Por la cultura de nuestra América: a Roberto Fernando Retamar


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Al poeta, ensayista, crítico literario y profesor emérito de la Universidad de la Habana, presidente de Casa de las Américas desde 1986, fundador del Centro de Estudios Martianos y miembro de la Academia Cubana de la Lengua. Al colaborador de numerosos periódicos y revistas, por su entrega, constante dedicación y representar los valederos aspectos teóricos de literatura de nuestra América.

Desde la polémica literaria hasta la tarea fundadora de instituciones; desde los estudios indispensables de grandes personalidades hasta aportes que constituyen una valía de su  apreciación, articulación y utilización adecuada de nuestra lengua. Retamar se alzó como continuador de los saberes literarios del materialismo dialéctico e histórico. Quien ubicado en nuestra realidad, señalaba los rasgos específicos de la literatura, pues su pensar planteaba que solo así conoceríamos los vínculos reales entre todos aquellos que trabajan con las letras, de este lado del mundo.

De sus ensayos más conocidos: La poesía contemporánea en Cuba (1927-1953); Modernismo 98; Calibán; Contra la Leyenda Negra y otros. Desde joven la poesía se convirtió en epicentro de atención, primero influenciado por la manera de hacer de los ingleses, luego escabulléndose de ese ambiente poético ajeno, se dedicó a  buscar una lírica que se acercara a la conversación en su lengua, entonces aparece Revolución Cubana, con toda la carga histórica y psicológica que meritaba el momento.

Poemas con la expresión clara e irónica que acerca a lo coloquial, otros, más íntimos y menos programáticos, pero siempre con el papel protagónico dentro de la política cultural revolucionaria. Por este y por todos los tiempos, por un pensamiento literario que queda reflejado en la poética revolucionaria y en el andar de todos los que habitamos esta, nuestra América; rindo así homenaje a uno de los grandes de las letras cubanas.

 

Fragmento del ensayo Calibán, 1971

Nuestro símbolo no es pues Ariel, como pensó Rodó, sino Calibán. Esto es algo que vemos con particular nitidez los mestizos que habitamos estas mismas islas donde vivió Calibán. Próspero invadió las islas, mató a nuestros ancestros, esclavizó a Calibán y le enseñó su idioma para poder entenderse con él: qué otra cosa puede hacer Calibán sino utilizar ese mismo idioma —hoy no tiene otro— para maldecirlo, para desear que caiga sobre él la “roja plaga”. No conozco otra metáfora más acertada de nuestra situación cultural de nuestra realidad. De Túpac Amaru, Tiradentes, Toussaint-Louverture, Simón Bolívar, el cura Hidalgo, José Artigas, Bernardo O’Higgins, Benito Juárez, Antonio Maceo y José Martí, a Emiliano Zapata, Augusto César Sandino, Julio Antonio Mella, Pedro Albizu Campos, Lázaro Cárdenas, Fidel Castro y Ernesto Che Guevara; del Inca Garcilaso de la Vega, el Aleijadinho, la música popular antillana, José Hernández, Eugenio María de Hostos, Manuel González Prada, Rubén Darío (sí, a pesar de todo), Baldomero Lillo y Horacio Quiroga, al muralismo mexicano, Héctor Villalobos, César Vallejo, José Carlos Mariátegui, Ezequiel Martínez Estrada, Carlos Gardel, Pablo Neruda, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Aimé Césaire, José María Arguedas, Violeta Parra y Frantz Fanon, ¿qué es nuestra historia, qué es nuestra cultura, sino la historia, sino la cultura de Calibán?

 

 

 


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