«La vida requiere ser explicada con sus fábulas y realidades sin mentirle a sus recuerdos. Tal como sucedió y sucede, debe decirse con sus propios asombros, sin estupor ni miedo».
Así afirma la doctora en Ciencias Históricas Mildred de la Torre Molina (Camagüey, 1945) en el prólogo del volumen « Las paradojas culturales de la República / Cuba (1902-2000), en el cual compiló ocho ensayos que abordan desde una perspectiva cultural el período republicano en Cuba, los cuales son de la autoría de igual número de investigadores del Instituto de Historia de Cuba, entre ellos la propia profesora, autora del trabajo que cierra el libro: «Hacia una periodización de las políticas culturales de la Revolución Cubana».
Confieso que la presentación de este título en un Sábado del Libro de octubre del año 2016, constituyó para mí una grata y fuerte impresión, tanto del texto en cuestión como de la defensa que de él hizo la doctora de la Torre, Premio Nacional de Historia 2016; igual me ocurrió dos años más tarde al ser nuevamente presentado en la librería Alma Mater, a tal punto que sentí envidia de los alumnos de esta extraordinaria profesora, no solo por su sabiduría, y facilidades de comunicación, sino por lo necesario de su pensamiento para «el buen entender» contemporáneo cubano de la historia y la cultura, y el casamiento ingénito entre ambas.
Siempre había querido entrevistar a la profesora Mildred de la Torre, la pandemia de la COVID-19, me lo permitió.
¿Podría compartir conmigo y con los lectores del Blog Cubarte sus pensamientos e inquietudes en este tiempo de confinamiento?
Es de agradecer tu encuesta. Generalmente se hacen preguntas puntuales sobre lo que hemos investigado o escrito y pocas veces se indaga en las inquietudes personales sobre el momento en que se vive.
Tengo la preocupación —la he expresado muchas veces pública y privadamente— sobre la poca visibilidad oficial, más bien divulgativa, que tienen los problemas sociales del país. Se de la existencia de investigaciones dirigidas a esclarecer sus causas y que son altamente necesarias para el esbozo y realización de proyectos políticos. A ellas debe sumarse la multiplicidad de análisis, procedentes de nuestros científicos sociales, socializados en libros y revistas y en los debates institucionales. También son conocidas, por su alta presencia en los medios de divulgación masiva, las campañas contra la violencia de género, la homofobia, la misoginia, el racismo y demás flagelos.
Pero, te repito, poco del pensamiento o las ideas de una parte de los que vivimos en el país y, particularmente, nuestro testimonio sobre cómo enfrentamos la cotidianidad; esa forma de vivir el presente, polifacética, angustiosa, cargada de sueños y de humor, tratando de solventar los múltiples avatares generados por las escaseces, agresiones externas e incomprensiones internas que lastiman a las familias y a la comunidad en general, las manifestaciones concretas de los diferentes estilos de vida y la supervivencia de la generalidad poblacional, constituyen la memoria de un tiempo que no debe ser olvidado en tanto es parte de la cultura y de la historia en particular.
La comprensión de lo que somos y seremos como país no se expresa solamente en el discurso público de la dirigencia sino también en las formas de vivir y actuar de la gente común.
Si esta encuesta fuese masiva o por sectores determinados, sus resultados contribuirían al esbozo de nuevas políticas sociales. Además, ayudarían a comprender, con mayor celeridad, la importancia de nuestras ciencias sociales y de la preservación de la memoria colectiva en la solución de los problemas neurálgicos actuales.
Ciertamente, vivimos tiempos muy difíciles. Nunca imaginé semejante experiencia en mi larga vida. Pensar en la posibilidad de contraer el virus conociendo las posibilidades reales de no sobrevivir, es decir, con plena conciencia de la muerte, aunque alguna que otra vez he estado cerca de ella, es vivir bajo el pánico. A lo que debes agregar el dolor por la tragedia de millones de seres humanos sin recursos ni esperanzas.
Creo que, psicológica y espiritualmente, nos hemos dañado. A veces recuerdo la imagen de los sobrevivientes de las guerras mundiales con sus cargas de angustias e incertidumbres pese a que la gran pesadilla había terminado. Aunque en este caso, aparece la esperanza de que la ciencia y la voluntad política puedan evitar el gran holocausto.
En lo personal me ha afectado el aislamiento pese a que estoy acostumbrada a trabajar en el hogar. Tú sabes, la mayoría de nosotros escribimos en soledad y mucho de lo que investigamos nos llega a través de internet o lo tenemos digitalizado. Pero basta que nos digan que no podemos salir de casa para que nos sintamos mal. La mayoría de los intelectuales acostumbra a visitar los centros de reunión, las bibliotecas, las tertulias, el teatro, impartimos docencia, y como todo el mundo visitamos amigos y familiares, caminamos por las calles, nos trasladamos en ómnibus dentro y fuera de la ciudad, en fin, más allá de la intimidad hogareña y personal, hay un mundo que internamente nos fortalece y conforma nuestra espiritualidad.
