Desde que éramos niños nos conmovía la idílica imagen de un Mayor General llamado Perucho Figueredo, montado en brioso corcel, que accediendo a grito de reclamo del pueblo bayamés sacaba lápiz y papel de su bolsillo y vaciaba en los moldes de la partitura los versos de la marcha La Bayamesa, y dándola a conocer al pueblo pronto brotaba de la multitud la letra y la música de lo que más tarde se convertiría en nuestro Himno Nacional.
Algunos musicólogos e historiadores no dan por cierta esta imagen pero a veces la leyenda se convierte en parte de la historia. Lo que sí es verdad es que ese día fue la fecha donde se cantó por primera vez la música junto con la letra de esta composición, que con los arreglos necesarios, años más tarde sería nuestro himno.
Hoy vamos a aquella gloriosa fecha. Desde temprano las campanas de las muchas iglesias que había en Bayamo, alegres como nunca, tañían durante todo el día. Una multitud se conglomeraba en las calles, esperando el ansiado momento en que se iniciara la marcha de los patriotas que habían liberado la primera ciudad cubana.
Un rumor que pronto se convirtió en alegre clamor anunció que ya avanzaban los jinetes mambises. Céspedes a la cabeza del desfile, sonriendo y con su sombrero en una mano, saludaba al pueblo que lo vitoreaba. Delante iba Canducha Figueredo, sujetando con firmeza el asta de la bandera. Hicieron un acto frente a la iglesia donde los esperaba el padre Diego José Batista para bendecir la bandera. Terminada la ceremonia, Céspedes entregó la bandera a la abanderada Candelaria Figueredo, la linda muchachita de 17 años que avanzaba al frente del desfile portando la insignia.
El pueblo, reconociendo al autor de la música de La Bayamesa, comenzó a aclamarlo y al mismo tiempo le pedía a gritos los versos ya que solo se conocía la música. Fue entonces como dice la leyenda que Figueredo dio a conocer los versos donde al comienzo llamaban a los bayameses a continuar la lucha.
Al combate corred bayameses
Que la patria os contempla orgullosa
Junto a los que marchaban delante iban otros jefes de la Revolución. Luis Marcano, Pío Rosado, Donato Mármol, Maceo Osorio, Esteban Estrada y José Joaquín Palma, nombres que la historia no debe ignorar o silenciar.
Entre tanto, la multitud no dejaba de pedirle a Figueredo los versos; y es entonces cuando aparece —y aun se reitera— la imagen tan difundida de Perucho Figueredo montado en su caballo, procediendo a crear la letra del himno que, según se afirma, el pueblo cantó enardecido de patriotismo.
En honor a la historia debemos decir que la letra de aquel himno no terminaba donde todos lo conocemos, porque ningún cubano ignora estos versos.
Según aparece en el libro titulado Bayamo, escrito por José Maceo Verdecia los versos que siguen a los ya conocidos dicen:
No temaís a los feroces iberos
Son cobardes cual todo tirano
No resisten al bravo cubano.
Para siempre su imperio cayó
Contemplad nuestras huestes triunfantes
Contemplad a ellos caídos
Por cobardes huyeron vencidos
Por valientes sabemos triunfar
Cuba libre podemos gritar
Del cañón al terrible estampido
Del clarín escuchad el sonido
A las armas valientes corred
Luego de conocidos los primeros versos estalló en los labios de mujeres y hombres los versos de la marcha La Bayamesa, como así se llamaba inicialmente nuestro Himno Nacional.
Fue el 20 de octubre de 1868. Ninguna fecha mejor para que esta sea declarada como el Día de la Cultura Cubana.
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