital comienzo a trabajar como vendedor de ropa en una sastrería llamada Éxito de modas masculinas, en la calle Infanta entre Neptuno y San Miguel, y allí en el barrio conozco a Pedro García Espinosa (director de Arte y escenógrafo del ICAIC) que me habló que estaban buscando gente joven en el recientemente creado departamento de dibujos animados del ICAIC.

Allá me fui, llené mi planilla; pero sin mucha convicción de que aquello me gustaría como oficio para el futuro, a los diez días más o menos fui citado y comencé a trabajar como dibujante, pero nada, como dibujante no di la talla y probé en cámara de animación que aunque era fija en un cuarto oscuro, solo con las luces de iluminación sobre los dibujos en acetato, me pareció un buen oficio.

En ese momento había también un buen grupo de trabajadores jóvenes que estaban comandados por Pepín Rodríguez, el que más sabía de todo aquello y que nos enseñó lo lindo de la fotografía. Un buen día pasó Santiago Álvarez, del noticiero (todos trabajábamos en el edificio ICAIC pero en distintos pisos) preguntando a quién le podría interesar hacer sonido porque llegaba a Cuba un gran personaje de los que nos visitaban en aquella época y no tenían sonidista disponible ese día para la grabación en el aeropuerto. Y yo, con el desenfado que da la juventud, levanté la mano y me propuse.

Sería la una de la tarde, me fui a los estudios de sonido de Prado (todavía están allí) y el compañero Galino , en la actualidad aún trabaja en sonido en el ICAIC, me enseñó en tres horas lo elemental de la grabadora suiza Perfectone que se usaba en esa época en cine, aprendí algo de micrófonos y ya a las siete de la noche, hecho a mi entender un experto sonidista, grabé mi primera entrevista y al menos funcionó un poco porque ya de ahí me quedé en el noticiero.

Hacía también asistencia de cámaras y sonido en exteriores. Y nada, parece que el bichito del cine y sus cámaras me picó fuerte. Pasé a hacer mis filmaciones y reportajes en las que usaba todas las luces y lentes que podía y tenía el ICAIC, pues Santiago Álvarez nos apoyaba y nos estimulaba. Así aprendiendo, estudiando, viendo mucho buen cine, los clásicos en la cinemateca, ha pasado el tiempo hasta ahora, ya inoculado para siempre con el virus del cine.

¿Cuál fue tu primera película?

— Como director de fotografía fue Visa Usa rodada en Colombia y dirigida por Lisandro Duque, lo hice también por una casualidad: estaba como operador de cámara pero el fotógrafo colombiano tuvo un accidente la primera semana de rodaje y yo continuó la película como director de fotografía. Fue una buena historia y con mi trabajo de foto bastante aceptable (nada del otro mundo). Gustó mucho, fue para mí una experiencia muy buena que me enseñó muchísimo.

Después de esa, ¿cuántas has hecho?

—Tengo 46.

¿Con cuáles directores cubanos y extranjeros has trabajado?

— He tenido mucha suerte porque trabajo con los mejores directores cubanos de mi generación y algunos más jóvenes que yo. Y ante todo éramos buenos amigos, con Daniel Díaz Torres, Orlando Rojas, Fernando Pérez, que hicieron lo posible para que mi trabajo quedara con calidad. Con extranjeros en Cuba y fuera del país también navegué con suerte, hice películas con Lisandro Duque (Colombia), Wolney Oliveira (Brasil), Ruy Guerra (Brasil), Claudia Llosa (Perú) que me ayudaron para que todo saliera bien; tuvieron comprensión ante lo que hacía y conté siempre con la ayuda de todos.

Hay que recordar siempre que las películas son del director. Tu labor, aunque artística, está al servicio de lo que cuenta la historia y lo que quiere el director de ella. Una buena relación de amistad, la valoración y respeto de tu aporte artístico al proyecto, hacen más llevadero el trabajo de la fotografía en un rodaje.

Siempre había querido trabajar con Raúl desde que hacíamos el noticiero y soñábamos hacer películas de ficción, me confesó Fernando Pérez cuando hicieron Suite Habana.

¿Qué ha significado para ti trabajar con este realizador que tanto te admira?

— A Fernando lo conocí desde que entré al ICAIC, creo que de traductor, si la memoria no me falla. Nos vimos varias veces en el noveno piso del ICAIC donde teníamos una gran biblioteca especializada (y que creo ya no existe). Después llegó el noticiero cuando Santiago propuso que viniera gente joven a realizarlo y se reunió un buen grupo de trabajo: Daniel, Fernando, Rolando, Miguel Torres, fueron tiempos muy provechosos para el noticiero, muy creativos. Fernando y yo hicimos varios trabajos juntos.

Recuerdo ahora el del cosmonauta Tamayo que cuando fue al cosmos concebimos un noticiero del cubano que estaba más alto y el que estaba más profundo: buscamos a un minero en Matahambre a mil metros de profundidad que estaba sacando cobre; fue un lindo noticiero que recuerdo todavía con mucho placer. Siento por Fernando mucho respeto y admiración por su talento, rigor y una amistad que se ha fortalecido con los años y el trabajo.

De todas tus películas ¿cuál o cuáles te han resultado más difíciles?

—Hacer películas es para mí como tener hijos: las quiero a todas por igual, las padezco y disfruto con el mismo placer a todas; pero pensando ahora con detenimiento, creo que la más difícil quizá fue Suite Habana porque fue para mí la primera rodada en video (creo que para Fernando también); una tecnología nueva que no conocía ni dominaba bien, pues salía del celuloide 35 mm con el que ya tenía experiencia para entrar en otra tecnología que debía ir dominando mientras filmábamos.

¿Qué filmes hubieras querido filmar y no hiciste?

— Muchos, muchos… Memorias del subdesarrollo, de Titón; Lucía; de Solás. Cada noche antes de dormirme repaso en imágenes, luces y sus distintas incidencias que vi en el día, atmósferas de lugares por las que pasó y pienso en que películas pudiera recrearlas, quisiera hacer una de época como Perfume de mujer y muchas más; no sé, pienso cada día en luz y encuadres.

¿Has rechazado trabajar en alguna película?

— No, nunca tuve que tomar esa decisión. Siempre me propusieron proyectos nobles para la fotografía, algunos no los hice, pero por compromisos de trabajo con otros filmes. Por suerte nunca tuve que tomar esa decisión porque fueran proyectos malos.

¿Cómo te enteraste del Premio Nacional de Cine? ¿Qué sentiste al ser el primer fotógrafo que lo recibe?

— Estaba en Santiago de Cuba, invitado al Festival de Documentales Santiago Álvarez in Memoriam. Me llamaron de la dirección del ICAIC y me dieron la noticia. Jamás pensé que yo pudiera ser merecedor de tan prestigioso premio, hay tantos cineastas buenos que lo merecen.

Lo agradezco mucho y me hace muy feliz, es un premio por la obra de toda la vida que compromete a ser mejor. Que sea la fotografía premiada, me hace más feliz todavía porque el cine no solamente lo hacen los productores y directores: hay un grupo de trabajadores anónimos: fotógrafos, sonidistas, especialistas en maquillaje, decoradores, iluminadores, que también dan su talento en cada rodaje.

En video, entrevista al director de fotografía Raúl Pérez Ureta

 


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