Convertirlo en inalcanzable, aunque sepas que es transitorio, daña pese al cuidado recibido por aquellos que nos quieren. El solo hecho de que ellos te recomienden quedarte en casa ya lo siento como un gesto de solidaridad y amor.
¿Cuáles de sus características personales le han ayudado a sobrellevar la actual situación?
Este cautiverio lo he podido sobrellevar, no sin crisis de nostalgia y angustias, gracias a mis hábitos de leer, oír música, escribir y comunicarme con colegas y mis seres más cercanos y también lejanos, y por el apoyo recibido de los que comparten mi intimidad familiar.
También esa fantasía constante que llevo dentro hace que sueñe el futuro y me enajene del presente. Realizo las mismas labores, menos la docencia, como coordinadora de la revista de los historiadores cubanos, denominada El Historiador. Revista Cubana de Historia y del sello Ediciones UNHIC, por lo que, en ese sentido, no he notado vacío alguno.
A lo que debo agregar mi participación en un monográfico colectivo, un dossier y un debate, bajo el auspicio de la Asociación Hermanos Saiz (AHS), sobre política cultural. Insisto, leer, en mí, no permite la presencia de la soledad.
Escribo un «Diario de los silencios», inclusivo de mis inquietudes sobre la cotidianidad, los aconteceres nacionales y foráneos y el diálogo con mis lecturas. Esta iniciativa es nueva y se asemeja a unas memorias. Tal vez responda a una necesidad de la vejez y no al forzado aislamiento.
Mi voluntad, el sentido del humor, el optimismo y la profesión hacen posible que pueda andar por este tiempo de aislamiento. Los días se suceden muy aprisa porque no ceso de pensar, soñar, trabajar y amar.
Conozco de su gran preocupación acerca de los problemas que padecemos en cuanto al entendimiento de lo que es la historia de Cuba y la cultura cubana en su sentido más general. ¿Cuál es su mayor inquietud en este sentido?
Mis preocupaciones en relación al entendimiento sobre la historia de Cuba y la cultura en general las he expresado en varias oportunidades. Se discute con frecuencia sobre ambos asuntos. Hay una conciencia generalizada de que tanto la enseñanza de la Historia como su investigación contribuyen al fortalecimiento de la nacionalidad cubana. La Historia como ciencia es parte inseparable de la cultura y como tal hay que investigarla y divulgarla. La enseñanza memorística y escolástica niega su esencia científica y cultural. No pocas veces se muestran necrofílicamente sus aconteceres y personalidades, altamente dotados de un virtuosismo falso, marmóreo y, por tanto, estáticos e inalcanzables.
No siempre se representa el pasado dentro del presente a través de sus tradiciones y costumbres, hábitos y pensamientos. Ni tampoco se le escucha mostrando sus experiencias y legados. Se le ve, generalmente, como lo inexistente y carente de vigencia. También se le descontextualiza o tergiversa para justificar acciones e ideas del presente.
La Historia, como ciencia que construye críticamente el pasado para contribuir al mejoramiento del presente, alberga toda la dimensión cultural de la vida humana. Existen las especialidades y disciplinas, asuntos y objetos de estudio, en perfecta concordancia con la espiritualidad, y la cultura es ella en sí misma. No puede separarse la historia de la cultura. Cuando eso ocurre se deshumaniza y lo dicho se torna en discurso vacío y poco convincente.
Todos giramos, Susana, alrededor de la misma rueda, es la vida lo que defendemos y debemos hacerlo con conocimiento e inteligencia. El análisis crítico se impone. Los historiadores no somos jueces ni fiscales, tampoco mentirosos y mucho menos complacientes con la apología y la alteración de la realidad. Apostamos por la verdad por dura y complicada que esta sea. Esa profesión de fe con lo real y no con la ficción es lo que nos hace creíbles y veraces.
La cultura no es solo la creación artística y literaria, es, insisto, la espiritualidad, la naturaleza y las creaciones humanas en general. Sin ella no hay vida posible. No es solo un escudo protector de la patria y de la humanidad, es todo cuanto respiramos, de ahí que debamos protegerla nutriéndola de acciones emancipadoras.
De nosotros depende combatir lo banal, destructivo, soez, vulgar y embrutecedor. De todos los que creamos bienes materiales y morales, repito, depende la creación de seres humanos integrales y libres de los atavismos de la discriminación. Insisto, no es labor de determinados sectores, sean artísticos o educacionales, es responsabilidad de quienes, desde la familia, la comunidad, el centro de trabajo y la escuela sienten la necesidad de formar ciudadanos integrales para el presente y el futuro del país. En eso radica el entendimiento de la cultura como emancipación plena de los seres humanos.
