Camila, un magisterio de sabia ejemplaridad


camila-un-magisterio-de-sabia-ejemplaridad

En este mes dedicado internacionalmente a la mujer,  no podemos dejar de recordarla.

Era Camila Henríquez Ureña,  modesta y sencilla hasta lo increíble,  decía Mirta Aguirre, y agregaba,  “ hija de Salomé Ureña, poetisa y educadora, una de las más distinguidas figuras femeninas latinoamericanas; su tío, Federico Hernández y Carvajal, el amigo entrañable de Martí y  su padre Francisco Henríquez y Carvajal, el llamado presidente errante, el dominicano presidente en el exilio,  que prefirió ser simple médico y modesto profesor de francés en Santiago de Cuba a ser en Santo Domingo, instrumento político al servicio del imperialismo yanqui”

De una estirpe de patriotas, venía Camila,  de una historia familiar procedente de la hermana isla de Santo Domingo, de vida intensa y de amor firmemente relacionado con nuestra tierra. Era la hija menor del matrimonio. Nació en 1894, hace 125 años.  Pedro y Max, fueron sus hermanos mayores, dos figuras de gran prestigio y sabiduría en la historia literaria de nuestro continente.

El hogar, un altar  y allí junto  sus hermanos, vivió la pequeña. Cuentan que estudió Filosofía y Letras y que dominaba alrededor de once idiomas.

Sus alumnos y sus colegas la admiraron de especial manera y muchos de ellos,  han escrito páginas inolvidables sobre la que estimaban como una profesora excepcional. Entre esas páginas están  las de Mercedes Santos Moray y  las del poeta Luis Rogelio Nogueras,  que siempre destacó la renovada amenidad que desempeñaba  en el aula, su modestia y su sabiduría impresionante.

Arribó a la capital,  en 1959. La invitaban a integrar el claustro de Filosofía u Letras de la Universidad de la Habana. Al llegar,  al triunfo de la Revolución Cubana,  era reconocida por su alta jerarquía profesional. Tenía en esos momentos 65 años.

En mucha ocasiones confesaba,  que era en nuestra Isla  donde ella quería vivir.

Recuerdo que en el año 1964,  el Instituto de Superación Educacional (ISE) publicó un texto escrito por Camila que tituló:” Invitación  a la lectura”,  y que recoge un buen número de conferencias que  había ofrecido a inspectores y asesores del  Ministerio de Educación, que por cierto,  fue reeditado en 1974 y en  1975.

 “Invitación a la lectura”, es una obra de consulta  para los profesores de Literatura, para los que se inician y también para los que llevan años de experiencia,  un texto tan útil y vigente, que he pensado siempre que es imposible prescindir de él.

Cuando se estudian estas conferencias de  Camila,  se establece una mágica comunicación con la autora por la armonía del conjunto y la expresividad del texto. Todos nos sentimos de inmediato discípulos de la excelente maestra, como dicen que le gustaba que la llamaran. En sus páginas, se encuentra su inmensa huella. Siempre resulta tan cercana, tan especialmente entrañable.

Conocedora de los clásicos griegos y latinos, como sus hermanos, abordaba en una de sus primeras conferencias, un criterio del gran Horacio cuando aplicaba a la literatura los términos de dulce y utile. Sin dudas, la literatura es placer y es saber y sólo la combinación de ambos puede conducir a una apreciación justa de ella.

Ese es su punto de partida y así lo expresa: “Cuando una obra literaria realiza plenamente su función, las dos fuentes de saber y placer, no sólo coexisten, sino se funden: placer estético, que es la actividad superior del espíritu, saber que radica en el fondo y en el significado, artísticos también”. Hablamos, por supuesto, de la literatura como arte.

Menciona a Aristóteles, que lo ha estudiado muy bien, cuando el griego dice: La historia nos presenta lo que ha pasado y la literatura, lo que puede pasar. Frente a la literatura nos hallamos ante “la eternidad de lo probable.”

No debo terminar este trabajo sin expresarles algo realmente muy interesante y que mis lectores deben conocer y es la relación que existía entre Camila y Don Alfonso Reyes.

Lo conocía muy bien y sabía  que era un gran teórico de la literatura y muy amigo de su hermano Pedro, desde aquellos tiempos de juventud en el Ateneo, en México. Lo  cita, en muchas ocasiones, porque lo ha estudiado, lo ha leído con franca intensidad y coincide con él, cuando distingue las funciones, de los géneros, en la literatura. El drama, la novela y la lírica son funciones. Los géneros, como el drama mitológico, la novela picaresca o la lírica elegíaca, por citar algunos ejemplos, están circunscritos a esas funciones.

En cuanto a la lírica, expresa como Reyes, que es la función más pura y libre y muchos de los conceptos del gran teórico mexicano, le sirven para enriquecer sus clases, con el propósito de incentivar a sus alumnos al estudio y a la investigación del arte literario.

 La literatura aunque sea agradable no quiere decir que sea simplemente divertida a manera de pasatiempo. Dicen que se reía cuando escuchaba que el Quijote podía considerarse “tesoro de contento y mina de pasatiempo”, pero la gran obra de Cervantes, afirmaba, es indudablemente eso, pero también mucho, mucho más, decía.

 Hay que ser un lector inteligente y saber leer, insistía.  La lectura es un proceso activo.  Leer es un arte.

Para esta profesora, los lectores tienen que ser críticos no a la manera de un profesional, sino, de manera muy sagaz, llegar a sus propias conclusiones y cita a Reyes: “No se puede saber si mi Quijote es exactamente igual al tuyo ni si uno y otro se ajustan al que Cervantes sentía (…) cada ente literario tiene una vida eterna, siempre nueva y creciente”.

Para Reyes, comenta Camila, en el orden del espíritu “siempre es lo que una vez ha sido” y recalca con detonante énfasis: “esto hay que decírselo siempre a los lectores sobre todo a los ultramodernos que son incapaces de leer a los poetas románticos y a los románticos incorregibles que declaran no intentar siquiera leer a los clásicos”.

Aconsejaba  que se debiera leer literatura contemporánea, pero no correr detrás de los best-sellers. Hay que leer aquello que después de un período de prueba la mejor crítica recomienda. Las letras son buenas para todos.

Muchos de los trabajos, prólogos y ensayos, fueron publicados después de su fallecimiento en 1973. Al morir, tenía 79 años.  El 21 de diciembre de 1970, recibió la distinguida dominicana/cubana, la investidura de Profesor Emérito de la Universidad de la Habana. El 8 de noviembre de 1984, se realizó el acto de constitución de la Cátedra por la Lectura “Camila Henríquez Ureña” y en 1994, en el año de su  Centenario, se fundan los Estudios de la Mujer en la Casa de las Américas,  por haber sido ella precursora de los trabajos de género y una profesora  de  sabio magisterio, que nunca podríamos olvidar.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte