Virgilio López Lemus: «Creo que el encierro más bien ha enriquecido mi vida»


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El profesor, editor, poeta, investigador, ensayista y traductor Virgilio López Lemus es una persona que inspira simpatía, aún en los que lo conocen de lejos, es decir, porque lo han visto presentar libros, participar en paneles literarios u otra acciones similares de las muchas en que participa.

La sencillez, esa cualidad tan halagada y que es propia generalmente de espíritus superiores, lo acompaña; también la espontaneidad, la energía y, como apreciarán los lectores, el optimismo.

Hombres como él hacen falta en estos tiempos, no solo por lo dicho anteriormente y por su vasta obra docente, poética y ensayística, sino porque el doctor en Ciencias Filológicas Virgilio López Lemus, tiene una extraordinaria capacidad de trabajo, y su aporte a un número considerable de instituciones y asociaciones en Cuba y en el exterior, dan fe de ello.

Virgilio López Lemus (Fomento, Sancti Spíritus, 1946), es profesor titular de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana; Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba; Miembro correspondiente del Instituto Histórico y Geográfico de Brasil, miembro de honor de la Asociación de Profesores de Español y Literatura de México; pertenece a varias cátedras literarias cubanas; asesor de la Biblioteca Memorial Juan Marinello y miembro de los consejos de redacción de las revistas Signos y Anuario.

López Lemus es un intelectual muy respetado; es una opinión autorizada en el ámbito científico y cultural, por lo que el Blog Cubarte, quiso conversar con él sobre algunas de sus actividades en las presentes circunstancias de crisis sanitaria, y su actual visión de un mundo que considera «necesita ser mejorado mucho más».

Esta reclusión forzada, aunque beneficiosa, le ha cambiado, como a todos, el ritmo de su vida. ¿Cómo ha enfrentado este cambio?

A veces ni siquiera noté el cambio, pues me paso la vida encerrado frente a mi máquina, escribiendo, día tras día. Pero he tenido que dedicarme mucho más a los asuntos domésticos, a propiciarme alimentación, y también he tenido más tiempo, por no ser reclamado para las no pocas actividades culturales a las que me invitan.

Ese tiempo extra lo he invertido en leer varios libros que esperaban por mi lectura, y como circunstancialmente he tenido poco deseo de escribir, me he impuesto unas copiosas traducciones de poemas desde el portugués, que se han ido robando mis días. Creo que el encierro más bien ha enriquecido mi vida. 

¿Por qué piensa así?

Creo que ha enriquecido mi vida no solo en el rango profesional, en mi trabajo y en mis lecturas, sino también ante la solidaridad amistosa, la mutua ayuda para las necesidades domésticas, y el tiempo disponible para pensar, meditar, planear incluso el futuro más inmediato. Vivir es, además de un regalo del Espaciotiempo, un compromiso consigo mismo y con los demás.

Trabajar da la dicha perfecta, la de sabernos útiles. La COVID-19 me confirmó que la más noble militancia humana es la del servicio por amor, el que ofrece el enriquecimiento mejor. 

¿A qué actividades, de las muchas que abraza, ha dedicado más tiempo en esta etapa de crisis?

He escrito casi todos mis artículos quincenales para Cubaliteraria para el 2020. Sigo traduciendo a Fernando Pessoa de una manera disciplinada y cuidadosa. He concluido un nuevo poemario: La inmensa edad, y un libro de ensayos Cuadriga (sobre las obras poéticas de Arthur Rimbaud, Fernando Pessoa, Luis Cernuda y Octavio Paz).

He iniciado la elaboración de un volumen sobre teoría de la poesía, o quizás sobre los instrumentos críticos para mejor comprenderla. He pulido otros libros que conservo inéditos y no entregados a editoriales. Y encima de todo esto ¡no me enfermé con la COVID-19!

Usted es miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País, una de las más antiguas de Cuba y de un prestigio histórico extraordinario, pero en la actualidad se promociona poco sobre su labor. ¿Podría comentar del trabajo de esta institución?  

Sí, honrosamente soy socio de la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP), desde su revalidación en la década de 1990. En ella he sido varias veces miembro de su Junta de Gobierno, porque presidí durante varios años la Sección de Educación y Cultura, y luego fundé entre varios colegas la Sección de Cultura, que presidí por año y medio.

Ahora soy un miembro no pasivo y estoy al día de su labor y contribuyo a ella en lo posible. La SEAP es una ONG que se ocupa con iniciativas propias de la contribución a la ciencia, la educación y la cultura cubanas.

Ofrece varios premios para resaltar el trabajo en esos sectores de la nación, y sirve como apoyo a organizaciones e instituciones como el Ministerio de Ciencias, Tecnología y Medio Ambiente, la Academia de Ciencias de Cuba, y colabora con el Instituto de Literatura y Lingüística en la preservación y acrecentamiento de la Biblioteca Fernando Ortiz.

Cuenta con su Revista Bimestre Cubana, una de las publicaciones periódicas más antiguas de Cuba. Es una organización viva, vivaz y eficaz en la que se asocian compañeros de gran valor como hombres y mujeres de ciencia, de la cultura y la educación. 

¿Ha cambiado su visión del mundo y de las relaciones humanas o se han reafirmado algunas intuiciones o certezas que ya tenía, en esta etapa?

No. Sigo creyendo lo mismo. Creo que el mundo necesita ser mejorado mucho más, creo firmemente en la idea de que «un mundo mejor es posible», que está en la raíz del pensamiento martiano sobre el «mejoramiento humano».

Esta pandemia, a diferencia de otras pretéritas, ha puesto en claro la necesidad de colaboración y solidaridad mundiales frente al impulso egoísta capitalizador y frente al síndrome demasiado aprehendido de la «propiedad» como derecho humano «sagrado».

Por ejemplo: una o varias vacunas contra la COVID-19 deben ser puestas en servicio social generalizado y no como cara mercancía de propiedad totalitaria.

El Planeta es una «propiedad» no solo de la especie humana y estamos dañando incluso de manera irreversible este condominio. Si se sigue deteriorando, primero sus bienes que sostienen la vida aumentarán de precio y, luego de la muerte de millones, se devaluarán. ¿No pensamos en esto? ¿Seguiremos acabando indiscriminadamente con tales recursos? ¿Hay grupos sociales de alto poder económico y político que no cederán jamás al menos un poco su dominio, su control y la masiva explotación de recursos? ¿Son estas ideas propias de solo una «ideología», o una manera decisiva de observar el desarrollo vital de nuestra especie? 

En una reciente entrevista a Josué Pérez, director del Centro Cultural Dulce María Loynaz, él me comentaba, «Creo que la crisis sanitaria cambiará de una vez y por todas la promoción de la literatura». Quisiera saber sus consideraciones al respecto…

El fraterno Josué Pérez tiene claras sus razones. Creo que todo lo que debe ser cambiado cambiará, en definitiva incluso todo ha de cambiar porque la realidad es algo dialéctico, infinitamente cambiante, y por supuesto que en ella está inmersa la literatura, que es resultado del desarrollo racional humano.

El futuro verá cambios numerosos en la literatura que escriben los creadores capaces, pero lo que no se promociona puede yacer por años sin que sea realmente «leído» y hasta comprendido. La buena promoción condiciona la buena lectura y la valoración oportuna.

Ante carencias, que pueden ser significativas en Cuba, del soporte principal de la literatura (el papel, el libro) y el necesario auge del soporte digital, electrónico, de la pantalla donde el libro se presente de otro modo ante la vista, el silencio promocional haría un daño notable. De modo que esperemos, deseemos que esos cambios sean para bien.


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