Cuando de colocar la vara se trata


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Se afirma que el haikus, representa la esencia del esplendor poético de un instante. La belleza del verso expresado en su mínima extensión, como sucede con esta manifestación originaria de la cultura japonesa, se nos entrega condensada en todo un universo de sentimientos sublimados. Y precisamente, dicha sensación fue la que nos colmara al terminar el concierto Palabras de Haydée Milanés el pasado miércoles 14 de enero en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba.

Dedicado a los 60 años de vida artística de la compositora en intérprete Marta Valdés, en contadas ocasiones hemos sido testigos de otros conciertos con una intensidad tal que ilumine el alma cuando somos convocados por el Arte. Es asumir que hemos sido detenidos en el tiempo de nuestra vorágine existencial para enfrentar el necesario alivio espiritual que conlleva el disfrute pleno de un impactante acontecimiento cultural. No por la corta duración del espectáculo, el encanto de la maravilla hecha música, fue un hecho menor. Afirmar que nada faltó ni nada sobró para esta creativa puesta en escena, conlleva la posibilidad de parecer demasiado absoluto en nuestras valoraciones, pero riesgos como este son sencillamente insoslayables en nuestra profesión.

Desde la sugerente escenografía, trabajada fundamentalmente a partir de un equilibrado juego de las luces, nada más que las imprescindibles, nos percatamos de la intención de envolvernos en una cálida bruma de emociones. Cuando nos referimos a los nombres de los instrumentistas que participan en el concierto, como el de Ernán López Nussa, Enrique Plá, Jorge Reyes, Roberto García, Yaroldi Abreu y Nan San Fong, es sentirnos cómplices del más sano orgullo por presenciar en directo a prestigiosas leyendas para ejecutar auténticos haikus convertidos en canciones. Estas no pueden ser otras que las de Marta Valdés.

Desde la sobria elegancia de Haydée Milanés en el vestir, dueña de una natural sencillez como para hacernos entender que cantar es su vida, los breves clásicos de Marta Valdés, adquieren en su voz un agradable sentido de contemporaneidad donde lo reconocido es visitado para ser admirado cual nacientes obras de arte. Por si fuera poco, la presencia como invitados de Pablo Milanés y de la propia Marta Valdés, además de tres integrantes del coro Schola Cantorum Coralina de Alina Urraca, ratifican las excelencias que convierten a estas inesperadas sorpresas del destino, como un momento inolvidable.

A partir de semejante experiencia, se nos confirma una vez más la certeza que para considerar a cualquier concierto como un suceso artístico relevante, hay que intentar llegar hasta la altura de la vara, que en esta ocasión, ha logrado colocar Haydée Milanés en su sentido homenaje a Marta Valdés.


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