Brigadistas Henry Reeve: ¡Gracias, por su infinito altruismo y consagración!


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En este Día de la Medicina cubana vale la pena rememorar a continuación, un texto que habla por sí solo sobre el intento de apropiación por parte de las autoridades norteamericanas al doctor Carlos J. Finlay, de haber sido el primer profesional médico de la salud en emprender experimentos para demostrar su teoría sobre el mosquito Aedes Aegipty, principal transmisor de la fiebre amarilla. El texto en cuestión fue publicado por vez primera en el tomo II (1904-1905) de la Revista de la Asociación Médica Farmacéutica de la Isla de Cuba, págs. 395-396.

“(…) En años recientes, un grupo de observadores e investigadores han realizado experimentos para probar la conexión de los insectos, tales como las moscas, mosquitos, chinches…con las enfermedades ántrax, fiebre recurrente, cólera, peste bubónica, paludismo y fiebre amarilla. El primer autor que se haya ocupado de discutir lógicamente las relaciones de los mosquitos con la malaria y la fiebre amarilla fue el doctor J.C.Nott, Mobila, quien publicó en The New Orleans Medical and Surgical Journal, en 1848, un trabajo combatiendo la idea que entonces prevalecía de que la fiebre amarilla y la malaria provenían de las emanaciones gaseosas del suelo y surgiendo, como una solución más plausible del problema, que los insectos fuesen los causantes de su propagación. Muéstrase convencido de que los mosquitos comunican la malaria, pero opina que la fiebre amarilla se propaga por medio de otros insectos que permanecen más cerca del suelo.

“El doctor Carlos J. Finlay, de La Habana, llegó en 1881, por medio de un proceso de razones inductivas, a la teoría de que el mosquito era el responsable de la transmisión de la fiebre amarilla del hombre al hombre, y a él pertenece el mérito de haber sido el primero en emprender experimentos para demostrar la teoría (…and to him belongs the creditif of having first undertaken experiments to prove the theory). Entonces tenía la idea de que el mosquito actuaba simplemente como un factor mecánico de la transmisión de la enfermedad y no como un huésped verdadero; pero después (1899), modificó su opinión a este respecto.

“Creemos que lo transcrito, viniendo de fuente tan autorizada con mayor razón, de compatriotas del doctor Nott, será lo suficiente para que nuestro amigo el doctor Edelmann rectifique el error apuntado, si a él corresponde (…)”. (1)

Huelga cualquier otro tipo de comentario al respecto; tan sólo y, actualmente, destacar la posición y atributos indiscutibles de la Medicina cubana, de la actuación humana y solidaria de cada uno de sus galenos profesionales y personal en general en cualquier rincón del mundo al formar parte del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve, creado en 2005.

Hoy, más de 200 organizaciones de una veintena de países acompañan una plataforma activada en Francia para solicitar la entrega del premio Nobel de la Paz 2021 a las brigadas médicas cubanas que enfrentan la Covid-19 por el mundo; a la que se unen también intelectuales, parlamentarios, periodistas, autoridades locales, grupos de solidaridad, partidos políticos y fuerzas sindicales de Europa, América Latina y Asia. Labor humanitaria de Cuba y sus médicos que ha actuado además en el actual contexto de ataque del coronavirus Sars-Cov-2 por primera vez a Europa Occidental; en especial, a través de brigadas que lucharon contra la pandemia en Andorra e Italia, y en el departamento de ultramar de Las Martinicas.

Estos ya no son los tiempos de aquellos misioneros del siglo XVI, ocultos en ropajes religiosos o supuestos benefactores de la salud y de la Paz; como tampoco son los de tantas otras organizaciones supuestamente no gubernamentales, como los Cuerpos de Paz… Estos son tiempos de manos fraternas, de lucha codo a codo, hombro con hombro. Una lucha que necesita con urgencia ganarse a pensamiento, con orden, disciplina, conocimientos y estrechísima unidad.

Esta es la verdad que amerita el infinito esfuerzo de la Brigada Henry Reeve a su paso por el mundo: vadeando ríos caudalosos, como el Amazonas; enfrentando el crudo frío en lugares sumamente lejanos (como el Tibet); empinando esfuerzos de salud y de Paz sin descanso en cada rincón visitado y para muchos desconocido o perdido en este universo; trasmitiendo sus deseos y aspiraciones de salvar, de hacer el bien no como dioses, ni como misioneros o agentes pacíficos subvencionados, sino y tan sólo para dignificar la imagen de un pequeño que necesita ser salvado y vivir en Paz; de cada anciano, mujer y hombre de esta gran humanidad que así lo necesita y lo exige.

El Premio Nobel de la Paz lo tiene Cuba y su pueblo sobradamente también desde hace siglos, cuando en este pequeño Archipiélago, llave de las Américas al mundo, surge la figura de su Héroe Nacional José Martí, visionario de todos los desmanes de nuestra América debido a la presencia y peligro de su enemigo más cercano quien, desde su sitial norteño apuntalaba –y continúa apuntalando–, su dominio mediante discursos, intervenciones, conflictos internos armados y asesinatos de líderes obreros y campesinos en tierras latinoamericanas y caribeñas.

Es el mismo enemigo que arrebató el prestigio de un insigne médico cubano Carlos J. Finlay en su descubrimiento del agente transmisor de la fiebre amarilla en décadas anteriores, y es el mismo también que atenta contra cualquier negociación o venta de medicamentos especializados –y de suma urgencia para nuestros niños y ancianos en lo fundamental–, con vista a la cura o control del cáncer en todas sus manifestaciones.

¡Gracias mil a todos quienes desde las redes sociales; quienes desde cualquier rincón del mundo apoyan el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz para la Brigada Herny Reeve! ¡Premio que, jamás compensaría, ni sería tan digno, valioso y patriótico por su alto sentido del deber cumplido en la lucha por la Paz, como la Orden Carlos J. Finlay, inspirada en nuestra Cubanidad y en los principios históricos e internacionalistas más sentidos, profundos y tesoneros del pueblo cubano! ¡Gracias por su infinito altruismo y consagración!

 

 

Nota:

  1. Tomado del libro Cuadernos de Historia de la Salud Pública. Dr. Enrique B. Barnet (1855-1916), Instituto del Libro, La Habana Cuba, 1969.

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