¿Cómo ha laborado el Grupo de Estudios Culturales del Instituto de Historia de Cuba, uno de los pocos que existen en el mundo, en las presentes circunstancias?
Me preguntas por uno de los grandes amores de mi vida profesional: la creación y desarrollo del grupo de Estudios Culturales patrocinado por el Instituto de Historia de Cuba. En estos momentos investiga: La política patrimonial de la Revolución Cubana. 1959-1979 (Hilda Alonso); Los espacios alternativos de Centro Habana: música y danza (Jorgelina Guzmán); El Sindicato Nacional de Artes y Espectáculos en los inicios de la década del ‘70 (Joney Zamora); La proyección cultural de las escuelas privadas católicas (Yoana Hernández); y La influencia de la política educacional en los becarios extranjeros (Dayana Múrguia).
Aunque somos dos las que no estamos laboralmente vinculados al grupo, le seguimos aportando. Una es Malena Balboa: El Ateneo de La Habana, y yo con La política cultural de los años ‘60.
Fuimos creados para estudiar la historia cultural y demostrar, con investigaciones concretas, que el análisis histórico es también cultural. Duele, Susana, que haya quienes tengan prejuicios y parcelen el conocimiento histórico hasta el punto de desdeñar, como parte del estudio científico, la creación artística y literaria, los modos de vivir, las tradiciones y la memoria, entre otros elementos caracterizadores de una sociedad históricamente determinada.
También lastima que la historia solo sea apreciada a través de los grandes aconteceres y personalidades o mediante procesos abstractos sin contenido puntual. En estos tiempos de pandemia, con los recursos «enclaustrados», computadora en mano, fabricando nasobucos (hay quien lo incluyó en su plan de trabajo), haciendo «colas» cuidando la distancia y con mucha fe en el futuro inmediato, el grupo sigue entregando resultados.
¿Ha cambiado su visión del mundo y de las relaciones humanas o se han reafirmado algunas intuiciones o certezas que ya tenía, en esta etapa?
No quiero ser categórica al respecto. Los cambios no se producen inmediatamente después de finalizados los sucesos. Pero puedo afirmar ahora que este tiempo de pandemia me ha permitido acercarme mucho más a los problemas sociales del mundo y de nuestro país.
Parece contradictorio que el aislamiento obligatorio haya logrado dicha aproximación. Este suceso requiere de nuevos análisis. Tal vez la explicación esté en el hecho de que el peligro nos llega a todos sin distinciones de ninguna naturaleza. Pero, lo cierto es que estoy más informada de las grandes tragedias de la humanidad. Me siento como si el mundo estuviera delante de mi ventana y yo a punto de saltar desde ella. ¡Qué curioso, el coronavirus ha devenido una gran paradoja! Y constituye una oportunidad de vernos en el mundo bien diferentes y de plantearnos preguntas sobre el futuro que quizás nunca antes se nos había ocurrido.
En una reciente entrevista a Josué Pérez, director del Centro Cultural Dulce María Loynaz, él me comentaba, «Creo que la crisis sanitaria cambiará de una vez y por todas la promoción de la literatura». Quisiera saber sus consideraciones al respecto.
No sé si la promoción de la literatura será diferente. Es posible que se instale definitivamente la era digital y los libros queden solo en los estantes de las bibliotecas. Yo los prefiero en mis manos, leyéndolos a mi paso y descubriendo lo que no dicen o lo que yo quisiera que dijeran. ¡Quién sabe, a partir de ahora, lo que seremos capaces de sentir frente a realidades diametralmente diferentes!
Vuelvo a la paradoja. La pandemia nos fortaleció la idea de que somos parte del mundo y viceversa. Ojalá esa conciencia no se pierda nunca y quede en el andar de los días venideros.
6 de Julio de 2020 a las 17:12
Excelente como siempre. Es un análisis muy acertado y desde el alma. Son tiempos complejos pero no por ello anuladores de nuestro pensamiento, al contrario. Gracias a la docotra Mildred por el magisterio, siempre.
7 de Julio de 2020 a las 06:20
Mildred brillante como siempre
7 de Julio de 2020 a las 19:02
Excelente entrevista, concuerdo con los criterios d la Dra. Mildred, soy profesora d Historia en la formación d profesionales f d las ciencias técnicas y percibo a través del diagnóstico inicial la insuficiencia cognoscitiva d la mayoría d los jóvenes q arriban a este nivel d nuestra historia cultural, y se sorprenden d tener q aprender d otras áreas d la sociedad q no sea la política militar. Este es uno d mis criterios, pues hay mas, pero es suficiente por el momento.
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